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Me concedo un tiempo de vacaciones para tomar impulso. Tomar impulso me suena a música, a banda sonora del XIX y a que me devolvieran a ese entonces; como una señorita victoriana cuyos días transcurren escribiendo cartas.

Vacaciones que alientan proyectos

Siendo adolescente, de hecho, las escribía; escribía cartas a un amigo cuyo interés giraba alrededor de la cría de caballos árabes; escribía a un enamorado madrileño, cuando Madrid era un derroche de escaparates y luces de colores y yo andaba enamorada de tres o cuatro que no lo incluían a él; también escribía a una señora con la que coincidí en una convalecencia y cuya dirección aún recuerdo; a mi abuela, que vivía en un pueblo de Jaén; a mis compañeras de colegio.

Vacaciones para incubar proyectos de largo aliento, para zafarnos del puro «durar por durar». Clic para tuitear

Eran cartas con sobre, sello y depositadas en un buzón amarillo. O azul. Además, escribía cosas, pensamientos, torturas íntimas, poemas… que guardaba para mí; y con gran temor de que alguien hurgara entre mis secretos. Yo solo quería cambiar el mundo, una empresa utópica que solo provocaría risas y… lástima.

Nunca sabes en qué momento se truncan esos sueños. Si es la propia prevención, si pasa algo de lo que no eres consciente. Tampoco sabes que queda un germen; y que tratará de abrirse paso y lo logrará si no te empecinas en lo contrario. Tarde o temprano, con tu consentimiento o sin él.

En mí lo ha logrado y ahora me toca cuidarlo, verlo crecer y desarrollarse. Estas vacaciones se las dedicaré íntegras.

Vacaciones para tomar impulso

Y tenía secretos a puñados…

Procesos en marcha que toman impulso cuando menos lo esperas

El tipo que inventó el ascensor debió subir muchas escaleras antes de que se le ocurriera algo semejante. Como el que inventó Twitter: seguro que hizo montones de resúmenes antes de crear la red de los… ¿ciento ochenta, doscientos treinta caracteres? Los que fueran, pero debían ser textos breves. Algunos cabos debió de atar.

Puede que todo se desarrolle así. El que hizo fuego por primera vez tampoco podía pensar en que venían de camino suculentos asados y sabrosos guisos. Parece que los procesos se toman su revancha y que, antes o después, reclaman paso franco.

Como este en el que estamos inmersos. Porque hay quien piensa que ya hemos salido, pero lo cierto es que no.

En algún momento empezamos a vivir como si no fuera a haber un mañana. Ahora no sabemos ni por dónde nos viene, pero empezó tiempo atrás. Son procesos complejos ya los de hoy, sin duda, mucho más que los de ayer.

Tengo para mí que hay formas muy distintas de hacerse mayor. Está el jubilado que arrastra sus pasos entre la cama, el sofá y las salidas breves y programadas. Es un jubilado con escaso júbilo.

Decía Hegel, con toda su racionalidad, que «nada grande se ha hecho sin pasión». Es como decir que la alegría de vivir es producto de finas y entusiasmadas hilaturas. Clic para tuitear

Y está ese otro que agarra todo aquello que pospuso mientras tuvo la vida comprometida de ocho a seis. El que curiosea, se interesa, investiga, reanima proyectos. Cambia el mundo.

Parada en seco y tiempo de vacaciones

Lo decía en ese artículo que menciono ahí arriba: somos gente de arranques. Luego nos cuesta perseverar. Pero nada que valga la pena se construye solo con un subidón, sino que ahí empieza una carrera. Y nos animamos, echamos a correr y, de pronto, como si la cosa no fuera con nosotros, paramos en seco; mirando a las musarañas, olvidados del propósito.

Parar en vacaciones para tomar impulso

Lo de menos es dónde decidas parar.

Es bueno parar para todo lo contrario: para mirar adónde estábamos yendo y asegurar el trayecto, aunque luego varíe. Rara vez son lineales los procesos.

Lo que nunca creímos que pasaría pasó y sospecho que ha llegado para quedarse. Las vacaciones pueden servirnos para ese reinicio (ahora lo llamamos reseteo), poner el contador a cero y revisarnos.

La vida online y ese tiempo de vacaciones para tomar impulso

Total, que la vida offline se ha resentido y las acciones se han trasladado a la vida online. Los asaltos no están ya tanto en la calle como en las redes y la mensajería. Y viene bien darse cuenta de todo ello y bajar el ritmo.

Quienes tenemos esta doble vida de sujetos físicos y virtuales, en la primera cuidamos de no hacer cosas que dificulten la vida en comunidad; en la segunda, de cultivar proyectos de largo aliento.

No seré una vieja de ilusiones decrecidas, sino de afectos locos y proyectos osados. Me he embarcado en algo tan estimulante como hermoso: se llama DeseografíaComo no podía ser de otro modo, tiene que ver con escribir. Aquí se abre paso la adolescente que escribía cartas a diestro y siniestro.

A mi regreso, de cara a septiembre (poco más de un mes desde que publico este artículo, que pasa volando y que ataré en corto para dilatarlo), te hablaré de él formalmente.

No seré una vieja de ilusiones decrecidas y aspiro a que tampoco lo seas tú. Aspiro a montar el paraíso aquí, en mí misma y, desde ahí, aspiraré a cambiar el mundo.

¿Te vienes? ¡Te espero en septiembre!

 

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