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Dedicado a ti, que te gusta escribir de corrido y te preguntas para qué sirven los diálogos en la novela.

Me ocupé de la forma de los diálogos en una ocasión anterior; de qué les conviene para quedar guapos en el texto y que quien lee no se haga un esguince… mental.

No sirve poner diálogos en la novela como quien echa arena en una playa. Un diálogo no es un relleno ni es algo azaroso. Clic para tuitear

Hoy me ocupo del fondo. Del para qué.

¿Para qué sirven los diálogos en una novela?

«¿Para qué sirven los diálogos en una novela… si ya está la voz narrativa para decir lo que hay que decir?». Con lo feliz que eras tú contando sin tener que enredarte con rayas y verbos dicendi. O no dicendi.

Para qué sirven los diálogos en la novela

No es igual que alguien hable de ellos a que hablen con voz propia.

Pues verás: sirven.

Para todo esto:

  • Acercan a los personajes.
  • Tienen la virtud de volverlos más reales.
  • Les permiten asumir el mando de la escena.
  • Les aportan volumen; los perfilan.
  • Sitúan la acción en un momento presente.
  • Si están bien escritos, contribuyen a la verosimilitud al permitir que los personajes se expresen con voz propia.
  • El peso de la narración se reparte.
  • Muestran cómo se sienten en lugar de explicar que están así o asá. Las escenas ganan en intensidad. 1
  • Dinamizan la historia al descargarla de la monotonía de una sola voz.
  • Acrecientan la empatía del lector en virtud de la proximidad que suscitan.

Las partes de los diálogos en la novela y para qué sirven

Una novela se compone de una serie de materiales encaminados a conformar una historia. Contiene —aunque no siempre es así de forma rigurosa— descripciones, narraciones y diálogos. Una novela es un texto complejo que sirve para plantear, desarrollar y llevar a su conclusión una acción principal y otras secundarias.

Y un diálogo es una conversación entre dos o más personajes cuyas voces se alternan. Tiene dos partes, a su vez: parlamentos e incisos.

  1. Parlamento: es el habla directa del personaje.
  2. Inciso: es la intervención de la voz que narra, matiza, aclara aspectos de la reacción del personaje o relativos a la escena.

Ejemplo:

—Si vuelve a acercarse a ti —dijo el Chato a la mujer—, lo juro: que se vaya dando por muerto. —No esperaba del cabrón de su hermano que fuese razonable; nunca lo había sido.

En este ejemplo, el parlamento es: «Si vuelve a acercarse a ti, lo juro: que se vaya dando por muerto». Se abre con la raya de diálogo (ni con guion corto ni guion largo ni con viñetas, asteriscos u otros símbolos estrambóticos). Cuando se trata de un diálogo referido, se ponen comillas; esto es, cuando ha tenido lugar en otro momento y se reproduce.

Por lo demás, las comillas se reservan para indicar los pensamientos de los personajes.

Y el primer inciso que introduce la voz narradora es: «dijo el Chato a la mujer».

El segundo inciso: «No esperaba del cabrón de su hermano que fuese razonable; nunca lo había sido».

Diálogos inútiles que no sirven a la novela

Función de los diálogos en la novela

Aburrir al lector está prohibido. Se paga con el abandono de la lectura.

En la vida real uno habla y se extiende. No siempre hay una intención comunicativa clara y, a menudo, dice cosas que bien podría callar. En la vida real uno puede darse el lujo de marear la perdiz para nada. Sin embargo, en una novela nunca reproduciríamos diálogos reales salvo para aburrir al lector.

Te pongo un ejemplo de diálogo inútil que podría ser perfectamente real. Pero la intención del diálogo literario, en este caso, es mostrar que los personajes se aborrecen y que la relación se tensa.

Sandoval es detective y Varela, policía.

Diálogo inútil

Sandoval ha ido a ver a Varela por el caso de la mujer asesinada. Ambos están tras la pista y no se tienen demasiada simpatía. Sandoval entra en la casa de Varela. Es un día frío.

—Buenos días —dice Sandoval.

—Buenos días —responde Varela.

—¿Puedo pasar?

—Pasa. ¿Un café?

—Bueno… Con unas gotas de leche, si puede ser.

—Parece que el día está jodido. —Sandoval tiene el cuello de la cazadora subido hasta las orejas. Lo mira con el gesto torcido y desafiante. Está claro que Varela no tiene intención de soltar prenda.

—El invierno es lo que tiene —remata Sandoval frotándose las manos. Resopla. Varela tiene esa virtud que tanto le cabrea de no ir al grano. Tiene que encontrar una oportunidad de arrinconarlo o no le habrá servido de nada el madrugón.

En este diálogo han pasado varias cosas:

Omitiré la poca chicha que tiene el párrafo que da paso al diálogo. Es de una obviedad e insulsez apabullantes. Aparte:

  • La voz narradora asume un papel desmesurado que hace sombra a los parlamentos.
  • En consecuencia, el papel de los protagonistas se reduce, pierde valor.
  • Los parlamentos bien podrían omitirse y el lector no se perdería nada. Bastaría con que los incisos se volcaran en el hilo de la narración y ¡santas pascuas!
  • Se han encontrado dos personajes y la acción (la trama) se ha detenido: ni se menciona el caso que los ha convocado ni se añaden nuevos ingredientes situacionales.

Diálogos útiles que sí sirven a la novela

La voz narradora no debe repetir nada que ya digan los personajes. Si tiene más presencia y cuenta más que lo que cuentan ellos, mejor que callen; o los apabullará, que es lo que pasa en el diálogo anterior. Y como he dicho en el apartado anterior: en cuanto se han puesto a hablar los personajes, hemos dejado de saber qué pasa con la historia.

Compáralo con este otro.

Diálogo útil

Sandoval entra en la casa resoplando y frotándose las manos; las orejas embutidas en el cuello de la cazadora. Varela es un hueso duro. Carraspea al entrar. Le ha costado concertar una cita con él.

—Parece que empieza a estar más claro.

—Tenemos un cadáver. Solo eso. Despacha, ¿qué quieres?

—Venga, sabes de sobra lo que…

—… y tú sabes de sobra que es confidencial.

—Ja, ja. ¡Qué artista!, el que se salta las reglas solo cuando le cuadra. No sé si darte una hostia aquí mismo o esperar a que salgas. Me debes una. ¿O se te ha olvidado?

Tienes que preguntarte por la razón de ser del diálogo que introduzcas. Insisto: los personajes deben contar cosas que la voz narradora no cuenta. Y viceversa.

La disyuntiva es clara: ¿la intensidad de la escena va a depender de los personajes o de la voz narradora?

Esa es la pregunta ante la pertinencia o no de un diálogo, señoría.

Qué hacer para que los diálogos sirvan en la novela

Nadie habla igual que otro, aunque utilice el mismo código lingüístico. Uno es más elocuente; otro, más parco; uno tiene mal talante; otro es un pánfilo o un bendito. Cada uno tiene sus propios intereses y motivaciones (esto es fundamental) y cada uno está en la novela para algo. O por algo.

Los diálogos en una novela y su para qué

Que los parlamentos no sean intercambiables; que no dé igual quién habla.

Una profesora no hablará igual que un adolescente; ni le interesan los mismos temas ni tienen la misma función en la historia. Ni un padre habla como su hijo ni un perdedor escoge las mismas palabras que un triunfador.

Si no logras una voz distinta por personaje; si no paras la oreja para escuchar cómo hablan y qué palabras escoge cada uno, el lector se perderá. Confundirá a unos con otros y se volverá más necesaria la intervención de la voz narradora (y ya hemos hablado del perjuicio que puede causar si se inmiscuye en medio de un diálogo).

Los diálogos en la novela sirven para dar información nueva

Supón que se habla de un asesinato que remite a otro cuya resolución fue mérito de Varela, el poli. Supón que ambos saben de sobra que fue gracias a Sandoval. Por favor, no emitas un bando.

Así, con ese párrafo del final, no:

—Venga, sabes de sobra lo que…

—… y tú sabes de sobra que es confidencial.

*—Eh, recuerda que yo te ayudé con aquella pista que fue la definitiva, la de que se trataba de una antigua novia de tu hermano. Y que gracias a ello tú te colgaste todas las medallas y me dejaste con el culo al aire.

Crítica al MAL diálogo:

De esa manera, le estás diciendo al lector: «Mira, bobo, te cuento esto que no sabes y que deberías saber; o que, si lo sabes, lo has olvidado porque lo contábamos treinta páginas atrás».

A quienes se han gastado los cuartos en tu libro deberías hablarles como si supieran de qué va.

Así, con esos tres párrafos últimos, sí:

—Venga, sabes de sobra lo que…

—… y tú sabes de sobra que es confidencial.

—¡Eh…! Que ahora me toca reír a mí. O te contaré un chiste, hombre, y reiremos los dos.

—Me cago en la leche, Sandoval. ¡No me jodas, que me juego el puesto!

—Todo tiene un precio en la vida. No siempre puedes estar en misa y repicando.

Crítica al BUEN diálogo:

«Esto mismo lo he visto yo en algún lado…».

Aquí, en cambio, le estás diciendo: «Ya sabes, agudo lector, sagaz lectora, que Sandoval está hasta la boina de los faroles del otro. Vale que desconoces que va dispuesto a ponerlo contra las cuerdas, pero no importa. Seguro que estás conmigo en que es lo que toca y en que, poco a poco, irás atando los cabos».

El lector no lo conoce todo (para algo está leyendo tu novela), pero cuéntaselo sin restregárselo a la cara. Como quien no quiere la cosa.

Propina

En definitiva, si sigues preguntándote para qué sirven los diálogos en una novela, asegúrate de no haber estado en misa y repicando mientras leías.

Asegúrate de que buscas aportar algo a la escena. Concreta el qué.

Pregúntate para qué un personaje dice lo que dice. No todos los diálogos tienen por qué ser cañeros: no todos se desarrollan entre tipos malencarados. Eso sí: todos han de estar justificados y permitir un acceso cómodo —e intrigante— a ese singular universo literario.

Haz que la escena que se dialoga tenga sentido para el lector.

 


1 No es lo mismo contar que Fulano no quiere dar explicaciones sobre cierto asunto o que tiene una ética dudosa que darle la palabra a él:

—Pagué mis deudas. Lo demás queda entre Dios y yo.

Es lo que dice, pero es, sobre todo, lo que no dice. Todo ese nivel subterráneo que invita al lector a completar lo que está sin estar.


Claves para escribir los diálogos

Nota: Los diálogos que presento son de mi invención.

 

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