Vengo a contarte cómo nace un proyecto personal; no cualquier proyecto, sino ese en el que te juegas algo íntimo. Veamos de dónde partes para asumir un compromiso que demandará de ti tremendo esfuerzo y supondrá, en muchas ocasiones, un salto al vacío.
Permite que haga una reflexión que igual te parece traída por los pelos. A esta cabra le gusta relacionarlo todo.
Decir «proyecto personal» es como decir «tú, convertido en proyecto». Tú, como núcleo y como un complemento insustituible de un sintagma que eres tú. Share on XUn proyecto personal no nace separado de quien eres. Tenemos una marcada tendencia a hacer compartimentos estancos para comprender algo (muchas cosas distintas) en profundidad. No es malo, sino todo lo contrario; malo es que, a menudo, se nos olvida ensamblar los trozos.

«No será que me he perdido…».
A ver si esta vez lo conseguimos, porque cuántas veces nos quedamos con ellos (con los trozos) en la mano y sin saber qué hacer.
Distintos proyectos personales
No todos los proyectos personales son iguales, conviene anticiparlo. Dicho de otro modo: los riesgos que cada uno se juega con un proyecto personal son distintos.
No es igual la construcción de un puzle de cinco mil piezas que la escritura de una novela. Ambos demandan una buena inversión de tiempo, aunque es en lo único que se parecen. Tampoco es lo mismo un cambio de profesión que mantenerse en una alimentación saludable. Ni es lo mismo enfocarse en cuidar el cuerpo que en un propósito social o medioambiental.
Sin embargo, hay algo común a todos ellos y es esto:
- todos tiran de uno;
- todos demandan ganas y
- exigen sostenerse en plazos medios o largos.
Pongamos que se trata de escribir, pero vayamos por partes, que tenemos al amigo Jack arrumbado en la esquina y pide pan.
Un proyecto personal que nace a partir de un problema
Los escenarios son diversos y las formas de iniciar proyectos personales no siempre son tan personales como podríamos pensar.
Puedes haber cazado una idea al vuelo. Si eres una persona ambiciosa, no necesitarás mucho más: te lanzarás a probar; tanto si se trata de una novela como si se trata de una saga (ya hablaremos de las sagas). O de cualquier otro desafío.
De hecho, puede que el escenario sea bien distinto y te hayas quedado sin trabajo: ¿cómo seguir sacándote las castañas del fuego?

—¿Escribir una novela? ¡Huy, esto lo tengo yo en un par de días…! Se me salen las ideas hasta por las orejas.
Como digo, hay quien se aventura sin pensárselo dos veces. Y hay también quien se queda detenido, como si la tarea le exigiese un plus del que carece. Puede que así sea si nunca se vio enfrentado a ello.
En ambos casos, lo que operan son rasgos de personalidad.
«¿Son inamovibles los rasgos de personalidad, aquello de “soy así y nunca cambiaré”?».
Ni mucho menos. Mientras estés vivo, la posibilidad de cambiar siempre aguarda.
«¿Qué me hace falta?».
Motivación, razones de peso, presiones internas que empujan. Todo eso es inspirador, un motor que impulsa.
Las presiones externas son menos inspiradoras. Te empujan, pero se parecen a espolear a un caballo cuyas condiciones no son óptimas; salvo que acaben sumándose las otras.
Pero deja que las rastreemos.
Un proyecto personal que nace inducido por otros
No siempre eres tú quien decide tirarse a la piscina, insisto. A veces son otros quienes te empujan; otros quienes te presionan o te crean determinadas obligaciones que asumes como propias. Puedes estar atravesando un momento vulnerable y cedes a los cantos de sirena del equipo.
Cedes, y puesto que cedes, te toca asumir tu cuota de responsabilidad. No vale decir «es que otros me empujaron». Si consientes, admite que el camino será largo y tendrá reveses; que será en esos momentos cuando más se te exigirá un pulso firme:
- Crees en la idea, es decir, tienes claros el porqué, el para qué y el para quién.
- Te barruntas que no será un camino de rosas y que demandará lo mejor de ti.
- Confías en tus colegas, tanto en sus capacidades como en sus formas de ser, y te ves compatible con ellos.
- Encajas de antemano que cometeréis errores.
- Entiendes también que no hay otro camino de aprendizaje.
Decíamos que podía tratarse de escribir; a fin de cuentas, es de lo que hablamos aquí.
Cómo nace un proyecto personal de escritura
Un proyecto de escritura tiene sus particularidades. La primera es que escribir se hace en solitario. «En solitario» significa que no tratas con proveedores ni con clientes (lo de los clientes tendrá, si acaso, un momento futuro).
Cuando escribes, cada decisión, cada acierto y cada desacierto te pertenecen. Fíjate qué bonito: tu imaginación te hace especial porque hace que tomes ciertas decisiones muy concretas. Tu voz te hace especial porque imprime una cadencia determinada a tus palabras, una manera propia.
Las diferencias que puedas tener con otros son lo que te hace especial. (Pulirlas es otro asunto).
Y, claro, negociar todo eso es difícil. En tu imaginación hay fuerzas autónomas que no siempre te hacen caso. Como cuando te pones a escribir y un personaje se te planta y te dice: «Tienes razón, es un hijo de puta, pero me fascina ese aire de autoridad. No pienso largarme de ahí».
O cuando tienes una frase cañón. Imagina que lo siguiente es «negociarla» y que tu partenaire te dice que nones. Te pones giratoria. Es tuya y es… ¡buenísima!
Houston, we have a problem!
Un proyecto personal de escritura a varias manos: ventajas e inconvenientes
Si escribir es un acto solitario, escribir a coro tiene mucho de charlas y de cervezas o de tés de jengibre (depende de la edad de los socios).
Se parece más al proceso de alumbrar un guion para una serie televisiva. Lo que resulta es producto no del genio de alguien, sino de una labor coral entre personas y propuestas. El trámite es, más o menos, así:
- los guionistas debaten y vuelven a debatir cada escena;
- una vez que las han escrito, valoran ajustes, cambios, pormenores;
- quien coordina vuelve a proponer cambios, mejoras, sugerencias;
- ajustes a tenor de ello y discusiones hasta lograr la conformidad de todos;
- se determinan los pasos en un documento breve;
- se revisan para evaluar la coherencia de conjunto (nuevas discusiones);
- desarrollo de escaleta para ordenar los pasos;
- reescritura detallada que vuelve a pasar por el ojo crítico del coordinador;
- discusión acerca del ritmo, del tono de los personajes, de los detalles;
- nueva escritura del guion.
Y, por fin, la búsqueda de la uniformidad entre las voces: tiene que parecer escrito no por un equipo, sino por el genio de alguien cuyo estilo es el decantado de todo ese ir y venir.
Ventajas de pasar de un proyecto personal a un proyecto compartido
Hace unos años tuve un blog compartido, pero no escribíamos a cuatro manos. Cada una se ocupaba de sus artículos y a cada una le agradaba lo que escribía la otra.

—Hey, ¿cómo es que no nos encontramos antes?
Luego el SEO vino a poner una pica en Flandes (léase en medio de nuestro modus operandi) y se acabó la historia.
Pero he probado lo de escribir a cuatro manos en alguna ocasión y estas son mis conclusiones:
- Las ideas fluyen como saltos de agua verticales y se derraman como afluentes.
- Te sientes formando parte de algo que suma y que es más grande que tú.
- Tienes en quien apoyarte, así que la soledad no pincha.
- Se da una suerte de complicidad muy rica. Es como debe sentirse una moneda con sus dos e indisolubles caras.
Desventajas de pasar de un proyecto personal a un proyecto compartido
Cuando no sale, conviene analizar por qué. El acuerdo ha podido darse por una simpatía previa, aunque echarse al tajo es otra cosa. Ahí es donde se ven las auténticas dimensiones de los respectivos egos. Puede pasar de todo:
- Los gallos, que no eran de pelea, se transforman… y pelean.
- Sientes que de ahí no puede salir algo bueno (bueno era lo tuyo).
- La complicidad duró lo que duran dos cubitos en un whisky on the rocks.
- Te buscas fuera otro apoyo-confidente.
De primeras, no hay sangre, pero de últimas hasta podría haberla (metafóricamente hablando). Mira lo que dice Gabriella Campbell, que tiene buena práctica en este asunto.
Cómo nace un proyecto personal que valga la pena
No tendrás un problema al escribir en tándem si te conoces un poco. Dicho de un modo más preciso: si sabes manejar las inclinaciones salvajes de tu ego.
Un proyecto personal que valga la pena nace cuando hay una motivación que despeja lo que se interponga. Eso pasa cuando algo de lo íntimo se juega. Todos los esfuerzos (y no pocos sacrificios) se alinean para remar hasta dar con la orilla; o sea, hasta lograr el objetivo o hasta descubrir que tenía un recorrido finito y que la cuerda no daba más de sí.
Escribir es un camino arduo. Si no estás dispuesto a dejarte la piel, puede que no llegues a culminar un proyecto (un cuento, una novela, un ensayo; no hablamos de publicarlo, que es otro tema). Hay días en que todo va como la seda y días en que se te atraganta la papilla.

«A ver si a mano…». (Ahí tienes a uno dejándose la piel y quemando bolígrafos).
Aun así, la cosa va de seguir, de ser capaz de resistir ciertas presiones (tuyas) dirigidas a que abandones. La cosa va de seguir automotivándote.
¿Y cómo se hace eso?
Siendo optimista. Y me preguntarás qué quiero decir con optimista y cómo detectar si tú lo eres. Ahí va la receta. Lo eres si…
- no te vienes abajo a la primera de cambio,
- adoptas un compromiso contigo mismo y lo sostienes en el tiempo,
- te sientes moderadamente satisfecho,
- tienes autonomía para tomar decisiones,
- conoces tus propios límites,
- cuentas con estrategias para los momentos de desánimo,
- te sabes capaz de afrontar el desafío que te propusiste y de ir hasta el final.
Lo ideal a la hora de identificar ese proyecto personal
Si eres más feliz escribiendo que no haciéndolo, si te viene pasando desde siempre o si lo has descubierto recientemente, no busques más: es lo tuyo. Pero tenlo presente: te cuestionarás aspectos de principio a fin. Y será normal.
«¿De principio a fin?».
Tal cual. Solo a medida que transitas el proyecto vas cayendo en la cuenta de aspectos. Solo entonces reconoces mejor lo que necesita tu novela, lo que quieres transmitir.
Puede que te ocurra, incluso, cuando hayas terminado de poner la palabra fin. Te cuestionarás cosas como estas:
- Tipo de narrador o narradores.
- Punto de vista (uno o varios).
- Estructura, planificación del orden de los hechos, las escenas, los capítulos.
- Perfil de los personajes. ¿Todos son necesarios? ¿Y es necesario que sean como los abocetaste? ¿No te ha quedado ese un poco inútil o títere o satélite o cliché o florero? ¿Ayuda así al desarrollo de la historia?
Pero como es lo tuyo, aunque te desmotives, te empeñas y sigues probando y dándole vueltas. Buscarás la forma de que esa novela (o ese «lo que sea») tire para adelante. Descubrirás, de paso, algo importante: ese «lo que sea» tira de ti.
Propina 1
Piensa en qué cosas te llaman la atención. Adónde se te va la mano. A quién envidias.
Son tres balizas que te señalan si ese proyecto personal es, de veras, personal, íntimo. Tuyo.
Una recomendación que te hago y me pongo muy seria: dedícate y dedícale tiempo a ese proyecto, a esa novela, a ese «lo que sea». La ganancia personal es tremenda.
Propina 2
Identifica inconvenientes y distractores porque los tendrás y te tocará gestionarlos. Anticípate. Recuerda que tendrás recaídas y te necesitarás —sí, a ti— más que nunca.
Mira a ver si ese proyecto personal incluye la búsqueda de algo que tenga que ver con tu propia evolución; con aquello que le aporta sentido y razón de ser a tu vida. Hará que te mantengas firme.
Esto que parece un artículo de autoayuda ayuda. Atrévete a hacerlo y dime si no es así.
Propina 3
Los psicólogos, que son los que saben de estos vaivenes, emplean una técnica llamada «desensibilización sistemática y visualización». Sirve para verte en un futuro, para ver cómo quieres estar, qué pretendes conseguir. Puedes curiosearla en Google. O puedes ponerte a escribir una deseografía. Te ayudo. Es apasionante.
¿Por qué te animo? Por esto que te decía al principio: un proyecto personal no nace separado de quien eres. Porque hay un momento en que los compartimentos estancos de tu memoria deberían aliarse para comprender algo en profundidad. Y ese algo eres tú.
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