La ortografía en Internet tiene peso, más del que crees. Te decía en mi entrada anterior que para discernir si necesitamos o no un manual de estilo en la red había que diferenciar dos contextos: el público y el privado.
Obviamente, el área privada es más laxa, pero tampoco en ella estás libre de embarrancar.
En el artículo al que me refiero me paré a pensar si la creatividad podía quedar afectada al perder espontaneidad. ¿Qué pasa cuando estamos generando contenidos en tiempo real? Prima la velocidad. Y la velocidad afecta al lenguaje: se generan términos y, sobre todo, abreviaturas y simplificaciones. Y el lenguaje afecta al modo en que procesamos lo que pasa y lo que nos pasa.
Pero bueno, ese es otro cantar.

Por la velocidad a la que se incorporan términos nuevos pareciera que surgen de los mismísimos agujeros de gusano.
De momento hago parada en que la velocidad afecta al lenguaje, a la ortografía: la rapidez con que evoluciona nunca se vio en los siglos precedentes. Tampoco la permeabilidad con que se acogen los términos anglosajones y que impregnan todas las áreas del conocimiento. Ni hemos podido tener conversaciones escritas a varias bandas y que, ¡ojo!, los analistas vigilan con lupa. Para esto:
- Aumentar la imagen de marca
- Potenciar el UGC (user generated content o contenido generado por usuarios)
¿Y qué me dices de los emoticonos? Parece que si un mensaje no se acompaña de uno o varios de ellos, el metamensaje sería: no me molestes o tonterías, las justas. Acaba siendo otro modo de ortografía, si me permites decirlo así, cuya gramática es meramente intuitiva.
Qué pasa entonces con la ortografía en Internet
Pasa que se vuelve imprescindible, sobre todo, si el destinatario no es tu cuñado o tu colega, que te disculparán un poco más. Tienes que imaginar quiénes verán tu escrito, aunque se trate de tu perfil personal.
Puedes pensar que una bobada no tiene trascendencia, pero resulta que hay un buen puñado de ojos escrutándote: amigos de amigos que también tienen vida social, disponen de recursos, contactos… Clic para tuitearNi siquiera hace falta que seas periodista o que te dediques a escribir.
Una mala ortografía puede hacer que tus ventas caigan hasta un 50%. Además, escribir bien es un salvoconducto para el respeto social. La corrección lingüística nunca está de más, y si sabes escribir con corrección, sabes cuándo puedes relajarte y cuándo no; cuándo poner ‘k’ o ‘q’ en lugar de ‘que’ y cuándo bajo ningún concepto.

Benditas abreviaturas, tan celebradas en whatsapps, sms…
Mira lo que le pasó a Ana Pastor con la dichosa abreviatura:
«Tenía la manía de acortar con la letra ka, y en internet hacía lo mismo. Unos cuantos me dieron caña, pero lo que realmente me hizo cambiar fue que unos usuarios ciegos me dijeron que en sus lectores no se entendían bien las palabras escritas con las kas. Desde entonces decidí cambiar, aunque alguna vez se me escape alguna. Me parece bien que la gente sea exigente con los periodistas. Cuando escribo mis cosas lo hago como me parece, pero en una red social entiendo que hay que esforzarse», cuenta.
La ortografía en Internet y el ingenio
Me planteaba si, con un manual de estilo y tanto cuidar el lenguaje, la gracia se esfumaría. Ya veía que no, pero Darío Villanueva, secretario de la RAE, vino además en mi auxilio:
«Hay una búsqueda del ingenio. Se dice con pocas palabras algo que ilumina una realidad y no necesariamente cargándose la ortografía. El uso del lenguaje competente es más eficaz que el incompetente. Si usas frases hechas o con muletillas, no aportas nada. Sucede como con la poesía, que dice lo que sabemos con combinaciones nuevas».
Aparte, leo en un asunto relacionado con el Derecho que la libertad de expresión tiene un límite: el insulto. En la red se insulta. A estas alturas de curso, más 2500 años de picar piedra con la cabeza, se sigue insultando. Me digo que ni sabemos conducir en las rotondas (construidas después de que muchos de nosotros nos sacáramos el carné) ni debatir. Llegar al fondo de las cuestiones que nos inquietan tiene su dificultad. Y ya, hacerlo cuidando la sintaxis, la ortografía, desbrozando el argumento y aderezándolo con ingenio parece demasiado pedir. Es harto más sencillo desatar la víscera y perpetuar el estilo cavernícola.
Así sí que la ortografía en Internet pierde, se esfuma. Así sí que perdemos todos.

Más fácil casi nunca es más práctico o más funcional.
Decir lo que uno quiere decir de manera convincente y seductora requiere esfuerzo. ¿Cuántos de los que insultan osarían hacerlo, si no pudieran esconder su identidad tras un avatar o un nombre supuesto?
Razón y derecho para persuadir, decía Unamuno, que vencer se hace por la fuerza bruta. Demoledor que en 2018 tengamos que seguir recordando lo mismo.
Hora ya de hacer valer que a la razón y al derecho conviene agregarles otro par de ingredientes: intuición y estilo. ¡Y a triunfar!
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