Cosas guapas y perturbadoras de las redes sociales: las hay guapas, claro, no todo iba a ser feo. Qué estaríamos haciendo tú y yo aquí, si no. Las redes sociales nos han puesto un satélite en casa y hasta en el mismísimo bolsillo. Me viene a la cabeza la promesa bíblica con que el diablo tienta a Jesús: «Todo esto te daré si te postras y me adoras». Con nosotros, no ha tenido que empeñarse gran cosa, la verdad.
Pero es inevitable: lo guapo acarrea su contraparte y… perturba.
La inmediatez
Que es fascinante. Todo es ya. El inconveniente es querer extrapolar ese ‘ya’ al mundo analógico, al de los procesos y las maduraciones. Se nos olvida que no todo está sujeto a las leyes informáticas.

Lo que te interesa a un clic de distancia. Tentador, ¿eh?
Conocer muchas cosas
Es un lenguaje nuevo y soy la primera que lo defiende. Si te sabes administrar, el campo es enorme. Puedes consultar:
- recetas de cocina
- rutas de montaña
- densidad de población casi de cada lugar, su área, ubicación relativa, objetiva, escala…
- biografías de personajes, por remotos que estén en el tiempo
- saber de qué va este o aquel libro
- música de todo tipo
- vídeos
- videojuegos
- conocer qué pinta tiene cualquier cosa que interese y lo que se cuenta de ella
- acceso a novedades en todos los campos del saber
- recursos y pistas para solventar cualquier necesidad o achaque
- lo que llamo «novelear»: curiosear sin recalar en puertos más que para tomarse algo
Por cierto: esto último no requiere de una gran inversión neuronal. No nos vuelve más inteligentes. ¿Te chafa?

¿Algo no termina de estar claro? Entonces, dos o tres clics. Y ahí lo tienes.
Encontrarte con gente estupenda que de otro modo…
De otro modo no te la habrías tropezado. Gente con la que compartes intereses, puntos de vista, inquietudes, algún que otro temor. Con la que acabas compartiendo proyectos.
Te vas conjugando. Descartas, incorporas: todo dios está ahí, pero todo dios no es para ti. Lo vas viendo; al final, canta.
También encontrarte con gente a la que le tenías perdida la pista es otra de esas cosas guapas de las redes sociales. Aunque cuando te desvirtualizas, puede que el idilio afloje unos cuantos enteros; o sea, que perturbe.

Los colegas del instituto ya han organizado una cena. Glups. Tocará verse las caras…
Estimularte, motivarte
He ahí otras dos cosas guapas y perturbadoras de las redes sociales: te estimulan, te motivan, sobre todo, si tu apuesta va en serio. Porque no es un camino solo de ida, no; también reclaman su parte. Clic para tuitearPuedes llegar a creer que eres tú sola la que madruga, la que trasnocha. Y no. Hay gente que despierta apenas suena la chicharra y solo llora de camino al baño. Luego, mientras se hace el café, enciende el ordenador, revisa la producción del día anterior y corrige.
Sí, señora, corrige. Y la producción de ayer se queda en cuarto y mitad, como decían las antiguas al pedir la carne.
Pero ya no llora. Porque sabe que es así, que es otra de esas cosas guapas de las redes sociales a las que hay que dar gracias. Es ahí donde lo ha aprendido.
Tú no vas a ser menos, no. Te pones, corriges y solo lloras cuando llega la hora de levantarte del asiento.

Qué fenómeno. Cada vez mejor y en menos tiempo. ¡Es la leche!
Cosas guapas y perturbadoras de las redes sociales: los desafíos
Así es. Antes estabas tú con tus rollos. Antes todo era más gris y más frío. Ahora puedes saltar de la cama de madrugada, como hacen los grandes meditadores, y encontrarte con un puñado de peña que trasnocha. O que padece de insomnio. O que solo piensa en ese reto que propuso no sé quién (o sí sé quién).
Y si él puede, ¿por qué no ibas a poder tú? Necesitas una buena razón para negarte. Antes hubieras dicho «no, yo no» y ni siquiera habrías hablado contigo misma para destripar razones.
Tarde o temprano, te expones. Y ahí se muestra blanco sobre negro la dura realidad; más quisieras que estar siempre a la altura…
Darte a conocer
Otra de esas cosas guapas y perturbadoras de las redes sociales es poder dar a conocer tu pedrada, ese de qué vas. Además, la interacción te invita a preguntarte:
- para qué escribes; si es para disfrutar, para tratar de alcanzar la fama, por misión, por trascendencia (de todo hay en la viña)
- por qué ese género concreto o por qué, en tal caso, el macramé
- con qué objetivo estás ahí, cuál es tu para qué
- qué ideas quieres expresar o debatir, o que te conozcan por qué cosa increíble que solo haces tú y… muy bien
- si lo tuyo es vender artesanías raras o patrones de haute couture y el mundo no se ha enterado todavía

Confiésalo: acabas haciendo cosas que no imaginabas.
Tomar el pulso a cierta realidad cada vez más aplastante
Qué hay, qué no, si estamos más cuerdos que nuestros antepasados o si nos estamos tarando sin darnos cuenta. Todo eso se ve. Es apasionante contemplarnos como el burro tras la zanahoria, todos anhelando sobresalir de la masa informe.
Bueno, no todos:
- hay quienes asisten agazapados en las sombras, con el escudo de la pantalla cual providencial antifaz
- quien se oculta por timidez
- quien lo hace por cobardía, como la zorra en el gallinero: enredan, lo ponen todo perdido y no dicen esta boca es mía
Bendito avatar, ¿eh, gente? Pero no pienso meterme, ni mucho menos, que hoy voy de estupenda; y si hay perturbaciones, no serás tú una de ellas.
Dentro de esa realidad aplastante y como otra de esas cosas guapas de las redes sociales, vemos que hay quien simplemente pasa el rato. Quien se diluye entre pizcos de información asaltada. Sin mayor propósito. Clic para tuitearPropina 1
Para que las cosas guapas y perturbadoras de las redes sociales sigan siendo guapas y perturben cada vez menos, solo tengo dos recomendaciones:
- Mídete, acota tus tiempos en ellas.
- Recuerda que la realidad sigue estando ahí fuera: déjate ver de vez en cuando. De cuerpo presente, sí.
Propina 2
Mira qué dice el cofundador de Facebook, Sean Parker: «Las redes están diseñadas para explotar la vulnerabilidad de la psicología humana».
Perturba, ¿eh?