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Así es: me pregunto cómo puedo animarte a escribir. Cómo podría. En realidad, me pregunto cómo haría para animarte a viajar. Sospecho que será más fácil.

Reír, llorar, hablar en silencio y, por supuesto, viajar: todo eso está en tus manos si escribes y yo quiero animarte a que lo hagas. ¿Vienes? Clic para tuitear

Viajar y escribir se parecen: en ambos casos emprendes un viaje y, en ambos casos, tienes que hacer lo siguiente:

  • diseñar un trazado,
  • comprar billetes, preparar maletas o mochilas,
  • pactar con jefes o con clientes faltar equis días (esto puede cargarse el viaje, así que si no sale de primeras, hay que buscar alternativas),
  • cambiar de destino o modificar etapas si no termina de cuadrar el primero (nuevas alternativas),
  • abandonar cierta zona de confort (salir de casa y ponerse en ruta).

Lo ves claro para lanzarte a la aventura, pero quizá no ves el paralelismo cuando se trata de escribir.

Preparativos para animarte a escribir

Dime si todo ese avituallamiento no se parece a qué palabras escoger para que la página en blanco diga algo; si no se parece a esto:

  • Tener una idea.
  • Diseñar un rumbo (con mayor o menor detalle). Llámalo escaleta.
  • Hacerse con un cuaderno de notas, bolis de colores o con un programa de escritura.
  • Decidir a quién o a quiénes han de pasarles tales o cuales cosas: qué quieren, con qué puñetas han de encontrarse.
  • Habilitarles nuevas rutas para salir de los embolados.

Aventura y literatura son hermanas de una misma madre que responde por el nombre de Curiosidad; y de un mismo padre que llamamos Fuego, aunque acertar en la paternidad, como sabemos, suele ser un poco más difícil. La familia no termina ahí: tienen un hermano que se llama Camino; un perro que se llama Sompa-Sensi y una gatita que responde al nombre de Siri-Perse.

¿Animarte a escribir es animarte a sufrir?

A lo mejor crees que es esa mi intención. ¡Nada más lejos! Piensa si lo crees así cuando te animo a viajar.

Una cosa es ponerse a escribir cuando no se tiene práctica, y otra muy distinta, saber escribir y no hacerlo; haber sentido esa pulsión y conocer esa hora en que la escritura fluye y… no hacerlo.

Quizá lo te viene a la cabeza es la novela terminada, pero ese es un elefante sin trocear. Y trocear lo que se presenta como inaccesible es desmontar su aura de gravedad, volverlo accesible, sacarle la sábana fantasmal.

¿Por qué lo llamas «sufrir» cuando quieres decir «acomodar la marcha a sus diferentes etapas»? ¿Por qué, cuando lo único que harás es avituallarte para cada una de ellas? No tienes que amontonarte. Es momento de poner en cuarentena la ansiedad.

Para animarte a escribir, que te dé igual lo que digan los demás

Ladea a todo el mundo mientras escribes. Que te dé igual lo que pudieran pensar. Nada hay más auténtico que escribir desde la entraña, desde donde quema el fuego que uno heredó de su padre literario.

Quienes escribimos y escribimos sobre escribir te hemos llenado la cabeza de señales de stop. No hagas caso. No por ahora. Te enredará Sompa-Sensi —un hipocorístico de Sensatez, que menudo nombre para el pobre chucho—. Haz caso de tu madre Curiosidad y deja que se te acerque Siri-Perse, que puede hacer mucho por ti. Te contaré más de ella.

Seguro que si hoy ojeas escritos de tiempos anteriores, te llevas las manos a la cabeza. Es fácil que entonces ni supieras que corregir es más que reparar faltas de ortografía a base de típex.

No te digo ya si la tentativa fue de novela, con todas las capas que tiene una novela.

Seguro que las palabras que por aquel entonces creías que gozaban de una musculatura excelente hoy te avergüenzan. Si las miras fijamente y les echas un pulso, te destrozan.

Pero todo se vuelve fácil si le das tiempo. El invierno no se pone nervioso porque llegue la primavera cuanto antes. La primavera llega y ese hielo que te costaba eliminar del parabrisas y te congelaba las manos se deshace como por ensalmo.

Por lo pronto, olvídate del efecto que —supones— podrías causar en los demás.

Puedo animarte a escribir

Puedo hacerlo solo si te comprometes a asomarte a lo desconocido. Si te tomas el viaje como una aventura.

¿Sabes cómo creamos el futuro? Alucina: con nuestra capacidad de imaginar. Imagina —ya que de eso se trata— que escribes como viajas: más viajas y más quieres e igual pasa con escribir.

Cuando estás de viaje, el tiempo es otro, el paisaje tampoco se parece; incluso el foco de interés ha cambiado.

Hemos quedado en que sabes escribir. Imagina que cuentas una historia pequeña. Cien palabras. Imagínate yendo por donde sueles e imagina lo siguiente:

  • Un señor se te acerca y te pregunta algo. ¿Qué es?
  • ¿Qué le respondes? ¿Le dices la verdad o le mientes? No hay censura puedes hacer cualesquiera de las dos cosas.
  • Entras en una cafetería y, mientras te preparan el café, hojeas un periódico. Hay una noticia relacionada con ese señor. ¿Qué dice?
  • Te sientes fatal. ¿Por qué? ¿Qué lamentas?

Otra opción:

  • Un cura mira a través de una puerta entornada. ¿Qué mira?
  • Alguien se acerca a él y le dice algo al oído. ¿Qué es?
  • El cura se vuelve y coge unos papeles que hay sobre la mesa del escritorio. ¿De qué papeles se trata?
  • ¿Qué haces tú ahí?

Recuerda que, en ambos casos, es algo que te pasa a ti.

Escribe esa breve historia (no más de 100 palabras) y me la envías a info@marianruiz.com

Prometo retroalimentación.

Para animarte a escribir y no engañarte

A escribir se aprende escribiendo, igual que a viajar se aprende viajando. Pero viajar no es solo ver paisajes bonitos y playas exóticas. A veces, hará un calor insoportable y puede que te falte agua; otras, echarás en falta haberte llevado una sudadera o una chamarra más mullida.

Quizá lo que te pasa es que tienes una novela empantanada y no sabes por dónde tirar («hace tanto que no la toco que ya no sé qué sobra, qué falta…»). Tienes eso que llamamos primer borrador de mierda. Y está muy bien.

Ahora llega lo que llamo la liturgia del después, todo el ceremonial que sigue. Significa que empieza un trabajo que no es menos arduo que ese que te llevó a escribir. Aunque, si amas lo que haces, es muy gratificante. Es como volver a un lugar en el que ya has estado y donde te lo pasaste bien.

Antes, espero que hayas puesto distancia suficiente con la historia y se dé una suerte de extrañamiento cuando vuelvas. Como cuando estás de vuelta en casa después de un viaje largo y reconoces el espacio, pero lo ves raro.

Si es así, ahora te toca empaparte. Te toca ponerte a leer e ir tomando notas de qué cuentas en cada capítulo. Haz una síntesis, y mejor, hazla en un cuaderno de notas. Todas seguidas. Verás en conjunto a dónde fuiste y por qué rutas.

No existe eso que imaginas como «condiciones ideales de trabajo»

Para empezar, puede que este espíritu que pretendo transfundirte no te haga el menor efecto. Tal vez esperabas una pócima mágica. Desengáñate: no la hay.

Si no tomas notas cada día, si no estás en contacto con la escritura, estate en contacto con otras artes, con otras narrativas. Mira hacia dentro, que es otro viaje apasionante. En el momento más inesperado, te asalta una idea. Escríbela. Vive en tu imaginación.

Cómo animarte a escribir

No es una cabaña, pero no me dirás que no está aislada…

Media hora, una hora, quince horas. Las que tengas. Desengáñate también de las condiciones ideales de trabajo. Un día has dormido mal y no estás en condiciones o es justo el insomnio lo que te activa. Depende de ti, de tu carácter; y depende mucho también de tu edad.

Si eres joven, veinte, treinta años, puede que te asalte una impulsividad desbocada y escribas impelido por una fascinante locura. Maravilloso. Estás embargado por fuerzas invisibles que son tu gran activo.

Si tienes treinta más, tu estilo será más pausado, más meditado y, con suerte, más profundo. Maravilloso también. Te conoces más y no te engañas con utopías. Confías en tu compromiso. Sabes que no hay camino sin esfuerzo y sin errores.

En ambos casos, escribe según tus condiciones. Imagina —como venimos haciendo todo el rato— que tienes entre manos no una novela, sino un proyecto de actualización de la voluntad. Deja que Siri-Perse se te pasee por el regazo y te masajee con sus almohadillas.

A modo de boyas de fondeo

Ahora que te pones a revisar, te conviene echar mano de la gatita Siri-Perse, que es capaz de quedarse horas mirando algo. Pregúntate por estos aspectos (sé breve):

  • Qué quieres contar (en un par de líneas).
  • Haz abstracción y di de qué va (eso universal que todo el mundo pilla a la primera con independencia del género: amor, supervivencia, violencia, afán de superación, venganza, autodestrucción…).
  • Cómo va: ¿de principio a fin, con saltos temporales, de atrás hacia adelante?
  • Cuándo pasa lo que pasa, en qué época o épocas y en qué tiempos verbales.
  • Quién o quiénes lo cuentan. Ve anotando cómo se alternan las voces narrativas, si hubiera más de una.
  • Resume la historia troncal (trama principal) y los afluentes (tramas secundarias).
  • A quién le pasa y qué piensa hacer para alcanzar su propósito.
  • Qué o quién le pone palos en las ruedas (¿es algo de fuera o es algo interno, como una inhibición, un complejo, un dilema moral?).
  • Qué torsiones hace el primer quién para llevarse el gato (un hermano de Siri-Perse1) al agua. Porque algo hace para enfrentar los obstáculos, ¡o no hay novela!

Propina 1

Te pones de viaje y descubres aspectos de ti que no ves de otro modo. Te pones a escribir y pasa igual: descubres cómo eres tú, cómo son los demás, te adentras en el tejido de la vida. Algo no te gusta, algo te suscita rechazo, algo te arrebata.

¿Miedo a no ser un superventas? Empecemos por desacralizar el éxito y la propia literatura. Hemos situado a ambos en un pedestal demasiado alto.

No sé si es suyo esto que sigue, pero se lo oí decir a Guillermo del Toro: «Una carrera sin errores no es una carrera. Una carrera es un accidente en cámara lenta». No hay otro modo de hacerla.

Propina 2

¿Qué te interesa investigar? Más simple aún: ¿qué te emociona? Incluso eso a lo que le temes: tómalo como material para darle una vuelta al microrrelato que has escrito.

Propina 3

Si tienes algo que no ejercitas (talento, palabra, capacidad de gobernarte y de comprometerte), ¿con qué fundamento dirás que lo tienes?

Mira lo que dice Bukowski en Pulp, su última novela:

Yo tenía talento, tengo talento. A veces me miro las manos y me doy cuenta de que podría haber sido un gran pianista o algo así. Pero ¿qué han hecho mis manos? Rascarme las pelotas, firmar cheques, atar zapatos, tirar de la cadena de los retretes, etc.

Moraleja: no dejes que te apresen tus propias pesadillas.

Escribe esa breve historia de 100 palabras y me la envías a info@marianruiz.com. Visita este artículo de David Generoso y ¡atrévete!

Cómo puedo animarte a escribir

Nada, que se ha puesto a escribir y, volando volando, se ha trasladado ahí.


1 Siri-Perse juega al escondite con ese nombre que parece sacado de un videojuego. Su nombre real es Perseverancia. Ese es todo su secreto.

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