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Sigue esta serie de claves para escribir una historia creíble y ten por seguro que tus lectores te lo agradecerán. Claves, pistas, premisas… Llámalas como quieras.

Antes, permíteme que retroceda.

En el último boletín que envié a mis suscriptores detallé once cosas que no encontraba verosímiles; once cosas que, pese a ser increíbles, eran reales (algunas, incluso, dolorosamente reales). El boletín era el aperitivo de este artículo.

¿Por qué quiero referirme a ese boletín?

Porque entre lo verosímil y lo verdadero, nosotros mismos estamos llenos de ideas que se contradicen. Lo mejor es que, aunque esto es así, creemos ser gente despierta que actúa de forma coherente y congruente.

Pero míranos. Mírate. (Ojo, que no vengo a dar clases de moral ni traigo látigo escondido).

Somos erráticos, paradójicos, y si nos detenemos, no lo hacemos para hacer autocrítica, sino para recargar las armas. Cuando alguien nos ha hecho alguna puñeta, ponemos las espadas en alto. Es como si tuviéramos instalado un programa que nos hiciera actuar así.

Solo se trata de escribir

En efecto: nada de látigo. Solo se trata de escribir.

Solo si te detienes y observas la realidad, puedes mejorarla. La literatura te brinda un espacio privilegiado donde dar rienda suelta a lo que extraes de eso que observas. Share on X

Escribir nos brinda una oportunidad de oro para tomarlo (tomarnos) como materia prima con la que dotar de consistencia a nuestros personajes. Nadie se cree un personaje solo bueno y otro solo malo. Recordemos que hasta el mismísimo Hitler adoraba a su perro.

¿Te has fijado en que nos enamoramos como si nos hubiera acometido un resfriado?, ¿y que nos desenamoramos cuando un golpe de viento nos hace perder el equilibrio?

Toma nota.

Una historia que no es creíble no se perdona

A un escritor no se le perdona que no cuente lo que tiene que contar. No se le perdona que falle el andamiaje de su historia.

Ni siquiera se trata de escribir bien de entrada. Se trata, a ti que escribes te lo digo, de que sepas adónde vas y para qué. Y tienes que saberlo antes de ponerte a escribir. O saberlo de forma detallada porque hayas construido la ruta, o saberlo de forma imprecisa, vaga, intuitiva. De momento, es lo de menos.

Lo que importa es esto: puedes escribir como los ángeles, pero como no tengas un fondo consistente, una historia que el lector perciba como real cuando la lea, despídete.

De eso hablaba la vez pasada, de la diferencia entre lo verdadero o real y lo verosímil. La verosimilitud es conditio sine qua non de las buenas historias.

Tampoco se le perdona al escritor que cuente la historia de cualquier manera. La mejor historia del mundo mal contada no es una buena historia. No puede serlo. Estamos hablando de literatura, no de un patio de vecinos ni de una conversación entre amigos.

Qué significa escribir una historia creíble

Escribir de forma creíble significa hacer que la historia sea convincente. Y para que lo sea, hay que tener en cuenta tres cosas:

  • La construcción ha de ser razonable, coherente (lógica en su desarrollo) y congruente (todos los cabos deben quedar atados para que lo que pasó fuera lo que le convenía a la historia).
  • Ha de tocar fibra sensible.
  • Deben estar presentes las técnicas narrativas (punto de vista, tipo de narrador o voces narrativas, orden de los hechos, construcción de los personajes con sus respectivos propósitos y finalidades dentro de la historia, desencadenante, siembras, núcleos, detalles, resolución).

Dicho esto, añadiré que ni el mejor de los argumentos emociona a nadie.

¿Y cuáles son los elementos que la hacen creíble, emocionante y, en definitiva, atractiva para ser leída?

Emplea imágenes vívidas para escribir una historia creíble

El mantra literario es muestra, no expliques.

Ten mucho cuidado con asaltar el relato para aclarar por qué esto y por qué lo otro. Vigila cada porque, cada pues, cada para.

Mira la diferencia entre estos dos párrafos:

  • En este primero, se dan razones:

Las campanas de la torre daban las doce de la noche. Le gritó porque lo vio allí, justo donde sus padres le habían prohibido ir, pues no era lugar para chicos. Pero él no tenía otro modo de ver a Marisa.

  • En este segundo no hay razones que valgan:

Las campanas de la torre repicaron las últimas notas de un día que había sido frío. Le gritó. ¿Qué hacía allí? Su padre los mataría; primero a él, que no tenía otro modo de decirle a Marisa que solo la nube del deseo lo conducía hasta aquel lugar prohibido.

Fíjate en cuál de los párrafos ofrece mejores imágenes, cuál explica menos (o no explica en absoluto) y emociona más. Cuando el lector se meta en la historia, debería sentir lo mismo que siente el personaje. Sucederá si le ofreces imágenes realistas y palabras que lo adentren.

Observa cómo en el segundo párrafo no se menciona que aquel no fuera lugar para chicos (aunque tampoco tendría nada de malo).

Observa que se dice, en cambio, «su padre los mataría; primero a él». De forma indirecta, sabemos que es el hermano mayor quien ha dado a conocer cierto antro al menor. Y que el padre lo sabe.

Emociones realistas

Ponte en el lugar de tus personajes. Cierra los ojos y ponte. La mayoría de los elementos que incluyas pueden no ser reales, pero las emociones han de serlo. Es lo que hará que el lector se empape y se crea la historia. Lo hará si siente lo mismo que sienten ellos.

Sigamos comparando:

  • Aquí se explica cómo se siente el personaje:

Sentía miedo de que Marisa no estuviera allí porque el lugar que había armado en su cabeza era perfecto para vivir con ella sin que nadie los molestara. Siguió buscándola entre las sombras y los cuerpos entrelazados. Tenía que contarle que él había tomado una decisión.

  • En este caso se emplea un lenguaje más evocador, desprovisto de razones y explicaciones:

    Aquí, Marisa en el momento de descubrir que ‘alguien’ la busca.

Su único temor era que Marisa se hubiera desvanecido después de tanto tiempo de haber construido un lugar intacto, perfecto, en el que vivir su aventura clandestina. Siguió buscándola entre las sombras y los cuerpos con que se tropezaba a cada paso. Había tomado una decisión.

Lenguaje claro para escribir una historia creíble

Ya lo hemos dicho: la historia más bella del mundo no será ni siquiera una historia mediocre si no se envuelve en una buena forma.

Hoy día se habla mucho de la necesidad de un lenguaje claro en el ámbito administrativo y en el de la justicia. Y en este artículo que se refiere a lo literario, se incluye un ilustrativo vídeo del ámbito televisivo. También en estos casos es imperativo ser claros.

Porque ¿qué pasa con la narrativa? ¿Requiere palabras difíciles, engoladas, explicaciones soterradas?

Mira de nuevo:

Señalo en este primer párrafo términos que debes vigilar. La razón: o son rebuscados o pedantes o impropios, o encierran (de nuevo) explicaciones. Ojo con empezar una frase con un gerundio: pocas veces es bienvenido en esa posición; a menudo, se trata de traducciones chapuceras del inglés:

Marisa ascendió al segundo piso y se adentró en el cuarto de profesores para realizar las fotocopias. Dejó la puerta entreabierta por si venía alguien. *Encendiendo la máquina de fotocopiar, se encaminó hacia la puerta para entreabrirla por si venía alguien.

Compara:

Marisa subió al segundo piso y entró en el cuarto de profesores con las hojas dentro del manual de Física. Encendió la fotocopiadora y se volvió a la puerta. La entreabrió y aguzó el oído. Nadie. Ojalá nada de aquello hubiera sido necesario.

Emplea un lenguaje ceñido al propósito de contar algo que resulte natural. Te conviene disponer de registros variados: ni todos los personajes hablan igual ni todas las novelas plantean las mismas exigencias.

Pasos lógicos: otra clave para escribir una historia creíble

Ahora bien, por más que puedas invertir el orden y saltes atrás (analepsis) o hacia delante (prolepsis), la estructura debe ser lógica. O el lector se perderá. Y se perderá solo una vez.

Altera el orden, pero no olvides que algo que lleva funcionando unos cuantos siglos (veinticinco) alguna virtud ha de tener: planteamiento, nudo y desenlace son las tres robustas patas de la estructura clásica. Significa que ciertos elementos abren el apetito; que a media comida, el lector sufre un retortijón; y que, antes de que llegue el final, aparece alguien con las sales.

Y si quieres investigar qué otras estructuras se han empleado con éxito, aquí tienes hasta veinte distintas.

Quién cuenta y desde dónde cuenta

¿Sabes que el cerebro humano solo puede trabajar con un foco? O se enfoca en razones, datos y juicios, o atiende a impresiones, inquietudes, pálpitos; esto es, a emociones.

Si logras que el lector conecte con sus propias experiencias, con vivencias que quizá hasta tiene olvidadas, te amará incondicionalmente. O casi.

Para eso, también tendrás que decidir quién cuenta, desde qué entorno. Aquí, realidad y ficción pueden darse la mano sin problema.

Pero recuerda: no habla igual un licenciado en historia que un campesino. También para esto te conviene tener vocabulario, registros, conocer modismos, giros gramaticales, dichos. Todo ello apela a lo emocional.

Recuerda también que lo emocional implica revelar contradicciones (te lo decía al principio), miserias. Todo rodará por una pendiente suave si el contador de historias conoce las suyas.

Dentro de las claves para escribir una historia creíble, una salvedad

No se trata de que eso primero que escribas sea una maravilla. Tampoco de que escribas frases sesudas de esas que sobreviven a sus autores.

Se trata de que ames lo que haces. El mundo necesita eso. Si amas lo que haces, pondrás el empeño necesario para escribir bien y no te dolerán prendas a la hora de corregir, de ajustar, de pulir.

Y vuelvo a referirme a mi anterior boletín (¿qué haces que no te has suscrito aún, si hasta te espera un regalo estupendo?).

Iremos a la Luna y a Marte, pero para no repetir los desmanes de aquí, necesitamos memoria. Buena memoria.

Recuerda que escribes, que tienes un altavoz. La mayoría de la gente no puede abrir la boca; bastante tiene con sobrevivir.

En mi boletín decía también que solo nos quedará un dios en el que creer: la ficción literaria. Ese es el único territorio donde podemos rememorar, ofender, cuestionar, exponer tensiones, sacar conclusiones, matar y morir. Puedes maltratar a tus personajes y puedes redimirlos o condenarlos a cadena perpetua. Y no ser culpable de nada.

Propina 1

Los humanos somos contradictorios y hacemos cosas contradictorias. Pongamos el foco ahí, iluminemos esos espacios de sombra con la modesta actitud de ver qué hay. Nutramos nuestras historias de todo ello.

Entender quién eres y cómo eres es entender el mundo. Lo dijo Krishnamurti: «Usted es el mundo». Así que no sirve quejarse de que esto va rematadamente mal, sino de encender ese humilde fósforo que alumbre un pequeño reducto de oscuridad.

Hazlo con un lenguaje que no maquille la verdad ni la distraiga. La literatura es el gran espacio donde tal cosa es posible.

Propina 2

¿Todo lo que se publica o se escribe es literatura?

No. Sin modos de pensar que se plasmen de forma certera en lo escrito, a mi juicio, no se hace literatura. Se escribe, pero no lo llamaríamos literatura.


*Encendiendo es un gerundio criminal, además de horroroso. O impropio, si nos ponemos finos. Encender la máquina y encaminarse a la puerta no son acciones simultáneas. Si quieres saber más sobre gerundios, date un garbeo por aquí.

 

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