Los puntos suspensivos y su efecto en los textos, queridas y queridos, y todo sea en nombre del amor.
Porque, en nombre del amor, dedico esta entrada a los puntos suspensivos como dediqué otra igual al punto y coma.
Para empezar a hablar de los puntos suspensivos
Lo primero que hay que decir es que son una trinidad laica, pero trinidad al fin y al cabo: o sea, que son tres indivisos; como el aceite que repara el griterío que arman las bisagras oxidadas. Como los Reyes Magos, como las patas de un trípode, como la Trinidad santísima. Tres mosqueteros. Tres tigres no siempre tristes, ni mucho menos.
Los puntos suspensivos son una trinidad laica. Como tal trinidad, son tres y nada más que tres. Solo hay un único caso en que se junta uno más. Solo un caso. Clic para tuitearNo te esfuerces: pondrás siete seguidos o venticatorce, pero no solo no lograrás el efecto que persigues, sino todo lo contrario; estarás declarando tu impericia. Una ristra de puntos deja de ser la secuencia que corresponde de tres y solo tres para convertirse en una hemorragia; o como diría mi amiga enfermera, para ser un despeño diarreico; o una caída en línea recta hacia el purgatorio literario, como digo yo.

Puede que después de ver algo así en el cielo hayas pensado que cinco puntos suspensivos también valen, pero no: nada tienen que ver con los eclipses salvo, si acaso, cierta remota similitud por la forma redondita.
Para poner las cosas en su sitio: lo cierto es que vivimos una época de puntos suspensivos. La incertidumbre nos mantiene así, en suspenso. Ahora bien, no significa esto que debamos poner puntos suspensivos a troche y moche.
Ojo, que lo dice una que tiende, pero que se lo vigila.
Te piden amistad tirando de puntos suspensivos
Mejor dicho: primero te piden amistad y, cuando aceptas, te mandan un mensaje privado diciendo: «Hola.…».
Y tú, claro, te quedas mirando la sarta de puntos. ¿Qué esperan? Tal vez que caigas arrebatada ante semejante acumulación de capital lingüístico. Pero lo cierto es que una queda atrapada en ese suspenso y no logra bajarse de ahí. Sufre una especie de extraña aprensión que la mantiene cortocircuitada, en tierra de nadie por los siglos de los siglos.
Diré, en descargo de quien así se manifiesta, que quizá espera mantenerse él o ella en cierto estado de latencia; es decir, expectante mientras de este lado quien mueve ficha, y ya, según qué ficha mueva, ir maquinando su próxima jugada.
Por cierto, ¿se le habrá ocurrido pensar qué puede hacer para mejorar su texto? ¿Y para mejorar su estilo literario?
El origen de los puntos suspensivos
También los puntos suspensivos venían dentro de esa larga lista que partió de Grecia. En origen, parece que servían para indicar que cierto fragmento continuaba aun cuando no se escribiera. Era una especie de señuelo que invitaba a seguir leyendo para despejar la incógnita. «¿Qué pasaría después?». El emisor se sacaba de encima cierta presión de tener que contarlo todo y la colocaba en el receptor.
Imagina que alguien preguntaba sobre cómo actuar en tal o cual caso. E imagina ahora que recibía una respuesta de este tipo: «Yo que tú me lo pensaría…».
Está evitando explicarse de más, añadir algo del tipo «tienes mucho que perder: tiempo para tu familia, tranquilidad, prestigio, principios; quizá tú hagas una valoración distinta, pero, amigo mío, a mí, que me registren: de ahí deduces mi postura. Ya he dicho bastante. No añadiré más».
En el fondo, hay un hastío de tener que dar explicaciones adicionales cuando la cosa está clara. Pero también todo lo contrario, una especie de «pregúntame, que sé que te mueres por conocer los detalles».
Aunque también son un guiño: «Tú y yo sabemos de qué estamos hablando».
Pobres puntos suspensivos, que están a punto de abdicar de su cometido con tanto trabajo como se les ha venido encima.
Los puntos suspensivos y su efecto en los textos

Tampoco valdría poner los puntos suspensivos en hileras, a imitación de los sillares de un muro, por más que los encuentres monísimos.
Es hora de poner un poco de orden en el efecto que provocan hoy día los puntos suspensivos. Mira, esto es así: cuando son de más, pasmo es el primer efecto que causan.
Pero antes es forzoso distinguir entre textos: no son iguales los que escribes por WhatsApp a familia y colegas que los que hablan de ti al mundo.
—¿Por qué no son iguales, si todos son textos al fin y al cabo…?
—Porque el segundo efecto que causan los puntos suspensivos es el de relleno. Envías un wasap plagado de frases que terminan en puntos suspensivos y tu colega no te responde diciendo: «¿de qué vas?». Tu colega rellena, tu colega entiende; es capaz de desvelar lo que esconden esos enigmáticos puntitos.
En ese caso, los puntos suspensivos son síntoma de complicidad. También de intensidad o de connotación, porque ambos estáis compartiendo un mismo código no solo lingüístico, sino conversacional.
Pero si se trata de un texto formal, el efecto es molesto. Sin paliativos. Quien te lea se preguntará por qué le obligas a hacer un trabajo que deberías hacer tú. Y se preguntará más cosas: «¿Esta persona sabe de lo que habla?, ¿está segura de algo? Y si es así, ¿cuáles son sus argumentos?».
Efectos de los puntos suspensivos en los textos
Es hora de que nos acerquemos a la verdadera función de los puntos suspensivos en los textos. Y no son pocas, así que tampoco hay necesidad de añadirles más tareas:
- intriga;
- humor;
- ironía;
- temor;
- tensión;
- silencio;
- suspense;
- vacilación;
- expectativa;
- interrupción;
- pausas reflexivas;
- sustituir el blablablá;
- expresar tartamudeo o muletilla;
- junto a una palabra malsonante que queda insinuada;
- junto al artículo de esa palabra que se omite por completo;
- indicar que se omite parte de un texto o que una enumeración queda incompleta;
- ante tópicos o frases hechas de sobra conocidos y que, por lo mismo, no se citan en su totalidad.
Creo que no hace falta entretenerse en cada apartado de estos, salvo en el punto 16:
Cuando los puntos suspensivos se encierran entre corchetes […] o entre paréntesis (…) indica que se omite parte del texto; suele hacerse porque es irrelevante para lo que se dice y cobra sentido con las dos partes que aparecen. Para no alargar el fragmento de forma innecesaria.
Tres y solo tres son los puntos suspensivos. Puedes ponerlos sobre un espejo y seguirán siendo tres.
—¿Y pueden no ponerse paréntesis ni corchetes?
—Así es. Y sigue indicando lo mismo.
Es más frecuente contar con paréntesis o corchetes en escritos formales. En los textos comerciales, depende: hay que buscar que estén en consonancia con el lenguaje de la marca. Hay marcas amigables y marcas serias, distantes… (y ahora vas y rellenas tú esto con lo que se te venga). ?
Cuándo pierden su efecto los puntos suspensivos
Los puntos suspensivos representan el lenguaje no verbal. Se colocan con una intención, como hemos visto. En contextos informales suscitan complicidad. Sin ellos, habría que cargar con palabras que no siempre provocarían el efecto que se persigue con ellos: añadir drama, movimiento, intriga.
La respuesta a la pregunta de cuándo pierden su efecto es obvia: los puntos suspensivos pierden su efecto cuando abusas de ellos. Si en un párrafo has puesto ya un grupo de tres, va que chuta. Y si no va que chuta, revísalo bien y asegúrate de su necesidad, de que cualquier alternativa no es mejor.
Y pierden su efecto cuando no refuerzan el mensaje sino todo lo contrario: cuando por falta de oportunidad en la elección del contexto, lo debilitan y te hacen parecer inseguro, dubitativo o temeroso; es decir, falto de recursos.
También cuando te saltas a la torera las indicaciones gramaticales y haces de tu capa un sayo; es decir, no tomas en cuenta para quién escribes y confundes contextos.
Qué efecto hacen los puntos suspensivos: algunos casos prácticos
Mira, si buscas un efecto de ironía, aquí lo tienes.
Ya es tarde; sé que me pondrá cara de mosquita muerta una vez más, y… me la conozco.
Terminarías la frase con una mueca o con una ceja levantada. ¡A que sí!
En este caso que sigue, hay duda, vacilación:
Me llamaron diciendo que sí, pero… ¿voy?, ¿no voy?, ¿respondo con la misma moneda…?
Cuando quieres omitir cierta palabreja:
¡Será c… el tipo! Que tenía dos entradas, dijo. ¡Y le pagué dos por adelantado! ¡Hay que j…!
O crear suspense:
Si yo te contara la que se nos viene encima…
Cuando todo el mundo sabe de lo que se habla:
A buen entendedor…
Para indicar que se ha omitido texto, utilizo corchetes, que son los que se prefieren en las obras académicas y formales. Y los que prefieren las editoriales y José Martínez de Sousa:
[…] porque su voluntad es la de los príncipes alemanes, y la voluntad de los príncipes alemanes es la suya. En aquel tenso silencio, todos temen algún comentario desafortunado de Guillermo de Walburgo-Waldeck, ferviente partidario de Lutero y del príncipe Juan de Sajonia a quien la vejez le había soltado la lengua y andaba diciendo últimamente a quien se le ponía por delante lo que no se podía decir ni en público ni en privado.
[…]
Y, como para demostrarlo, soltó una rotunda carcajada que nadie se atrevió a secundar.
«Ana de Sajonia», 6 relatos ejemplares 6, María Elvira Roca Barea
Propina 1

Por cosas así se le revolucionan a una las ganas.
Que lo hacía desde el amor, lo he dicho de entrada y muy en serio; sobre todo, después de leer este efecto en el artículo del punto y coma y en el que también hay puntos suspensivos.
Propina 2
Escríbelos siempre pegados a la palabra que les precede:
Y nos dieron las diez y las once, las doce y la una y las dos y las tres…
Deja siempre un espacio por delante, antes de la palabra que sigue:
Y nos dieron las diez y las once, las doce y la una y las dos y las tres… y desnudos al amanecer nos encontró la luna.
¿Se termina con ellos lo que querías decir? Entonces, la palabra siguiente va en mayúscula porque el efecto es de punto y seguido o de punto final.
Hoy soy capaz de admirar su valor… Nunca antes pude verlo así.
¿No se termina y continúa la frase? Entonces, minúscula.
Fueron felices y comieron perdices. Y colorín colorado…, este cuento se ha acabado.
Propina 3
El único caso en que podrás encontrarte con cuatro puntos seguidos es cuando antes de los tres de rigor hay una abreviatura que tiene su propio puntito y ni siquiera prescinde de él junto a los tres de marras:
—¿Ha llegado el Sr….?
—El Sr. Santolaria lo espera en su despacho.
Propina 4
Para quienes no tengan un procesador de textos que convierta los tres puntitos en uno solo o quieran evitar teclear los tres, este atajo de teclado:
Ctrl+Alt+.
Termino con los puntos suspensivos y su efecto en los textos no sin antes…
Te he intrigado, ¿eh? Ahí tienes otro efecto práctico: el de dejar la mosca detrás de la oreja.
El caso es que no quería irme sin este remate. Verás: hay un momento en que tendrás que poner punto final y es importante saber cuándo llega. En mi caso, podría ser ya, puesto que he terminado de contarte lo que te traía hoy.
Ah, pero me resisto a ponerlo porque ¡te espero!, así que olvidaré el punto final de rigor. En su lugar, dejaré la puerta abierta para que seas tú quien continúe…
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Muchas gracias, Marian.
Ni por un momento dudé de que cualquier cosa que dijeras sobre los (sigo empeñado,«malditos») puntos suspensivos iba a enseñarnos más de lo que imaginábamos. Casi, casi, casi me dan entras ganas de (aquí deberían ir) usarlos.
Mil gracias de nuevo. Tus artículos son para enmarcarlos, o para hacer un libro recopilatorio de consejos y buen uso. Ahí lo dejo.
Un abrazo.
Ja, ja, ja. ¿Malditos? Con lo que ayudan… Tienen una inmerecida mala fama. Créeme: conocerlos es amarlos.
Gracias por tu aprecio, Carlos. Y tomo nota: nunca se sabe… (Y dejo por hoy los suspensos).
Abrazo volandero.
Es verdad lo que dice el compañero: tus consejos son para enmarcar; para aprenderlos y aplicarlos diría yo, porque son fantásticos.
El círculo se cierra con vuestro aprecio y vuestros comentarios.
¡Mil gracias a cada sensibilidad que se pasea por aquí!
Mil gracias a ti, Lia. ¿No es una maravilla compartir esta onda? ?
¡Es una maravilla!
Buenos días tengas tú,
Perdona Marian, tengo una duda que no tiene que ver con la entrada en cuestión aunque te la planteo por aquí porque de verdad tengo esa duda. Sé que los manuales de ortografía (como la ORAE) dicen que para encerrar usos metalingüísticos de usan la itálica o las comillas (‘ ‘). Sin embargo, me pregunto si sería válido usar la negrita o el uso de color con este fin. P. ej.:
La palabra *esdrújula* lleva tilde.
(Los ** remplazan la negrita o el color). También me gustaría saber si sería válido este recurso para encerrar otro tipo de secuencias que se resaltan, como el nombre de un webinario integrado en un texto (porque quiero usarlo ja ja):
Bienvenido al webinario *Aprende a escribir bien*
Gracias!!!!
Hola, Eugenia:
La negrita se emplea (Martínez de Sousa, OOTEA 3, 14.1.5.3.1), para títulos y subtítulos, sumarios y ladillos y para destacar sintagmas que convenga poner de relieve ((prensa, blogs, palabras clave). No veo que otros oráculos (RAE, Fundéu) convengan en recomendarla en metalenguaje (ni en sentido semántico ni intencional). Para eso está la cursiva. Pero puedes emplearla en el título del webinario, claro que sí.
En todo caso, el uso de la negrita suele depender de criterios editoriales.
Suerte con todo.
¡Saludos literarios!
Abracitos de luz!!!!