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¿Es posible hacerse marca en dos días? Hay quien lo cree. Hay quien cree que esto es como apuntarse a un curso o a un club de lectura.

Seguro que conoces a alguien así: con un recorrido corto en lo literario, sin obra publicada y recién salido de un curso de marketing online para escritores, se esmera en dar consejos sobre cómo escribir mejor. O sobre cómo generar ideas o tender lazos a cualquier público objetivo que se ponga por delante.

Me fascina la autoconfianza de estas personas. No me estaría mal un poco de ella.

¿Te fiarías de alguien que promete hacer de ti una marca en tiempo récord? ¿Qué respaldo te sustentaría? Clic para tuitear

Resulta que para hablar chino mandarín básico son necesarios tres años, y para tener soltura y dominarlo, entre diez y veinte. Seamos optimistas: viviendo en China y practicándolo a diario, te haces con él en un plazo medio de diez años. Diez.

Que es como esperar a que las ranas críen pelo o que expelan purpurina las castañas.

Y es que hay ciertas cosas para las que es recomendable no correr.

Particularidades de las marcas

Un modesto ser que emprende y conoce el valor de su potencial como marca futurible tiene una estrategia comercial. Como las grandes compañías, pero en pequeñito.

Se hace preguntas de este tipo: ¿qué pide el mercado?, ¿cuál es ese resquicio por el que aún no se ha colado nadie? ¿Por dónde podría acceder a quienes están esperando conocerlo o conocer lo que ofrece?

Hay empresas que se dedican a conectar influencers con su público. Son empresas que conocen de pe a pa sus hábitos de consumo, si tiran más de Twitter, de Instagram o de TikTok. En función de ello, definen un tipo de intervención u otro.

Es lo que deberíamos tener en cuenta antes de ponernos a estar en todos los sitios posibles, cuanto más y cuantos más, mejor; asegurarnos de si nos merece la pena tener o no un blog y, si es que sí, para qué. Porque si alguna función tiene el blog, es la de permitirnos explorar temáticas concretas y escudriñar lo que nos intriga. Un blog es camino de aprendizaje.

Luego solo resta parir contenidos, dilucidar mejores horarios, determinar frecuencia de publicación, ser constante… Todas esas acciones menudas (¡menudas acciones!, como dirían Les Luthiers, tan dados a las antítesis) que van cimentando la ruta y dotando de credibilidad a lo que hacemos.

Decir algo distinto a lo que dicen otros

O decir algo distinto al modo de decir de otros, pero siendo veraz y haciendo de la propia voz algo singular. O sea, nada de ponerte a repetir como un loro lo que veas escrito por ahí. Primero, leerlo; después, reflexionar sobre ello (¡no son dogmas!, puedes no estar de acuerdo); y, tercero, metabolizarlo, hacerlo tuyo, familiarizarte con ello como lo harías con un compañero de piso. O de correrías.

Nada de copiar o de hacerte pasar por quien no eres. A mí, me encantó Gabriella Literaria cuando viré de un antiguo blog a otro que tampoco es este1. Me inspiró a tomar buena nota de sus maneras y a dilucidar si algo de lo suyo podría hacerlo mío (a menudo descubro ese modo suyo en distintos blogs).

Porque resulta que Gabriella Campbell dice las cosas de esa manera inteligentemente socarrona, que lo menos que le ha proporcionado es una buena legión de imitadores.

Gabriella Campbell es una influencer literaria

Gabriella sabe quién es su público, por arriba, por abajo y del revés. Lo conoce hasta su gato. Hace mucho que está en esto de escribir, bloguear y acceder a contenidos chachis de los que se hace eco interpretándolos y añadiéndoles chicha con activos propios.

Se ha ido ganando a pulso su estatus de celebrity literaria. No es de extrañar que escriba artículos sobre cómo escribir 10 000 palabras diarias o las que quiera, porque sabe de lo que habla. Debe ser tan potente y automotivador como tener una bomba de helio bajo el cojín.

Desconozco si este buen hacer de Gabriella es el resultado de una andadura paciente y sostenida; o si lo es de una estrategia muy bien planificada que dio sus frutos cuando yo la conocí (¿2015?). O producto de ambas cosas.

El valor de la influencia es previo a hacerse marca en dos días

Lo que está claro es que la chica tiene chispa e incendia todo lo que toca. Cada vez que veas humo negro asomando por los bordes de tu portátil, ten por seguro que es ella con una nueva ocurrencia en forma de modesto artículo de dos millones de palabras y… mucha virtud.

Saber dónde se cuece todo esto para ofrecer contenido de calidad es una cosa. Diferenciarse de un montón de peña que hace lo mismo y ser reconocible es otra. Ninguna es fácil; menos aún, para alguien que empieza y tiene por delante una ladera (casi) imposible de escalar.

A lo mejor es que es imposible.

Vivimos deprisa, respiramos con urgencia, cada cosa que hacemos ha de ser rápido rápido, que el tren escapa. Yo, pobre de mí, voy a ratos con la lengua afuera; otros, oigo el tictac acelerado de mi corazón y ralentizo el ritmo.

A lo mejor es posible si planteo todo esto en otros términos.

Mi experiencia

Una edición de 1998 me vio tirarme a la piscina.

En 2012 abrí un blog sin más pretensiones que hacer músculo y mantener una disciplina de escritura y publicaciones.

Hace muchos más años escribí una novela. Cuando me puse a reescribirla, apareció la resignación, como diría Virginia Woolf. No hubo consejo ni musa que valiera. Me recalcé las botas y volví a escalar porque debí haberme transformado en otra; tanto, que me desconocía. Es lo que iba haciendo el tiempo conmigo.

(A Gabriella me la imaginaba, en cambio, con profusión de dragones, grifos y mandrágoras a su alrededor y dictando en qué orden debían ir saliendo y nutriendo sus páginas).

También escribí un ensayo que no vio la luz. ¿Sabes por qué? Por falta de estrategia, por exceso de dudas y dificultades con su factura, por todo lo que añadía el hecho de ser primeriza.

Esperaba un milagro, la verdad.

Me dirás que admitir todo esto forma parte del proceso. De acuerdo, pero a la exigentona que llevo dentro no le consolaba.

Menos mal que la apaciguadora también ponía de lo suyo y recogía velas.

Tu experiencia

Sé que tu experiencia es otra, que tú consigues tener la comida en el plato con solo desearla. Me consta que las verduras te florecen como apetecibles bolitas rebozadas; que tu acto de escribir se parece a eso que dicen de ponerse y que las musas hagan su parte (si no es así, apunta: revisión del contrato de las musas).

Si tu experiencia coincide con ese cuadro de Corot (romántico, evocador, fresco), dime, ¡¿cómo lo haces?!

Seguro que lees mucho. Es la primera condición. Te hará cuestionarte ciertas cosas que todos tenemos por sagradas, cosas que parecieran descender de los dioses y diosas del Olimpo. Y aunque lo hagan de la mismísima pata de Júpiter: las experiencias no tienen por qué parecerse.

Hay un momento en que tenemos que pasar de la lista de esas cosas a los matices.

De tus matices, solo sabes tú.

Hacerse marca en dos días… no es posible

Tiempos editoriales. Una chuleta para la corrección en papel.

¿Y qué ha ido descubriendo a lo largo de estos años esta yo que es cada vez más yo? Primero, que no soy Gabriella; segundo, que soy cada vez menos otra.

He descubierto todo lo que enseña no solo ir, sino parar y mirar, fijarse, reflexionar. He aprendido mucho más que a corregir y a escribir mejor.

Sin ir más lejos: he aprendido a sujetar mis caballos, a ser tenaz, a no quejarme (no mucho), a descartar proyectos para impulsar otros. He aprendido de la dificultad que entraña todo ello si una quiere romper su particular techo de cristal.

También he aprendido a escribir mucho, aunque mi nombre haya salido poco. No te haces idea de lo que incorporo escribiendo para otros, ayudando a quienes saben menos que yo. Ni te haces idea de lo que otros aprenden gracias a mí, de lo que ambos sacamos de la interacción.

A contar historias por escrito aprendí con tres años; después escribí muchísimo, pero a escribir, lo que se dice escribir (más que juntar letras o encadenar frases) aprendí cuando dejé que otros criticaran mis textos.

Aprender a corregir en papel fue mucho después, cuando conocí eso que se llama línea editorial y tuve mi primer salvoconducto: el Libro de estilo de El País (nuestro referente en la editorial donde trabajé).

¿Por qué me interesa este ir despacio y por qué lo aprecio en otros? Porque huyo de quienes venden humo; de quienes, con ese curso de aprender a corregir o varios tutoriales de cómo triunfar, lo pretenden.

No imaginas el daño que hacen.

Por cierto: ni siquiera Gabriella se hizo marca en dos días.

Tampoco un escritor se hace marca en dos días

¿Quién eres? ¿Por qué una editorial tendría que fijarse en ti? ¿Qué harás para que así sea?

Hay autores con marca reconocida, aun cuando no son portentos literarios (no mencionaré nombres; soy discreta). En cambio, los hay que escriben de forma portentosa y no tienen marca. Significa que escribir y ser reconocido por lo que se escribe son cosas distintas.

He aquí unas cuantas preguntas que puedes hacerte si quieres construir tu marca como escritor:

  • ¿Qué género es el que no tiene secretos para ti?
  • ¿Acerca de qué te estimula escribir?
  • ¿Qué temas te intrigan acerca de los cuales se te da bien construir historias?
  • ¿Qué aportarás tú a ese nicho en el que querrías inscribirte?
  • ¿Cómo concretarías la imagen que quieres dar?
  • ¿Quién quieres ser cuando seas mayor?
  • ¿Tienes un proyecto literario o eres flor de un solo libro?
  • ¿Por qué quieres que se te reconozca?

(Esta última pregunta es ambigua:

  • por un lado, pregúntate qué te impulsa a ser reconocido;
  • pregúntate también a qué te gustaría que se asociara tu imagen).

Tu manera de expresarte y de narrar es clave. Es un tópico eso de que todo está dicho, de modo que tu voz ha de sobresalir cuando abordes los viejos temas de siempre.

Ana González Duque sabe mucho de esto.

Propina 1

Mira qué hermosas palabras de Henri David Thoreau:

«¿Por qué hemos de apresurarnos desesperadamente por triunfar en empresas desesperadas? Si un hombre no marcha al mismo paso que sus camaradas, probablemente esté escuchando otro tambor. Que camine al mismo ritmo que esa música, aunque sea más comedida y lejana».

Propina 2

Y esta otra cita, extraída de la Wikipedia y que también es suya:

«Fui a los bosques porque quería vivir solo, deliberadamente, para afrontar los hechos esenciales de la vida y ver si podía aprender lo que tenía que enseñar y no descubrir, a la hora de la muerte, que no había vivido. No quería vivir lo que no era vida, ni quería practicar la renuncia, a menos que fuese necesario. Quería vivir profundamente y extraer toda la médula a la vida, vivir de una forma tan intensa y espartana que pudiese prescindir de todo lo que no era vida…».

(H. D. Thoreau, «Dónde viví, para qué viví», de su Walden o La vida en los bosques).

Se trata de eso: de bucear en la vida. De ver si puedes aprender primero lo que pretendes enseñar. Y si escribes (supongo que escribes), de extraer toda la médula a la vida y plasmarla en tus textos.

Propina 3

Limpia tu cabeza. Sostén la pasión. La pasión, si es de verdad, primero te impulsará y luego te sostendrá de vuelta. No es una maratón; labrarse una carrera como escritor (o como lo que sea) se parece más a hacer el Camino de Santiago. Y repetir.

Haz balance provisional cada fin de año; después, cada cinco, como si se tratara de la revisión de lavadora o de una ITVL (Inspección Técnica de Vehículos Literarios; no lo busques, que es un invento mío).

Ese vehículo, por cierto, eres tú, tus valores, aquello en lo que (honestamente) crees, la particular manera de ser que te distingue.

¡Nos encontraremos por el camino!


1 El artículo lo publiqué originalmente en Frontera Esdrújula, el blog que dio paso a este. Era el año 2016. Este que acabas de leer llega remasterizado, como dicen en los entornos audiovisuales.

 

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