Fin de año: voy a hacer algo parecido a un balance personal 2018 o inventario emocional, a ver si me cuadran las cuentas. 2018 ha sido un año de mucho pedalear, mucho aprendizaje, de empujar barreras entre cuyas lindes me había acomodado.

A veces es tan seguro mantenerse ahí…
Esta relación la hago a bote pronto, sin pararme a pensar en prioridades; irá saliendo como se presente:
- He revindicado ante mí misma mi manera de proceder; ni mejor ni peor que la de nadie, sino todo lo contrario, como diría aquel. Pero mis tiempos son mis tiempos. Eso sí: me empeño, empujo, persevero…
- Los trabajos han sido muy gratificantes, desde un curso improvisado para alguien extraordinario a todos y cada uno de los distintos encargos; cada uno de su padre y de su madre y todos hijos adoptivos míos.
- En este balance personal 2018 pongo una casilla luminosa para mi gente apasionada. ¿Cómo nos habríamos conocido de no ser por las redes sociales? Así como los centros comerciales son las catedrales de la posmodernidad, las RR.SS. son sus bares. Cris Bou, con ese desparpajo que la caracteriza, hablaba de ellas en este divertido artículo. Solero Canela se hacía eco de esto mismo y, si me lees, Sol, verás que concuerdo (y a ti que me lees, si buscas prosa y poesía, ya estás tardando en visitar su blog). Al igual que tú, Sol, también ha sido mi primer año con este.
- Leí con devoción la tetralogía de Elena Ferrante gracias a una transferencia de poderes que me hizo Ruth Ibáñez. (¡Gracias, maja!).
- He redactado dos cursos que verán la luz en breve si 2019 no tiene otros planes para mí. 2018 se ha dejado para otras cosas.
Inciso para hablar de Elena Ferrante
Como te he dicho al principio, me estoy dando el gusto de hacer un balance personal 2018 asilvestrado. No me importa. Por algo es personal y van presentándose los eventos a su concierto.

Imagen del blog quientelohacontado.com
Y Elena Ferrante con su tetralogía ha marcado la segunda mitad de este año. Su sólida construcción de personajes y ese Nápoles arrabalero no pueden hacer otra cosa que hechizar. Sobrevivir al suburbio y contraponer la evolución tan distinta de dos amigas no habrá tenido pluma más certera.
La Ferrante se adentra en los vericuetos del quiénes son Lila y Lenú, y nos induce a pensar en las arenas movedizas de nuestras relaciones. Clic para tuitearElena Ferrante tiene una manera muy particular de escudriñar entresijos emocionales. La textura de las relaciones por la que deambulan sus criaturas es minuciosa, variopinta y contradictoria. Ferrante aplica un bisturí nada complaciente. Diálogos directos e indirectos dan cuenta de la polaridad que se establece desde un principio entre Lila y Lenú; una segura y determinada; la otra, frágil y dependiente. Y aunque despiertan juntas a la vida, su evolución es bien dispar.
Las formas de decir son crudas y condensadas y, aun así, las páginas se suceden como si no se alcanzara a decir todo lo necesario. Es una novela —cuatro en una— afectiva y brutal.
Solo lamento no haberla podido leer en italiano. La traducción tiene pelillos que me resultan insoportables. Como la ausencia de ‘les’ cuando ‘les’ es pertinente.
Pero esa es otra historia y estamos en Navidad.
Paréntesis en mi balance personal
Escribir me salva. No me había dado cuenta hasta que he empezado a hacerlo de manera regular. Me gusta escribir en este blog y me gusta escribir con cualquier otro propósito. Tuve un diario personal siendo adolescente. Luego me perdí para mí misma y escribía sin método ni concierto. Ahora sé que escribir me reencuentra y me salva.
¿De qué? De ciertos ensimismamientos que, de otro modo, no hallarían cauce. Veo las mosquitas alinearse una tras otra sobre la pared impoluta de la pantalla… ¡Ay, si supieran el efecto que me causan!
Prosigo con la lista
En mi balance personal, como en mi vida, no todo ha sido trabajo y literatura. La belleza tiene habitaciones muy variadas. Como estas:
6. Descubrir a Laura Pergolizzi: su aire ensimismado, esa voz capaz de dilatarse como un odre. No sé expresar lo que me ha hecho sentir.
7. Deleitarme con la poesía en movimiento de Pausa, de Izal.
8. Saborear ‘Lágrimas de María’, un vino con el que mi amiga Itzi me ha estado sobornando para sacarme del hospital.
9. Estrechar lazos de los buenos: con mis hermanos, con mis sobrinos, con mis amigos del alma.
10. He disfrutado mucho también de mis caminatas solitarias, pocas, muy pocas, pero por lo mismo muy apreciadas; por mi pueblo, por la Casa de Campo madrileña. Y en compañía, por alguna ruta pirenaica.
11. También he aprendido a comunicarme mejor y a ser más asertiva. «Esto que me has dicho o que has hecho me ha dolido; quiero decírtelo por ver si entre ambas podemos hacer algo al respecto».
12. Este 2018 me ha enseñado a sobrellevar lo de mi madre; por otro lado, eso mismo me ha brindado una excelente coartada para hacerle una pirula al SEO.
13. Y me ha enseñado también a encajar lo de mi gata.
Cosas que me han exasperado
Y que es justo que las contenga mi balance personal, aunque desluzcan, pero ya sabes que toda buena historia las contiene:
- No poder dedicarme a mi novela y pegarle el estirón que necesita. Mis sobresaltos los acaba pagando ella.
- También la escasa lectura, mucho menos de lo que me hubiera gustado. Unas decenas de libros me esperan resignados.
- Y me esperan unas cuantas montañas, resignadas también. Advierto sus caídas de ojos desde la lejanía (también ellas me quieren).
- Que alguien aprecie mi trabajo, lo necesite y no lo pueda pagar.
- Que los procesos se alarguen de manera indefinida y no encuentren un broche eficaz.
- Los intentos de edulcorar la verdad. Aunque puede que vengan para recordarme que cada quien hace lo que puede y llega hasta donde llega.
- Mi impotencia ante el dolor ajeno; no poder dar más de sí para aliviar.
- Los malentendidos, a pesar de los esfuerzos por precisar, por concretar, por anticipar posibles conflictos.
- Las llamadas de las compañías telefónicas, que nunca buscan mi bien.
- Muchos wasaps. Demasiados wasaps.
- Quienes juegan a apreciarte para que leas su blog, compres su libro, hagas su curso.
¿Modos sutiles de spamear?
Hago un paréntesis en mi balance personal para hacerle hueco a esto.
No sé qué comportamientos adoptaré cuando sea la hora de sacar mis propias publicaciones al patio. Te tomo como testigo de ese futuro. La plaza pública está hoy atestada y hacerse ver es más fácil… y más difícil que nunca.
Dicen que hay un modo: currárselo mucho con contenido de calidad que ayude a otros a dar con su propio oremus; es decir, ofrecerles rutas y pistas a quienes saben menos que tú y están a la búsqueda y captura. Y hacerlo con eso que se llama un estilo propio. Ahora bien, para dar con el estilo propio hay que hacerse callo en el dedo medio y hartarse de teclear.
Ni compra mi libro ni sígueme y te sigo. Si me gustas tú, lo sabes porque te sigo sin que me lo hayas pedido. Lo sabes porque te leo, porque vas catando que se mueve la corriente por debajo de lo que decimos.
Yo te sigo, a veces, por simpatía; otras, por identificación con lo que escribes; otras, por solidaridad. Si solo compartes lo tuyo, lo tuyo y lo tuyo… es difícil que me generes empatía. Si me lees y no tengo evidencias de que lo haces, puede que no me fije demasiado en ti. Discúlpame.
En fin, y échale ingenio, que no queda otra. Sé que no es sencillo, pero es el camino.
Y unas poquitas cosas más que deben estar en mi balance personal
De mi viejita: «¿Cómo les das los dientes a los niños para que me los limpien? Eso no es cosa de los niños».
(Los niños tienen entre 25 y 30 años y son sus nietos, pero en su opinión cada uno tiene asignadas tareas que le son propias. Marian, te has columpiado con los postizos).
Hay otra viejita con la que me cruzo en el portal: «Voy a la tienda a por espuma para el pelo; no me gusta encargar estas cosas a los chicos. Los chicos no entienden de espumas».
Ojo al dato: ni los dientes ni las espumas son cosa de los chicos. Ya lo sabes. Vas a tener que convencerlas de lo contrario, si acaso.
En el autobús, de camino al hospital, oigo algo que me gustaría no haber tenido que oír: «Yo me voy donde me den trabajo, como si es a Laponia».
Y en un bar: «Dime que me quieres, camarera». «Te quiero, guapo».
Normal. Es Navidad. Es tiempo de amor. Todo vale.
Por los dioses… Qué gusto leerte hasta en los pequeños detalles de tu propio universo en este año. No dejes de escribir nunca, Marian.
Te secundo.
Miguel y Javier:
A esa necesidad (básica) de halago que tiene mi ego le llega una dosis extra con vuestros comentarios.
Ponedme a vuestros pies.
Abrazos literarios.