A veces, me preguntas cómo transmitir emociones al escribir; cómo hacer para que quien te lee se conmueva, pegue un respingo o se le caiga la babilla.

Primero ha hecho el pino puente y luego se ha subido ahí, pero se ha olvidado por completo del para qué y las palabras han tomado las de Villadiego. La transmisión de emociones se ha quedado a medio camino.
Bueno, pues, de entrada, toma nota:
No intentar transmitir emociones
Tienes que involucrarte, pero no con el otro. Puedes escribir la palabra emoción una y mil veces y escribir lágrimas y bombeos de corazón y contar que tal personaje se daba golpes de pecho. No sirve.
—¡Hombre! O sea, que vamos a hablar de cómo transmitir emociones y empiezas diciendo que mejor no.
—Es que antes tienes que conectar.
—¿El qué?
—Tú contigo.
Escribir de todo corazón y sin caer en cursilerías
Te viene una escena a la cabeza y la subrayas; ahí mismo, en tu cabeza. Tienes la escena nítida, tan verdadera como la uña que te muerdes. Tienes que escribirla porque es… la leche de buena.
La transmisión de emociones empieza por ver qué hay dentro de casa; es como decir que empieza por ver cómo sientes tú. Share on XRecuérdalo: va de recordar cómo te alborotas tú y ante qué cosas.

Esta acaba de leer tu texto y ¡mira! Está transida de emoción. ¡Lo lograste!
La uña que te muerdes es concreta, el remate perfecto de tus dedos y un recurso (inútil) frente a la ansiedad. La pantalla del ordenador te mira insolente y el cursor cuenta los segundos sin que atines por dónde atacar. Emocionar, emocionar…
Escribes, por ejemplo:
Todo empezaba una fría tarde de duro invierno con el tenue resplandor de una vela iluminando apenas la oscura estancia.
Algo no funciona y lo intuyes, pero no sabes qué es. No importa. Sigue escribiendo. Te guía el corazón, las palabras palpitan, la música suena tenue en tu oído. O en tu cabeza. O en el ordenador. Da igual: la música suena. La vida se recrea a través de ti.
Escribe incluso cursilerías. Ya vendrá otro momento en que desnudes el texto.
Y, seguido, escribes:
La ciudad en la que viví cuando era niña aún tenía descampados en los que podíamos jugar al aire libre. Recuerdo el día en que llegamos, cada uno con una maleta y varias bolsas a cuestas. Llovía. Yo llevaba los zapatos sucios y las salpicaduras me subían pantorrilla arriba por encima de los calcetines.
Aléjate de la pretensión de hacer frases. Y de ser original.
Tres claves para transmitir emociones al escribir
Te ves justo en ese momento en que quieres teclear algo así como grandioso o estremecedor o profundo. No te sale.
Normal: no funciona así.
—Ya. Pero yo quería emocionar al lector.
—Vale. Puedo entenderlo.
—Menos mal…
—Ahora, abandona esa idea.
Insistes en que querías estrechar la distancia entre tú y él. Pero te faltan palabras para ir hacia adentro. Y te faltan porque tienes que encontrar las que van hacia tus propios adentros.
No son palabras engoladas, ni domingueras, ni rebuscadas las que describen los nudos en la garganta ni los encogimientos de estómago. Un nudo es un nudo y un encogimiento…, eso mismo. Hay mucha cosa romántica alrededor de la escritura; casi tanta como alrededor del amor.
Pero hay rutas; hay, cuando menos, tres posibles rutas:
- Tirar de palabras que no se escriben.
- Ir a los detalles.
- Observarse.
Transmitir emociones al escribir tirando de palabras que no se escriben
Un lector inteligente disfruta leyendo entre líneas, es decir, goza con todo ese nivel subterráneo de lo no explicitado. Y es así porque es él quien termina rellenando los huecos.
La amaba. Solo aborrecía que le hiciera limpiar lo limpio, recoger la mesa y hacer la cama. ¡Oh, la cama!, con los miles de capas, tantas como las de un hojaldre; ganas le daban de tirar algunas ventana abajo. A Patricia la disculpaba porque tenía que estudiar. Era la guapa, la lista, la perfecta. Le fastidiaba tener que admitir que entre su hermana y ella había toda esa distancia. Los días que estaba más nerviosa soñaba que se morían las dos y la dejaban sola. Y le embargaba una pena muy grande y aquellos días no le importaban tanto los miles de capas de la cama.

No hace falta salir de casa para conectar con las propias emociones y aprender a transmitirlas.
La voz narradora se ha trasladado a los diez años de la niña. ¿Odiar a mamá porque les daba un trato distinto a las dos hijas?
Un lector inteligente advertirá —por el relato de las cosas que aborrecía la cría o sobre las que tenía su propia opinión— que si amaba a la madre, desde luego no la odiaba menos; aunque ella no fuera capaz de admitirlo ni admitírselo.
Y se dice con palabras que no están escritas.
Adentrarse en los detalles para transmitir emociones al escribir
Mira, sirviéndonos de la descripción anterior, podemos tirar de detalles y ahondamiento. Hay que plantarse delante de la pantalla, adentrarse en la escena y esperar que la visualización aparezca. Entonces, escribir, por ejemplo:
Solo aborrecía que le hiciera limpiar lo limpio, recoger la mesa, hacer la cama. «No quiero ver ni una mota». Y le mostraba el índice que había restregado por la superficie de la estantería. Pero en el índice de su madre no había ni rastro de polvo; solo una uña pintada de rojo carmesí. Luego los platos, los vasos, los cubiertos, el salero, el cestillo del pan, las migas, el mantel. Patricia no; Patricia tenía que estudiar. Tampoco su padre decía nada. Lo peor era la cama: capas y más capas que debían quedar tiesas como las páginas de un libro. Tenía que ser buena y era mala. Esa noche, cuando apagase la linterna y candase su diario, bajaría a los infiernos en busca de su merecido: su familia se consumía entre llamas y gritos espeluznantes mientras ella se quedaba sola, como un perrillo abandonado.
Por si quieres echar un ojo a qué es eso de mejorar el estilo literario.
Ay, perdón; antes, este otro enlace.
Observarse es una excelente vía de transmisión de emociones al escribir
Se me hace que es muy difícil escribir sin haber tenido experiencias. Y es muy difícil armar las tramas que componen una vida si uno nunca se tomó a sí mismo como materia de estudio.
La pretensión de deslumbrar solo consigue lectores con una ceja levantada. Son lectores que, en cuanto la bajan, salen huyendo. Porque si algo espera un lector, es saber más de sí mismo y del mundo en que le ha tocado vivir; y es lo que aguarda con tu libro en las manos.
No lograrás transmitir emociones quedándote en la superficie
En efecto, sin entrenamiento en aplicar el escalpelo a la propia entraña ni manejar la paleta de sentimientos y contradicciones en las que uno incurre como humano, no hay modo de transmitir emociones. Se escribirá, pero con un resultado plano, frío, aburrido.

Se trata de conectar toda la belleza de la superficie con la belleza de lo que se oculta: así se transmiten emociones.
En la superficie no se ve la riqueza que contiene el mar. Pero es el camino para llegar a lo que se oculta.
Ten en cuenta que los actores tiran de emociones propias para representar las de sus personajes. Puedes hacer igual. Te han pasado cosas; has vivido. ¿Tomaste nota? De eso va.
Escribes:
Era una fría tarde de duro invierno cuando el tenue resplandor de la vela iluminaba apenas la oscura estancia. Acababa de llegar a París; atrás quedaba todo. París representaba mi nuevo yo.
Supón que luego cuentas que vas a este sitio y al otro; y, más adelante, que conoces a X y te enamoras; y luego X conoce a B; y X y B se enredan y, tiempo después, se separan. Y cuentas que los tuyos te quisieron mucho y que tú querías ver mundo. Y ya.
Pero no cuentas nada de cómo todo eso te impactó; no mencionas cómo lo anterior te hizo pensar en que tal vez París era la solución para ti.
Te confesaré algo: podrá darme mucha envidia tu viaje por lo largo y ancho de París y hasta del mundo entero. Pero no me emocionará.
Para transmitir emociones al escribir, ve hacia dentro
Tendemos a adormecernos, aunque, si hay suerte, cada tanto aprieta algo en el zapato que nos fuerza a parar. Después de un rato de queja, consideremos la posibilidad de que es la fortuna quien llama a la puerta; la bendita fortuna que nos activa y nos fuerza en su rol de demonio.
Lo de la tarde del duro invierno lo has escrito de corrido, tal cual te lo ofrecieron las musas. Ahora ve más hacia dentro.
Continúas:
Tenía dieciocho años y odiaba a todo el mundo. Odiaba a mi madre, no tanto a mi padre, aunque… dejémoslo ahí. Aborrecía a mi hermana. No; no es verdad. No tenía una hermana. Tampoco odiaba a todo el mundo. Adoraba al canalla de Jorge, que no me hacía ni puñetero caso, aunque echaba horas en arreglarme para él. A Jorge le molaba mi hermana; y entonces, sí, también lo odiaba a él. Odiaba a todo el mundo.
Y sigues:
No fui una niña feliz, pero nadie lo notó. Y repetiría mi niñez. Aprendí latín gracias al desprecio de mi madre, a la indiferencia de mi padre y a la chulería de mi hermana. Me convertí en la observadora que soy y me proporcionó el manejo fino que tengo con el lenguaje. La literatura se me cruzó como alternativa al suicidio. Me hice la mujer fuerte que soy ahora.
Cuenta qué hay y por qué a esa hora está ocurriendo eso. La literatura te brinda un montón de posibilidades.
Propina 1
Cuida los adjetivos, los detalles, la ambientación y no sobrecargues nada; que cada cosa que añadas, sume. Cuéntalo todo de manera que le ayude a tu lector a ver el porqué de tal o cual sentimiento del personaje; o tuyo, si escribes una autobiografía, una biografía o una deseografía y decides tomarte como protagonista real o fingida.
Hablando de adjetivos: metámosle tijera a ese pequeño párrafo que habíamos escrito sin juicio y sin freno (como hay que hacerlo). El momento de la tijera es posterior. Ese patrón de adjetivo + sustantivo (duro invierno, tenue resplandor, oscura estancia) es crimen de lesa literatura: arroja un párrafo con exceso de azúcar y produce diabetes literaria:
Era una fría tarde de duro invierno. cuando e El tenue resplandor de la vela iluminaba apenas la oscura a duras penas la estancia. Acababa de llegar a París; atrás quedaba todo. París representaba mi nuevo yo.
No se trata de abarrotar de adjetivos el texto ni de marear la perdiz repitiendo ideas. Alíate con la concisión.
Propina 2
Antes de escribir una escena, toma boli y papel. Anota para qué te sirve esa escena, qué pasaría si no la incluyeras, qué se te quedaría por contar. O por qué beneficia al conjunto de la novela.
La ansiedad, la incertidumbre, el desaliento, las dudas, los sobresaltos, las contradicciones, la envidia; el mundo de afuera y el mundo de adentro; el vértigo de una vida descontrolada; la sensación de impotencia, de vacío, de soledad, de supervivencia; la baja autoestima, la sensación de abandono; la satisfacción de superarse pese a todo. Búscate adjetivos y términos que describan ese tipo de situaciones. Es un ejercicio fantástico.
Propina 3
Lee. Mira cómo cuentan otros sus sentimientos. Así, a bote pronto, se me ocurren Begoña Huertas, Rosa Montero, Delphine de Vigan, Isabel Allende, Alice Munro, Wisława Szymborska, Anna Gavalda, Almudena Grandes, Elvira Lindo.
Lee a C.S. Lewis en Una pena en observación; y lee Niños de tiza, de David Torres; también Tierra de campos, de David Trueba, y Ordesa, de Manuel Vilas. Lee libros que narren lo que pasa por fuera y se adentren en cómo impacta por dentro.
¡Y cuéntamelo! ¿Te identificaste con alguna de las lecturas? Oh… ¡Me encantará saberlo!
![]() |
Imposible decirlo mejor, Marian. Gracias por este delicioso artículo. Un saludo, Javier.
Muchas gracias, Javier. Después de todo, se trata de que no se nos vaya de las manos la cometa, que siempre estamos «a un tris» de que se nos vuele. Las emociones son muy tentadoras.
Un abrazo.
Marian gracias, por esta clase magistral, intentare aplicarme el cuento.
Un saludo.
Vamos afinando en sensibilidad a medida que leemos cosas que nos impactan y si ponemos atención en cómo están escritas; qué cuentan, cómo lo cuentan y por qué nos mueven.
Suerte con tus aplicaciones.
Y saludos muy cordiales, Ángel.
Interesante tema,este es el primer párrafo de mi novela Palestina Sangriento. Auxilio!, ¡socorro! ¡Ayúdenme!, ¡No encuentro a mi padre! ¡Dónde estás mamá! ¡Mis hijos no se los lleven! ¡Corran, corran, huyan, escóndanse! ¡No, mi rancho no me lo quemen, es todo lo que tengo! ¡No se lleven a mi esposo! Eran los gritos que se escuchaban en las aldeas campesinas, que habían sido atacadas por la noche o en horas de la madrugada por el ejército, eran niños, mujeres, ancianos, suplicando ayuda para encontrar a sus parientes en medio de la masacre. Cuerpos mutilados, sangre por todos lados, todo era confusión y caos, gritos de dolor, llanto y desesperación. Así iniciaba el calvario de la aldea o el caserío que había sido tomado por los cuerpos castrenses. Eran las campañas militares.siento que tiene toda la emoción necesaria para enganchar al lector, ¿Qué opinan? Un fuerte abrazo desde Guatemala.
Hola, Ángel:
El párrafo que traes habría que valorarlo en conjunto, pero ten en cuenta que un texto emotivo no necesariamente tiene que pertenecer a un momento de máxima tensión. Mira este párrafo, por ejemplo: «Cuando los dedos de Nick la tocaron, cuando sintieron su tacto terso y frío bajo el agua, desapareció, desapareció como una sombra por el fondo del río». No tiene exclamaciones y son un conjunto de palabras sencillas. Pertenece a la novela de Hemingway ‘El gran río Two-Hearted’. ¿Emociona? Emociona dentro de un contexto. Importa lo que hay delante y lo que hay detrás. Quiero decir que no es que, de pronto, un párrafo determinado emociona, sino que lo hace según el pulso que se le va imprimiendo al conjunto.
En todo caso, te felicito. Escribir es un trabajo muy exigente.
Un abrazo desde Madrid.