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Más de una vez te habrás preguntado cómo es un buen corrector de textos. Una buena correctora. En definitiva: cómo es un buen profesional, un experto en la limpieza exhaustiva de lo que otro ha escrito.

Antes de continuar y aun a riesgo de que alguien se moleste, un inciso: renuncio a estar desdoblando géneros. Sostengo que un texto desdoblado como si fuera una servilleta (nosotras y nosotros, ellas y ellos, correctoras y correctores) es de todo menos elegante. Me inquieta más la falta de elegancia en los textos que en los atuendos.

Así que defiendo mi derecho a sentirme cómoda cuando escribo; y a mí, personalmente, los géneros gramaticales no me han hecho nada. Y como no me han hecho nada, nada tengo que reprocharles.

Además, se me impone la pragmática: no me han tocado las nuevas corrientes que incluyen a troche y moche -os, -as y -es. Todavía no me han tocado. Hablo como hablo. Lo otro me llevaría a padecer algún tipo de esguince mental y no me sale a cuenta (no busco votantes).

Hay muchas clases de textos

Para empezar: los correctores no trabajamos con cualquier tipo de texto que nos echen. Ni mucho menos. Hay muchas clases de textos y cada una requiere especializaciones y destrezas de distinta índole.

Un buen corrector de textos debe tener un gusto innato por el texto y una preocupación porque comunique bien, sin estorbos ni ruidos que lo afeen. Share on X

Un texto académico, por ejemplo, se enfoca en un tema concreto. Su finalidad puede ser didáctica, expositiva, argumentativa, justificativa, refutatoria… Pero no es igual corregir gramática que latín, griego o lingüística. El corrector tiene que saber lo que se trae entre manos. Y no solo para ofrecer un resultado excelente (que, por supuesto), sino por su propio interés de sacarle el máximo partido al tiempo que le dedica.

También un texto escolar, cuyo enfoque es eminentemente didáctico, requiere competencias específicas. Y tampoco es igual un libro de geografía que un manual de matemáticas, de química, de lengua o de literatura (en el caso de que estas dos disciplinas se impartan ahora por separado).

Otro grupo lo componen los textos científicos. Un texto científico es el culmen de un trabajo de investigación y requiere que el corrector esté instruido de forma específica. Es el caso también de los textos jurídicos o médicos.

Para abordar la corrección de estos textos hace falta un marco de referencia. Y ese marco de referencia lo proporcionan estudios específicos.

¿Y qué hay de los textos literarios?

Como es el buen corrector de textos literarios

¿Puede ser que un buen corrector de textos literarios no requiera un marco de referencia similar al de esos otros?

Sin duda lo requiere. La formación académica entrena y dota de antecedentes, conocimientos y de ciertas convenciones. Ahora bien, ¿es suficiente?

Definitivamente no.

Desde mi punto de vista, un buen corrector necesita, además, una disposición innata y una formación específica. El buen corrector de textos literarios debe tener también gusto por la lectura y haber leído mucho. ¿Para qué? Para tener criterio y poder defender lo que hace sobre cada manuscrito que se le encarga.

(Más abajo vuelvo sobre ello).

El resto lo da el recorrido. Dicho de otro modo: es la práctica la que hace maestros, la que le va haciendo experto el ojo. Y se forma a base de dudas constantes y de consultas a los oráculos (diccionarios, manuales de estilo, RAE, Fundéu, Wikilengua y continuos talleres de capacitación).

Porque el buen corrector sabe cosas, pero no lo sabe todo. Al buen corrector se le presentan desafíos que lo instan a seguir formándose de continuo.

Hay distintos perfiles de correctores de textos

Igual que hay distintos tipos de autores y no buscan todos lo mismo, tampoco todos los correctores ofrecemos lo mismo. Y hay miles de textos distintos que demandan soluciones distintas.

En general, un autor busca que lo suyo quede bien, lo mejor posible. Y, en general, un corrector hará su trabajo del mejor modo posible y espera que su cliente quede satisfecho.

Si entramos en detalles, hay tela que cortar. Desde luego, lo menos que puede ofrecer un corrector de textos literarios es un manuscrito limpio. Ese es el pacto mínimo.

¿Y qué es un texto limpio, libre de ruidos y estropicios?

Es un texto cuya información se transmite conforme al propósito para el que su autor lo escribió. Un texto que el corrector debe mantener bajo control en los aspectos que se le contraten.

¿Hablamos de fondo o hablamos de forma, o hablamos de ambas cosas?

El buen corrector de textos tiene estas facetas que siguen (o puede tenerlas)

En lo que se refiere a textos literarios, depende de lo que solicite el autor. A menudo, el autor está muy seguro de que el fondo funciona y solo pide una adecuación de la forma.

Y, sin embargo, qué malo es estar seguro de cosas que no son verdad (aunque ese es otro asunto).

Cuando menos, novelista, haz leer tu texto a distintas personas y pídeles que te den su parecer… a cambio de un sillón en el cielo (o de unas birras, que igual les molan más).

Intenta que no sea el corrector quien deba echarte el jarro de agua fría. Harás bien en entregarle un manuscrito del que estés lo más seguro posible (por el hecho de que no es esa la primera vez que sale de ti, porque lo has sometido ya a otros escrutinios).

Corrector de estilo

Estilo es el conjunto de recursos narrativos que emplea el autor para decir lo que quiere decir. En un texto hay términos fundamentales (sustantivos, verbos y una serie de elementos que los enlazan y terminan de darles coherencia y sentido).

Como ya te conté aquí qué significaba corregir el estilo, no me repetiré. ¿Hay correctores que se dedican solo a eso, en pura exclusiva? Supongo que no, pero no lo sé.

Corrector ortotipográfico

Esta corrección sigue a la corrección de estilo. También te conté qué incluye y por qué una corrección ortotipográfica no es suficiente.

¿Qué puedo añadir que no te haya dicho ya al respecto? ¡Ah, sí! Que un manuscrito que presente faltas, puntuación errónea o deficiente, líneas blancas sin justificar, sangrías sin unificar, etc., no te lo admite nadie.

¿Hay correctores que solo corrijan ortotipografía? Tampoco lo sé.

Lo que sí sé es que yo no corrijo «solo una» de las dos.

¿Siempre?

No. Luego te cuento.

Segunda vuelta a un manuscrito, segunda corrección

A cada manuscrito conviene darle un mínimo de tres vueltas, pero hay manuscritos que llegan en un estado tan lamentable que requerirían seis. En estos se debe invertir el triplete del principio (las tres vueltas impepinables) más una segunda revisión y hasta una tercera.

Significa, una vez cumplimentada la primera corrección completa, revisarlo todo de nuevo para detectar lo menudo. Lo menudo es eso que escapa entre la maraña de desatinos del manuscrito original. Puede que entonces, además, se detecten cosas del fondo que no funcionan.

¿Entienden esto todos los autores cuyos manuscritos lo piden a gritos?

No.

¿Por qué?

Por la pasta. No les duelen prendas cuando tienen que seleccionar los vinos de una comilona con la que quieren quedar bien. Pero quedar bien con su público debe parecerles un asunto menor.

A mí, que me registren.

Corrección de estilo y ortotipográfica y sugerencias de estilo

Hablamos de literatura, de hacer un uso estético del lenguaje, de emplearlo de forma artística. El lenguaje literario es la casa de las figuras retóricas.

En narrativa, se llevan la palma metáforas y comparaciones. Le siguen en orden de preferencias la sinécdoque, la personificación y la elipsis. También la sinestesia y el hipérbaton. ¿Debe el corrector meterse en esto?

No, por supuesto que no debe.

¿Seguro que tengo que saber todo eso?

¿Y si se encuentra con que la metáfora es pobre y no revela eso que debería despertar cascabeles en el lector?

O si resulta que la comparación es ridícula o inapropiada (terreno resbaladizo) o no compara lo que tiene que comparar.

¿Qué hace si determinado párrafo tiene invertido su orden natural y se lee con esfuerzo? ¿Y si el oxímoron es pedante?

En tal caso, puede indicarle al autor que trabaje ese recurso o puede sugerir soluciones. Si la solución corre a cargo de quien corrige, deberá tener como mínimo ese plus de escritor. No todos los correctores lo tienen ni tienen por qué tenerlo.

¿Tendrá el mismo precio que el trabajo de corregir estilo y ortotipografía? Tampoco.

Corrección comentada y mejora del texto

También hay autores que se toman tan en serio lo suyo que están decididos a hacer lo que haya que hacer para superarse a sí mismos.

Son autores que quieren saber las razones que subyacen, si no a cada cambio, sí a los más significativos. Buscan también que el texto alcance su mejor versión y más literaria. Tal cosa excede el ámbito estricto de la corrección y desembarca en el de la pedagogía: en casos así, el corrector se emplea como profesor.

Lo que hará el corrector es aventurar el tiempo que puede llevarle un trabajo cuyas lindes son difusas. Solo el ojo entrenado y la experiencia reducirán los riesgos en que podría incurrir.

Tampoco puede tener el mismo precio que una corrección estricta.

Reescritura del manuscrito: ¿competencia del buen corrector de textos?

Antes de que yo responda, ya te has respondido tú. Reescribir es otro asunto que excede, con mucho, el corregir. Ni todos los panaderos hacen dulces ni, si los hacen, tienen el mismo repertorio. En el caso de los correctores es igual.

¿Significa esto que unos son mejores que otros?

En absoluto.

Lo que debería exigirse es que cada uno fuera bueno en lo que hace. Hasta dónde llega, solo puede saberlo él.

Factores que hacen al buen corrector de textos (en general)

Los filtros que yo aplico a la hora de corregir son estos: la norma académica, lo que pide el manuscrito y lo que pide el autor. Y los aplico en orden inverso. En mi caso, las indicaciones del autor van a misa. Tengo claro que el texto es suyo y que mi papel es subsidiario. Fundamental pero subsidiario.

¿Qué condiciones debe reunir el buen corrector de textos en general?

Los doce factores que hacen al buen corrector

Aquí van estas doce que considero imprescindibles:

  • Conocimiento de la lengua y la norma lingüística (y lo que no sepa, que no dude en consultarlo).
  • Disposición sobrada para seguir actualizándose y aprendiendo.
  • Capacidad de observación, minuciosidad, amor por el detalle.
  • Sensibilidad y flexibilidad para detectar cuándo aplicar las indicaciones normativas y cuándo no; para estar al corriente de cuándo algo se ha vuelto ya de uso común, aunque la Academia no lo contemple todavía; cuándo, a pesar de las recomendaciones, el manuscrito pide algo distinto.
  • Olfato para no dejar pasar lo inexcusable (sin ir más lejos, todas esas adopciones del inglés que no se cuestionan y que, lejos de resolver nada, empobrecen el idioma).
  • Capacidad para dudar de las propias convicciones. Que uno lleve empleando determinadas expresiones toda la vida no sirve ni como justificación ni como argumento.
  • Oído para encontrarse con la música del texto y la cadencia de la palabra bella. Juraría que esto lo da cierta predisposición natural (similar a cualquier otro talento) y que se amplía con buenos referentes literarios.
  • Finura y rigor en la detección de errores.
  • Vocación de ayuda, empatía.
  • Determinación para poner límites cuando sea necesario. Hay a quien, aprovechando el buen rollo, se le va la mano con las peticiones (qué te parece mi obra; hazme una sinopsis; redáctame una carta de presentación; escríbeme un prólogo). Y todo por el mismo precio.
  • Autogestión de las propias emociones; capacidad para embridarlas cada vez que sienta ganas de cargarse al autor por haber perpetrado tamaños desmanes.
  • Sentido del humor.

Propina 1

La corrección de textos es un trabajo vocacional (o mejor que lo sea) y mejor aún si se le añade una pizca de talento. Ya lo decía Clarice Lispector: «La vocación es diferente del talento. Se puede tener vocación y no tener talento. Es decir, se puede ser llamado y no saber cómo ir».

Propina 2

¿Alguna vez he corregido solo ortotipografía? Alguna, lo confieso.

En una cajita de mi cabeza guardo el caso de un cliente que escribía como los ángeles y que, en cambio, era negado para la puntuación: echaba las comas (aunque también tenía líos con otros signos) como si fueran migas de pan para las palomas.

Confieso también que nunca he visto otro caso igual.

Y he corregido solo ortotipografía a quien tenía ya algún libro publicado. Se alejaba de prescripciones en favor de la unidad de estilo. Era su colección y el precedente mandaba.

Y ya.

¿Cómo lo ves? ¿Qué se te dispara después de leer esto? ¿Me lo cuentas?

 

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