Vale la pena abrir un espacio para abordar los demostrativos en narrativa; y vale la pena hacerlo porque no siempre se emplean de forma adecuada. No siempre se toma en cuenta el tiempo de la acción ni el lugar en que se sitúa la voz narrativa con respecto a dos referentes: el elemento al que alude y el interlocutor al que se dirige.
El pasado es el tiempo de la narración por excelencia (el más utilizado). Es muy frecuente, por tanto, que la voz contante narre los hechos en pasado.
¿Qué importancia tienen los demostrativos en tal caso? ¿Qué ocurre con ellos?
Los demostrativos son elementos localizadores de otros elementos citados. No siempre los elementos a los que aluden «están ahí, a la verita del narrador y, por supuesto, del lector».
Los demostrativos en narrativa no deberían intercambiarse sin tomar en cuenta cómo se combinan los distintos personajes con el tiempo de la ficción. Clic para tuitearEn muchos de los textos que me toca corregir, es harto frecuente que no existan estas consideraciones. Es la razón de que hoy abra una entrada para ellos. No son errores del calado de estos, tampoco de estos otros ni de estos, pero no siempre los usos son los adecuados.
¿Qué son los demostrativos?
El DRAE dice esto en su 3.ª acepción:
«Palabra que sirve para mostrar o señalar un referente en el contexto lingüístico o extralingüístico». Y añade: «Los demostrativos son elementos deícticos».
Los deícticos son palabras que sirven para mostrar (aprovecho para recomendarte esta entrada que habla de mostrar) o señalar algo que no admite dudas. Son partículas lingüísticas que aluden a cierta persona, lugar, tiempo o expresión que ambos hablantes (emisor y receptor) conocen.
Nosotros hemos venido aquí y ese, ahora, se ha quedado allí.
Cuando dices ahora, allí, ese, aquí, nosotros en una frase de ese tipo (tus interlocutores conocen el contexto), estás empleando deícticos.
Dicho de otro modo: son elementos que se deslizan en actos de comunicación, típicos de cualquier conversación real o ficticia (como las de los contextos narrativos).
Retrocedo un pelín:
Recordarás que los adjetivos demostrativos son palabras que empleamos para señalar algo: personas, cosas, lugares.
Este niño se parece a su padre.
Esa manzana no tiene buen aspecto.
Aquel libro es muy didáctico.
Este, aquel y esa permiten a nuestro interlocutor saber a qué distancia se encuentran este niño, esa manzana y aquel libro.
Los demostrativos en narrativa
Cuando escribes cuento, novela o ensayo estableces igualmente vínculos con personas: por un lado, entre la voz narrativa y los personajes, y entre los mismos personajes; por otro, entre la narración y el lector.
También ahí debes tener en cuenta dónde queda situado ese narrador, a qué distancia de los hechos que relata. Y a qué distancia se sitúa el lector.
¿Por qué?
Porque tanto lugares como objetos y personas a los que se alude tienen sus propias coordenadas espaciales en el contexto ficcional. Son referencias trasladadas a esa realidad paralela.
Responden a la pregunta «¿cuánto de lejos está?». Son los encargados de dar esta información. Y la información será distinta en función de distintos factores:
- la distancia a la que se encuentre y que la determina el tiempo narrativo;
- la posición que ocupe ese elemento respecto de algo o alguien;
- el marco temporal de los interlocutores (personajes, lector).
Algunos ejemplos (fáciles) de un pasaje narrativo
Se encuentran dos personajes. Uno tiene dificultades para avanzar en medio de un lodazal; el otro, más alto y, por lo mismo, con mayor zancada, está frente a él, a unos metros de distancia:
—Puedes poner esa otra piedra —dice apuntando con un dedo— seguida de esta —la mano se mueve— y pasarás sin problema.
Es obvio que ambos comparten contexto y parece claro que esa (piedra) está más alejada que esta.
El segundo personaje, que no ha hablado aún, responde:
—¡Ah!, si me quedara algo de aquella agilidad de mi juventud…
Sin duda, aquella está bastante más distante que esta y esa.
También, puesto que ambos personajes comparten contexto, el diálogo podría haberse dado en estos términos:
—Puedes poner esta —dice apuntando con un dedo— seguida de esa —la mano se mueve— y pasarás sin problema.
Y no sería necesario mencionar piedra. Se da una anáfora de sentido, es decir: los dos elementos comparten un vínculo (el hecho de ser lo que son).
El segundo personaje replica:
—Ojalá fuera Forzudo, ya sabes, aquel personaje de bíceps tan tremendos. Tendrás que ayudarme; mi fuerza, ya, tampoco es aquella.
Parece claro que tanto Forzudo como la fuerza a la que alude pertenecen a un tiempo pretérito. También en este caso se da una anáfora de sentido: no se menciona Forzudo con la misma palabra, sino como aquel personaje (hiperónimo)*.
Nadie se pierde. Hasta aquí, sin problema.
Un ejemplo controvertido del mismo pasaje narrativo
Pongámonos en otra tesitura: hay una voz que narra el encuentro del apartado anterior.
El aire huele a madera húmeda y el musgo trepa por los troncos nervudos. Un gran charco obliga a detenerse a dos hombres que caminan juntos. El joven, un par de palmos más alto que su compañero, sube a un pequeño promontorio y, al poco, vuelve con una gran piedra entre manos. La lanza al medio del barrizal y, en dos zancadas, se sitúa del otro lado. El viejo queda paralizado, calculando alguna otra posibilidad de atravesar el fangal mientras recuerda a *ese tipo de los buenos bíceps llamado Forzudo.
¿Qué cabe decir aquí? Dos cosas:
- La voz narrativa es del tipo omnisciente, una voz que narra los hechos sin involucrarse.
- *Ese [tipo de los buenos bíceps] está en la cabeza de un personaje, pero pertenece a un tiempo que el lector desconoce (o, en el mejor de los casos, que no se encuentra cerca de él ni del que ha sido informado). El viejo tiene memoria de películas de cuando los forzudos eran personajes centrales en los circos. El lector… no tiene por qué.
Si dice ese, hay que presumir que tanto narrador como lector saben de quién se habla. Y significa también que dicho elemento se encuentra relativamente próximo. Podría ser el caso si se lo hubiera mencionado antes.
Para este ejemplo quiero suponer que no (que no se ha aludido a él), luego más acertado habría sido decir: «mientras recuerda a aquel tipo de los buenos bíceps llamado Forzudo».
Nuevo demostrativo (a debate) en ese pasaje narrativo
La voz omnisciente relata las vicisitudes de los dos compañeros, aunque ahora lo hace en pasado:
El joven movió la cabeza, soltó la mochila y dio una nueva zancada en sentido contrario. Volvió a trepar, repitió la operación y colocó una nueva piedra que aliviaba la distancia entre la primera y el borde del charco. *Esta misma tarde, de no haber sido por la voluntad de ambos, no habrían culminado la etapa.
Al decir *esta, el narrador informa al lector, como si también estuviera presente en el instante de la acción. Pero esta habría sido congruente en un diálogo entre ambos personajes. Por ejemplo, si uno le dijera al otro:
—Si no llegamos a echarle huevos, no habríamos llegado esta tarde —le dijo el viejo a su amigo.
Ahí valdría decir esta, aunque los hechos queden lejos del lector, porque el tiempo del diálogo es presente. Ambos personajes se encuentran en él.
También se habría podido decir esa o aquella dependiendo de cuánto tiempo hubiera transcurrido desde que sucediera la peripecia con respecto a los dos interesados.
Hay que tener en cuenta dónde se sitúa la voz narrativa con respecto a la historia (¿es un personaje invitado?, ¿la cuenta sin involucrarse?, ¿lo hace en primera persona?, ¿a quién se dirige?).
Otros demostrativos en esa narrativa
Echo mano de ese mismo pasaje para añadir que los demostrativos en narrativa no funcionan siempre como debieran.
Los demostrativos responden a la necesidad de que el lector localice algo o a alguien. Puesto que es así, interesa informar con antelación sobre la cosa o persona de que se trata.
El joven se quitó la camisa, la puso bajo el chorro, la retorció, la sacudió y la tendió sobre unos matorrales. Lo hizo con esa misma destreza que toda ama de casa exhibe. Se tomó su tiempo para llevar a cabo la tarea. Después, se restregó el cuello, dejó que el agua le corriera por la cabeza y el cuello y se echó a dormir. Esta era, en realidad, la única opción que tenía de llegar a la aldea y enfrentarse a su madre sin que ningún rastro de sangre o de cansancio lo delatara.
Aquí, con esa, el narrador ayuda a traer a la memoria del lector un determinado modo de hacer que le resulta familiar: la destreza que toda ama de casa exhibe.
Y añade esta [era la única opción que tenía de llegar a la aldea y enfrentarse a su madre sin que ningún rastro de sangre o de cansancio lo delatara]. No dice aquella, cuando bien podría haberlo hecho. ¿Por qué?
La razón es que con esta acerca al lector e introduce un factor de complicidad.
El uso de aquella no habría involucrado de igual modo a quien lee, aunque habría sido igualmente válido.
Demostrativos en narrativa: un último ejemplo
Avanzamos en el relato y tenemos al joven protagonista, tiempo después, en la taberna de la aldea. Sostiene una jarra de cerveza en la mano.
—Caía la tarde cuando mis pasos me trajeron de vuelta. Yo solo ansiaba ver de nuevo a mi viejo amigo, perdido por aquellos caminos de Satanás, de donde solo la Providencia pudo haberlo devuelto.
Los lugareños conocen bien los caminos a los que se refiere, pero el protagonista no emplea estos ni esos. Al parecer, le conviene la distancia para que su subjetividad destaque.
Una voz se alzó desde la penumbra de la cantina:
—Te reconozco. Yo te vi bregar en ese arroyo. Bajaba el agua teñida de rojo cuando me acerqué a aliviar a mi caballo.
La cercanía entre ambos es evidente. También aquí resulta involucrado el lector, para quien, de otro modo, el arroyo quedaría lejos y no sería ese, sino aquel.
Propina 1
Si tomamos en cuenta la función que hacen estos demostrativos, vemos lo siguiente: dejan de ser sujetos u objetos en una oración (la propia de los pronombres) para pasar a cumplir una función adverbial.
Y si acompañan a un sustantivo (esta taza, esa carpeta, aquella vereda), reciben el nombre de determinantes demostrativos.
Propina 2
Cuando el narrador emplea un tiempo presente, se sitúa muy próximo a su lector y cuadran los empleos de este o ese.
Aun así, conviene asegurarse de que es tal la intención (la de dirigirse al lector). De lo contrario, vale más mantener la congruencia con el tiempo de la narración.
*Hiperónimo es un término que engloba a otros de su misma especie (de sus mismos rasgos semánticos).
Ave, por ejemplo, es hiperónimo de águila, halcón, cuervo, cacatúa, lechuza, golondrina…
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