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Qué es la verosimilitud o por qué esta historia tuya me la creo y aquella otra no.

¿Por qué cuando me contaste que vuestro viaje había sido una maravilla no me lo creí? Ni me creí que tu vida seguía siendo la de siempre después de aquel increíble golpe de suerte. No me creí ni lo uno ni lo otro… Y fue por tu forma de contármelo.

En todo caso, eso pasaba en la realidad, pero es más grave que pase en la ficción. ¿Por qué? Porque para conocer la historia ficcional uno paga. Si hablamos de lo real, el término apropiado es veracidad. La noción de veracidad implica contar lo que hay de cierto en lo que se cuenta, sin manipulaciones ni engaños.

Así que no eras veraz cuando me contabas que la lotería no te había cambiado la vida y las señales decían otra cosa; ni lo eras cuando me decías que vuestro viaje de ensueño había sido una porquería porque te habían robado un neceser.

Te cuento esto solo para que me entiendas por dónde voy.

Ahora, regresemos al terreno de la ficción. Hablamos de verosimilitud cuando nos referimos a esa otra realidad: la de los cuentos, las novelas, los relatos.

Verosimilitud y veracidad se parecen en que ambos conceptos aluden a lo verdadero. Y se diferencian en que el primero remite a la subjetividad y el segundo al consenso. Clic para tuitear

¿Verdad y verosimilitud se parecen? Podríamos decir que «de algún modo».

El término verosimilitud

Algo es verosímil cuando nos hace creer que, aun siendo mentira, está tan bien contado que nos lo creemos.

Nos creemos que Blancanieves despierte un buen día rodeada de siete encantadores enanitos. También que haya una bruja mala con la que compite en belleza. Que la chica, por supuesto, ignore que tal cualidad pueda suponer un agravio para nadie; que eso sea la razón de que la bruja termine envenenándola. Nos creemos también que solo el beso de un apuesto príncipe logre sacarla de una especie de coma irreversible.

En el entorno de la ficción, no tenemos ningún problema en darlo por cierto. No sabemos cuánto tiempo permanece en el ataúd de cristal; sin duda, es una cantidad de tiempo inaceptable en que el veneno corrompería el organismo de cualquier persona. Y, sin embargo, establecido el pacto con las premisas que plantea la historia, todo lo damos por bueno.

Nos vale que un simple beso acabe logrando el prodigio de devolverla a la vida. No censuramos que el eje se pusiera en su atractivo físico. Cuando los hermanos Grimm dieron forma al cuento (tomado de la tradición oral), la sociedad desconocía aún que «la belleza reside en el interior». Desconocíamos también términos como emancipación o empoderamiento.

Total, que verosímil es algo que aparenta ser verdadero. Las nociones de realista o de verdad no importan. Algo puede ser verdad o ser real y no ser verosímil (un río como el Amazonas es real, pero no es verosímil).

La cuestión de la verosimilitud en la realidad literaria

Una persona puede ser bella por fuera y serlo, a la vez, por dentro. Si tomamos un personaje así para construir una historia de ficción, podríamos hablar de una persona real a la que le pasan cosas. En tal caso, estaríamos construyendo una historia realista, máxime, si imitara el mundo que conocemos.

Realista o no, nadie suspenderá la incredulidad si no se le presentan las reglas del juego, si el relato no muestra una lógica interna.

La verosimilitud, en ambos casos, dependerá de que el relato se desarrolle conforme a los presupuestos que se han presentado.

Una Blancanieves realista

Hoy podríamos hablar en estos términos: una Blancanieves que fuese realista podía haber aprovechado para hacer un Erasmus en Perú y poner trecho de por medio. Allí habría vivido con un grupo de estudiantes y, por supuesto, no habría soportado ser la criada de ninguno de ellos.

El nudo podría desatarse una vez que consiguiera ser influyente (influencer) del desarrollo personal. Un buen día, cierta publicación en Instagram pondría sobre la pista a quien la envidiaba. La rival, ni corta ni perezosa, haría lo indecible por imitarla y plagiar sus contenidos y se convertiría en líder del asunto.

Esta es Edurne, la nueva Blancanieves.

Hasta que…

¿Te animas a seguir construyendo una Blancanieves realista? ¿Cómo terminaría la historia?

Por cierto, para seguir construyendo un relato verosímil que trascienda el cuento, los personajes deben presentar aristas. Nadie es bueno buenísimo ni malo malísimo, salvo en un cuento clásico. Pero lo que te propongo es componer un cuento moderno o crear uno políticamente correcto, con su buena dosis de ironía.

Aspectos que dotan de verosimilitud a la historia

Para que la historia resulte verosímil, es decir, asumible por parte del lector, tendrás que ir al fondo del personaje. Preguntas de este tipo te ayudarán a construirlo:

  • ¿Cómo es la protagonista de esta nueva historia de Blancanieves? ¿Es decidida, reservada, ambiciosa?
  • ¿Es, además de mona físicamente, alguien que proviene de una familia muy clásica?
  • ¿Cómo describirías su aspecto físico para que el lector la compusiera en su imaginación?
  • ¿Tiene un padre exigente que sueña con incorporarla a su estudio de arquitectura para él dedicarse a otros negocios?
  • ¿Y su madre? ¿Está más interesada en su aspecto físico que en ser una buena profesora?
  • ¿Cómo ha sido la educación de la chica? ¿Tiene más hermanos o es hija única?
  • ¿De qué huye en realidad? ¿Cómo sería una rival tan fuerte que la hiciera plantearse irse a Perú en lugar de a Murcia?
  • ¿Qué tipo de vínculo tendría con ella?

Y más preguntas:

  • ¿Qué busca esta nueva bruja?
  • ¿Qué piensa la protagonista de las cosas que le pasan, de cuando le pisan el terreno?
  • ¿A qué le teme por encima de todo?
  • ¿Tiene manías, algo que no soporta? ¿Qué es?
  • ¿Quién es su confidente?
  • ¿Conseguirá encontrar lo que busca en el destino que ha elegido?
  • ¿Quién le pondrá nuevos palos en las ruedas?
  • ¿Cuál dirías que es, a fin de cuentas, el marrón interno con el que la prota tiene que lidiar?

Quizá te preguntes para qué todo esto, total, si puedes ir improvisando a medida que escribes…

Qué necesidad hay de conocer con tanto detalle a los personajes

Imagina que la prota se resigna a incorporarse al estudio de papá; que decide correr un tupido velo con la acosadora.

Podría ser. Y podría serlo si eso íntimo a lo que se enfrenta fuera la vara (simbólica, sutil) de su propio padre. El conflicto puede ser el mismo a pesar de quedarse o de los muchos kilómetros de por medio.

En todo caso, es imprescindible conocer su lucha interna (que sostendrá la intriga a lo largo de la historia). Lo que pasa fuera (el contexto) se propone para que la personalidad de la chica salga a flote —de un modo u otro— y supere lo que le pasa por dentro.

En la Blancanieves del cuento tradicional, tenemos a una joven temerosa (huye porque el cazador la apremia), una mujer imbuida de los valores propios de la época: incrustada en las tareas del hogar y de una ingenuidad pasmosa. Hasta que un señor (noble, adinerado, y, por supuesto, bello) la rescata de su estado vegetativo (al que la condujo la pura maldad ajena).

¿Y para qué la rescata el adonis? Para que siga siendo tan temerosa e ingenua como venía siendo.

Y así ya se supone que acontece lo bueno, la felicidad, la ausencia de estorbos, etc., pero esto no sale (el cuento se iría al traste).

Aparte, todo lo que debe cuidarse de esto y esto para que la cosa quede redonda.

Lo que no funciona y no es verosímil

La ausencia de lucha (fuera o dentro; fuera y dentro) se carga el relato más pintado. Toda historia debe responder, para cumplir con la premisa de la verosimilitud, a la pregunta dramática:

  • ¿Logrará la protagonista conquistar el objetivo que se propone? (Como no sepas qué se propone, vas listo. O lista).
  • ¿En qué sentido la antagonista (la acosadora) contribuye a que Blancanieves (que ahora se llama Edurne) resuelva el problema que se ha fraguado en la intimidad del hogar?

Porque es en la intimidad del hogar (o del lugar en que se socializa a la persona) donde se fraguan los problemas, los conflictos internos. El mundo exterior no es sino un escenario en el que tienen lugar las representaciones.

Lo que no sería verosímil es que Edurne acudiera a un especialista, le dijera lo que tiene que hacer, lo hiciera y… ¡santas pascuas!

Es justo lo que pasa en muchos casos reales: alguien tiene un problema, se pone en manos de un terapeuta, sigue sus indicaciones y lo resuelve.

Pero ahí no hay una historia. No la hay porque no pasa nada. Al no pasar nada, ¿qué conmovería al lector?, ¿qué interés tendría? Se interesará un familiar o un amigo y se alegrará de que Edurne haya resuelto por la vía rápida (sin sobresaltos, sin oposiciones ni trabas) su problema. Un lector, jamás.

He ahí una gran diferencia entre el mundo real y el mundo ficcional. Con independencia de que la historia sea o no realista.

¿Por qué crees que es importante la verosimilitud?

Si la historia no es verosímil, no nos leen. Es el único puente que existe para que el lector se anime a tragarse la trola que le estamos contando.

Si Blancanieves cae dormida víctima de un embrujo, el lector querrá saber si…

  • logran despertarla los siete anfitriones de tamaño menudo;
  • se le pasa el efecto del narcótico y se despierta por sí misma (y luego qué);
  • muere y continúa la historia por otros derroteros;
  • no llega un solo príncipe, sino dos que se hacen la competencia;
  • finge que está dormida para enternecer el corazón de quienes la hospedan y no dan un palo al agua, a ver si así…

Pero si no se cuenta bien, quien despierta y tira el libro bien lejos es el lector. El pacto que se había establecido (mediante el cual el primer embrujado debía ser él) se rompe.

Si Blancanieves despertara por sí misma y les cantara las cuarenta a los siete porque son unos haraganes, igual: el lector pensaría que le estás tomando el pelo. Algún nuevo enredo tendrías que urdir.

Animales o no, humanos o no, muñecos o no, lo que pasa en la ficción debe obedecer a una lógica interna. Esa es la condición de la verosimilitud.

Propina 1

Hay una excepción, un único género al que se le perdona la falta de verosimilitud: la comedia; aunque no es un perdonar gratuito. La condición, en este caso, es que haga reír.

Aparte, la política, pero esa es harina de otro costal. Tan de otro costal, que nos mantiene al margen fuera del día en que votamos. Tan de otro costal, que la ficción acabará siendo la única verdad en la que podamos confiar.

Propina 2

Imagina que se trata de una autobiografía, de un relato personal y, por tanto, realista.

Cuida los pasajes y los paisajes que selecciones para contarla. El lector tenderá a creer que todo lo que cuentes es cierto. La narración en primera persona y la peculiaridad del género así lo inducen. Pero también en este caso, solo el dominio de los recursos narrativos dotará a la historia de verosimilitud.

Todo texto biográfico contiene aspectos verdaderos y otros recreados, inventados, transformados por la memoria. La memoria tiende a ser una especie de baúl de reinvenciones. Solo que el lector no lo sabe.

Puede que te hayan pasado cosas tremendas; aun así, tendrás que someterlas al tamiz de lo literario y convertirlas en algo fluido, creíble.

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4 Comments

  • Esta entrada, como todas las anteriores, me parece verosímil y verdadera. No tengo, por tanto, nada que decir. Sin embargo, sí quería comentar algo con respecto al correo en el que nos anuncias su publicación.

    Me refiero al cuarto punto de aquellos en los que pones ejemplos de cosas que son verdad, pero no son verosímiles. La afirmación en cuestión es: «Que se gasten millones impronunciables en desviar un meteorito o en planificar la colonización de la Luna y de Marte y que no haya dinero para las pensiones no es verosímil.»

    Para empezar, no es verdad que no haya dinero para las pensiones. Esa es una falacia interesada que ha hecho circular un determinado sector de la clase política y del empresariado, pero ¿por qué no va a haber dinero para las pensiones? No es más que una partida de los presupuestos. Si fuera necesario, siempre se podría detraer de otras como Defensa, Iglesia Católica o Educación concertada, por ejemplo. La cuestión es cómo se reparte el dinero que hay (proyecto de presupuestos) y cómo se financian esos presupuestos (impuestos).

    Pero, aparte de esto, el gastar una millonada en desviar un meteorito o en planificar la colonización de la Luna y de Marte es ahora mismo una prioridad absoluta. No para Estados Unidos o el primer mundo, ni siquiera para la Ciencia, sino para la supervivencia de la Humanidad. La idea de que un meteorito pueda chocar contra la Tierra y causar nuestra extinción no es descabellada, ni inverosímil Y ahora, gracias al experimento de la sonda Dart, estamos mejor preparados para tal contingencia. Por otro lado, colonizar la Luna o Marte —como primer paso para terraformar planetas más adecuados para la vida humana— es nuestra única posibilidad de supervivencia a largo plazo. Nuestro paso por la Tierra es provisional. No nos queda mucho tiempo aquí porque, aparte de todos los problemas medioambientales (que quizá podríamos revertir si nos convenciéramos de que no es el planeta, sino nosotros, los que estamos en peligro) resulta que los recursos del planeta se agotan. No nos queda más remedio que hacer lo que cualquier especie animal: si en su hábitat se acaban los recursos, migra a otro. Nosotros tenemos que empezar —urgentemente— a buscar otros planetas habitables o susceptibles de convertirse en habitables. Y no es idea mía, que también, sino de Stephen Hawking y otros sabios como él.

    Probablemente, ya llegamos tarde. Esa idea de establecer bases en la Luna o buscar formas de hacer habitable Marte debimos ponerla en marcha hace décadas. No lo hicimos y quizá ya no nos quede tiempo. Pero, aun así, debemos intentarlo. Y, para ello, debemos dedicar ingentes cantidades de dinero. Pero sin tocar las pensiones, claro.

    • Marian Ruiz dice:

      Hola, José Ignacio:

      Claro que hay dinero para las pensiones. Solo cuestiono la falacia (es lo inverosímil). Esos mismos que la difunden decían que habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades. Tú y yo sabemos quiénes viven por encima de sus posibilidades y dilapidan a manos llenas… Me temo que no somos ni tú ni yo.

      Lo del meteorito, vale, pero no a cambio de cromos (no a cambio de quitar de otras partidas que también defienden la supervivencia en toda su expresión y extensión, puesto que de eso se trata).

      Y lo de colonizar otros planetas, desde mi punto de vista, es como ir a la universidad sin haber cursado antes primaria y bachillerato. ¿No deberíamos aprobar antes la asignatura de No Depredar? No olvidemos que cuando uno se larga se lleva consigo lo que es. Como Blancanieves-Edurne, que por más que ponga tierra y mar de por medio, se llevará lo que es. ¿Qué pretendemos hacer allí que no hayamos hecho aquí? ¿Cómo resolveremos allí conflictos que no hemos sido capaces de resolver aquí, después del puñado de siglos que llevamos enredando? Porque esto sí que es inverosímil y es a lo que estamos llegando tarde. Mientras, seguimos huyendo hacia adelante sin hacernos responsables de los destrozos y mirando para otro lado (léase a la Luna y a Marte). ¿Cuándo y cómo pensamos apagar los fuegos que tenemos activos para irnos limpios? Es inverosímil que, a día de hoy, sigamos sin una respuesta clara, contundente y eficaz.

      Por cierto, qué sorpresa encontrarte aquí.
      ¡Saludos!

    • Marian Ruiz dice:

      En efecto, José Ignacio, no es este el foro más adecuado para debatir cuestiones que rebasan lo estrictamente literario, pero mi compromiso es responderte. Estoy de acuerdo contigo en que el planeta se apañaría sin nosotros, y mucho mejor, habida cuenta de los desmanes que le hemos ocasionado. Aunque más preciso sería decir, en ese sentido que apuntas, que ‘nos hemos ocasionado’. Cierto: el planeta no nos necesita; es al revés: venimos de él, de esa naturaleza que desdeñamos tan alegremente. Ahí está nuestro cordón umbilical. Pero somos como una plaga que se acaba cargando todo lo que toca, así sea nuestro propio hábitat. Eso sí: hay mucho de todo y seguirá habiendo (buenas condiciones de vida, escenarios maravillosos, recursos de todo tipo y en abundancia) para quienes salen guapos en las fotos. Todo lo que triunfa acaba teniendo un sospechoso parecido de familia.

      ¿Estamos mejor en muchos aspectos? Sin duda, pero no todos. ¿Hay mucha gente haciendo cosas buenas? La hay. Ahora, como conjunto humano, seguimos teniendo grandes asignaturas pendientes.

      ¿Qué es lo urgente para mí? Entre mandar sondas al espacio sideral o dar de comer a la criatura que se muere desnutrida o a quienes vagan de campamento en campamento, lo tengo claro. Me pregunto por qué eso no es una prioridad clamorosamente urgente.

      De lo contrario, sobrevivir, ¿para qué? Estamos en la rueda del hámster de salvarse quien pueda y seguir mirando para otro lado. Suspenso garrafal para nuestra especie.
      Quizá tengo una postura demasiado utópica sobre cómo debería ser esto y quizá se parece a la de la felicidad, como decía Galeano, que en cuanto te acercas, ella se aleja un paso más. También decía que felicidad es el camino. Creo que, empleando un paralelismo, no hay otro modo de ‘ser humanidad’: el camino.

      Estoy segura de que vemos lo mismo desde dos lugares distintos.
      Un abrazo.

  • Hola de nuevo, Marian.

    Lo cierto es que suelo pasarme por aquí, lo que pasa es que acostumbro a ser más discreto.

    De acuerdo contigo, pero la situación me parece desesperada. Es como un paciente con cáncer de pulmón que llega al hospital tras sufrir un accidente de tráfico. El cáncer de pulmón es gravísimo, pero antes de darle el tratamiento oportuno, hay que meterlo en quirófano para reparar los cuantiosos daños producidos por el accidente.

    Y, de todas formas, yo estoy convencido de que partimos de un error de base. Un error comunicativo. Siempre decimos que hay que proteger el planeta. Y no es verdad. El planeta no va a desaparecer. Cambiará, evolucionará, pero seguirá orbitando alrededor del Sol como lo hacen Marte o Júpiter. Al que hay que proteger es al ser humano. Y para ello, hay que tratar de recuperar el equilibrio natural. No para preservar al planeta, sino para preservarnos nosotros. ¿Por qué es importante este matiz? Pues porque una enorme parte de la población, alentada por los negacionistas del cambio climático, no haría nada que pudiera beneficiar a la naturaleza (que, no lo olvidemos, no es nuestra amiga, ni la amiga de nadie, es solo un conjunto de especies que se asesinan las unas a las otras); sin embargo, quizá sí lo haría para salvar a sus hijos y sus nietos.

    Y, cambiando de tema: tengo un texto que me gustaría que revisaras. Si te parece bien, en un par de días te lo envío por correo y te cuento algún detalle.

    ¡Cuídate!

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