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Ni todos los clientes son iguales ni todas las fórmulas. ¿Conoces los cinco tipos de corrección de textos y lo que comprende cada uno?

Cuando hablamos de corrección de textos, las dos que se nos vienen a la cabeza son corrección ortotipográfica y corrección de estilo. Pero cuando entramos en minucias, el abordaje multiplica sus capas. A saber:

  • Corrección ortográfica.
  • Corrección ortotipográfica.
  • Corrección léxico-semántica.
  • Corrección de estilo.
  • Reescritura.

Aunque lo habitual es que la primera y la segunda conformen un mismo paquete y que la tercera quede absorbida entre ambas y se entremezcle con la de estilo. Pero son distintas, porque cada una se ocupa de cuestiones que le son específicas.

Niveles de profundización en la corrección de textos

¡Ahí llega el texto, señores! Una vez corregido, debería conducirse sin llamar la atención. O llamándola solo por lo que cuenta y por cómo lo cuenta.

En cada una hay, además, distintos niveles de profundización.

Niveles de profundización en los cinco tipos de corrección de textos

Cada autor es un mundo. Tampoco en la corrección de textos cabe uniformidad.

La corrección de textos requiere distintos abordajes y distintos niveles de intervención, en función de su destino y de la propia intención del autor. Clic para tuitear

Todo autor va a querer que se eliminen de su texto los errores notables. Pero puede que alguno no quiera ver modificadas determinadas palabras por distintas razones: porque forman parte de su idiolecto, porque se trata de variantes regionales o porque hace hablar así a sus personajes. Puede que quiera destacar tal o cual palabra porque es relevante en el contexto al que se refiere. Y puede que el corrector no termine de verlo.

También porque el español del texto —y el del autor, claro está— es de acá o de allá y no tendría sentido que su público no lo reconociera.

Al corrector le toca ser prudente y discriminar. En ocasiones, un término que podría formar parte de un determinado contexto lingüístico no es sino una forma errónea del decir de su cliente.

También está, en el lado más puntilloso, quien aspira a la palabra precisa y al texto depurado. Este hará las delicias del corrector; ahí, la conjunción de objetivos forma parejas muy estables.

Y está quien quiere disponer de razones, aprender; quien nunca despreciará una clase de gramática y da por descontado ese extra por parte del corrector.

1.   Corrección ortográfica

Esta es de rigor, es decir, hay que hacerla sí o sí y siempre; no hay texto que se libre de ella. Puede parecer la más sencilla de todas, pero no lo es. Al corrector se le puede escapar una tilde, una coma, una mayúscula impertinente que se coló después de dos puntos. Cuando lleva seis horas corrigiendo, puede ver hasta unicornios donde solo hay simpáticas ovejas balando.

Cinco niveles de profundización en la corrección de textos

Corregir textos implica ir línea por línea, espacio por espacio, punto por punto.

Una coma fuera de lugar no dirá lo que tiene que decir y hasta puede que modifique por completo el significado de la frase. Visita este artículo de Esther Magar: después de leerlo no tendrás dudas acerca del valor de la coma.

2.   Corrección ortotipográfica

Este tipo de corrección proporciona uniformidad al texto y en ella se abordan formatos: negritas, cursivas, versalitas, comillas, notas a pie de página, superíndices o subíndices, números, abreviaturas, siglas, paréntesis, rayas parentéticas, citas, viñetas, formas de reseñar bibliografía… Se lleva a cabo el indexado automático y todo lo relativo a títulos, subtítulos, intertítulos y destacados.

La última corrección ortotipográfica suele hacerse sobre las pruebas de impresión o galeradas; es decir, una vez que el texto adopta la configuración impresa, la definitiva. Entonces pueden advertirse líneas o palabras huérfanas, viudas, alineaciones, sílabas repetidas en líneas consecutivas, etc. El formato original tiene una configuración distinta del impreso y esta se aborda oportunamente.

Aparte: hay cuestiones sujetas a normativa y otras que no; también estas han de unificarse de manera que se siga un criterio.

Es el tipo de corrección de textos más relacionado con la edición.

3.   Corrección léxico-semántica

Entramos en terreno recovecoso. A un autor puede que le valga el diccionario de sinónimos para evitar repeticiones. Incluso echará mano del de ideas afines si le ronda cierta palabra y no atina a dar con ella.

Cinco tipos de corrección de textos y sus correspondientes niveles

Cuando un corrector de textos se encuentra con ingredientes mezclados… se queda mirando así.

Y está muy bien que el autor pruebe, pero puede que a pesar de todo no acierte.

Quizá diga clandestino cuando quería decir furtivo o viceversa. O decir ambiguo cuando quería decir oscuro. ¿En qué contexto se está desarrollando la acción? ¿De qué tipo de texto estamos hablando?

Ejemplo 1

No tengo delante Patria, de Fernando Aramburu, pero quiero hacer hincapié en detalles que un corrector ortodoxo habría modificado. Los ejemplos son de mi invención, pero valdrán para reflejar lo que quiero decir:

Ignacio salió temprano camino de la panadería. Quería evitar encontrarse con vecinos que le preguntasen si.

Se dieron de bruces al girar la esquina. Si se detenían iban a tener que hablar de. Se saludaron sin apenas mirarse. Cada uno prosiguió su marcha, como urgido por cuestiones perentorias.

Ese día Bittori irá al cementerio. Se lo dirá todo. Le dirá a su marido muerto que. Y el Txato va a tener que oírla sin replicar.

¿Desde cuándo una frase termina con un «si», un «de» o un «que»? En cambio, en Patria, es un rasgo distintivo del narrador pegado a determinado personaje y a cierta habla característica.

Ejemplo 2

Este lo tengo delante y está tomado de «La noche del pollo frito», un relato de Todas son buenas chicas, de Néstor Belda:

Volvió a leer el final del cuento, siguiendo esos trazos desconocidos con la yema de su dedo índice. Se detuvo unos segundos en las palabras amor y sexo. Cerró los ojos y te tocó los pechos, July y el amor, July y el sexo, July y sus besos, July y mis besos, tus rojos gloriosos, hasta que otra imagen, la del abismo de la ventana, la encerró en su rabia contenida. Estoy embarazada, ¡joder, July!, y creo que es del sueco de las revistas, ¿y qué vas a hacer?, me largaré de casa.

—¿Isaac?

—Dime.

Mañana por la mañana deberíamos traer unas cajas y guardar las cosas de July.

De vuelta a la ortodoxia: al final del primer párrafo, hay varias frases de estilo directo sin formato de diálogo que he destacado en negrita. Aquí la sensibilidad del corrector debe extremarse: lo más que puede hacer es señalárselo al autor, pero no aplicar la corrección sistematizada. Estamos hablando de literatura y de una determinada intención por parte de quien escribe.

4.   Corrección de estilo

En este caso abordamos la sintaxis de las frases y la gramática. Es el momento de ver si sobran adjetivos o adverbios; si sobran o faltan conectores y palabras de transición; si determinada frase se entendería mejor formulada de otro modo. Si se puede decir más con menos. Si es aconsejable eliminar subordinadas o recortarlas.

De corregir textos a corregir textos, distintos niveles de intervención

Aquí llega el que sabe escribir solicitando una corrección de su maravilloso texto.

Pero si la corrección léxico-semántica es terreno recovecoso, esta del estilo es terreno minado. ¿Qué sí y qué no corregir? El corrector, con la mejor intención, puede pasarse de listo y el autor sentirse agraviado; sobre todo, si sabe escribir. Y con saber escribir me refiero a tener kilómetros de escritura, a lo que viene siendo mucha mili literaria.

Para evitar destrozos, mejor pasarse al margen de los comentarios y desde ahí hacer sugerencias y propuestas. ¿Podría quedar mucho mejor si interviniera? Podría. Pero no es su texto; no es el texto del corrector.

5.   Reescritura

Llega otro documento. Este no hay por dónde pillarlo. El autor espera recibirlo de vuelta transformado y elevado al Olimpo de los textos beatificados. No sabe que está pidiendo una reescritura en toda regla cuando solicita una corrección ortotipográfica y de estilo. Tú, correctora mía, sabes que hay mucho tomate: de ortografía, de edición y hasta de contenido.

Difícilmente reclamará respeto por el propio estilo. Una vez de recibir la prueba gratuita, o es un ingenuo o no le quedará otra que caer en la cuenta de sus déficits y carencias.

Y aun no habiendo estilo en rigor, si el corrector se brinda al trabajo, puede hacer varias cosas:

  • Ayudarle a determinar el nivel de intervención que requiere ofreciéndole pruebas de distinto calibre: de mayor a menor intervención.
  • Sugerirle un informe de lectura en el que destaque valores y desventajas del escrito. ¿Vale la pena emplearse en una corrección cuando el contenido no es sólido?
  • Aproximarse lo más posible a ese no estilo y enmendar lo enmendable, pero habiendo establecido límites.
  • Si se acuerda una reescritura, considerar exigir una coautoría.

En este último caso, correctora mía, tendrías que establecer una dinámica de trabajo que os permitiera colaborar mano a mano.

Y establecer un coste realista, ergo, en consonancia.

Conclusión: cinco tipos de corrección y cinco niveles de complejidad

Esto es lo que hay: al menos cinco miradas distintas sobre el texto y la necesidad de determinar qué espera cada autor. Desde la inevitable y, en apariencia, sencilla pero exigente corrección ortográfica, hasta la complejidad que entraña la reescritura.

De los distintos niveles de intervención en la corrección de textos

—Mira qué texto tan chuli nos va a quedar entre lo tuyo y lo mío. Ya luego, si eso, vemos quién hace la corrección.

La correctora o el corrector de turno deberán tener en cuenta ciertas variables básicas:

  • Las condiciones del original.
  • Su extensión.
  • El tipo de desempeño que el autor solicita según su intención o propósito.
  • Los plazos.

Y esto, con tanto pormenor y niveles, habrá quien lo perciba después como un todo homogéneo: el lector. ¿Funciona o no funciona? Es lo que ve y lo único que le importa. ¿Valió la pena no solo lo que le costó, sino el tiempo empleado en su lectura? Porque el dinero aún se recupera, pero el tiempo… ¿Quién perdona que se le haga perder el tiempo?

Autora, autor: asegúrate de que lo que obtienes del encargo de corrección es lo que esperabas obtener.

Correctora, corrector: asegúrate de qué quiere tu cliente antes de ponerte a trabajar sobre el texto que recibes.

Y para ti, para mí, para todos: corregir es no darse por vencido. ¿Puede escaparse algo? Nadie querría y, menos aún, quienes se ocuparon de su bricolaje, pero es (casi) inevitable. Mejor, piensa: ¿y todo lo que se cazó entre el principio y el final? Ahhh… Eso es otra cosa.

Tu texto ahora funciona. Que funcione significa que tiene calidad. Y calidad es sinónimo de conocimiento y de respeto por el lector.

Nota

Ni siquiera hay una única forma de ofrecer ese texto con las correcciones que le van de vuelta a su autor. En otra ocasión, prometo ocuparme de ello.

 

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