¿Cuándo utilizar los adverbios terminados en –mente?, me preguntaba una persona hace poco; y más aún: me preguntaba si se debían utilizar. «Antes se utilizaban. ¿Qué nos han hecho ahora? Todo el mundo parece estar en contra». Respondí que no se trataba de lo que ellos pudieran habernos hecho como lo que les hemos hecho nosotros a ellos.

Mira cómo se quedó el lector con tanto adverbio terminado en -mente.
Lo que les hemos hecho es ni más ni menos que abusar. Hemos pasado del uso al abuso.
Qué hace un adverbio
Un adverbio es como el punto de sal en una comida. Preguntar cuándo utilizar los adverbios terminados en –mente es como preguntar cuándo utilizar la sal o las especias.
Dices…
Esta comida está rica
y aportas una información clara y suficiente.
Ahora prueba a decir:
Esta comida está muy rica
Es como el puntito de sal o de pimienta. Ese muy adereza la comida que da gusto.
Prueba ahora a sustituir el muy por un adverbio terminado en mente:
Esta comida está especialmente rica
Ya, si lo acompañas con guiño de ojos o asintiendo con la cabeza, el repunte de sal…, digo, el impacto de tu expresión tiene un alcance espectacular. A quien te lee, se le hace la boca agua.
Es un ejemplo de cuándo utilizar los adverbios terminados en –mente.
Lo que pasa cuando abusas
Igual que cuando te pasas con la sal: no hay quien se coma lo rico porque lo rico… ha desaparecido. Y a fuerza de insistir te inmunizas ante sabores aberrados y acabas no reconociendo el sabor original. Vas necesitando enfatizar más y más, pero por el camino equivocado.
En lugar de perseguir el verbo adecuado —recuerda que los adverbios modifican el verbo—, te dedicas a poner guirnaldas en un texto que no las necesita. No te digo el efecto que causa en quien te lee: se le añusgan las tragaderas.
Gabriel García Márquez dice en Vivir para contarla:
La práctica terminó por convencerme de que los adverbios de modo terminados en mente son un vicio empobrecedor. Así que empecé a castigarlos donde me salían al paso, y cada vez me convencía más de que aquella obsesión me obligaba a encontrar formas más ricas y expresivas.
También se pronuncia en tono amenazante Stephen King, quien tiene la guerra declarada a los adverbios:
Creo que el camino al infierno está pavimentado con adverbios.
Aunque no se refiere de forma explícita a los que terminan en mente. Pero no vayas a enfadarte con los autores ni a hacerles vudú. A lo que apelan ambos es, simple y llanamente, a la concisión.
Porque cuando abusas de los adverbios terminados en -mente, la lectura se vuelve irritante; además de que no aportas valor a tu texto. Share on XTienes sal, sí, pero no echas de más ni a cualquier plato; no es que puedes echarla y la echas porque tienes varios paquetes almacenados. Solo pones la necesaria y cuando es necesaria.
El abuso es un error típico de cocineros noveles…, digo, de escritores novatos.
Los adverbios terminados en –mente tienen una cadencia pegadiza
Como la canción del verano, que se mete sin permiso, la tarareas hasta la náusea y terminas aborreciéndola para toda la vida.
Antes de acabar a golpes, puedes tomar algunas medidas:
- Úsalos con cautela.
- Entrena el oído.
- Busca que sean imprescindibles; cuestiónate si añaden algo fundamental.
- Prioriza la metáfora, la comparación; la imagen cuya fuerza se basta y se sobra:
Esta comida está como las de mi madre
Esta comida es de restaurante de lujo
Esta comida es de un tres estrellas Michelín
Difícilmente se le hace una mirada extrañada —o desacostumbrada— a lo conocido. Prueba a tomar distancia con tu escrito y a utilizar otras fórmulas:
La tarde se ha cerrado y el aire huele intensamente a lavanda y a romero
Alternativa: La tarde se ha cerrado y el aire se impregna de perfumes: sonata de lavanda y romero
En fin, a gusto del consumidor y en función del contexto.
Cuándo utilizar los adverbios terminados en –mente
- Cuando aportan información:
Algún día en cualquier parte, en cualquier lugar, indefectiblemente, te encontrarás a ti mismo, y esa, solo esa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas.
Pablo Neruda.
- Si al sujeto le sigue inmediatamente un inciso:
Revisa, corrige, pásalo por una mirada ajena cualificada. Haz lo que tengas que hacer para que tu texto, finalmente, diga lo que quiere decir.
- Para hacer valor de ellos. En el párrafo que sigue, uno de estos proscritos juega un inesperado papel protagonista. Y causa un gran efecto:
Muy probablemente le disguste la diferencia entre el mundo ficticio de las novelas y las miserias cotidianas, entre el aburrimiento y la lentitud de su profesión en la vida real. Probablemente esté desilusionado, y en el fondo alberga un espíritu aventurero. Por lo demás, se parece a Robert de Niro y, para agregar otro ‘probablemente’ a la lista, probablemente lo sabe y no hace nada por esconderlo.

¡Oh, no! Otro adverbio terminado en -mente. Cómo podría yo, sin que se ofenda…
Y de ahí, sacar tus propias conclusiones.
A mí solo me queda echarle humor y… paciencia.
Propina 1
El escritor que no sabe cuándo utilizar los adverbios terminados en –mente —y cuya demasía lo delata— evidencia un temor: el de no saber expresarse con claridad y concisión, el de carecer de recursos.
Una recomendación, si es tu caso: pon en cuarentena ese que acabas de utilizar. ¿Qué pasa si lo eliminas? ¿Puedes expresarlo con un grupo de palabras que ofrezca una imagen atractiva?
Hazlo. Si no se te ocurre nada, abre un libro y deja que te inspire. No permitas que te gane la pereza.
Propina 2
Otra perla que abomina de los excelentemente:
Los adverbios (terminados en -mente) son como el diente de león. Uno en el césped tiene gracia, queda bonito, pero, como no lo arranques, al día siguiente encontrarás cinco, al otro cincuenta… y a partir de ahí, amigos míos, tendréis el césped «completamente», «avasalladoramente» cubierto de diente de león. Entonces los veréis como lo que son: malas hierbas, pero entonces, ¡ay!, entonces será demasiado tarde.
Stephen King, en Mientras escribo.
![]() |
Muy buenos consejos, pero me pregunto si es suficiente reemplazar estos adverbios con otras formas equivalentes. Por ejemplo: verdaderamente -> de verdad, inmediatamente -> de inmediato, igualmente -> de todas maneras.
También me imagino que el uso de los adverbios terminados en mente provienen del lenguaje coloquial (aclaración: soy argentino). Por ejemplo, empezar frases con expresiones como claramente, verdaderamente, etc. Supongo que conviene eliminar estas expresiones, ¿correcto?
Lo que conviene es, sobre todo, ampliar vocabulario y dar vuelo a la imaginación. Los adverbios terminados en -mente son criaturas de la lengua y del diccionario, como el resto de palabras, estén reconocidas o no por sus progenitores. A veces, sobre todo en ensayos y textos de no ficción, se necesitan. Y, a veces, se necesitan en ficción. (Hablar es cosa distinta). El artículo no viene a decir que haya términos proscritos. Es, más bien, una invitación a abandonar la pereza y a no espolvorear adverbios sobre el texto como si fueran especias.
¿Qué crees que dice más: «Jonás salió vigorosamente del estómago de la ballena» o «Jonás salió del estómago de la ballena como saldría un condenado del corredor de la muerte»? Hay que preguntarse qué le ayuda al lector a ‘ver’ más.
Es lo que intenta transmitir el artículo.
Saludos, Argentina, y saludos literarios, Federico.
VerdaderaMente me cansa este absurdo debate. Porque yo, sin embargo, juzgo un texto de principiante en el momento en el que evita los adverbios acabados en -mente.
Esta máxima, que se repite en todas las webs de asesores de escritura aficionados, es tan absurda como si tuviéramos que desechar la tortilla de patata con cebolla porque para David Muñoz el tubérculo la deja “un nivel por debajo”. Pues mire usted, a mi me gusta más con cebolla, la disfruto más y me parece más sabrosa, pero la opinión de los entusiastas de suprimirla es igual de válida.
Como dice García Márquez para el son “un vicio empobrecedor”, así que como cualquier otro vicio comenzó a suprimirlos, de la misma manera que suprimimos cualquier otro hábito que nos molesta a nivel personal. Pero eso es válido para García Márquez, no para todo el mundo. Escritores como Eduardo Mendoza o Juan Marsé hacen un uso sin complejos de los adverbios acabados en -mente.
Hace poco leí La plaza del diamante, con prólogo de García Márquez, en el cual expresa la profunda admiración que siente por esta novela y por su prosa limpia. La cuarta palabra de esta novela (¡ojo!, la cuarta, nada más empezar) es un adverbio acabado en mente “La Julieta vino expresamente…”. Y en el siguiente párrafo, así como en posteriores capítulos se pueden encontrar más.
Es evidente que (o evidentemente) no se debe abusar de ningún vocablo ni de ninguna terminación. Hacer una excepción en una canción o actuar con amabilidad ante una anormalidad no es muy elegante, desde luego. Pero suprimir todo un conjunto de vocablos del rico vocabulario que posee el castellano es, obviaMente, una barbaridad.
Hola, Tirso:
Los adverbios terminados en -mente son, como dice un amigo mío, hijos del diccionario; hijos legítimos. No es contra los adverbios en -mente el artículo, sino como muy bien dices, contra su abuso, que suele denotar pereza o falta de imaginación. De acuerdo, no siempre; en ocasiones, son muy necesarios. Es solo un aviso para navegantes. Simplemente.
Gracias por tu extenso y nutrido comentario.
¡Saludos!
No creo en absoluto que utilizarlos denote pereza ni falta de imaginación. Todo lo contrario, su uso continuado pude mostrar un excelente estilo, como ocurre con el resto de vocablos, si se usan elegantemente (podría haber dicho ‘de forma elegante’, pero eso sería pecar contar la economía del lenguaje) . Todas las web, usáis las mismas citas, la de Márquez y la de Stephen Kung (dos autores de un estilo muy similar, como todo el mundo sabe (!)) como si su opinión fuera ex cátedra y no lo es. Lo que ocurre es que todos los autores tiene su latiguillos y sus vicios, que trata de evitar o, en ocasiones, de castigar.
Esta ‘manía’ por los adverbios acabados en mente, solo aparece en webs de ‘consejeros de escritura’ y en ningún otro lugar. Y todos usáis los mismos y falaces argumentos confundiendo a aquellos que quieren aprender el ‘oficio’ de escribir. Más les valdría leer más literatura y menos sitios web.
Por último, señalar que ese escritor aficionado y perezoso llamado Miguel de Cervantes Saavedra, del que poco han debido de leer, usa y abusa de los nombrados adverbios. Ya en su escueto párrafo (ojo, un pequeño párrafo) dirigido al Duque de Befar en la introducción del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha (pueden comprobarlo ustedes mismos en el Quijote en línea), utiliza (¡oh pecador!) tres adverbios de esta categoría: mayormente, agradablemente y seguramente. No contento con esto se extiende más durante toda la obra. Hay párrafos donde se pueden encontrar hasta dos y tres. Y otros donde no hay ninguno. No creo que Cervantes los evitara, simplemente los usaba a su pura conveniencia.
En el capítulo IX, por ejemplo, se pueden encontrar muy juntos, bonitamente, igualmente y descansadamente. En otro párrafo juntamente y atentamente y en el siguiente, liberalmente, honestamente y sencillamente. Y en el colmo de la ‘pereza‘ el señor Cervantes se atreve a utilizar el adverbio ‘demasiadamente’.
Repito más literatura y menos consejos.
Hola de nuevo, Tirso:
Me queda claro que ignoras en qué condiciones llegan muchos textos de escritores noveles.
Me queda claro también que cuando uno sabe escribir hace lo que considera y tiene razones para hacerlo (esos noveles a los que aludo, no; a menudo, tampoco sabrían decir qué significa «escribir literariamente»).
Está claro (o eso me parece) que lo tuyo es atizar a quienes nos dedicamos a dar ‘consejos de escritura’. El consejo tuyo de leer más literatura y menos sitios web también es para ti, dado que, obviamente, no pareces necesitar de este tipo de recomendaciones.
Y, obviamente, no escribo para enmendar la plana al escritor por antonomasia, así que por ese camino, no. Es como pretender aducir pobreza de lenguaje cuando dice «entre compasiones y lágrimas de los que estaban presentes, dio su espíritu: quiero decir que se murió». Podríamos hacer una tesis solo con ese pasaje y esa frase. No me pongas al maestro de maestros como ejemplo, por favor.
Tampoco se me ocurriría enmendar a Unamuno cuando dice «engeño» en lugar de «ingenio» o cuando dice «desperado» por «desesperado» o «malencónico» por «melancólico».
Y ya que estamos y que de estilo y de lengua se trata (y de evitar vicios, como dices), permíteme un inciso: ese «[por último] señalar» que utilizas en tu comentario no es una construcción muy elegante. Los infinitivos en español forman parte de perífrasis verbales o pertenecen a oraciones subordinadas. La Academia desaconseja su uso independiente.
Más literatura, sin duda, y deja que te diga que, personalmente, no escribo para ti, sino para quienes van muy perdidos en esto de componer ‘literariamente’ textos. Te dije ya que en ocasiones son muy necesarios los adverbios terminados en -mente (creí que lo había dejado claro) y añado ahora que lo trascendente, desde mi punto de vista, es conocer el porqué de cada término y de cada uso.
A lo único que invito es a escribir con tino; no más.
Y para ti, un deseo: que se te dé bien la vida y eso otro que es lo más parecido a la vida.
Recibe un saludo muy cordial y literariamente.
¡Hola! Pensaba que alguien hablaría de la moda (procedente, como tantos vicios del lenguaje, del mal doblaje de las películas rodadas en inglés) de anteponer el adverbio en -mente al adjetivo, cuando el uso genuino en español es el contrario: por ejemplo, se dice «intelectualmente estimulante», «emocionalmente positivo»… en lugar de «estimulante intelectualmente», «positivo emocionalmente»… Un paso más hacia la destrucción del uso fluido, elegante y natural de nuestra hermosa lengua. Una pena…
Es un horror, sin duda, como tantas otras aberraciones que se cometen por mor de anteponer usos que no nos son propios y despreciar los que nos son. Pero se ve que no me he encontrado con esos casos que señalas, quizá porque veo poca tele y menos películas de las que me gustaría (de algún dolor de cabeza me he librado…). Pero, mira por dónde, ya te has hecho eco tú de «esa moda». ¡Gracias, Esther!
Un saludo.
Hola Marian, entiendo que estés indignada y desde mi punto de vista, deberías contestar a ese sujeto y ponerle los puntos sobre las íes.
En cuanto a tu artículo, lo considero como todos los tuyos, ( por eso te sigo) acertados y exquisitos en toda su extensión. Tienes una forma de escribir que atrae un montón, clara y sencilla.
Sigue así.
Un abrazo.
Aprecio tu solidaridad, Carlos, y me alegra saber que sacas provecho de mis artículos.
Me dirigí a la persona en cuestión, pero me temo que sin resultados. Tanto el boletín como el artículo («Prosperar a costa de otros»), que escribí a cuenta del agravio, me sirvieron para volcar mi enojo y mi indignación.
Ya pasó. Para mal de todos, ni soy la primera ni seré la última.
Un abrazo y ¡mil gracias por tus palabras!