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El adjetivo posesivo en español y esos líos que nos traemos con las adopciones que se nos cuelan; las anglosajonas, por supuesto: esto es lo que traigo hoy. Hablamos ya del adjetivo en su día, pero el posesivo bien merece una entrada específica. 

Me refiero a esto. Pasen y lean:

Me muerdo mis uñas.

Se chupa su dedo.

Te rascas tu cogote.

Esta mañana me torcí mi pie.

Llama mi atención lo mucho que madrugas.

Al delantero del Real Madrid le operaron de su rodilla derecha.

Suena raro, ¿no?

Hay cosas que a uno le suenan raras, pero viene estando tan acostumbrado a verlas así que no repara.

Uno toma prestado aquello de lo que carece, pero ¿qué necesidad hay de cargar con préstamos que no se necesitan? Ay, los posesivos... Clic para tuitear

El caso es que el adjetivo posesivo está viviendo una suerte de mutación que más parece producto de un atraco. A mano armada. Como si alguien, a punta de pistola, nos hubiera forzado a la contorsión.

El adjetivo posesivo empieza a ser un préstamo innecesario del inglés

«No es un libro cualquiera. Es MI libro. Y no veas cómo nos cuidamos mutua y recíprocamente».

Sigan leyendo y verán por qué digo lo que digo. A fin de cuentas, si estamos aquí, es porque queríamos escribir bien, ¿no?

Como siempre, vayamos por partes.

El adjetivo posesivo en español y su función

El socorrido adjetivo posesivo viene a salvaguardar lo que es de uno. Lo que le pertenece y está claro que es propiedad o tiene vínculo estrecho con quien así se expresa.

Maruja es su mujer.

El que está aparcado ahí abajo es mi coche.

Me contaron que tu madre, entre otras, había estado en el concierto.

Este mundo loco es nuestro mundo.

No hay duda: las del lavabo son sus canas (de él, de ella, de ellos o de ellas).

Mira qué bonitas: son flores de su jardín (de ella, de él, de ellas o de ellos).

Esa que lleva días en el portal es tu mochila.

Y no es la única forma de indicar que algo le pertenece a alguien.

Pronombres posesivos frente a adjetivos posesivos

También es posible y harto frecuente, utilizar pronombres para indicar propiedad. Las oraciones del apartado anterior bien pueden tener esta otra manera de decirse; aunque para que suenen bien en español, a alguna hemos de darle una vuelta:

Maruja es la mujer de él.

Ese coche que está aparcado ahí abajo es el mío.

Me contaron que había muchas madres en el concierto y que una era la tuya.

Este mundo loco —lo sabes— es el mundo de todos nosotros.

No hay duda: las canas del lavabo son suyas.

Las flores del jardín son suyas y mira si son bonitas.

Esa mochila que lleva días en el portal es la tuya.

En español, el adjetivo posesivo

Esto es propiedad de alguien que, a buen seguro, no eres tú. O sea, que no es tuyo.

No todas son equivalentes a las anteriores; a veces es cuestión de sutilezas, pero introducen matices o hacen hincapié en algún punto. Si te fijas, ves que emiten información distinta.

Si digo:

Me contaron que había muchas madres en el concierto y que una era la tuya.

Tiene mayor trascendencia que si digo:

Me contaron que tu madre, entre otras, había estado en el concierto.

Esta segunda es bastante más neutra que la primera. En aquella bien puede advertirse una doble intención: como que algo se cuece (o podría cocerse) con la presencia de esa madre, aun cuando había muchas otras (madres) asistiendo al concierto.

Adjetivos posesivos y pronombres posesivos y su posición

Un adjetivo posesivo siempre va por delante del nombre al que acompaña.

En cambio, un pronombre se coloca después del verbo:

Mi carta de dimisión está sobre la mesa de tu escritorio. (Adjetivo)

Esa carta de dimisión que hay sobre la mesa de tu escritorio es la mía. (Pronombre).

Su perro dejó un buen pastel en la puerta de la calle. Y su amo lo consintió. (Adjetivos).

El pastel en la puerta de la calle era suyo. Y el amo que lo consintió también era suyo. (Pronombres).

El cartel que puse denunciándolo es mío y, recuerda, la firma es tuya y suya. (Pronombres).

El adjetivo posesivo en español frente al adjetivo posesivo inglés

Y aquí viene la madre del cordero de este artículo. No soy filóloga inglesa y desconozco la razón de que esto sea así, pero el caso es como sigue: un inglés, al referirse a algo que es de su propiedad, pone el eje en sí mismo; el poseedor prevalece a la cosa que posee.

Es decir, el inglés da más valor al propietario que a la propiedad (sea una parte del cuerpo, un objeto o un lugar).

Esto arroja oraciones bien distintas de las que tenemos en español. El uso que hacen los ingleses del posesivo es mucho más abundante que en nuestro caso.

Relee, por favor, las oraciones del principio:

Me muerdo mis uñas.

(¿Podría un español morderse unas uñas que no fueran las suyas?).

Se chupa su dedo.

(¿Y chuparse un dedo ajeno?).

Te rascas tu cogote.

(¿Rascarse un cogote que no sea el propio de uno?).

Esta mañana me torcí mi pie.

(Ni podría torcerme un pie de otra persona que caminaba junto a mí).

Llama mi atención lo mucho que madrugas.

(¿Qué tal Me llama la atención lo mucho que madrugas?).

Le agarró su mano y tiró de ella por todo lo largo de la calle.

(Un inglés tendría que especificar que se trata de la mano de ella).

A punto de salir, me puse mi abrigo y me encasqueté mi sombrero.

(Hombre, de haber sido el de otro, habría que haberlo especificado, pero siendo el propio…).

El adjetivo posesivo en español se necesita menos que su homónimo inglés

Sirviéndonos de los ejemplos que traemos, para un español, lo natural es decir:

Uso del adjetivo posesivo en español

Esto puede que tampoco sea tuyo, pero no te importaría que lo fuera. En realidad, este es ‘su’ coche de él. O de ella.

Eduardo, como siempre, se chupa el dedo en lugar de hacer lo que tiene que hacer.

(Y quien conozca a Eduardo sabe que el tipo tiene un punto zángano que le viene de lejos).

Sí, hazte el longuis y ráscate el cogote.

(Qué otro cogote podría rascarse, ¿verdad?).

No sé en qué iba pensando esta mañana cuando me torcí el pie.

(¿Alguna duda de que fuera mi propio pie el que me torcí?).

Me llama la atención lo mucho que madrugas.

(Utilizamos los pronombres átonos (me, te, se) con el artículo determinado (el, la…).

Le agarró la mano y tiró de ella por todo lo largo de la calle.

(En efecto: sabes que es la mano de ella. ¡Bingo!).

A punto de salir, me puse el abrigo y me encasqueté el sombrero.

(Tanto el abrigo como el sombrero eran de mi propiedad, en efecto; y sé que no lo has dudado; que la noticia sería que hubiera agarrado abrigo y sombrero de otra persona).

Sin embargo, son harto frecuentes los pegotes (perdón, los calcos) que se hacen de las fórmulas inglesas en perjuicio de las españolas.

Pero ¿puede saberse qué tienen de malo estas fórmulas nuestras de toda la vida?

 

(Pequeña disquisición)

El adjetivo posesivo en español y por qué se nos pegan las fórmulas inglesas

Debe ser que nos cuesta deshacernos de nuestros propios prejuicios. Las palabras que adoptamos del inglés crecen y crecen y vuelven a crecer; como malas hierbas, que por más que las quitas…

Una cosa es cierta: nos suenan bien. Nos suenan incluso mejor que las nuestras. El inglés se ha hecho con el mercado y, de paso, con la vida diaria. Y de ahí salen después engendros que metemos doblados en la propia lengua materna.

Cuando, además, utilizamos un término por otro y creyendo que significa lo que no es, llegamos al tope de la estupidez (perdón por el pareado). Vale la pena que le eches un ojo a este artículo que abunda en ello. Tiene perlas como esta:

Las empresas basadas en diversityempowerment & inclusivity son más forward-thinking y responsive.

Que bien podría haber sido…

Las empresas basadas en la diversidad, el empoderamiento y la inclusión son más innovadoras y responsivas.

¿Y qué tiene de malo o de inadecuado o de inexacto decirlo así?

Propina 1

También la RAE se pronunció contra esta invasión de los anglicismos. Digamos que cambió birretes y togas (metafóricos) por ese sentido del humor que ya estila en su cuenta de Twitter (@RAEinforma). El título de la campaña es Lengua Madre solo hay una y trata de crear conciencia sobre el uso del idioma.

No te lo pierdas

Coincido en la idea de que, en el fondo, se esconde un complejo de inferioridad. Y quizá no sea solo respecto del idioma (ya sería bastante), sino respecto de la propia idiosincrasia. Los anglosajones nos han hecho creer que ellos son gente diferenciada, más instruida, con un pasado histórico más potente… Y, por supuesto, más demócratas.

Enfrente, el español relajado, espontáneo, de palabra tornadiza y un poco echado a perder.

Y con comportamientos así, con ese afán por mimetizarnos, no pareciera sino que les damos la razón.

Propina 2

¿Será cierto que nos cuesta meter un poco de aire entre los dobleces de esa leyenda?

Ciertos pueblos, como el ruso y el español, están tan obsesionados por sí mismos que se erigen en único problema: su desarrollo, en todo punto singular, les obliga a replegarse sobre su serie de anomalías, sobre el milagro o insignificancia de su suerte.

Émile Cioran. La tentación de existir.

Propina 3

Y de remate, este artículo que se curró mi compañera Esther Magar: una guía muy oportuna para evitar el derrape en anglicismos innecesarios.  

De esos otros términos ingleses que nos facilitan la vida, nada que decir ni que objetar. Por ejemplo, hardware, software, airbag, chequeo, tuit, pádel, fútbol, máster…

¿No te parece?

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