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Hacemos un repaso por 9 errores al escribir una novela. Tratan de ser balizas para que obtengas mejores resultados cuando escribas.

Vaya por delante que no hay caminos cortos para esto de escribir. Quien más y quien menos afina a medida que cae en la cuenta de tropiezos y deslices. Roma no se conquistó en un día y esto… es otro imperio; de arquitectura lingüística, pero imperio al fin y al cabo.

Y vaya también por delante que el artículo toma en cuenta errores centrados en el lenguaje; no en tramas ni en construcción de personajes, que esa es otra. Porque ¿cómo construir algo con enjundia si fallan unos u otros materiales?

¡Vamos al grano!

Primer error al escribir una novela: construcciones erróneas

El primer error imperdonable: no asegurarse de que se dice lo que se quiere decir y de que, además, se dice bien. El orden de los factores puede alterar el producto de forma notable. ¡Y vaya si lo hace!

*Si Nadia se hubiera mojado, se habría resfriado con la lluvia.

¿No será más claro decir esto otro?:

Errores al escribir una novela

«Que este era un error de escritor principiante, dijeron. ¿De veras no es este un escenario romántico?».

Si Nadia se hubiera mojado con la lluvia, se habría resfriado.

También es erróneo emplear habían en construcciones impersonales:

*Habían muchas personas haciendo cola para conseguir algo de comida.

*Hubieron muchos rayos y truenos de madrugada.

En lugar de…

Había muchas personas haciendo cola para conseguir algo de comida.

Hubo muchos rayos y truenos de madrugada.

Ni hurtes al sujeto lo que es suyo:

*Violeta, y era de las mejores en clase, suspendió aquel tercer trimestre.

¿Qué hace esa y ensartada entre Juanita y lo que hizo ella misma? Vale que no es el caso de esta otra y; vale que podría considerarse un inciso, pero no.

 Violeta suspendió aquel tercer trimestre; y eso que era de las mejores en clase.

Segundo error: utilizar términos impropios, imprecisos o errados

El segundo de los nueve errores al escribir una novela es emplear términos que se parecen aproximadamente a los que le interesan a uno.

Por ejemplo, es harto frecuente: decir escuchar por oír. Y no son sinónimos. No lo son, al menos, en nuestra variedad de español. Oyes por el mero hecho de tener oídos y escuchas porque prestas atención, aunque haya ruido y no oigas bien; porque bien puede darse el caso de que te pongas a escuchar y no oigas ni papa.

También hay términos cuya fonética o cuya grafía se parecen, pero cuyos significados nada tienen que ver:

*Lo acogió un arrebato que no fue capaz de controlar.

Lo acometió un arrebato que no fue capaz de controlar.

*Aquello era algo en lo que no había deparado.

Como no mires por donde vas, te la darás. Con lo ‘apañao’ que es un diccionario para saber si tal cosa significa lo que crees…

Aquello era algo en lo que no había reparado.

*Quiso atreverse, pero en cuanto se asomó a la sima, reguló.

Quiso atreverse, pero en cuanto se asomó a la sima, reculó.

*Construía un estereotipo, pero lo tenía aún en fase experimental.

Construía un prototipo pero lo tenía aún en fase experimental.

*Sigfrido asistía acólito a la escena en que su hermano se batía con el guardia.

Sigfrido asistía atónito a la escena en que su hermano se batía con el guardia.

*El mago destilaba sus talentos y su arte a la menor oportunidad.

El mago desplegaba sus talentos y su arte a la menor oportunidad.

Nada que no consigan arreglar unas buenas ganas de saber y un diccionario, aunque no sea una última edición.

Tercer error al escribir una novela: vocabulario pobre

El tercer error al escribir una novela (no necesariamente en este orden) tiene que ver con esto: falta de variedad en el total de términos que uno maneja, de recursos sintácticos, de gusto estético. Tiene que ver con el desconocimiento de términos precisos, que está emparentado con eso primero: un vocabulario pobre.

En estos casos, el escritor repite las mismas palabras, expresiones y giros hasta la extenuación. Aburre.

*Eduardo dio un discurso que nadie se esperaba. Y entonces le dio por decir palabras raras.

Eduardo pronunció un discurso que nadie se esperaba y empleó términos inusuales.

*En la zona norte hicieron un edificio de sesenta plantas y parecía que se perdía en el cielo.

En la zona norte construyeron un edificio de sesenta plantas y buena parte desaparecía con las nieblas matutinas. 

Con un vocabulario pobre, el lector tiene la sensación de que le estás hablando de un mismo paraguas aunque le cambies de color.

*Los impactos de las bombas hacían mucho ruido entre los refugiados. 

Los impactos de las bombas atronaban los oídos de los refugiados.

Los impactos de las bombas ensordecían a los refugiados.

Cuarto error al escribir una novela: tildes que ya no… y ambigüedades

Solo no se tilda desde 2010. Los demostrativos, tampoco, aunque no han generado tanta controversia como la del llanero solitario (léase la del «sólo»).

Esto tiene una explicación larga, pero el equívoco entre si se trata de que uno «está solo mirando a las musarañas» o «está solamente mirando a las musarañas» (que es por lo que hay quienes se rasgan las vestiduras) se resuelve dándole un poco de vuelta a la frase. «Solamente está mirando a las musarañas» o bien «Esta solo, sí, mirando a las musarañas».

Porque en «trabaja solo por la tarde», ¿cómo sales de la ambigüedad si lo dices de viva voz, si se lo comunicas verbalmente a alguien? Porque sonar suenan igual. ¿No sería más fácil decir en un caso «trabaja solamente por la tarde» y en el otro «por la tarde trabaja solo»? Es bien sencillo.

En español hay miles de situaciones ambiguas que no han dado tanto que hablar como la tilde en «solo».

Algunos ejemplos de ambigüedades

Estos dos han circulado por Twitter; vaya usted a saber de dónde o de quién proceden originalmente. Echemos una sonrisilla…

Un amigo me preguntó que si estaba enamorada, que me veía la cara resplandeciente y blanca… Le respondí que se debía a unos nuevos polvos.

Yo tuve un problema con «pienso, luego existo». Hasta años después no comprendí que era «pienso, POR LO TANTO, existo».

Y dejamos las risas y seguimos:

 *Se encontraron a la Sole yendo a la plaza.

¿Quién iba a la plaza, la Sole o ellos? Menos mal que tiene fácil desambiguación:

Cuando iban para la plaza, se encontraron a la Sole.

Cuando la Sole iba para la plaza, se la encontraron.

Otra:

*Elena esperó a que llegara, como era su costumbre, su amiga Lore.

¿De quién era la costumbre? ¿Esperaba Elena? ¿Era su amiga Lore la que llegaba como era su costumbre?

Elena, tal como acostumbraba, esperó a que llegara su amiga Lore.

Elena esperó a que llegara su amiga Lore, que lo haría tal como acostumbraba, montada en una Honda.

Tratamiento ingenuo de escenas y personajes: el quinto de los 9 errores al escribir una novela

Hay quien trata a sus personajes como si no fueran de verdad. Y resulta que los personajes literarios son de verdad. Son, de verdad, literarios.

Significa que hacen cosas, tienen manías, prejuicios, creencias, miedos, contradicciones, dobleces. No son muñecos que pones en danza y mueves a tu antojo. Y aunque en la novela manejes un tiempo corto de la vida de cada uno de ellos, debes construirles un pasado.

¿De verdad es la mejor heroína que podía salir de tus teclas?

A lo largo de las páginas, el lector irá descubriendo detalles que le darán volumen y lo convertirán en alguien de carne y hueso literario.

Esto entronca con el primer mandamiento del constructo literario: la verosimilitud.

Sexto error al escribir una novela: cacofonías, ripios, obviedades

Si las rimas tienen lugar y sentido en las composiciones poéticas (y no siempre) donde no lo tienen en absoluto es en la prosa. Imprimen un ritmo machacón que saca al lector de la confianza depositada en la lectura ficcional.

Cacofonía

*Se abalanzó sobre el doliente con el ansia de hincarle el diente a algo caliente.

¿Qué tal así?:

Se abalanzó sobre su presa. Llevaba días sin nada caliente que llevarse a la boca.

De la repetición me ocupé en este artículo y poco más puedo añadir. Te remito a él si no lo hubieras leído y recuerda que la repetición no siempre es delito; eso sí: hace falta dominio.

Ripio

Tiene bemoles que antes de aprender a manejar como se debe los gerundios, alguno se quedara a vivir en el ripio y no pierda ocasión de deslizarlo. Es como quien se empeña en meter un chiste «porque hace gracia»; sin coartada, sin nada que ver con el idiolecto del personaje.

Y su padre le dijo entonces que andando, que es gerundio. 

Eso, sin entrar en que no hay correlación verbal.

Obviedad

Benja estaba recostado en la cama. Acababa de dejar el libro sobre la mesilla, una novela de Henning Mankell que hablaba de la segunda guerra mundial y de neonazis. Se oyó un disparo. Se levantó de la cama como si le hubieran descargado un latigazo y abrió la ventana.

¿Es necesario añadir «para ver lo que había sucedido»? ¿No es bastante obvio?

Séptimo error: puntuación inadecuada

Colocar un punto, una coma o un punto y coma en el lugar adecuado tiene su arte. Ya no queda nadie que ignore que entre manzanas, peras, naranjas, ciruelas se ponen comas. Ahora, la coma criminal se cuela en cuanto el sujeto no es Álvaro, la chica o el perro.

El que sabe sabe, y el que no, estaría bien que hiciera lo posible por saber —dijo don Aurelio al empezar la clase.  

  1. En este caso, el sujeto del segundo sabe es el que sabe. Pero a más de uno le tienta poner una coma entre ambos verbos sabe. ¿A que sí?
  2. En cambio, después de el que no se pone coma porque hace las veces del verbo elidido.

El que sabe sabe, y el que no [sabe], estaría bien…

La que es mala (sujeto) ni siquiera entiende (verbo) qué es eso de la maldad o lo sabe y se recrea en su ejercicio.

El octavo de los 9 errores al escribir una novela: meter paja

Páginas y más páginas rellenas con más de lo mismo. Sugerencia: prueba a eliminar capítulos o fracciones y comprueba si la historia se viene abajo.

Nueve errores al escribir una novela

Este es un error imperdonable: meter paja en la novela. La paja tiene su sitio; fuera de ahí, donde la ves, te cae un suspenso gordo en cuanto te pillan. Mira que la novela da para contar cosas… Pero paja, no.

¿No se despeña? ¿No se pierde el lector nada para que la trama no pinche?

No hay más preguntas, señoría.

El noveno error al escribir una novela: figuras literarias ineficaces

No son obligatorias, pero una novela gana mucho con las figuras literarias. El hecho de que denominemos literario al lenguaje empleado en literatura tiene una gran deuda con ellas.

¡Ah!, pero son exigentes. O das con figuras que funcionan o mejor… las olvidas.

Una figura literaria eficaz es una linterna que arroja un chorro de luz. (Y esto es una figura literaria: una metáfora que, seguro, te ayuda a entender qué quiero decir). Las más usuales en literatura son la metáfora, la comparación, la repetición (ojo, a veces), la personificación, la hipérbole, el oxímoron. Seguro que me dejo alguna. La hipálage.

¿No te suena la hipálage? Seguro que cuando eras infante o infanta, alguna vez te caíste por chocar contra… Supón que fue una silla que tuvo la ocurrencia (personificación) de ponerse delante y le gritaste: «¡Silla mala!, ¡silla boba!». Hoy escribirías:

La silla boba se cruzó en el camino de Lolo y el crío dio con los dientes en el suelo.

Cuando el bobo o la boba eras tú, Lolo. (No es nada personal; ¡prometido!).

Aquí tienes algunas hipálages de corte clásico:

El oscuro fraile caminaba en la noche meditativa.

La luna turbia apenas iluminaba las calles menguantes.

Las jóvenes sombras ampararon a los amantes clandestinos. 

En lugar de…

El fraile caminaba meditativo en la noche oscura.

La luna menguante apenas iluminaba las calles turbias.

Las sombras clandestinas ampararon a los jóvenes amantes.

Cómo se forman las figuras literarias

A veces, un destello es solo un destello; no siempre tiene el peso de una metáfora consistente.

Me adentro someramente en explicaciones: una figura literaria se forma alterando el lenguaje normal. ¿Para qué? Para añadir expresividad, para captar la atención del lector, para sorprender o persuadir (esa triada de para es una repetición anafórica). ¿Surgen de forma espontánea?

Sí y no. Esto es como lo de las musas, que si te pones, alguna vez te visitan. Puede que tengas un destello (nueva metáfora) de lo que quieres decir, una intuición. Si lo piensas, verás que te rodeas de metáforas incluso en tu vida diaria. Cuando dices «tengo un sueño», la palabra sueño está sustituyendo a proyecto, propósito, plan, aspiración, ideal...

Metáforas inútiles y manoseadas

No digas que Ángela era blanca como la porcelana ni que tenía dientes como perlas.

Tampoco digas que su pelo era negro como la noche o como el azabache.

Se han repetido hasta la extenuación.

¿No se te ocurre algo eficaz? Déjalo y ve pensando en ello cuando vayas en el metro o cuando estés haciendo ejercicio. Ya te vendrá.

Propina 1

A lo mejor crees que la correctora de turno subsanará todos esos errores y otros que no menciono todavía. Sin duda, lo hará; hará todo lo que esté en su mano, pero no esperes que te construya la novela. La novela es tuya y el escritor eres tú. Podrá reescribírtela incluso, pero cuanta más calidad tengan las semillas que le proveas, tanto mejor será el resultado.

Propina 2

Los errores al escribir una novela no se corrigen llevándose las manos a la cabeza ni mirando para otro lado. Ningún error se corrige así. Solo funciona ir tomando cada vez más conciencia de dónde se yerra y adoptando medidas.

Me consta que tú lo haces, que eres cada vez más consciente y que te corriges porque eres de los míos. De las mías. 😉

Lo eres, ¿verdad?

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