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¿Por qué tiene importancia el espacio en la novela, por qué no da igual un entorno que otro?

No da igual porque en la novela nada es baladí… o no debería serlo. Cada aspecto debe sumar y redondear los personajes. Y, puesto que esa es su función, debería tratarse el espacio como otro personaje más.

Construye espacios dinámicos como personajes que se imbrican con el resto de personajes de la novela. Los espacios son lugares habitados y resultan decisivos. Share on X

¿Verdad que los personajes cobran volumen y se definen en la interacción con otros personajes? Si tienes la habilidad de considerar el espacio como un personaje más, el resto de personajes definirá su relieve; cuando menos, lo hará el protagonista.

Hace años leí una novela que carecía de ambiente, de atmósfera. Es la novela más rara que haya leído jamás. La sensación fue de estar frente a un guion de cine o de televisión desprovisto de las típicas acotaciones de ese tipo de escritos; como llegar una habitación de la que acabaran de salir los operarios, con paredes a medio enlucir y sin el revestimiento del suelo. Un lugar vacío, sin alma.

Imagina un personaje sin caracterizar: no sabríamos qué le importa, por qué actúa, qué le mueve, cómo se relaciona con los demás.

El espacio en la novela: donde transcurre la trama

El silencio de los corderos no sería igual sin un sótano y no sería igual La casa de Bernarda Alba sin ese interior vestido de negro, real y simbólicamente. Son espacios que remiten al mundo subconsciente, a la tiranía de los mandatos heredados.

Un sótano, un escondite, lo más íntimo y oscuro del personaje. Imagen de Aleksandar Pasaric en Pexels.

Macondo, de Gabriel García Márquez, es un clásico que ha ido tomando cuerpo en el imaginario colectivo. Un lugar inventado que hasta los lugareños de Aracataca se jactan de conocer. Cada uno lleva consigo su propio Macondo; cada uno carga con su particular destino.

Otro espacio evocador es el condado de Yoknapatawpha, creado por Faulkner. Está inspirado en el estado de Mississippi. El declive —la decadencia, más bien— de la clase aristocrática del sur no sería igual sin este lugar evocador del gótico sureño.

Vetusta, un espacio trascendente en La Regenta

Si me sigues desde hace tiempo, sabes que tengo una novela fetiche, un clásico que responde al nombre de La Regenta. En ella hay un espacio exterior que lo tiñe todo: la vieja Vetusta. No es solo una ciudad. Es un continente que afecta a quienes viven y se relacionan en ella; un Titanic naufragado con los pasajeros y la tripulación a bordo; una nube bajo la que conviven el desengaño, la traición, el amor intrigante, la mentira, las murmuraciones, el fanatismo. Vetusta, necesariamente, había de ser gris.

La importancia del espacio en la novela.

La Regenta no sería la misma fuera de Vetusta.

Así la describe Clarín: «Vetusta, la muy noble y leal ciudad, corte en lejano siglo, hacía digestión del cocido y de la olla podrida, y descansaba oyendo entre sueños el monótono y familiar zumbido de la campana del coro, que retumbaba en lo alto de la esbelta torre en la Santa basílica».

No es solo ese continente, sino el archipiélago con el resto de islas a la deriva: la catedral, el casino, el teatro. En cada lugar se vigila, se espía, se murmura, se tejen ilusiones, se concitan amores sacrílegos. Y se hace en cada uno de los espacios que Clarín habilita ex profeso para entretejer la envidia o la desmesurada curiosidad de los unos por los otros. Vetusta es chismosa e insaciable; quizá por culpa de esa nube gris o de ese encallamiento que la mantiene varada a perpetuidad.

El espacio íntimo del personaje: ¿por qué ese espacio y no otro?

Cabe preguntarse, si nos lo tomamos como un personaje, qué carácter tiene, qué le agrada, qué no soporta. Un sótano húmedo agradece la oscuridad y una mala ventilación. Soportaría muy mal un chorro de luz: sería como abrirle una herida. ¿Se la abrimos? Qué interesante, ¿no?

Cuando describes un espacio o estás a punto de hacerlo, pregúntate para quién lo haces, para qué. Cómo se siente tu protagonista en él. En qué objetos repara. No describes igual una iglesia en un día de boda que en un día de funeral; ni la describes igual el día en que ese personaje va a verse con el cura del que se ha enamorado.

¿Por qué importa el espacio? Importa porque los personajes hacen cosas en él. Les pasan cosas en él. Extraen significantes de él. Y según su sensibilidad, se fijan en unas cosas y no en otras. Esta intersección entre las personalidades (maneras de ser) y las peculiaridades de los espacios arrojan un resultado verosímil y cercano.

¿Por qué un personaje se fija en unas cosas y no en otras? Porque lo has concebido con ciertos rasgos que no poseen otros. Porque, de esa manera, ayudas a caracterizarlo.

Espacios de relleno o espacios florero

Esos espacios que se cuelan con calzador «porque algo había que poner». «Porque en todos los libros hay cielos azules y lucen soles de justicia. O nublados antológicos».

Un espacio florero es un pegote, como un adjetivo florero, tipo «mujer elegante». ¿Cómo se representará tu lector una mujer elegante?

¿Lleva un traje negro ajustado, un sombrero con una pluma y las manos enfundadas en guantes?

¿Lleva, tal vez, una falda por debajo de la rodilla, un suéter fino, zapato plano y un bolso de supermarca?

¿O viste volantes, lleva joyas hasta en los tobillos, tacones de quince centímetros y ni un milímetro de cara sin pintar?

Un espacio en consonancia con la personalidad o la circunstancia del personaje sirve para producir textos bien engarzados. Textos que no solo aluden a lo manifiesto, sino a segundas intenciones, a cierta letra pequeña, a trasfondo.

Pregunta a tus hermanos acerca de la casa familiar. O acerca del lugar donde os criasteis. Pregúntales, incluso, por vuestros padres. Te parecerán extraños, perfectos desconocidos. Cada uno vivió en una casa distinta, que es la misma, pero evoca sentimientos y sensaciones tan dispares que no lo parece.

Pasa igual con las vivencias, las impresiones. No hay dos iguales.

Cada vez que regreso a mi pueblo, veo un pueblo distinto. En síntesis, es el mismo, pero yo no soy la misma. También su ADN permanece y me ayuda a reconocerlo, por supuesto, pero hago descubrimientos en cada visita. Y me consta que nadie lo ve como lo veo yo.

Espacios ñoños… reversibles

Llamo espacios ñoños a los espacios tópicos. No siempre que uno va por el campo hay mariposas revoloteando y huele a vainilla; de hecho, no pasa casi nunca, así que ¡abstente!

Mar y amaneceres

El mar o los amaneceres se han explotado hasta la hartura cuando se trata de parejas y de romanticismo. Ojito con dos personajes en pleno éxtasis amoroso y quieras utilizar ese tipo de localizaciones.

Hay un modo de darle la vuelta al cliché y, de paso, añadir unas gotas de chispa.

Solo quedabas tú por ver esta escena que se pasa de romántica.

Imagina que quieres utilizar la idea del amanecer frente a la playa. Salte del cliché: monta a la pareja en un coche y ponles un colchón que no se enrolla. Él ha hecho lo indecible para someterlo y que se esté quieto. Mientras conduce —pareja emocionada con la perspectiva de una noche perfecta y una alborada never seen before— el colchón se suelta de la tenaza y golpea los asientos delanteros. El colchón, díscolo, tenía algo que decir y lo ha dicho. Y ambos se llevan un buen coscorrón.

Aun así, acaban frente a una playa: la arena está cubierta de rastrojos, algas y desperdicios de una noche de fiesta; el cielo, cubierto. La pareja contempla lo que se ofrece desde la ventanilla trasera. ¿Se amarán igual? ¿Les cambió el humor y se cortocircuitaron porque la cosa no respondió a sus expectativas? ¿Quién quería demostrar algo? Puede sentar un buen precedente para el futuro de esa relación.

Es un ejemplo y te da para una escena distinta, aunque los ingredientes sean tópicos. A fin de cuentas, la vida real se encarga bien de entrometerse en las fantasías y de desvestirlas de glamur.

Bosque y maleza

… y un reo, recién escapado y empeñado en una carrera loca. El hombre tropieza a cada paso que da y se juega la vida entre matorrales que lo arañan sin compasión.

Nunca hay un coche esperando, pero en las cárceles hay compadreos, deudas, favores…

Vida de universidad con sexo, drogas y alcohol

Las universidades son otro espacio ñoño donde no se estudia; uno aprueba los cursos a base de tener sexo con compañeros y profesores, y de consumir drogas y alcohol. Sobre todo, en las universidades de alto standing. Puede que sea típico y no solo tópico, pero ¿para qué está la imaginación? ¿No hay universidades que puedan inspirar tramas distintas? ¿No queda ya gente con inquietudes en ellas? ¿Se marchitaron todas las revoluciones?

Y está la señora que vuelve al campus en el papel de hija pródiga tras el necesario divorcio. Nunca pensó en estudiar, pero ahora le ha nacido un inesperado brote.

La importancia del espacio en la novela realista

Seguro que te preguntas si los espacios han de ser fieles a sus referentes de carne y hueso, en la novela realista.

La respuesta es no.

A mí se me han ido los ojos a la rueda del mueble. ¿Adónde se te han ido a ti?

Y es no porque, a fin de cuentas, la subjetividad es la que acaba componiendo lo que llamamos real. ¿O es más real lo que está pero nadie cuenta ni pasa por el filtro de quien mira?

En este sentido, te recomiendo un libro delicioso titulado La poética del espacio, de Gaston Bachelard. El filósofo hace una mirada detenida sobre los gestos, los objetos, la casa. Ahí van unas muestras:

Los hombres solo saben construir las casas desde el exterior, no conocen en absoluto la civilización de la cera.

He leído en una novela italiana la historia de un barrendero que mecía su escoba con el gesto majestuoso del segador.

En cuanto se introduce un fulgor de conciencia en el gesto maquinal, en cuanto se hace fenomenología lustrando un mueble viejo, se sienten nacer, bajo la dulce rutina doméstica, impresiones nuevas. La conciencia lo rejuvenece todo.

El armario y sus estantes, el escritorio y sus cajones, el cofre y su doble fondo son verdaderos órganos de la vida psicológica secreta. Sin esos «objetos», y algunos otros casi valuados, nuestra vida íntima no tendría modelo de intimidad. Son objetos mixtos, objetos-sujetos. tienen, como nosotros, por nosotros, para nosotros, una intimidad.

Propina 1

Un objeto pequeño, un objeto significativo, también tiene categoría de espacio. Sirve igualmente para dar cuenta de la personalidad de tal o cual personaje. Y no solo: provee a la historia de consistencia y musculatura.

Imaginado, inventado, supuesto, aproximado…, da igual. Lo que importa es que sea accesible al lector en su propia imaginación. Ese es el lugar en que ha de verse.

Propina 2

También el tiempo atmosférico es otro espacio en la novela. Estos párrafos de Nada, de Carmen Laforet, dan cuenta de ello:

Había visto el pequeño cuarto, el pequeño teatro en donde por fin se había encerrado Román con el tiempo. Y sus ojos amargos habían adivinado lo que de allí podía hechizar a la hija.

Ya, de madrugada, un cortejo de nubarrones oscuros como larguísimos dedos empezaron a flotar en el cielo. Al fin, ahogaron la luna.

[…]

Aquel cielo tormentoso me entraba en los pulmones y me cegaba de tristeza. Desfilaban rápidamente, entre la neblina congojosa que me envolvía, los olores de la calle Aribau. Olor de perfumería, de farmacia, de tienda de comestibles. Olor de calle sobre la que una polvareda gravita, en el vientre de un cielo sofocantemente oscuro.

¿Has pensado alguna vez en cómo redondean los espacios y los detalles que los configuran?

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