O escritora. Así lo creo: si escribes, eres escritor o escritora, aunque haré algunas precisiones que son las que inspiran este artículo. Vaya por delante que escribir, en cualquier caso, lo asimilo a cualquier otro devenir: un bebé no es menos humano ni menos persona que sus progenitores.
Todo es cuestión de etapas o de fases.
¿Cuándo pasas de ser alguien que escribe a ser escritor?
Francamente: no tengo ni idea. Hay mucha gente que escribe cosas: desahogos puntuales, diarios, cartas, poemas de amor, creaciones en talleres literarios, creaciones por encargo, artículos en blogs. No parece que sea igual a lo que hacen Elvira Lindo, Rosa Montero, Muñoz Molina o Pérez-Reverte.
Escribes, pero llamarte a ti mismo 'escritor' te parece excesivo. ¿Lo es? Share on XA esta pregunta responde —trata de responder— Patricio Pron en este artículo de Letras Libres. Parece que hubiera una especie de epifanía o de instante cumbre que se abre paso. Cita a Ricardo Piglia en Los diarios de Emilio Renzi:
El primer libro es el único que importa, tiene la forma de un rito de iniciación, un pasaje, un cruce de un lado al otro.
De inmediato surge la pregunta: ¿es imprescindible haber publicado para alcanzar el estatus de escritor? ¿Qué eres mientras permaneces en ese limbo —todos esos meses y, a menudo, años— en que vas alumbrándolo?

«Él rastrea y yo tomo notas. ¡Me paso el día entre apuntes…! ¿Alguna duda de que soy escritor?».
Tienes relatos, cuentos, poemas, novelas guardados en un cajón o en varias carpetas virtuales. Mientras no los publicas, ¿no eres escritor?
Sé que, íntimamente, dices que sí, que lo eres. Como digo yo. Porque sabes que entre hablar y escribir hay diferencias más que notables. Y tú escribes.
Si escribes, ¿eres escritor de verdad?
A pesar de lo dicho, me provoca seguir investigando. Supongamos que tienes una producción ingente de escritos de todo tipo, con la única salvedad de que no has publicado. O, como es mi caso: has escrito para otros y tu nombre no aparece o aparece tímidamente en una esquinita.
El hecho es que has dedicado un montón de años de tu vida a escribir.
Sigamos imaginando: un buen día mueres sin haber publicado. ¿Crees que dirían de ti que ha muerto una escritora, un escritor?
Es improbable.
Vivian Maier, por ejemplo, trabajó como niñera toda su vida, aunque tenía una afición: la fotografía. Tomó fotos sin descanso, enfrentada más de una vez a circunstancias que amenazaban su vocación.
En 2007 John Maloof estaba buscando información para escribir un libro de historia sobre Chicago NW Side llamado Portage Parky y acudió a una subasta donde compró un archivo de fotografías por unos 380 USD. La casa de subastas había adquirido sus pertenencias de un almacén guardamuebles porque había dejado de pagar las cuotas.
Sus fotografías eran buenas y tuvo un reconocimiento póstumo gracias a la difusión que hizo de ellas John Maloof. Pero ¿y si no hubiera habido talento escondido en su ojo fotográfico?
Si escribes, ¿eres escritor o eres tal vez…?
¿Eres escritor o eres solo alguien que escribe?
No hay una respuesta fácil e inequívoca. No sé si uno asiste como espectador a su propio desarrollo y conversión definitiva; a ese devenir desde que descubre que las letras guardan un plus de oxígeno hasta que ya respira a pleno pulmón.

Hay días que se atraviesan, ¿no es cierto, escritor?
Porque antes de eso, uno emborrona papeles y aporrea teclas en pos de una calidad que no siempre alcanza; de una calidad, a menudo, esquiva.
Andando el tiempo, se ilusiona cada vez que descubre un adjetivo idóneo; cada vez que logra modificar uno dominguero por otro evocador en su justa medida. Cuando una imagen se ciñe como un guante. Cuando atina con la metáfora precisa.
Pero la espada oscilante se mantiene y la voz de Pepito Grillo le grita que es un fraude, que se tape; que tarde o temprano se le verán las vergüenzas.
En ese momento pueden pasar varias cosas:
- Que alguien le diga que lo suyo es bueno.
- Que un agente o editor se atreva con la apuesta.
- También que el aspirante, sin pedir opinión más que a su madre, pareja o a su mejor amigo, autopublique.
Y se sienta como quien toca una especie de techo de cristal y, a partir de ese punto…
Todos sabemos que las estanterías están llenas de escritos que son malos. ¿Esos escritos lo vuelven a uno menos escritor?
Si dejas de escribir, ¿dejas de ser escritor?
Hay autores célebres que, en algunos casos, no escribieron más que una obra en toda su vida. Y nadie duda a la hora de llamarlos escritores:
- Margaret Mitchel, Lo que el viento se llevó.
- Salinger, El guardián entre el centeno y unos pocos cuentos.
- Juan Rulfo, Pedro Páramo, El llano en llamas (cuentos).
- Luis Martín Santos, Tiempo de silencio, Tiempo de destrucción.
- Harper Lee, Matar a un ruiseñor, Ve y pon un centinela.
- Arthur Golden, Memorias de una geisha.
- Antoine de Saint-Exupéry, El principito.
- Mariam Petrosian, La casa de los otros.
Baste ese pequeño grupo a modo de ejemplo.
Volvamos a ese escritor que, de un modo u otro, logra publicar. Su obra no trasciende tras esa mediocre puesta de largo y deja de escribir. Ni toma notas en su agenda ni le manda cartas a su novia. ¿Deseos? Se le han chafado.
¿Dónde lo colocamos? ¿Es escritor? Coincidirás conmigo en que no.

«Yo, para inspirarme, me pongo los trajes de mis heroínas y me salen unas historias que te pasmas. Es que soy una escritora muy comprometida».
En este punto, me atrevo a aventurar: uno es escritor mientras siente que parte de cero una y otra vez y, sin embargo, escribe. Mientras sigue creyendo que es imposible y, a pesar de todo, persevera.
¿Es escritor solo quien escribe de modo literario?
Pienso que no. Pienso que es escritor quien utiliza la palabra como medio de expresión escrito; quien escribe se esmera en dar a su escrito textura literaria.
Otra cosa es que lo consiga.
Otra, que su aspiración y su autoexigencia pongan un cascabel en la cola de cada palabra que escribe. O que se autocensure porque teme la crítica externa —que tan a menudo tiene como abogado del diablo a la crítica interna—. Esto, en ciertos autores, logra disparar su creatividad porque no hay como escribir contra el mundo —y no es distinto escribir contra sí mismos—. En otros, en cambio, solo consigue alumbrar escritos tibios.
Estamos de vuelta al terreno pantanoso. Esto de hacerse escritor no nace como producto de una licenciatura. Escribir es un oficio, pero se ve antes a un oficiante pata negra cuando es carpintero o zapatero.
Para mí, si escribes, solo eres escritor…
Me mojo; o corro el riesgo de seguir mareando la perdiz y no terminar de arrancarme qué es para mí un escritor (mira que es difícil).
Tal como yo lo veo, eres escritor o escritora cuando haces eso que tanto me está costando a mí: mojarte.
Ahí voy. Para mí eres escritor si…
- Escribes sobre temas que te producen escalofríos. O que se te atragantan un poco.
- Recreas la realidad dotándola de figuras e imágenes que dicen más que cualquier fotografía.
- Comprendes y aplicas los mecanismos que hacen de cierta historia un artefacto literario. Dicho de otro modo: trasciendes la mera reproducción sistemática de unos hechos.
- Albergas un sentimiento que te brota de forma intensa, profunda; no como producto de un arrebato.
- Planificas: tienes un germen, sabes adónde te diriges. Con independencia de que a lo largo de la ruta te ladees y escojas derroteros que te seducen como más propicios.
- Cuidas la calidad de tus escritos: revisas, reescribes, corriges.
- Lees mucho y de todo. Te fijas cómo dicen otros, qué te conmueve de lo que lees.
En síntesis: eres escritor si…
Lo eres si no puedes vivir sin escribir. El resto de los puntos que he descrito en el apartado anterior creo que tienen un paralelismo con la propia vida: te haces adulto cuando maduras. La ley dice que uno es adulto cuando alcanza tal o cual edad, pero no siempre la edad representa madurez; no en el sentido pleno de la palabra. Una persona puede ser adulta en algunos sentidos y no en otros.
Nadie sabe cuándo algo así culmina y se vuelve alguien más hecho y más completo a partir de ese minuto; ni si es cosa de un día o de un conjunto de días. Es probable que sea esto último: un conjunto de experiencias, un proceso al que uno asiste como llevado de una mano invisible.
Lo que sabe, cuando se para a reflexionar, es que ya no hay vuelta atrás.

«Soy escritor y lo afirmo donde haga falta. ¿Cómo lo sé? Quizá porque mi libreta y yo vamos juntos a todas partes…».
Que seas escritor no depende de que hayas publicado ni depende de que tus escritos sean mejores o peores. Tampoco de lo que los demás piensen o digan de ti. Aunque te importe.
Para mí tiene que ver con cómo tú sientes y te sientes. Nadie mejor que tú para saberlo.
Propina
Desde el pasado 2016, cada 19 de octubre se celebra en España el Día de las Escritoras. El objetivo es reivindicar la labor y el legado de tantísimas escritoras que vieron opacada su obra. Elvira Lindo, comisaria de la edición, destacó esto relativo al plus de exigencia que me parece capital:
La literatura femenina está espoleada por una conciencia esencial del esfuerzo, una conciencia constante de que la vida siempre ha de exigirles más que a los hombres. De Teresa de Jesús a Idea Vilariño, de Luisa Carnés a Alfonsina Storni, pasando por Elena Fortún, Luz Pozo, Concha Méndez, Mercè Rodoreda, Circe Maia, Gabriela Mistral y tantas otras en cuya escritura se refleja el esfuerzo de vivir, la vida trabajada, el cansancio y la voluntad de cumplir, a pesar de las trampas del camino, con una vocación tozuda e intensa.
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Hola, Marian
¿Y qué te digo yo? Más allá de si has publicado o no, si has vendido o no (cosa que por lo general va después de publicar), hay otras como si has terminado alguna historia o no. A mí se me acumulan. Empiezo una y la dejo y salto a otra. Puedo llamarlo que soy un escritor multidimensional, por ejemplo, o que tengo un miedo atroz a fracasar. Lo que nos lleva a preguntarnos, ¿qué es fracasar? Y es que empieza uno a encadenar preguntas…
Cuando era niño decía que quería ser escritor. No había duda. No había escrito nada (cosas en libretas, poco más) Ahora he escrito algo más, algún relato que otro acabado, pero me sigue faltando algo. Que lo mismo lo que falta es que me ponga y acabe esa historia y luego la otra, y la otra… sin pensar en si se publicará o no.
Pero a pesar de todo esto decido, por voluntad propia, llamarme escritor. Porque me gusta. Porque, por mi experiencia (que sólo me vale a mí y no es extensible a nadie más), lo que uno era de pequeño es lo que importa. Así que soy escritor. Me gusta decirlo, oírlo. Aunque confieso que decirlo en público aún me cuesta… pero por algún lado hay que empezar. Como las historias.
Un abrazo grande.
Querido Óscar:
Me parece estupendo que cada quien decida con qué se identifica o cómo llamarse a sí mismo. En el miedo al fracaso que mencionas, a mí me surge que siempre está agazapada la voz amenazante de la pérdida: a la consideración de los demás, a la imagen que nos hemos forjado de nosotros mismos (yo ideal); y en el fondo de todo, un sentimiento de culpa cincelado a base de programaciones. La autoexigencia, en mi caso, se lleva la palma.
Yo, de pequeña quería ser periodista y misionera y… mira tú. Quizá por eso me cuestan las etiquetas, no vaya a ser que. De momento, como cotizo como correctora y así me gano la vida, así me presento. Ahora, si más adelante me sintiera algo distinto, lo diría sin ningún complejo porque, desde luego, escribir escribo mucho.
Y, sí, por algún lado hay que empezar. Las historias y lo otro. ?
Otro abrazo grande, Óscar.
¡Hola, Marian!:
Yo lo que más he leído es que si escribes, eres escritor, y si además publicas, autor. Claro que siempre hay más matices.
Eso de los escritores célebres que solo han publicado una obra me ha recordado a «Bartleby y compañía», de Enrique Vila-Matas. Si no lo has leído, te lo recomiendo.
Un abrazo
Querida Uxue:
Me refería no tanto a lo que dicen y catalogan como a lo que uno se dice. A cuándo se reconoce uno como escritor. Es un permiso interno, supongo. Y ‘Bartleby y compañía’, desde que leí los ensayos selectos de Vila-Matas (‘Una vida absolutamente maravillosa’), está entre mis pendientes. Gracias por recordármelo.
Un abrazo de vuelta.