Estilo directo o estilo indirecto: ¿qué es mejor?, ¿qué ayuda más al desarrollo de la historia?
No hay una respuesta unívoca. No hay un «mejor», queridas y queridos. Lo que hay son voces: la del narrador, por un lado, y las de los personajes, por otro.
Que los diálogos son un chute ya lo dijimos aquí y no es cosa de repetirnos.
Y que si hablamos de diálogos en plan ortodoxo se escriben así, lo dijimos también aquí. Tampoco nos repetiremos.
Ahora bien, ¿es todo lo que puede decirse de los diálogos?
Nooo.
Con estilo directo y el indirecto hemos topado
Quien lleva la voz cantante en una novela y, por supuesto, en un cuento, es el narrador. Lo que cabe preguntarse, a la hora de decirse por el estilo directo o el indirecto, es qué se pretende.
—¿Eh? ¿Qué pretendes?
Sé que has dado un respingo.
Dos son, ‘grosso modo’, las formas en que puedes presentar un diálogo. Tienes que dilucidar en qué momento de la narración te ayuda más una u otra. Share on XNo lo has dado cuando he escrito «lo que cabe preguntarse es qué se pretende» (estilo indirecto). Lo has dado, confiesa, cuando me he ido al estilo directo.

El estilo directo te adentra en el tiempo real de la novela. A ti, sí, a ti.
Eso es lo que consigues con el estilo directo: no hasta el punto de que el lector salte ante cada parlamento, pero acercarás al lector a quien habla. Las distancias se acortarán.
El estilo directo en acción
No tiene pérdida. El estilo directo se anuncia con bombo y platillos; o sea, con sangría y con rayas [—] y hasta precedido de dos puntos y de un verbo de habla (dicendi): dijo, respondió, replicó…
El ambiente se había tensado. Mauro se adelantó y dijo:
—Que sí, que vengas.
—Lo dices con la boca pequeña —respondió Chusa.
—A ti lo que te gusta es hacerte de rogar, pero no veas tú lo malo que soy persiguiendo lagartijas.
—Si entenderé yo de matices del lenguaje… Solo te ha faltado rascarte la cabeza.
Y Mauro, canalla, hizo un mohín y se rascó la cabeza.
¿Qué ves ahí? Ves a cada personaje con su voz. El estilo directo no tiene escapatoria.
Aunque también hay otro modo de representarlo y es cuando se trata de un diálogo referido. Es decir: el diálogo ya ha tenido lugar y se trae al presente en un momento posterior. Lo que se refiere de modo literal va entrecomillado:
Mauro le dijo que podía ir, pero Chusa sospechó que se lo decía con la boca pequeña. Él replicó que era ella la que gustaba de hacerse de rogar y él la comparó con las lagartijas. «Si entenderé yo de matices… Solo te ha faltado rascarte la cabeza», le dijo Chusa. Y el muy canalla hizo un mohín y se la rascó. ¡Se rascó la cabeza!
Un modo poco ortodoxo de plasmar el estilo directo
Hay otro modo poco ortodoxo que utilizó Manuel Rivas en El lápiz del carpintero. Los diálogos no se presentan con las consabidas rayas, sino con meros saltos de línea. De la voz narradora se salta al diálogo sin advertencias:
¿Está buena o no?
Es muy guapa, sí, pero ella no tiene nada que ver.
¿Con qué?
Con las cosas de él, señor.
Lo hizo igual en El último día de Terranova:
Mejor mentir y escribir: Liquidación por defunción. Y estar allí, en primera línea.
¿Qué hace usted allí, señor Fontana?
Esperar al muerto, como todo el mundo.
La chilena Marcela Serrano en Dulce enemiga mía introduce los diálogos de este modo, sin rayas, solo con la sangría del inicio; cierto que no aplica el mismo procedimiento en todos los diálogos y que, en otras ocasiones, se rige por la fórmula convencional:
¿Estás cansada?, le pregunta Fabio cuando la ve sobándose la parte inferior de las piernas. ¿Te duelen?
No, no, contesta Eloísa, no me duele nada, ¿sabes?, me da miedo que se me sequen los huesos.
También hay estilo directo sin anunciarse, entremezclado con el hilo de la narración:
Lo siento mucho, socio. Y mi tío apretaba el gatillo. Preferiría no tener que hacerlo, amigo. Y entonces mi tío le daba duramente con la estaca, un golpe certero en la nuca del zorro atrapado en el cepo. Entre mi tío el trampero y su presa había el instante de una mirada.
Otro modo poco ortodoxo de incluir el estilo directo
Y es el caso de José Saramago en Una balsa de piedra camino de Haití. Destaco en negrita los parlamentos directos que se introducen solo con inicial mayúscula y después de coma:
Se ve por los rasgos de sus rostros, y se podría confirmar por los carnets de identidad, que los soldados son realmente hijos del pueblo, pero su mandamás, o también lo es y repudió en los bancos de la academia militar su humilde ascendencia o pertenece de nacimiento a las clases superiores, para quienes los hoteles del Algarve fueron hechos, por la respuesta dada no se puede saber tanto, Fuera todos o los echo a patadas, este grosero hablar no es atributo exclusivo de las clases bajas. La tropa veía allí, en ayuntamiento, la querida imagen del padre y de la madre, pero el deber, cuando nos llama, es más fuerte, Eres la luz de mis ojos, le dice a la madre el hijo que le va a dar el cintarazo. Pero el comandante paisano clamó airado, cambiando por desespero la expresión del vocativo, Pandilla de lameculos, serviles, que no reconocen el pecho que les dio de mamar.
Son modos que obligan más al lector. Hablamos de literatura y quien escribe literatura y sabe de ella puede hacer lo que mejor le acomode.
El estilo indirecto en acción

Parece que ha encestado él (ha encestado él, sin duda), pero sin el trabajo de estos dos que miran y que aportan contexto, le hubiera resultado más difícil.
Aunque en el caso del estilo indirecto, la acción es menos acción, si me permites el juego de palabras. La acción, el dinamismo que imprime el estilo directo, desaparece.
El estilo indirecto establece una mayor distancia con los personajes. A cambio, gana presencia la voz narradora; una voz narradora que consigue sostenerse sin tener que compartir protagonismo con los personajes.
Si tomamos el segundo ejemplo y omitimos la frase entrecomillada, tendríamos un párrafo en estilo indirecto de principio a fin:
Mauro le dijo que podía ir, pero Chusa sospechó que se lo decía con la boca pequeña. Él replicó que era ella la que gustaba de hacerse de rogar y él la comparó con las lagartijas. Chusa, que entendía de matices, le soltó que le hubiera faltado rascarse la cabeza para redondear la falta de interés en que ella asistiera. Y el muy canalla hizo un mohín y se la rascó. ¡Se rascó la cabeza!
En este caso, no hay alusión directa a las palabras de los personajes. Sus pensamientos quedan tamizados por la perspectiva, la mirada de la voz narradora. Es la voz narradora apropiándose de las palabras del resto de personajes.
Bien es verdad que reproducir un diálogo largo de este modo resultará pesado. Ahí está la pericia del escritor para determinar qué tipo de estilo conviene más.
¿En qué casos sirve el estilo indirecto?
Sirve para aliviar diálogos que podrían ser tediosos o cuyo detalle no aporta nada. Imagina que Chusa espera a que su hermana termine de decidirse sobre si le queda mejor una falda o un pantalón.
Ejemplo de estilo directo
—¿Y cómo me queda este?
—Bien. Yo te lo veo bien.
—¿Y no es mejor una falda, así, cortita? —Y se planta delante una mini que acaba de sacar del armario.
—Pues también podría estar bien.
—¡Pero no me sacas de dudas!
—Es que todo te queda bien, hija. Ya quisiera yo tener tu cuerpo y esos problemas. Lo único que sé es que llegaremos tarde una vez más.
Ejemplo de estilo indirecto
Ese diálogo podría resumirse en dos líneas y media y pasar a otra escena que tuviera más enjundia.
Chusa habla por teléfono. Su hermana lleva media hora sacando y metiendo faldas y pantalones del armario. Esos son todos los problemas que tiene y, una vez más, llegarán tarde por su culpa.
El estilo indirecto sirve también cuando la voz narradora busca mantener su punto de vista apartado de la injerencia de otras voces.

La voz narradora vendría a ser la equivalencia de la voz de dirección (ese punto de vista) en una película.
A veces, el narrador persiste en dejar su impronta: el lector sabrá que se trata del pensamiento de un personaje mediatizado por el criterio de la voz dominante.
Otra modalidad de estilo indirecto: el estilo indirecto libre
Este es otro estilo que obliga al lector: no anuncia cuándo habla la voz narradora y cuándo la releva la del personaje. Es el estilo que emplea Néstor Belda en el relato «Que no, papá» de su libro Todas son buenas chicas.
Con el rostro arrebolado, de cara al sol y quitándose el sombrero de paja, Mario decidió que ya todo estaba limpio y en condiciones. A continuación, se sentó en el césped, apoyó la espalda en la tumba y bebió un sorbo de agua del botellín. Arrancó una brizna de hierba y se la metió en la boca. Que no, papá, que no dudo de que me quiera. Cogió una piedra y la lanzó a la fuente, golpeó el borde y cayó al agua. Al final, tanto criticar a mamá por comprarte la tumba frente a este jardín, con esa fuente… Sí, costó una pasta. Si, sí, ya lo sé, papá: una tumba es una tumba, pero las vistas están bien. Se ladeó un poco, se rascó el culo, arrancó otra brizna de hierba y escupió la anterior. No sé qué hacer, yo la quiero, pero Laura ya no es la misma. Sigue estando muy buena, un pelín más gordita, es normal, pero a mí me sigue gustando, sigue siendo hermosa, con esos labios tan jugosos. A unos setenta metros, se veía un cortejo fúnebre. Puso las manos en visera. ¿Quién se habrá ido al otro barrio?
Propina 1
No se trata de que el estilo directo sea mejor que el indirecto o viceversa. Mejor —perogrullada al canto— es siempre lo que más conviene a la dinámica de la narración.
El estilo directo ofrece inmediatez y, a cambio, el estilo indirecto permite introducir alguna valoración adicional.
En el estilo directo los personajes están presentes e interactúan entre sí con su propia voz. En el estilo indirecto interviene un tercero que algo añade de su cosecha, que interpreta, explica u opina. No hay palabras textuales en este caso, sino palabras tamizadas de quien lleva la voz cantante.
Propina 2
El estilo directo, tradicionalmente, se introduce por un verbo dicendi o de habla: dijo, murmuró, agregó, añadió…, seguido de dos puntos.
No hay dos puntos que introduzcan el estilo indirecto. De lo que del estilo indirecto no puede desprenderse es de la conjunción que, introductoria de la subordinada.
¿Qué te parece? ¿Ves clara la función que desempeña cada estilo? ¡Me encantará saberlo!
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Muy buen artículo, me ha resultado clarificador cuando hablas del esfuerzo que requiere del lector un estilo u otro.
Qué bueno saber que lo que escribe una se recibe de ese otro lado y se aprecia. ¡Gracias por dejarme tu comentario!
Saludos literarios.