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Si te preguntas cómo se empieza a escribir una historia, lo primero que caerá sobre ti es un chaparrón: no hay una regla mágica ni universal.

Lo segundo: pese a que hay distintas formas, te interesa tener claras unas cuantas cosas antes de ponerte. Mi recomendación es que resistas la tentación de aventurarte a teclear por el mero hecho de haber tenido una idea increíble. Emborronar páginas «a ver dónde te llevan», te lo anticipo: no será muy lejos.

Una idea puede contener el germen de una novela, pero no basta. Necesitas contar con estos otros elementos. Clic para tuitear

De esa idea genial, que bien puede ser el germen de una historia, te conviene concretar:

  1. De qué irá, grosso modo, eso que ha de convertirse en historia
  2. Qué será lo que le pase a tu personaje; qué busca, cuál es su motivación.
  3. Quién es ese personaje.

Te conviene, por supuesto, darle un pasado y, además, concretar:

  1. Cuándo y dónde le pasará lo que sea que haya de pasarle. Define el contexto, la situación histórica, cierta circunstancia que sea representativa.
  2. Quién narrará lo que pase y le pase.
  3. Quién le pondrá piedras en el camino.
  4. Qué tendrás que hacer para que el lector diga «ayayayay, que no lo consigue».
  5. Si sigue siendo el mismo al final. (¡No me digas que sí!).
  6. Cómo termina.

De qué irá eso que ha de convertirse en historia

El de qué va es el tema. El tema no es la trama ni es el argumento. No es lo que pasa. El tema es lo abstracto de tu historia y lo abstracto es algo que debes poder extrapolar, algo universal.

Si sales del cine y has visto Las uvas de la ira y te preguntan de qué va, dirás, por ejemplo: es una crítica social en los años 30, durante la Gran Depresión, sobre las tremendas condiciones de vida de unos trabajadores que van en busca de la tierra prometida.

Te doy algunas ideas de temas:

  • la búsqueda de la propia identidad,
  • el abandono,
  • la desconfianza en los demás que impide la entrega,
  • la sensación de vulnerabilidad,
  • la dificultad en las relaciones,
  • la imposibilidad de encontrar pareja,
  • la cercanía de la muerte,
  • la búsqueda de la posición social,
  • la vergüenza por no tener un físico estándar o por haber sufrido humillaciones,
  • el maltrato; físico, emocional o de ambos tipos,
  • la frustración de no haber cumplido con algún objetivo,
  • la supervivencia en medio de una familia dictatorial,

Por cierto, si no has leído esa novela que menciono (Las uvas de la ira), no sigas posponiéndola. John Steinbeck te dejará sin aliento en muchos de los párrafos gracias a una narrativa que son palabras mayores. ¿Te atascas en las descripciones? Lee a John Steinbeck.

¿Cómo empiezas a escribir una historia sin saber qué le pasará a tu personaje?

Antes aun: ¿cómo empiezas a escribir una historia sin un personaje? No es posible. Alguien hace algo o pretende algo; a alguien algo le saca de su rutina. Se resiste, pero no le queda otra que mover el trasero porque eso que le pasa no le gusta. ¿Qué busca?, ¿por qué hace esto o aquello otro?

Lo que Joseph Campbell llama el viaje del héroe es la síntesis de cualquier proceso que culmina en un cambio. Tienes mucha información en Internet, así que puedes rastrearla y familiarizarte con las etapas. Aquí tienes este PDF que circula por la red.

¿Todas las novelas siguen este esquema?

No. Pero es un modo gráfico de ir dándole forma a la tuya.

El elemento que pone la historia en marcha

Lo normal es que haya un detonante, un disparador. Es lo que provoca que ese personaje se ponga en marcha, haga algo para zafarse de su incomodidad.

Pero no te hagas pajas mentales. La historia que tienes que contar es la que mejor refleje tu modo de interpretar el mundo. A eso se refiere esa frase que dice «a un autor lo escoge la historia». Como si fuera ella la que pide nacer y lo tomara como amanuense a quien se dispone a escribir.

A veces, la imagen que dispara una historia es una señora muy bien vestida entrando en una frutería. La dama pintona, cuando cree que nadie la ve, se mete un aguacate en el bolsillo.

Otras, es una forma de vestir que llama la atención, un olor, la secuencia de una película. Hay un autor que se hizo escritor el día en que un jugador de béisbol —su héroe— no pudo firmarle un autógrafo. La explicación era sencilla: no llevaba bolígrafo. Desde entonces, este autor siempre llevó uno, estuviera donde estuviera.

Cómo le pasará o en qué orden sucederán los hechos de la historia: la trama

Cómo enganchar al lector: he ahí la búsqueda de la piedra filosofal. Y si la trama es clave, antes aún, necesitas un personaje alrededor del que pasarán cosas.

Por partes.

Un personaje o varios

De entrada, necesitas un personaje o no hay historia. Y no solo necesitas un personaje, sino uno redondo, uno que se quede en la mente del lector y no lo abandone. Todavía no le ha pasado nada, pero le pasará.

¿Quién es? ¿A quién ha de pasarle algo?

No me lo cuentes todavía. Dame algunos detalles menudos de él. Digamos que tiene una mandíbula recia y ojos almendrados, como larvas de un estanque a punto de saltar, porque no te mira: te clava. Pelo tupido como un casco y entradas apenas insinuadas; labios finos, tanto como esa agudeza de la que hará gala en sus novelas, porque escribirá, pero no lo sabe todavía (deberá doblar la edad que tiene ahora). Fuma.

Lo grueso irá viniendo. ¿Me enamoraré de él? ¿Lo aborreceré?

Un inicio, un esqueleto para empezar a escribir la historia

En 2006, lo vemos dando un discurso al recibir el Premio Príncipe de Asturias de las Letras. En ese discurso, el personaje cuenta una anécdota.

Imagina que dejamos al hombre en el estrado del Teatro Campoamor de Oviedo. Con su voz en off, la cámara hace un paneo y nos devuelve a su infancia.

Ahora, fíjate:

No es difícil imaginar la decepción de un chiquillo ante ese ídolo —de quien espera un autógrafo que presidirá la cabecera de su cama— sin un boli del que echar mano. Llora, se le llena la cara de churretes.

Esa noche se acuesta sin cenar. Su padre no entiende tamaño drama por un puñetero autógrafo, pero le regala un cuaderno para que cuente su pena.

El chiquillo escribe, le saca punta al lápiz, se muerde los labios. Al poco, arruga la boca y arroja el cuaderno a la papelera. Se encara con el padre: «¡Es mentira!». Lo que escribe no hace que se materialice el autógrafo.

El padre se lo queda mirando y le replica: «Deja de lamentarte como una muchachita y vete a la cama». El hombre mira la televisión. La cámara sigue al niño. No se ve un solo libro en la casa.

Cómo empezar a escribir una historia

No es el autor que tomo como coartada, pero nos vale igual. Imagen de Ron Lach, a través de Pexels.

Ahí tienes un planteamiento y algunos detalles.

Una imagen que denota que ha pasado el tiempo: acaba de cumplir quince años y lee Crimen y castigo, de Fiódor Dostoievski.

Un núcleo o punto de giro: el primer respingo en la historia

El joven adulto escribe y en sus escritos hay un cameo de Lucia Berlin, con la que nunca estuvo casado. Puedes inventar una apasionante historia de amor. Y más hilos que hacen de ese escritor quien es.

Quizá se casa con otra escritora y viven felices unos años, enfrascados en sus propios proyectos. Quizá es así hasta ese momento en que él triunfa y ella pasa desapercibida. La mujer toma estimulantes y ansiolíticos para sobreponerse a lo que denomina «su fracaso».

Por supuesto, debes ir engordando el caldo con los lugares, los detalles… Y ten en cuenta: alguien va desovillando la madeja de la historia y desde cierto punto de vista.

Otro núcleo o punto de giro para continuar escribiendo la historia

Volvemos al presente en esta historia inventada. El presente sostiene al autor en el mismo escenario del principio (el Teatro Campoamor, ¿recuerdas?). Se ha detenido en su discurso. Se pasa un pañuelo por la frente. El público se inquieta. Traga saliva. Dice: «Un libro nunca ha evitado que una bomba caiga sobre inocentes y dudo que alguna vez haya salvado una vida».

Tiene un desvanecimiento y acuden a socorrerlo.

El autor ha sufrido una crisis. Está convencido de haber llegado a la cúspide de su carrera (así se lo confiesa a su amigo). Cuando empezó, no sabía que escribiría. Tampoco sabe hoy que aún le quedan muchas más cumbres por escalar.

¿Cómo crees que terminaría?

¡Dame un final y te doy el mío!

Así es como se empieza a escribir una historia

¿Has visto? De una decepción —pobre criatura— nace una vocación inevitable. Las historias se fijan en guiones así que ofrece la vida. La vida tiende a escribir con trazos menudos y, si uno no está atento, es fácil que se le escabulla el sentido. ¡Ah, pero en la ficción, esto es imperdonable!

Por cierto, si rastreas fechas, verás que el autor que tomo como coartada para escribir esta historia es Paul Auster. De ningún modo es una biografía, sino un invento a tenor de ciertos hechos reales.

Cada vez que termina una novela, Paul Auster dice que acaba exhausto, que ya es la última. Lo dijo con su 4 3 2 1, (enero de 2017) y en septiembre del pasado año se anunció un nuevo libro suyo: La llama inmortal de Stephen Crane.

No sé si Paul Auster seguirá escribiendo y quién sabe cómo será su vida (no nos importa). Tampoco leerá este artículo, pero si así fuera, que me perdone la osadía.

Propina 1

Recuerda: empiezas a escribir una historia con alguien como protagonista. Podrías empezar con un tema, pero enseguida tendrías que buscar materializarlo en peripecias que le pasan a alguien. Lo contrario no sería ficción, sino ensayo, divulgación, algún tipo de trabajo académico o profesional. Sería otra cosa.

La ficción tiene elementos específicos que hacen de ella lo que es. Sin ir más lejos, despierta emociones.

Propina 2

¿Cómo crees que terminaría esta historia? ¿Qué acaba pasando con ese autor?

Dame un final que no sea previsible y te doy el mío. Do ut des o, si lo prefieres, quid pro quo.

¡Será un intercambio divertido!

 

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