Transmitir positividad: ahí radica la magia de la marca personal (disculpas por el pareado). Pero no se trata de una positividad gratuita, sino producto de haber superado la carga vital.
Carga vital es el conjunto de experiencias que alguna vez lo enfrentaron a la idea de abandonarlo todo. De modo coloquial se llama golpes de la vida.
En cuanto a marca personal, la definición más corta es «la huella que dejamos en otros», «lo que otros dicen de nosotros cuando no estamos presentes». Así que podría decirse que a mayor capacidad de superar circunstancias adversas, mayor capacidad de afrontar el estrés y los desafíos; incluso cuando hablamos de construir un camino de marca personal.
La marca personal tiene su magia, aunque nada que ver con pócimas, brebajes ni conjuros recitados entre las sombras de la noche. Clic para tuitearSalir adelante a pesar de los golpes lo llaman con un término tomado de la física: resiliencia, que es la capacidad de un cuerpo de resistir un impacto sin deformarse. Me encontré con la palabrita de marras en el año 2003, en un libro de Boris Cyrulnik titulado Los patitos feos.
El autor cuenta que María Callas, la voz suprema del siglo XX, «fue una niña que languidecía abrumada por las carencias afectivas en un centro de acogida en Nueva York».
Cuenta también que «George Brasens, un chico descarriado, debe a su profesor de bachillerato el descubrimiento de la poesía que daría una nueva salida a su rebeldía».
No es extraño que las personas que despuntan sean seres humanos a los que les tocó morder el polvo; personas que lograron salir adelante a pesar de sus experiencias traumáticas.
La marca personal y la persona que eres tú
¿Qué relación tiene esto con la marca personal? Cyrulnik habla de una especie de «reserva biopsíquica», que permite sacar fuerzas de flaqueza. Construir una marca personal tiene también algo de reserva que permite auparse sobre los lastres acumulados.
La persona que tú eres es tu fundamento, tu base. Una marca personal al uso no debería ladearte de lo que te conforma: tus rasgos de carácter, tus valores, tu carisma. No va de inventarse personajes. La marca personal no es teatro.
Tienes una serie de cualidades, un puñado de intereses, una manera de ver el mundo y de conducirte. ¡Ah!, pero si no logras transmitir eso, serás uno de tantos pasteleros que ofrecen más de lo mismo.
Esto no sería ni malo ni bueno si no fuera porque te pierdes algo: pierdes la oportunidad de ofrecer tu talento en forma de servicio o de ese producto —no lo creerás— que muchas personas esperan. Desde una marca blanca entre miles de marcas blancas no acabas de llegar a quien te espera.
Así que hacerte con una marca personal es mostrarte tú. Mostrar quién eres, cómo eres, qué te diferencia.
Por cierto, ¿sabes cómo eres, cómo te ven otros? Puedes seguirte la pista con esta herramienta: PRELUDE Character Analysis.
La marca personal no es mágica
Aun a riesgo de que me odies, desmonto cuanto antes lo que sugiere el título: la magia de la marca personal no es tal magia. O encierra una ambigüedad:
- Será mágica por lo que trasmite.
- No será mágica porque no sucede con un clic de varita ídem.
Si alguna vez existieron varitas mágicas, ya no quedan. Se agotaron. Están en manos de quienes se afanan en ser magos… o renombrados pasteleros. Y cada persona que monta una buena tarta descubre que cada vez hay más pasteleros, más brillantes, con mejor técnica y resultados más sofisticados. Cada uno con su varita de saúco.
Al aspirante a pastelero le toca diferenciarse si pretende hacer camino en el mundillo y que lo reconozcan.
Porque, además, hay otra cuestión que no es baladí: podrá tener buenos maestros, pero no se logra una gran diferencia a la sombra de un roble centenario. Se logra, como mucho, ser una bellota especial, semejante a esas que nacen gemelares.
La magia como juego de ilusionismo en la construcción de la marca personal
Antiguamente, se recurría a expertos en brujería capaces de dar con el ungüento, pócima o sortilegio para obtener los resultados apetecidos.
Hoy brujos y brujas se han adaptado a los tiempos y se venden con nombres vinculados al marketing. Son los custodios de los métodos, las estrategias; quienes saben pensar de manera estructurada y aplicarla a la práctica.
Lo que saben —aún antes— es la ruta para gestionar el modo en que otras personas te ven. Este punto tiene un costado delicadillo: puede haber algún desaprensivo dispuesto a presentarte como lo que no eres. Dispuesto a manipular, a ofrecer lo que otros quieren ver; y no lo que de veras hay.

Si lo intentas por esa vía, tenme al corriente de los resultados.
Es como pasar de poner alguna coma de más en el currículum a inventarse títulos. ¿Encanta? Si acaso, por un momento a quien pilla delante. La brillantina tiene su efecto. Es la misma magia que te seduce mientras miras embobado una película; o mientras te dejas embelesar por el trasero del coche que va delante. Un instante de encantamiento para hacer ver lo que no hay o no te pertenece.
Son trucos de magia de quienes piensan que la vida es un juego en el que se trata de ganar. Se le parece también a lo que mostramos en las redes sociales. Incluso en ciertas relaciones personales en las que uno exhibe solo la cara bonita de la vida.
Pero la cara bonita de la vida suele ser, si acaso, la puntita.
La magia de la marca personal auténtica
Otra cosa es ser de una determinada manera, que tal esencia sea fundamento de la marca; y, a partir de ahí, manejar el mensaje de modo eficaz. Ahí no hay engaño ni juegos de prestidigitación: uno ES de un modo y posa con su mejor perfil, mostrando una pequeña parte de un todo consistente.
¿A qué obedece esto? A que no todo es relevante y contarlo todo podría crear desconcierto en quien escucha. Ni siquiera en tu vida personal lo haces. No se te ocurre encontrarte con un amigo y contarle todo. Si acaso, te vas narrando poco a poco y el amigo va completando el puzle en su cabeza. Y calibrando si eres auténtico o si eres, en realidad (¡oh, no!), un impostor.
Con la marca personal, tres cuartos de lo mismo: lo que haces y dices va generando expectativas sobre lo que pueden llegar a conseguir gracias a ti. Y tarde o temprano, tienes que satisfacer esa inquietud. Ese es el fundamento de la ilusión y de la magia.

«¿Lo estaré haciendo bien? ¿Seré capaz de estar a la altura de lo que pide mi marca personal?».
Cuando alguien te compra algo o te contrata, es porque confía en la posibilidad de beneficiarse de tu promesa. Siquiera, una posibilidad razonable. Y si no cumples con las expectativas, cavas tu tumba.
Ante la disyuntiva de si cumpliste o no, tienes dos opciones:
- Partirte el cobre para que se cumplan.
- Ajustarlas para futuras ocasiones y disolver los malentendidos.
Entre la magia y el viaje de la marca personal
Alcanzar la magia es el resultado de una travesía cuyo punto de partida eres tú con tu honestidad. Lo que tienes que decidir es el destino y la ruta.
No hay fórmulas infalibles; o yo, que estoy en ruta, no las tengo. Lo que sé es que hay que emplearse a fondo, resistir y marcarse un recorrido por etapas. Mi experiencia me dice que decir «sí» me va cambiando; que es como voy haciendo de mí —con mucha ayuda, mucha disciplina… y mucho dale que te pego— quien quiero ser.
A veces titubeo. Cuando titubeo, pregunto, me informo. Confío en quienes saben más que yo. ¿Hago caso a todo lo que me dicen? Podría decir que sí, pero es un sí general, con matices. Busco acomodar lo que me dicen y verificar hasta qué punto encaja conmigo.
Me dirás que tengo debilidad por complicarme la vida. Tienes razón. Pero hay más. Es una complicación que encierra su propia paradoja: vivo cada vez más enfocada y me trae resultados que nunca habría imaginado.
Sé lo que es marear la perdiz, desviarse, detenerse, lamentarse. Y la pérdida de energía es brutal. Peor aún: no conduce a ningún lado apetecible.
¿Es eso lo que querrías para ti? ¿Aún esperas ver pasar el decimotercer tren?
Propina
He empezado hablando de resiliencia y termino igual. Alguna vez, a todos nos araña la vida, pero quedarnos a vivir en el victimismo tiene unos efectos demoledores: nos debilita y nos deja fuera de juego. La vida está llena de trenes y el que no pasa hoy pasará mañana. No dejes pasarlos todos y te quedes en la estación mirando cómo se fue el último (que, por cierto, nunca sabes cuál es).
Viktor Frankl, padre de la logoterapia y superviviente del holocausto nazi, perdió a su familia al completo en los campos. Perdió también su obra en ellos, donde trabajó en condiciones de esclavitud. Cuando quedó libre, volvió a empezar.
Estaba convencido de que la forma en que uno le da sentido a su propia historia es clave para tener una buena vida.
«Según él, el simple hecho de descubrir el sentido del sufrimiento hace que se lo experimente de una manera mucho más llevadera. Hay una forma: incorporarlo a la narrativa de la propia historia vital como un elemento más, de modo que no impida pasar página y tirar para adelante».
Cita (pelín editada) tomada de aquí.
¡Menudo artículo! ¡Fantástico! Aprender de los que saben más. Seguir.
Tú, siempre, tan atenta y agradecida.
Mil gracias en forma de palomas mensajeras.
Me parece super interesante lo que haces… tan mal se escribe y creo que es porque muy poco se lee…
Quizá no se lee tan poco. Quizá es que no hemos aprendido qué significa leer en el sentido de adentrarse, de ver tanto el fondo como la forma. Esa bendita conjunción que logra la magia.
Gracias por apreciar lo que hago, Gloria. Cobra todo el sentido con comentarios como el tuyo.
¡Saludos literarios!
Genial aporte!
¡Celebro que te sirva!
Un saludo, Jose Alejandro.