Cómo elegir las palabras de cada frase y atinar en la elección es todo un arte que se aprende.
Una estrategia consiste en leer mucho y de todo para verlas en contexto. Otra es aprender sintaxis y descubrir qué función desempeñan, para ir sensibilizándose. Otra, ir subrayando los términos claves del texto y buscar nuevos términos que se relacionen con los subrayados. Y estudiarlos.
Elegir las palabras de cada frase exige probar, investigar, nunca estar demasiado seguro de la primera opción. Exige, a menudo, sostener dos posibilidades enfrentadas. Clic para tuitearPuedes acabar teniendo ocurrencias tan cachondas como esta que se cuenta de Camilo José Cela (anécdota al canto):
Es 1977 y, en plena sesión plenaria, el presidente advierte que Camilo José Cela cabecea. Se dirige a él diciéndole que está dormido, pero Cela dice que no, que está durmiendo pero no dormido. Antonio Fontán, catedrático de Latín, le replica si no es lo mismo, a lo que Cela, ni corto ni perezoso, responde: «Pues no. Como no es lo mismo estar jodido que estar jodiendo».
La anécdota se ha replicado miles de veces y quién sabe si sucedió así. Al parecer, Cela pudo haberse inspirado en el jurista y competente orador Antonio Ríos-Rosas, quien también cabeceaba en el escaño.
«Don Antonio, que estaba usted dormido», le dijo un compañero. Y él replicó: «No, estaba durmiendo. Tampoco es igual estar bebido que estar bebiendo».
Fuera de los juegos de palabras y de los productos del ingenio —que tan buenos ratos nos hacen pasar—, se trata de afinar.
Entramos, pues, en el terreno de la precisión y la concisión. Se necesitan curiosidad y ganas de aprender y, por supuesto, de divertirse.
Elegir las palabras centrales de cada frase: ojo con sinónimos que no lo son
Lo hemos dicho en otras ocasiones: oír y escuchar no son términos sinónimos, por más que en ciertas variantes del español no hagan distingos entre uno y otro.
Oyes mis palabras, pero no me escuchas. Me oyes como quien oye llover.
Ver y mirar tampoco dicen lo mismo. Ves cualquier cosa que se te pone delante porque tienes ojos, aunque, en ocasiones, significa que has comprendido algo.
He visto que tenían razón.
Otras, significa que vas a tomar algo en consideración:
Veré de qué se trata eso tan importante que no podía esperar.
Miras algo que podría interesarte y, en tal caso, lo haces dirigiendo la atención. Aunque también podrías decir (en el sentido de ver):
Miraré si lanza algún dardo envenenado.
Lo que quieres decir es que pondrás especial atención en ello.
Resabido y resabiado, que hay quien los confunde, nada tienen que ver a pesar de su similar grafía:
Resabido es alguien que se precia de saber mucho (podría estar a un paso de ser pedante).
Resabiado es quien desconfía.
Cuestionar y preguntar se utilizan también como sinónimos. No lo son. Quien cuestiona discute (u objeta) y quien pregunta no tiene por qué discutir ni objetar nada. Solo quiere saber.
Ascender y levantar tiran para arriba, pero nunca «ascenderías» una bombona de butano, ¿verdad? Tampoco «levantarías» a alguien de puesto en una compañía. (Insisto más abajo).
Vocear y vociferar son sinónimos… a veces. Vociferar suele añadir una carga de agresividad que vocear no tiene por qué.
El contexto determina la elección de las palabras
No me cansaré de repetir hasta qué punto es definitivo el contexto. Atinar con el contexto es atinar con el acierto. Para eso, debes asegurarte de que ese término concreto dice lo que quieres decir.
Por ejemplo:
Izquierda, siniestra y zurda son solo equivalentes teóricos. Conviene atender a las semánticas particulares, es decir, a los significados específicos de cada una; y, después, ver cómo funcionan en distintos paisajes, distintas circunstancias (contextos).

Si hay que subrayar o tintar para enterarse de cuáles son las palabras clave, se hace.
Es como que no irás a una playa en verano enfundado en un abrigo ni andarás por la calle en bañador. Todo es ropa, sí, pero los contextos son distintos.
Las paradojas de los contextos
Vuelvo a los verbos mirar y ver y añado los caprichos de los usos lingüísticos y las actitudes de los hablantes: también puede pasar que mires sin ver. No quiere decir que no veas lo que tienes delante, pero sí que o no termines de captarlo o que te hayas quedado lelo (o lela). En tal caso, es tu cerebro el que no capta.
Cuando miras y ves, puedes lanzar un ¡eureka!
Subir, ascender, elevar, alzar tienen sus propios jardines, aunque no sean paradójicos. Paradójico, si acaso, es sacarlos de su contexto —de un fragmento anterior—, aunque lo hago para que repares:
Subes al quinto o subes al monte. ¿Podrías elevarte al quinto? Hombre, podría elevarse un ascensor contigo dentro. En cambio, podrías alzarte sobre las nubes en un estimulante sueño o con la imaginación. Podrías ir más alto aún que en un ascensor que se eleva hasta una última planta.
Y nunca dirías que el sacerdote ascendió la hostia ni que la alzó, sino que la elevó.
¿Y podrías alzarte de puesto en una organización? Pues no. Podrías, como mucho, alzar la mano para tratar de que te vieran y te tomaran en consideración. Y podrías incluso alzarte el cuello de la cazadora cuando hace mucho frío.
Una de las funciones determinantes en una corrección de textos de estilo es determinar si cada palabra está en el lugar que le corresponde y si es la apropiada.
Cómo elegir el adjetivo oportuno en la frase
Para determinar el orden de los adjetivos en la frase, hay que fijarse en su función. Te sonará este otro artículo titulado «Y tú, ¿dónde pones el adjetivo?»; pues bien, ahora venimos a abundar en ello.
En gramática hay leyes, y en sintaxis, también, y las hay porque han demostrado su eficacia. Quiero decir: aunque el diccionario de sinónimos afirme que ascender es sinónimo de subir, la sintaxis dice que no siempre; es más: que ni mucho menos.
Con los adjetivos pasa igual.
Consultas sinónimos de izquierda y de bajada y ves que el diccionario arroja lo siguiente: siniestra y zurda equivalen a izquierda.
Y también dice que bajada es equivalente a descendida o a apeada.
Mira estos ejemplos:
Sacó la mano siniestra por la ventanilla apeada.
No dice lo mismo que…
Sacó la mano izquierda por la ventanilla bajada.
Ni dice lo mismo esta frase…
Escogió la puerta de la zurda para huir por la escalera de incendios y descender a la calle.
… que esta otra:
Escogió la puerta de la izquierda para huir por la escalera de incendios y bajar a la calle.
Asegúrate de que dices lo que quieres decir y no algo que se le parece.
La pedantería: un ataque a la naturalidad
La pedantería, el lenguaje y la actitud se dan la mano: al pedante se lo reconoce porque saca pecho (real o simbólico) y pontifica. No digamos ya si le da por escribir, que ahí podemos detenernos. Cada palabra tiene un comportamiento que le es propio.
Es como decir que Álvaro y Gesulmina pertenecen a la misma familia, aun cuando tienen manías específicas, gustos y disgustos particulares y formas de reaccionar opuestas. Además, Gesulmina tiende a ser redicha.
¿Por qué decimos que siniestra e izquierda no tienen la misma función?
Prueba a eliminar mano del primer y segundo ejemplos:
Sacó la mano izquierda.
Y prueba ahora a eliminar ventanilla:
Por la ventanilla (que estaba) bajada.
Antes has podido escribir:
Tenía calor, pero las ventanillas, salvo una, estaban cerradas, y tenía la mano derecha oprimiendo la herida. Sacó la izquierda por la que estaba bajada.
Gesulmina había escrito esto otro y la llamamos redicha, pedante, afectada, cargante o engolada, adjetivos razonablemente sinónimos en este contexto:
Tenía calor, pero las ventanillas, salvo una, estaban clausuradas, y tenía la mano diestra constriñendo la herida. Sacó la siniestra por la que estaba apeada (o descendida).
Además de que resulta de un pretencioso insufrible (solo admisible en un texto paródico), es obvio que no ha habido la menor sensibilidad a la hora de elegir las palabras de cada frase.
Podemos disculpar a la Gesulmina porque no es más que un personaje que nos hemos inventado.
Una pequeña pista de sintaxis para determinar la función
Tomemos como punto de partida estos dos sintagmas nominales (= grupo de palabras cuyo eje es un sustantivo):
Adelantó el pie izquierdo.
Tenía los pies planos.
Izquierdo y planos, aunque acompañen al sustantivo, no tienen la misma función.
«¿Por qué no?».
Prueba a eliminar el núcleo (o eje) en ambos casos:
Adelantó el pie izquierdo.
Tenía los pies planos.
Esto significa que izquierdo es un adjetivo especificativo, algo que lo diferencia de otro de su grupo (del grupo pies distingue el izquierdo) y planos un adjetivo relacional (ver Propina 1), algo que señala una característica del nombre.
Los eliminas y ves que no funcionan igual. Pero puedes alterar el orden de esos elementos y verás que se comportan también de forma distinta:
*Adelantó el izquierdo pie.
Tenía planos los pies.
Ayuda a saber cómo elegir las palabras de cada frase, a poner atención y a no hacerlo sin ton ni son (perdón por el pareado). A menudo pasa que la intuición asegura que algo no va bien y uno no sabe identificar el problema.
Ser consciente de cómo funciona la sintaxis te ayuda a razonar tu modo de construir las frases con coherencia.
Al elegir las palabras de cada frase, comprueba el orden
Qué importante es reescribir, ordenar en secuencias lógicas y un orden lo más neutro posible los elementos de la frase. Te ayuda a sensibilizarte con las relaciones de interdependencia y a decidir en qué parte prefieres hacer hincapié. Gana la claridad.
Se encontraba exultante cuando lo encontró.
Cuando lo encontró, se encontraba exultante.
Pero tenía un halo de amargura detrás de su risa.
*Tenía un halo de amargura detrás de su risa pero.
Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.
*Estaba allí todavía el dinosaurio cuando despertó.
Llamé a Ana Luisa y nos fuimos a la presentación.
*Y nos fuimos a la presentación, llamé a Ana Luisa.
Sabes cómo elegir las palabras de cada frase
Y cuando lo haces a conciencia, te vuelves creador. La capacidad de hacer combinaciones particulares —sin ofender la gramática— sirve para sorprender al lector y para mucho más.
Las réplicas, los intercambios van incrementando ese gran magma lingüístico en el que estamos todos y cuya evolución es imparable.
Importa:
- ser imaginativo,
- saber manejar las reglas,
- ser descriptivo,
- ser claro,
- utilizar palabras sencillas,
- preferir la voz activa a la voz pasiva (y la pasiva refleja a la pasiva perifrástica);
- evitar el texto de relleno, la paja, las reiteraciones inútiles, el orden confuso;
- huir de las frases encadenadas cuyo verbo principal pareciera haber salido a por tabaco.
Así, mejor no:
Macarena, mientras esperaba que alguien de la casa le abriera la verja herrumbrosa rematada por finas macollas de un sucio dorado, cuyos portones se hallaban asegurados por recios goznes y una cerradura acordonada por una imponente cadena cubierta de roña, fijó sus ojos de miel, custodiados por largas pestañas que más parecían crines de caballo alazán, en las hierbas y zarzas que se enseñoreaban en un jardín que había visto mejores días y entre las cuales sobresalía, a duras penas, el flamante arce japonés que tan bellos colores tornasolados ofrecía en el otoño y tan gratos recuerdos le traía de un tiempo en el que todo era más inocente, más sencillo, más fácil, y donde el lubricante de aquel tiempo presente no eran sino las buenas costumbres y las tradiciones del más rancio abolengo.
Propina 1
No confundas el adjetivo relacional con el adjetivo calificativo. Podrías decir:
Es un hombre alto (adjetivo calificativo).
Es un hombre muy alto.
Juan es tan alto como Pedro.
En cambio, no dirías:
*Es un ejemplar del local periódico.
*Es un ejemplar del periódico muy local.
Un adjetivo relacional siempre va detrás del sustantivo al que acompaña y no admite gradación (nada de muy ni de tan… como):
Es un ejemplar del periódico local.
Escribió un artículo feminista.
Se servían bebidas alcohólicas.
Propina 2
No hay fórmulas mágicas para elegir las palabras de cada frase (lamento el chaparrón, así, para despedirme), salvo que te enamores de la escritura y no te duelan prendas. Es así como insistes y así como aprendes.
Escribir bien es un proceso que cuesta dolor y esfuerzo, como casi todo lo que vale la pena en la vida. Puede que acabes aborreciéndolo, también te lo digo, y ya sabes que quien avisa no es traidor.
Recuerda entonces que tras cada tormenta el sol aguarda y que ¡mañana siempre será otro día! Y recuerda también que a escribir, si perseveras, aprendes. Quizá descubras entonces que sí era lo tuyo.
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