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Cómo escribir prosa literaria o más literaria aún que la que surge de la espontaneidad: es una cuestión que, tarde o temprano, asalta a quien escribe.

A mí, que me interesa mucho el estilo, me sobrevino a raíz de un artículo. Lo escribió Juan Gómez Jurado en Zenda.

Gómez Jurado se centró en novela negra (seleccionó un poema ad hoc) y creó una maravillosa composición en prosa. Yo, por mi parte, no perseguiré un género concreto, sino que me dejaré sorprender. Tampoco persigo tamaña altura: solo comprobar hasta qué punto un poema puede ayudarme a describir pasajes (o paisajes) literarios.

Prueba a escribir prosa literaria a partir de un poema: verás hasta qué punto poesía y prosa se dan la mano. Clic para tuitear

Abro al azar un poemario de Milagros Salvador que lleva por título Espejo de la tierra. Dispuesta a entregarme a este juego, me encuentro con este delicioso poema:

No quiero descubrir

la noche que regala perfume a la memoria,

tan solo conocer ese color que alumbra

e ilumina la carne

oculto en nuestra historia,

matices que se esconden y se pierden

donde la luz no habita,

y luego nos devuelve

una mentira ciega para andar por el mundo.

No olvides que las nubes nos esperan

como la vieja lluvia del otoño

inevitable noria que vive como el tiempo,

y vuelve, siempre vuelve

a dorar nuestros mitos.

Las cicatrices no traicionan,

y la tierra se esconde a nuestros pasos

si nuestros pies profanan su silencio.

Cómo transformar ese poema en prosa literaria

Me ayuda el hecho de que se trata de versos libres, pero ¿cómo evitar que suenen redichos, pedantes o pretenciosos al hacer la componenda?

No me importa ser fiel a lo que el poema pretende. Quién sabe, además, cuál fue la intención de su autora, ¿no es cierto? Ahora es mío y mi intención es utilizarlo como trampolín. Me dejo seducir por lo que me evoca para el objetivo que persigo.

Me encomiendo un instante. ¿A quién? A dos musas: la de la poesía y la de la prosa. Puede que entre las tres seamos capaces de verle la cara al asunto. La segunda —la musa de la prosa— tendrá que afanarse en la trituradora para que este primer intento dé paso a un texto narrativo… digno.

Allá voy:

Primer intento de transformación del poema a prosa literaria

No quiero recordar la noche perfumada / sino desentrañar el eco que nuestros cuerpos dejaron en ella / matices que, si no atrapo, se vuelven ficción y me devuelven / mentiras para ir saliendo del paso. / No olvides que nos esperan risas y llantos / y que vienen de camino los días en que hagamos / mitos de otros días pasados y doremos nuestras propias leyendas. / Las cicatrices que llevamos tatuadas son la única verdad / que si ignoramos / se desmorona la consistencia de lo nuestro.

Leo varias veces ese resultado y cierro los ojos. Me viene a la memoria una escena. Seguro que, si tienes más de doce años, alguna recuerdas. Eso sí, necesitarás algunos más (años) para adentrarte en una reflexión de esas que sirven para seguir caminando en la vida; con los destrozos a cuestas, quiero decir.

Segundo intento de escribir prosa literaria a partir de un poema

Ese primer intento me ha quedado un tanto pomposo, tal como suponía que sería la primera batida. No me queda otra que volver sobre él. Este segundo meneo consistirá en barrerle ese tufo afectado que lo desluce.

Porque literario, sí, pero desvestirlo de boato será el siguiente desafío.

Releo el párrafo y cierro de nuevo los ojos a la espera de la imagen y de una sugerencia para la voz (¡Musa de la Prosa, te invoco!). Cómo escribir prosa literaria

La musa dice que debo respetar la voz en primera persona dirigida a un tú, que es el destinatario del poema original. Podría desoír lo que dice, que no siempre coincide con lo que quiero hacer yo, pero le daré el gusto.

Va el segundo intento:

Quisiera no recordar solo lo que nos regalamos entre las sábanas aquella noche. Nos dijimos tantas cosas que, si no las atrapo, si no pesco las señales minúsculas, corro el riesgo de montarme yo sola un castillo de arena. Porque hubo regalos, pero no solo, que me tocó pagar algunas prendas. Este afán de resistir, tenlo presente como lo tengo yo, nos traerá días difíciles en que la tentación de edulcorar el pasado nos tiente. Y llevamos en el alma marcas; de ignorarlas,  arriesgamos la hondura que también acarrea esto nuestro.

Tercer intento de escribir prosa literaria a partir de un poema

Aún será necesario someter ese segundo intento a una tercera fase que, por un lado, lo aligere; y por otro, le aporte sustancia. Al lector de prosa le gusta ver.

Terminamos entre las sábanas. Te pegaste a mí y me estremecí; tu mano subía y bajaba y me murmuraste al oído que te gustaba mi tatuaje. Habíamos discutido, ¿recuerdas? Que había engordado, dijiste; que mi vientre corría riesgo de parecerse al de la Venus de Milo. Si no te gustaba mi cuerpo, ¿qué hacías conmigo? Sabías de mí más que nadie y te aprovechabas. Era como justificabas tus correrías. Luego dijiste que, aun así, te gustaba, que no me tomara a mal las chorradas que se te ocurrían. Una vez más, me engañé con la idea de que ya formaba parte de ti, de que las relaciones largas tenían esas cosas. Pero me juré no olvidar que, si pensaba seguir contigo, lo nuestro tendría algunas alegrías y muchos sinsabores; al menos, para mí. Tu olor era mi refugio, mi droga. Tu manera de rozarme y de entrar en mí iban más allá de lo físico. Encendiste un cigarro a sabiendas de que me ponía frenética que fumaras en la cama. Dos caladas, dijiste. Fueron dos, sí. Luego te giraste y me quedé sola, como una mina abandonada. También yo sabía cosas de ti que nadie más sabía: tus días negros, las torturas a las que tú mismo te sometías.

Cómo ayudan las figuras literarias a escribir prosa literaria: la repetición

Cuando escribas prosa literaria, ten presente al lector. Al lector le gusta ver, como digo, así que dale imágenes. Para eso, he tenido que dejar atrás el poema original y los dos intentos previos y meterme de lleno con los fotogramas (frames los llaman ahora); «con lo que pasa en el instante, tanto fuera como dentro», quiero decir; con lo que se ve y lo que se dice el personaje que narra con voz propia.

Me he ayudado de la repetición anafórica: dijiste se repite tres veces. Y se repite tres sabía/s:

Sabías de mí más que nadie.

[…]

Luego te giraste y me quedé sola, como una mina abandonada. También yo sabía cosas de ti que nadie más sabía: tus días negros, las torturas a las que tú mismo te sometías.

Aún querría añadir un pequeño párrafo para aprovechar el alcance del poema:

[…] me ponía frenética que fumaras en la cama.

Entonces recurrías a mí como un náufrago a su isla. Solo yo sabía esas cosas de ti. Me lo juré porque puede que, después de todo, aquello solo tuviera la consistencia de un invento mío.

¿Ves que se repite el sonido –ía, incluso en frases previas? Obedece a una intención expresiva, como cuando le cantas las cuarenta a alguien. Tiene un nombre técnico: aliteración.

El personaje que narra (la personaja) oscila entre dos aguas: un compromiso que siente hondo y la desilusión (la amargura) por el trato que recibe de su pareja.

Cómo ayudan las figuras retóricas a escribir prosa literaria: la metáfora y la comparación

Hay muy pocas figuras retóricas en este texto resultante; apenas un par de metáforas:

Tu olor era mi refugio, mi droga.

Tus días negros.

Y solo una comparación con metáfora incluida:

[…] como una mina abandonada.

El argentino o argentina que lea esto es probable que solo vea la comparación y no vea, en cambio, la metáfora. Mina, en argentino, es no solo un lugar del que se extraen minerales, sino sinónimo de chica, mujer.

Para los demás, mina es ese lugar del que se extraen minerales y bien fácil de imaginar dejado de la mano de Dios.

Y, si bien, apenas hay figuras, las que hay abren puertas. Son, como diría Silvia Adela Kohan, pasaportes hacia una necesidad interna. En este caso, la de situar en un mismo escenario la dependencia física —casi animal— por parte de quien narra en primera persona («tu olor era mi refugio, mi droga») y la triste ventaja de conocer los «días negros» de la pareja. Algo así como decir «mi amor es irracional y soy consciente de que me utilizas», por un lado; y por otro y como pírrica ganancia, «conozco la parte menos atractiva de ti». En el subtexto, «no me dejes, que soy capaz de poner un bando por ahí para que nadie más te quiera». O bien «nadie te querría si te conociera; solo yo, esta idiota».

Propina 1

La composición que se me ha ocurrido muestra cómo escribir prosa literaria a partir de un poema. Es un relato de sinsabores de los que participa cualquier relación; puñaladas que a veces no pretenden serlo, y otras, en cambio…

En definitiva, son esas contradicciones ante las que se expone alguien comprometido en una relación tóxica y que remiten a un sentimiento universal. ¿Quién no se ha sentido menospreciado alguna vez o por la pareja o por alguien ajeno?

Es bien fácil que el lector empatice.

Propina 2

Lógicamente, se trata de dar con un poema que encaje con la temática que le interesa a uno, pero aunque no diera con él, sirve para captar ideas. Sirve para echarle un capote a la musa y dejarse inspirar.

Seguro que puedes adaptarla para construir un párrafo o para enriquecer otro que hayas escrito. Ponle tus palabras, tu manera de decir. Rebasa el parafraseo. Está en juego tu creatividad, tu estilo, tu sabor.

Propina 3

En palabras de Gandhi: «Nuestra recompensa se centra en el esfuerzo y no en el resultado. Un esfuerzo total es una victoria completa». En nuestro caso, el esfuerzo se ciñe a forcejear con los textos y a escribir lo más literariamente posible.

Te animo a que ojees un poemario, escojas un poema que te guste y hagas una práctica semejante. ¡Te asombrarás de lo que eres capaz!

 

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