Podrías hacer desde el amor a tu marca personal un viaje alternativo: desde quien eres a quien quieres ser. Sobre todo, ahora que empieza el año y todo se inunda de buenos propósitos.
Pero es un viaje peligroso: promete enfermedades, duelos, delirios, alucinaciones, condenas, pactos, redenciones. Algún que otro suicidio. Sangre. Reencarnaciones.

Es un viaje movidito…
Todo ello contigo mismo.
Desde las marcas comerciales…
Me vas a decir que hay un abismo entre las marcas comerciales y lo que pretendes con tu marca personal. Que del amor a tu marca personal no hay viaje que valga porque son cosas distintas.
Lo hay y no lo hay.
Si has visto la serie Mad men, recordarás cómo eran las marcas cuando todos éramos más jóvenes y más ingenuos: un producto, una presentación vistosa y un eslogan pegadizo. Los consumidores se arrodillaban ante las insinuaciones de la señora impecable o del hechicero de turno. La televisión era la reina de los hogares: nadie cuestionaba su verdad; si algo lavaba más blanco gracias al bioalcohol, se compraba sin rechistar; si Varón Dandy o tal pitillo con filtro eran la clave para enamorar, comprarlos se volvía imperativo.

Su frase más memorable: «Lo que llamas amor fue inventado por tipos como yo para vender medias». A ti te toca hacer algo más que emular a Don Draper. [Imagen de Fuera de Series].
Pero hoy sabemos que los Reyes Magos son los padres, así que son ellos quienes han de enamorar. Ellos, los encargados de contar la verdad.
De manera que, como padre o madre que eres de tu criatura…, te toca. Te toca enamorar.
… al amor
¡Oh, el amor! Ahí empieza todo. Aunque mejor diría ahí empezó todo: los productos dejaron de ser meras cosas producidas natural o artificialmente, o resultado de un trabajo u operación. Los productos empezaron a recortar distancias con los consumidores. El amor empezaba a ser emocionalmente posible y no solo una relación a distancia más o menos idealizada.
Entre tú y yo: las relaciones a distancia son complicadas. Eso de no poder compartir momentos íntimos, apoyaros, crecer juntos y ser cómplices las vuelve frágiles. Se enfrían.

O tienes un faro potente o el amor se va al carajo. La distancia es implacable.
Así que los productos se han acercado a la vida cotidiana y personal; han empezado a hablarnos de tú a tú: conexión, confianza y fidelidad son valores de los que se han adueñado. Eso sí: todo online, todo digital.
Entre la experiencia digital y la analógica se extiende una brecha que no siempre satisface, pero esa es harina de otro costal.
Y desde el amor, a tu marca personal
Todo empieza con un aleteo: algo te seduce, destaca entre el resto. Ese guiño al que atiendes tiene una función: te permite distinguir negro sobre blanco que eso es para ti. Vas a hacer de ello tu marca.
El asunto está en hacer que perdure en el tiempo. Si para que una relación prospere necesitas poner algo más que pasión, aquí también. La pasión te conecta con lo mejor de ti. Si haces de ello tu profesión, la gasolina está garantizada.
Pero en ese viaje desde el amor a tu marca personal, vas a tener, como decía Cavafis, cíclopes, lestrigones y la fiereza del dios Poseidón. El viaje no es un dulce balanceo en aguas de piscina. Prepárate para no tener ni recompensas fáciles ni instantáneas. Vas a tener que echarle amor… en forma de perseverancia y honestidad.

Je. ¿Qué tal así, con cara simpaticota y echándole humor? Más fácil, ¿no?
Tendrás que hacer cosas que no te gustan. Tendrás que venderte a ti mismo —puede que no sea lo tuyo— y para eso tendrás que gustarte tú de verdad. Te rasgarás las vestiduras o te pondrás todo lo digno que quieras, pero tendrás que pasar por el aro. Tanto como sangre quizá no necesites hacerte, pero por ahí andará la cosa. Mejor si en tu perfil tienes algo de masoca (masoquista) o de irracional.
Y no te eches las manos a la cabeza. Esto es así. Te lo he anunciado desde el principio.
Sé cada vez más persona
Si mantienes un «pensamiento elevado», ni cíclopes ni lestrigones te harán mella, como sugiere Cavafis. O te la harán, restañarás las heridas y continuarás ese viaje que va desde el amor a tu marca personal, sugiero yo. A una marca personal congruente.
Pero el compromiso tiene que ser serio. Primero, pasión; segundo, compromiso.
No lo llames suerte.
¿Qué otra cosa creías que era el amor?
Tienes que gustar y tienen que confiar en ti. Y para gustar y para que confíen en ti, tienes que aportar valor. O porque inspiras o porque ayudas. Valor en forma de inspiración o en forma de ayuda. Clic para tuitearY para eso es fundamental:
- Que sepas a quién te diriges. O lo que es igual: a quiénes quieres hablar porque tienes algo que buscan sin descanso.
- Relacionarte con quienes aplaudirán tus aportaciones; ahí están las redes y miles de otros remando en ellas.
- Ayudarles a trazar sus propios recorridos.
- Que seas coherente con lo que predicas.
Lo consigues si eres si eres lo que cuentas, si ofreces tu verdad. Luego, por supuesto, dale coherencia formal: logo, colores, portadas; en definitiva, imagen. Una imagen coherente con quien eres.

Así, convincente, como este. ¿Has visto qué seguridad en sí mismo?
El viaje bueno desde el amor a la marca personal tiene esas paradas. Si vienes con la primera —bien de serie o bien conquistada—, es más fácil, pero si traes solo la segunda —los colorines, la foto—, vas a tener que pedir auxilio para levantar la torre.
Del amor a tu marca personal, las palabras
No es una cuestión superficial. Las palabras van más allá de escribir sin erratas ni manchas que desluzcan. Forma y fondo son como la palma y el dorso de la mano: dos en una e inseparables.
Las palabras tienden puentes, pero eres tú quien los arma. Armas el puente e invitas a otro a recorrerlo. Pero si las palabras no te representan, la construcción será tan frágil como un castillo de nieve.
Necesitas un proyecto, una estructura que dé soporte a las posibilidades que adviertes. No tengas prisa; ve fijando cada pieza de tu Lego y colocándola en el lugar correspondiente. Que tus palabras sean tu aval. Mira cómo vas abriendo conversaciones con personas que reman en direcciones parecidas. Mira cómo logras que tus palabras te representen más y más.
Las tuyas. Las de nadie más. Abandona los simulacros, los copia y pega, lo que no sintoniza contigo. Lo que excede a tus posibilidades.
Cuida que tus palabras sean puntos de luz en los claroscuros de otros y que tu pasión se traduzca en ilusión por hacer las cosas bien. La ruta hacia la fama es a menudo arisca y no ofrece garantías. La construcción eres tú. Eres tú quien ha de ser firme, tú quien ofrece las garantías.
Propina 1
Te lo decía al principio: el viaje promete parajes insospechados con enfermedades, duelos, delirios, alucinaciones, condenas, pactos, redenciones. Algún que otro suicidio. Reencarnaciones.
El enemigo eres tú, pero la oportunidad de reencarnar tras cada desastre espera. Es la ventaja de la vida literaria y lo fascinante de este viaje.
¡Dale cancha!
Propina 2
Si escribes, aprende a contar historias. ¿A quién no le encanta una buena historia?
Haz que evoque, que sea capaz de escudriñar en trastiendas y bastidores… del ser humano. Y mejor aún que contarla: haz literatura con ella.
Propina 3
«Quien eligió la búsqueda no puede rechazar la travesía».
No sé de quién es la cita, pero a ver quién osa llevarle la contraria.
Qué artículos tan hermosos escribes Marian. Es que si has tenido un mal día y te encuentras esto en la bandeja de entrada te llena de seguridad, de equilibrio. Siempre he sido de la opinión de que hay que dar lo mejor de uno mismo, porque es más fácil sentirse a gusto contigo si das. Hay un refrán que decía mi abuela y que siempre tengo muy presente: ¿qué esperáis manos que no dais?
Hay algo que mencionas que me parece súper importante, ser consecuente con uno mismo. No es fácil, porque los errores se comenten más a menudo de lo que se debería, porque es más fácil ver la paja en el ojo ajeno que en el propio, pero lo bonito de caerse es olvidar los lamentos y levantarse, aprender de ello y tratar de crecer para ser mejor.
Un artículo para enmarcar, de esos de guardar para volver a leer y leer en el futuro.
¡Ay, Frida! Ya solo por tener un comentario así vale la pena haberlo escrito.
Hay que dar lo mejor de uno mismo, cierto, pero no puedes dar nada que no tengas. Si tienes mala leche, darás mala leche aunque no quieras, porque se filtra y de qué manera. Lo difícil es tener una relación sana con uno mismo. En realidad oscilamos entre lo que creemos que somos y un cierto ideal de perfección al que aspiramos, pero lo que de verdad somos… ¡cuántas veces se nos escapa!
Lo bonito es darse cuenta. Darse cuenta de lo que uno acarrea, levantarse y comprometerse a hacer una mejor gestión la próxima vez. Hace falta mucha honestidad, pero no hay otro modo más práctico de aprender.
Y lo que voy a enmarcar yo son tus comentarios.
Un abrazo.
Genia absoluta. Resumo en dos palabras cuánto me ha servido leerte. ¡Gracias Marian! Ojalá sigamos trabajando juntas por muchos errores más 😉
Nada de genia: empeñatriz. Soy picadora de piedra oficial. Creo en la perseverancia y en cuidar cada cosa que uno hace (eso debe ser amor). Y desde ahí.
Ojalá sea como dices, que conocerte ha sido un regalo de la vida.
Gracias, Ceci.
Y te copio: abrazo panda. 😉