Afirmo que la competencia es un mal necesario cuando en realidad no tengo claro que sea mala. Necesaria, sí; mala, vamos a ver.
Donde arranca la competencia
Quizá hubo otras antes, pero una de las puyas más sonadas de la literatura española se dio entre Góngora y Quevedo. Te retrotraigo a 1609, cuando Góngora creía que todo el campo era orégano y él, su terrateniente.
El caso es que vino a asaltarlo un poeta jovenzuelo —veinte años tenía contra los cuarenta del asaltado— que no se cortaba: ‘caca’ y ‘culos’ o ‘coplas de mierda’ y lindezas parecidas decía de la poesía de su rival. Se ve que la Teología que estudiaba por aquel entonces no se lo impedía.
“Yo te untaré mis obras con tocino, porque1 no me las muerdas, Gongorilla”.
Góngora, de comportamiento discreto y poco dado a promocionarse, también tuvo como enemigo a Lope de Vega. Este, en cambio, era dispendioso y no dejaba de urdir estrategias para conseguir mecenas y valedores.
Ambos aspiraban al principado del Parnaso, aun cuando sus cosechas tanto como sus estrategias, eran opuestas.
De todo ello hay un resultado indudable: las letras ganan, la erudición se apuntala.
La competencia es un mal necesario
Avanzo cuatro siglos y pico.
Jean-Paul Sartre y Albert Camus se conocen en 1943 y tras diez años escasos de relación se separan sin opción de reversibilidad; por diferencias filosóficas, dicen. Dos escritores que se admiran y terminan detestándose. De fondo, la literatura en la que cada uno plasmó su ideología.
En 1973, tres décadas después, tiene lugar el puñetazo que Vargas Llosa propina a Gabriel García Márquez. Si había o no rivalidad literaria, nunca se sabrá.
Fue sonada también la animadversión de Roberto Bolaño por Isabel Allende:
«Me parece una mala escritora simple y llanamente; llamarla escritora es darle cancha. Ni siquiera creo que Isabel Allende sea escritora, es una escribidora».
Tampoco Dalí y Buñuel soportaban a Juan Ramón Jiménez, como así lo demuestra una carta que le dirigieron en estos términos:
Odios encarnizados. Imagen de Iberlibro.
Hacer algo eficaz con la competencia
Y seguimos avanzando en el tiempo, aunque no tanto esta vez.
Ahí están las diatribas entre Pérez Reverte y Javier Marías latiendo en muchas publicaciones y por cuestiones aledañas, pero con la literatura como fondo propiciatorio.
Es precisamente aquí donde se revela la bondad de esto que afirmo: la competencia es un mal necesario, sobre todo, si ambos competidores consiguen auparse sobre sí mismos y afinar su dialéctica y su sentido del humor.
Aparte también, porque esto sí es hacer algo creativo con la oposición, menciono a Ramón Rubinat. De este filólogo son Crítica de la obra literaria de Javier Cercas y La erudición chiflada de Javier Cercas. Ambas obras se argumentan desde la Teoría Literaria del Materialismo Filosófico que defiende Jesús G. Maestro. Y por si no puedes ver el vídeo, te adelanto que esta filosofía es beligerante y, como tal, dispara contra… las ideas de otro. Contra las ideas. (¿Existe mayor elegancia?).
Esto sí que es hacer algo literario y sin duda eficaz con las diferencias. Como ejemplo, es buenísimo.
Mi producto es exclusivo
… y no tiene competencia.
¡Mira! ¡Exclusivo! ¡Ninguno tan iluminado como este!
Pero pocos son los productos o servicios tan únicos, al menos en el nivel de mercado que nos atañe al común de los mortales. Los encargados del marketing saben lo delicado que es hacer marca, la que identifica hoy día a una empresa, y que no deja de ser:
- Un nuevo invento o modo de hacer que hay que desenvolver y al que hay que dotar de atractivo.
- La necesidad aparejada de tener que convencer al público potencial.
Es decir, una más dentro de las miles de ofertas que campan a lo largo y ancho del escaparate global.
Borrar del mapa al enemigo: he ahí el sueño de cualquiera que venda un servicio o un producto. Se asume la competencia como el peaje que se cobra el modelo económico actual. Clic para tuitearCompetencia mala
Desde que los publicistas hablan a los consumidores de tú a tú, las empresas han adoptado una personalidad. Todas. Y cada una ha de diferenciarse lo bastante de la multitud que se dedica a lo mismo; de esos otros que se dedican a lo mismo. En este caso, más que seguir afirmando que la competencia es un mal necesario, diremos que es un puro infierno.
Porque, además, todas prometen lo mismo.

Nosotros no. Nosotros no prometemos nada que no podamos dar…
Malas son cuando:
- Aseguran lo que no dan.
- Disfrazan la verdad, luego son deshonestas.
- Difunden información falsa sobre sus competidores o los denigran.
- Revientan precios (siempre hay quien lo hace más barato, pero ¿mejor que el más caro?).
- Plagian, copian, imitan con descaro.
- Adoptan ardides para desviar clientes para su beneficio.
La competencia es un mal necesario… o no
La competencia obliga. A esmerarse, a afinar, a buscar la excelencia en el propio desempeño.
Es buena cuando:
- Invita a la especialización sin perder la visión de conjunto.
- Estimula, motiva a dar lo mejor de uno mismo.
- Empuja a adoptar medidas para conectar de forma eficaz con el público objetivo.
- Incita a revisar si la propia idea, producto o servicio requiere actualizaciones.
- Provoca potenciar las fortalezas y reparar debilidades.
- Impulsa la definición y búsqueda de nuevos objetivos.
En definitiva: proporciona un escenario propicio para estar alerta, para conocer a los clientes potenciales e interrelacionarse abiertamente con ellos.
Y para disparar el ingenio.
Digamos que la competencia es un mal necesario cuando motiva hasta el punto de hacer de la persona alguien con un desempeño excelente. Clic para tuitear
1 Tal cual en el original; no enmiendo el porque.
Propina 1
El miedo a la competencia revela temores en tres aspectos:
- al de la propia impericia frente a la maestría de los otros;
- a quedar condenado a la invisibilidad;
- incluso a tener que dejar de ser uno mismo.
Justo a esto último es a lo que no debes renunciar. Analiza la competencia, resuelve qué puedes ofrecer, a quién y cómo. Refuerza las áreas en las que te reconoces menos competente; descubre cuál es tu particularidad, tu valor diferencial: eso que solo tú, porque eres así, puedes brindar.
¡Ah! No eres para todo el mundo. Ni tienes por qué.
Propina 2
Sin competencia, ¿cuándo afilarías tus herramientas?
Con la competencia como mal necesario, quienes ganan son los clientes, consumidores, beneficiarios de servicios… Por cierto, ¿no eres tú misma, persona que me lees, uno de ellos?
Propina 3
Conste que competir es contra los modos de hacer o de desempeñarse de otras personas. Nada que ver con las personas mismas. O te equivocas de plano (o de pleno): confundes el culo con las témporas, como decimos en mi tierra; las churras con las merinas, el norte con el sur. Y solo generas mala baba. ¿Y a quien crees que perjudica? ¿A la competencia?
Ja.
Creo que la competencia bien entendida tiene que ver con la humildad: revisarse, reciclarse, no dormirse, mejorar, no pensar que uno ha llegado.
Sin duda, José Juan. Quien primero debería hacer por sentirse satisfecho de sus logros, evolución, desempeño, etc., es uno mismo. Si piensa que ha llegado, está perdido.
¡Saludos literarios!
¡Ah!, y también estaban los celos de Cervantes hacia Lope y una pizca de viceversa… Creo que el siglo aquel fue de Oro por tanta competencia.
¡Cierto! Siglo de Mucho Oro debería haberse llamado si lo tomamos como símil; quizá, de fondo, las disidencias ideológicas (que tanto estropean). Un abrazo, José Juan.