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Hoy te traigo siete pasos para escribir sin ganas. A lo mejor crees que para ponerte a escribir sin ganas más vale no hacerlo. De acuerdo: alguna vez es bueno perdonarse la vida para no ser nazi con uno mismo. Alguna vez dejas de ir a correr o de ir al gimnasio porque escoges decaerte un poco; o golfear.

Está bien.

Solo hay que tener cuidado de no irse al lugar contrario. Es bueno escudriñar en el gran borde del problema. No son siete los que te sacarán del tedio o de la desgana, pero confío en que algo harán.

Escribir sin ganas: siete pasos

Siete pasos te traigo que quizá no te provean de ganas de escribir; aunque quizá sí.

Porque no hay monstruo más atemorizante que el que no se ve.

Escribir sin ganas cuando no se tiene práctica

Cuanto más te ejercitas en lo que sea, mejor te sale. Lo malo es cuando no has hecho callo aún. El primer día del gimnasio es criminal y el primer día que vas a un trabajo nuevo, también. Y el segundo es casi peor, porque se te suman las agujetas y un par de prejuicios.

Cuando no se tiene práctica es cuando más ganas hay que echarle al asunto de escribir. La falta de ganas, a menudo, esconde otros monstruos. Clic para tuitear

Quiero decir, para no salirme de onda: un buen día tienes un pálpito, una idea, te ha pasado algo. Vas a escribir una novela o un artículo o cualquier otra cosa de calado (algo que, tarde o temprano, querrás publicar). Y escribes. Quinientas, mil palabras. Y frenas. No sabes muy bien si seguir así o asá. Esperas que te acometa de nuevo la inspiración. Y no pasa.

Volviendo al símil del gimnasio: después de una primera atacada y con las agujetas pinchando es difícil que te brote un ansia feroz por volver.

Buenas intenciones que toman las de Villadiego

Lo que pasa cuando no tienes práctica —tras el primer arrebato— es que la mente adopta el camino corto: crea resistencias. No has escrito antes. O has escrito cosas de poca monta. Nunca te has enfrentado a una novela o a un ensayo y eso… son palabras mayores.

Las ganas se van, las intenciones de ayer se esfuman. Escribir sin ganas, como que no. A fin de cuentas, tampoco lo necesitas.

¿O sí?

Querías contar algo. O investigarlo. O descubrir cómo se hace. Dar un paso más. Aunque quizá piensas que ha de venirte otro soplo divino y resulta que el Soplo también tiene día vago.

Y llegan los monstruos; en el fondo de todos, el cuestionamiento de la propia valía. 

Un paso eficaz para escribir sin ganas y sin práctica

No vale ponerse a dieta un día. Nada que valga la pena se logra en un día.

Mi recomendación es que no te confíes al soplo divino. Estás en baja forma. Lo que necesitas es hacer músculo. Cuando vas al gimnasio a diario, con ganas o sin ellas, engrasas la mente.

Engrasar la mente es decirle quién manda en casa.

Te pongo un ejemplo: si piensas que escribir se hace de todos modos, con ganas o sin ellas —como el ejercicio— y escribes, das un paso realista. La queja y el no siempre acechan. Lo raro, lo curioso, lo increíble es que las ganas acaban llegando. Quizá no hoy, pero sigue tres, cinco, veinticinco días, dos meses. Al cabo de ese tiempo tienes no solo más producción, sino que empieza a salirte callo.

Pasos para cómo hacer para escribir sin ganas

Vale, sí; hay días en que no estás para nada y, menos, para escribir. Date el permiso. Pero no te quedes a vivir ahí.

Vale: te saltas algún día y no te fustigas. Sé que es difícil vivir a la altura de los propios ideales. Y que las líneas rojas autoimpuestas son de lo más sugerentes. Alguna vez hay que saltárselas.

Segundo paso eficaz para escribir sin ganas

Si te pones a escribir sin ganas, con toda esa resistencia que tira como si delante hubiera fuego, empiezas a exorcizar el miedo.

Escribe con miedo y todo; con miedo a lo desconocido, al fracaso, a no alcanzar tu objetivo.

Porque es cierto: delante hay fuego. Si no lo hubiera, nada de esto tendría valor. Es fuego metafórico, pero es fuego: todo ese malestar que sientes, todo ese freno. Pero sin ese malestar no hay problema y donde no hay problema no hay mérito. Tampoco hay estímulo para ponerse en danzas.

Tercer paso eficaz para escribir sin ganas

El desafío es el fuego. Imagina que tienes delante un muro ardiendo; detrás, un precipicio; tú, en medio. No hay mejor escenario para poner a prueba la determinación. O escalas el muro o lo excavas o lo atraviesas; puede, incluso, que lo derribes.

Te cuento una anécdota que se atribuye a Bush y al papa Benedicto XVI: al parecer, el expresidente visitó la basílica de San Pedro y pidió que la cerraran porque quería rezar. El trasiego de la gente lo distraía y necesitaba silencio. Ante tal petición, dicen que el papa reaccionó así: «Si quieres rezar, reza; la basílica es de todos y no se cierra».

Salvando las distancias, pero aprovechando la moraleja: si estás decidido a escribir, escribe. Pero limita tus expectativas. Si no sabes cómo hacer, pregunta, pide ayuda. Lee. Deconstruye lo que lees.

Entre tanto, date permiso para escribir porquerías.

Cuarto paso eficaz para escribir sin ganas

Quien se bate el cobre eres tú. Nadie puede enseñarte a escribir. Todo lo más, te enseñan técnicas, te ayudan a pulir tu estilo, te hacen sugerencias. Y, sin embargo, no pasan de ser complementos. Hay escritores que nacen con la pluma entintada y el vuelo del bailarín sobre el hielo. Escritores que superan a sus propios maestros. El resto necesitamos pico y pala, aun cuando el tiempo no hace milagros de forma necesaria. Quiero decir que no te conviertes en experto por el mero hecho de insistir.

Escribir sin ganas y escribir a pesar de todo

Las ganas de escribir lo tienen todo en contra. A ver si es falta de vitaminas…

La capacidad de confiar en la propia palabra, en las dificultades y en el proceso es cosa de cada uno.

El cuarto paso es perseverar en la confianza.

Y eso lo aprendes tú. Solito, sí. Solita.

Quinto paso eficaz para escribir sin ganas

No sabes cómo continuar y tomas un libro y lees. Claro que no todos los libros traen letras de verdad, esculpidas por algún dueño… no solo de palabras. Esas letras que llamo de verdad son dianas que apuntan a una montaña cuya cima no se alcanza jamás. O a una sima cuyo fondo tampoco. Pero son letras limpias, transparentes.

Nadie te enseña a ir adentro. Y nadie te enseña a volar y a quedarte quieto y a ir oscilando entre lo uno y lo otro. Aprender el término medio es cosa tuya. Sufrir con tus personajes sin dejarte desbordar por las emociones; y si no fuera literatura, seguir investigando hasta que respondes —siquiera de forma aproximada— las preguntas que te pusieron ante el papel o la pantalla.

En ambos casos, el objetivo ha de ser más grande de lo que crees que puedes. Y atraviesa el mero hecho de escribir algo puntual o de pretender cierto éxito.

Sexto paso eficaz para escribir sin ganas

Y aquí, con la cosa del objetivo que sobrepasa lo que uno es, nos adentramos en los paraqués.  Para qué uno hace ciertas cosas está recogido en frases que el coaching ha popularizado y que antes dijo Dostoyevski:

«El secreto de la existencia humana no sólo está en vivir, sino también en saber para qué se vive».

Uno se abre paso cuesta arriba. Pero para tener las agallas, ha tenido que responderse antes —de modo provisional— para qué está aquí. Es obvio que hace falta un poco de filosofía y que las respuestas están alineadas con los propios valores.

Un escritor al que no se le movió el piso alguna vez o al que no le muerden las entrañas no convence. El escritor tibio no convence.

Séptimo paso para escribir sin ganas

Me voy a desdecir de esto último: a lo mejor es bueno que seas tibio si aún no te sale ser perro rabioso. Al fin y al cabo, son más los escritores tibios que los capaces de hablar de miserias sin ponerse dramáticos.

Hay una figura en psicología que es la de dramático con impacto estético. Pretende un efecto similar a ese personaje que cuenta un chiste solo para que lo validen como contador de chistes. O como quien se compra un coche para que otros le otorguen un tipo de valor del que carece.

Si es eso lo que buscas, adelante. No hay familia ni vecindario que no se precie de tener alguien con un perfil así.

Propina

Todos los días no son iguales. Y hoy tampoco es un día igual.

7 pasos para animarte a escribir sin ganas

Las ganas de escribir suelen aparecer después.

Lo confieso: me he puesto a escribir esto sin ganas. Eso sí, con un propósito: contarte algo que pudiera animarte en días en que el ánimo desfallece. En un día en que hubiera tirado la toalla, pero a sabiendas de que dejar de escribir no era una opción, he escrito esto.

Negarme no era una opción.

Y termino de escribir y tengo que ponerle punto final cuando —ahora sí— seguiría contándote cosas. Lo haré otro día que tampoco será igual a este.

Quédate con la copla: se puede. Solo tienes que decirles a tus ganas quién manda en casa: ¿mandan ellas o mandas tú?

Conste que la pregunta vale para cualquier otra cosa que te propongas… ¿Me la cuentas? ¿Cómo haces para no tirar la toalla?

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