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No insistimos lo bastante en la necesidad de sacarle brillo a un texto que se termina de escribir. ¿Sabes que hay siete aspectos generales —e independientes del género que escribas— que inciden directamente en su abrillantamiento? Quizá más. Siete caminitos por los que abrillantar y para los que no es necesario contar con ayuda externa.

Va de dar con la propia voz, de conquistar el propio estilo, que tanto nos conmueve —y nos compromete— a quienes escribimos. Va también de salir del atolladero cuando las musas circulan por libre y no se te acercan ni para cotillear.

El proceso de sacarle brillo a un texto

Esto que queda bien en una fiesta, cuando se trata de adjetivar un texto es una desmesura.

Repasaremos estos siete que menciono, aunque hagamos un dos por uno en algunos casos.

Para sacarle brillo a un texto, harás bien en perseguir…

La primera conmoción nace de un contraste: comparas un texto tuyo con otro de Rosa Montero o de Elvira Lindo o de Manuel Vilas. Y miras y escudriñas por entre frases y párrafos. Casi dirías que tu texto y el suyo se parecen.

¿En serio?

Sacarle brillo a un texto tiene un punto de salida: quitarse la venda de los ojos; aprender a mirar.

Para sacarle brillo a un texto, olvídate de palabras florero y adjetivos festivaleros. Un texto sin podar es un texto mate. Clic para tuitear

Entonces se te revelan cosas como estas:

  • No hay palabras florero.
  • Ni hay repeticiones.
  • Tampoco el orden de las frases está alterado porque sí.
  • Hay una total ausencia de adjetivos festivaleros.
  • Que haya verbos ausentes no es producto de una intención rebuscada.
  • Se cuentan cosas sin parar y sin marear la perdiz, haya o no acción pura y dura.
  • Predominan las palabras cortas, básicas, corrientes; esto mismo podemos decirlo de las frases.

Hace mucho que no menciono a Jack, pero hoy procede. Vayamos por partes, como hacía él. Porque ese texto tuyo —me voy a referir en este caso a la novela y al relato— siempre puede mejorar. Conste que ser perfeccionista, ya lo decimos siempre, es otra cosa.

Y porque parece que con escribir se terminara la historia. Y no. Hay dos procesos comprometidos e igual de importantes: el antes y el después de escribir.

Toma notas diciendo lo mismo de distintas formas. Ve revisándolas cada tanto hasta que se te rebele la más brillante.

Hoy me ocuparé del después, esto es, de la poda que necesita cualquier texto que se termina de escribir.

Para sacarle brillo a un texto: ni palabras florero ni adjetivos festivaleros

¿Pueden sobrar palabras en un texto? ¿No será que el autor las necesita y por eso las pone? Quizá tú, que vienes detrás, no las pondrías, pero decir que tal o cual palabra están de más…

Y, sin embargo, es así: es muy fácil que haya palabras sobrantes.

Reproduzco —con el camuflaje adecuado— un párrafo de tantos textos que me llegan:

En tanto Sara, aterrorizada, rogaba con todas sus fuerzas que al detestable agresor le acometiera una desgracia y cayera redondo en el piso, fue ella la que cayó irremediablemente por efecto de un impresionante golpe en la cabeza que acababan de propinarle, quedando a merced de un estremecimiento absoluto, como muerta.

La poda aplicada

En tanto Sara, aterrorizada, rogaba con todas sus fuerzas que al detestable agresor le acometiera una desgracia y cayera redondo en el piso, fue ella la que cayó irremediablemente por efecto de un impresionante golpe en la cabeza que acababan de propinarle en la cabeza, quedando a merced de un estremecimiento absoluto, como muerta.

Para caer en la cuenta de cómo manejarte con los adjetivos, date una vuelta por aquí.

Razones de la poda aplicada

  1. ¿Habrá agresores que no sean detestables? Es más: como adjetivo se queda corto. Será temible, espantoso, aterrador…
  2. De resultas de un garrotazo en la cabeza, fijo también que la caída es irremediable.
  3. Impresionante no añade rotundidad a un golpe que logra desplomar a alguien.
  4. Acabar de propinarle es una explicación que está de más. El golpe en cuestión hay que introducirlo de otra manera. Por ejemplo:

Sara pedía a gritos que el agresor cayera fulminado, pero fue ella la que cayó. Su cabeza sufrió un fundido a negro; junto a su cuerpo quedó un bate de béisbol.

  1. O está como muerta o está a merced de un estremecimiento absoluto. Ambas cosas es imposible.

Todas esas palabras o expresiones deslucen el trabajo: pretenden añadirle intensidad y logran todo lo contrario.

Sacando brillo a los textos que se acaban de escribir

En una descripción, un adjetivo debería sobresalir como un punto rojo en medio de un apabullante verde.

Llamo palabras florero a las que no dicen nada. Y si no dicen nada, sobran. Si vuelves a leer el texto, verás que además de no caerse se alza mucho más digno.

Para sacarle brillo a un texto: eliminar repeticiones

Adverbios como siempre, nunca, también, además; verbos como parecía, decidir, pensar, sentir; empezar, comenzar o ir a; ¡ah!, también realizar; unos y otros pululan por los textos como si tuvieran algún tipo de bula; o de prerrogativa, aunque bula es más corto.

Piensa: ¿te ingresan dinero en la cuenta bancaria por cada repetición? Si es que no, piensa en tu texto; en tal caso, sigue pensando cómo utilizar solo la repetición anafórica (como estoy haciendo yo con esto de piensa/pensando): tu cuenta literaria sí que saldrá ganando.

No te repitas sin una buena razón. Lee. Repasa. Cinco, seis, siete veces. Deja pasar los días y vuelve. Repasar es una de las tareas fundamentales del hecho de escribir. Y si acaso repites, que sea por una razón expresiva, como en estos casos que menciono. Y si incluyes sinónimas, busca ejemplos para cerciorarte de que dicen lo mismo donde han de decir lo mismo.

Para sacarle brillo a un texto: preferir palabras y frases cortas

Algún párrafo será más extenso —las combinaciones son naturales y hasta deseables—, pero mientras tu manejo del estilo no sea de nivel Dios, opta por palabras y frases cortas:

Se habían reunido en el magnífico salón de actos, donde les habían convocado con la debida anticipación para escuchar todo lo que tenía que decirles don Anselmo, el detestable director. Había risitas y cuchicheos en voz baja y las más pequeñas miraban a las mayores a ver si aquello estaba bien o podía haber fuertes represalias como quedarse sin las vacaciones.

Es probable que en una primera escritura, autor o autora hayan volcado sacas de palabras. No hay problema. Llegará el momento de corregir. Ahora bien, autor o autora pueden pensar que ya se encargarán la correctora o el corrector de turno de quitar lo que sobra. Si sobra.

Y sí: sobra. Y la primera obligación de quien escribe una vez que ha escrito —pasados uno o dos días—, es corregirse. Es tan fácil como práctico: te lees en alto y tu oído musical se entrena.

Se habían reunido en el magnífico salón de actos, donde les habían convocado con la debida anticipación para escuchar todo lo que tenía que decirles don Anselmo, el detestable director. Había risitas y cuchicheos en voz baja y las más pequeñas miraban a las mayores a ver si aquello estaba bien o podía haber fuertes represalias como quedarse sin las vacaciones o era una travesura.

Para sacarle brillo a un texto: no alterar el orden lógico de la frase sin una buena razón

Alterar el orden lógico de una frase debe obedecer a una razón que no sea solo caprichosa. Y el orden lógico es sujeto, verbo y todo lo que sigue (el predicado, sí).

Para saber cómo se le saca brillo a un texto

Esta es una imagen elocuente. Un texto que brilla es el que consigue hacer esto mismo con las palabras.

Te traigo dos párrafos que desembocan en lo mismo. Este primero es más rebuscado; más enjoyado, por así decir. Es obvio que en él subyace una intención desorbitada de conmover (o sea, que se le ve el plumerillo a la autora, que soy yo, dicho sea de paso):

Un paisaje desolador había dejado la criminal marea. Achicando emponzoñada agua, rezaban algunos agricultores y miraban otros al cielo amenazador.

Pero si lo ordenas y desnudas de abalorios, verás cómo el efecto dramático sube enteros. No es preciso adjetivar cada sustantivo, ni mucho menos:

La marea había dejado un paisaje desolador. Mientras achicaban agua, algunos agricultores rezaban y otros miraban al cielo.

Menos alambique y menos collares: mayor intensidad. El lector no se conmueve porque añadas más adjetivos de los necesarios o juegues a hacer triles con las frases.

Es ahí donde se juega el talento literario.

Es dar con las palabras justas. Son justas cuando eliminas alguna y el texto no se viene abajo.

Para sacarle brillo a un texto: omitir verbos solo por razones expresivas

Muy a menudo, como decía el arquitecto Mies Van der Rohe, «menos es más». Menos no es contar menos de lo que hay que contar ni es prescindir del detalle; al contrario: es darle valor a cada elemento en lo que vale para que el lector se adentre en ese escenario.

Mira este otro ejemplo en el que no hay un solo verbo:

Tu locura aquí y tu razón allá. Entre el mar y el cielo, los cuerpos. La desnudez. La arena y la sal. El horizonte, una línea inmóvil y acerada.

¿Se necesita explicar que hay dos tipos o dos tipas o tipo y tipa sorbiéndose las mieles del amor? ¿Es preciso añadir que están en una playa solitaria, divina, inmaculada?

Pero tampoco quieras prescindir de los verbos, hale, así, porque yo lo valgo y porque Marian ha dado licencia.  Un texto sin verbos es un texto sin cuento. El verbo es el motor de lo que se narra. Si vuelves sobre el ejemplo anterior, verás que la acción está detenida. ¿Pasa algo? Sin duda pasa y se relata de una manera muy elocuente: es un momento sagrado; no importunen; shhh…

Fuera de esa escena, hay que contar cosas cuyo eje son los verbos.

Para sacarle brillo a un texto

Los detalles otorgan veracidad a la historia. Un texto brilla más cuando es capaz de ir de lo general a lo particular y viceversa. (Por cierto: los tortolitos están justo detrás).

Hay otras ocasiones en las que, sin embargo, es recomendable omitir el verbo. Echa un ojo a este enlace en el que el Blog de Lengua de Alberto Bustos se ocupa de ellas.

En resumidas…

Para sacarle brillo a un texto que acabas de escribir:

  • Léelo en voz alta.
  • Descubre qué sobra y elimínalo.
  • Profundiza en las razones expresivas.
  • Mira si dice con naturalidad lo que tiene que decir.

Propina 1

A veces las palabras son largas, pero a menudo es posible elegir. Vaya por delante que a mí ninguna me ha hecho nada; ni corta ni larga. Solo le pido que signifique lo mismo en determinado contexto, que no todas las sinónimas son sinónimas pata negra.

Propina 2

Cuando logras que cada palabra sea la que ha de ser; cuando en la decimotercera lectura que le haces, aún reparas en que alguna no añade y te la ventilas sin compasión; si con alguna se te ha ido la mano —la emoción— y descubres que te has engolosinado… y la retiras —con cariño, sin violencia, que fuiste tú quien la puso en un momento de exaltación—, le habrás sacado brillo a tu texto.

Propina 3

Hablé sobre la concisión literaria en este artículo, pero rescaté esta frase del muro de David Araújo (@chuzodepunta):

Borges: «Oyeron que la concisión es una virtud y tienen por conciso a quien se demora en diez frases breves y no a quien maneje una larga».

Y ahí está la gracia, señores. La frase larga, cuando se maneja con arte, hace al texto resplandecer.

 

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