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Si preguntamos cómo gestionar el propio talento para hacer crecer la marca personal, tal vez nos quedemos pensando: «Gestionar, talento, marca personal… Qué grandes palabras y qué cuesta arriba se van haciendo». Hace un tiempo todo esto sonaba a solución, pero es como si ese tiempo hubiera caducado o estuviera a punto de hacerlo. Como que estamos hasta la boina de los mantras del positivismo, de los gurús del si quieres, puedes.

Porque querer no significa que el universo confabule de forma instantánea para que obtengamos lo que queremos. De hecho, hay una realidad hostil que presiona para que vivamos acelerados, ansiosos, estresados; detrás de la zanahoria del querer y anhelando hacer nuestra —alguna vez— la del poder.

Gestionar el propio talento

Está difícil conseguir la zanahoria si sientes que pertenece a una realidad ajena a la tuya. La autogestión del talento empieza con un porcentaje de fe en uno mismo; algo que motiva, emociona…

Y miramos alrededor y vemos que otros están igual: con la espada de Damocles atada a una cuerda deshilachada que pendulea sobre las cabezas; con el señuelo de la zanahoria —de plástico, ya te lo digo—, el hierro a unos metros de la coronilla y moviéndose al compás. Un compás sospechoso.

Pero vayamos por partes, como le gustaba al amigo Jack.

Fase 1: No hay salida

Esta es una fase demoledora. Deja que te cuente una anécdota al respecto:

Se acercaba el cumpleaños de una amiga y otra amiga común decía: «Esto de los regalos se ha puesto imposible. Tenemos de todo; si necesitamos algo, nos lo compramos, así que solo cabe la sorpresa y, para sorprender, hay que dejarse una pasta». Y claro: no tenemos pasta como para dedicarla a regalos que la propia interesada no podría comprarse. Ella no podría y nosotras, tampoco.

Con la marca personal pasa algo parecido: todo el mundo hace lo que haces tú y, para qué engañarse, ni siquiera en lo tuyo eres el mejor. Los hay por debajo, pero los hay muy por encima. Lo que hacen quienes saben no está a tu alcance, porque no solo saben, sino que «son» así; nacieron con una flor en el culo y tienen lo que no tienes tú.

Cómo gestionar el propio talento

«O sea, el violín, atracado en la garganta; a ver qué sigue en esta historia de la autogestión del talento. Claro, ella sí, que ya lo trae de serie…».

Puede que eso signifique que no hay sitio para ti. Que, acaso, la autogestión, el talento y ambicionar una marca personal haya dejado de tener sentido.

Fase 2: No darse una salida, no gestionar el propio talento

Pero resulta que hay algo peor que la ausencia de salidas: es rendirse, tirar la toalla. Si algo refrenda la posición mediocre —esa que nos iguala a todos por debajo—, es abandonar. Y no porque el triunfo en aquello que a uno le emociona esté garantizado —la vida no trae ni manual de uso ni garantías de nada—, sino porque no es funcional. Tan sencillo como eso.

Vale, puedes llorar un rato, lamentarte. Puedes seguir produciendo lágrimas por tiempo indefinido. Y luego… Luego tendrás que hacerte la prueba del algodón; comprobar si te ayuda quedarte a vivir ahí. Despertarás de una siesta en la que has tenido sueños raros tirando a pesadillas; la cabeza, pesada, como si se te hubieran encaramado eslóganes en forma de nubes de tormenta. Nada de si quieres, puedes, que ya lo has superado; peor aún: la vida es una mierda, esto no tiene sentido, para qué pedalear.

Gestionar tu propio talento pasa por discriminar qué te hace único, qué te emociona y de qué modo eso ayuda a otras personas. Clic para tuitear

Y colorín colorado…

Razones para empezar a gestionar el propio talento

Si no quieres ser mediocre enrasado por debajo, apunta: has de gestionar tu talento y justo en medio de ese panorama.

El punto de partida es innegable: se llama realidad. Puede que no sea la mejor ni ofrezca condiciones idóneas para que alcances tus propósitos, pero es la que hay.

Autogestión

La autogestión va de trabajar contigo sobre ti mismo. En este punto, el autodidactismo vale y vale mucho. No existen las simplificaciones milagrosas y, en algún momento, tienes que hacerte cargo de ti. ¿Quién, si no?

Estamos de acuerdo en que no puedes negar las evidencias, en que lo gris es gris. Si tienes metro sesenta y la quijada de tu abuelo, esos son los mimbres. A lo mejor te hubiera gustado escalar el Mckinley y resulta que te desequilibras a la mínima; pues igual. Si te emociona, es tu punto de partida.

Talento, autogestión y marca personal

La mañana vuela y no has empezado aún a gestionar tu talento. Cuando quieras darte cuenta habrá pasado otro día y…

Ah, sí, pero hay varias cosas más:

  • Estás hasta las cartolas de leer a peña más experta que tú en eso que persigues y en que todos coincidan: la salida te la das tú.
  • Nadie viene a buscarte a casa.
  • Los cambios pasan por poner ladrillos nuevos en la cabeza.

Y ahí es cuando viene Jack y la mata; cuando entra la autogestión a aplicar lo que sabes. La queja no resuelve. (Ni siquiera tienes que hacerlo todo de golpe; parece de Perogrullo, pero…).

Saberlo y no hacerlo solo te trae un resultado: acabas engrosando los números apertus de una sociedad insaciable en su afán de generar mediocridad.

  • Fundamental: que el conocimiento no quede en el plano de las ideas.
  • Tienes el conocimiento; el desafío es cómo llevarlo a la práctica.

Talento

No serás la estrella del norte ni primo carnal del Faro de Alejandría, pero en algo eres bueno. Nadie tiene que decirte en qué. Aunque no basta. Recuerda este pareado: tener y no darle vuelo es igual a cero. El talento no incluye caja de cambios automática. Podríamos decir, utilizando metáforas, que es como una leve cojera, aunque mucho mejor si lo hacemos pasar por un seductor movimiento de cadera. Llámalo de cualquier modo que te estimule. Porque, insisto: no es automático. Se te va la mano, te encanta, pero hay que dirigirlo.

Yo supongo —puesto que estás aquí—, que te gusta escribir y que se te da bien. Amas las palabras y te tienen atrapado sus posibilidades. ¡Ah, si tú escribieras! Pero cuando quieres darte cuenta, has clicado en las redes sociales y no para promocionarte precisamente; o te has puesto a gastar tiempo en cosas inútiles. Y te pierdes. Qué difícil es soltar las distracciones, ¿verdad?

Talento y autogestión encaminados a fortalecer la marca personal

«O sea, que gestionar el talento es ponerse en acción; bueno, pero ya mañana, que estoy terminando de leer tu artículo…».

La jodida verdad es que el talento ni escribe por ti ni se promociona por ti.

Cómo gestionar el propio talento y afianzar la marca personal

Dices que quieres hacer algo, pero no basta con decirlo. Las palabras anteceden a los hechos, pero lo definitivo son los hechos. Como decía el lingüista Alfred Korzybski: la palabra perro no ladra y el mapa no es el territorio que representa.

Tienes ese mapa mental de cómo te gustaría hacer esto o aquello, pero sigue sin ser la realidad. Aprende a hacer mapas funcionales, a consonar palabras con hechos, porque el lenguaje sigue siendo solo mapa. Si logras que entre lo que piensas y lo que dices haya congruencia, los actos le siguen como consecuencia inevitable.

Construyes una marca personal a través de la autogestión del talento y asumiendo responsabilidades: la primera es enfocarte en todo aquello que tienes a favor; la segunda, ser coherente y tenaz; la tercera, mantener un espíritu alto, aunque haya días en que pinten bastos.

Gestionar el talento en pro de la marca personal

Eres tú quien lleva la batuta de la gestión de su propio talento.

¿Qué valor tendría, si no?

Ojo, que no es para ti ni para que te lo quedes. Estás tú liderando la tarea, pero es para darla. Te resumo algunas claves:

  • Ser bueno en algo que emociona solo a otros no sirve.
  • Descubre qué te emociona a ti y no solo en qué eres bueno.
  • Averigua cómo hacer que otros se emocionen con eso que te emociona a ti.
  • Céntrate en ello, poténcialo. (Olvida tus puntos flacos; no juegan esta partida).

Fase 3: De no ser el mejor a cómo gestionar el propio talento

Si te consideras una persona positiva, es porque acostumbras a transformar tus dificultades en desafíos. Y si no es así, desengáñate; deja de pensar que eres lo que no eres. Y deja de pensar también que tienes que subirte a un escenario y hacer que tu auditorio aplauda poniéndose en pie. Puede que lo tuyo sea la atención al detalle, la concentración, la capacidad de análisis.

La alternativa a no tener la pasta para comprar el regalo a la amiga es similar a la que se plantea al hecho de no ser el mejor: es ser original, distinto, ser de ese modo particular que cada uno es y construir una marca personal poniendo el foco ahí. Ni todos emprendedores ni todos innovadores ni todos comunicadores ni todos postulantes para TED.

Insisto en que el lenguaje es solo una parte y que la realidad está hecha no de palabras, sino de actos. Si esto que digo te resuena, define tu talento, gestiónalo y ve construyendo a conciencia tu marca. Enfocar la ruta de manera positiva es la única opción.

Para eso, cuida que tu lenguaje sea operativo porque, además, el objetivo no eres tú, sino lo que ofreces. El centro son los otros.

Y es en la acción cuando el universo empieza a conspirar a favor. Pero no es magia, sino ciencia: las sinapsis cerebrales te van cambiando poco a poco las conexiones y empiezas a verlo todo desde otras perspectivas. El universo eres tú y donde alumbras más es allá donde pones el foco. Fin del misterio.

Propina 1

Te cuento un chiste, que no suelo, pero por una vez… Y le quitamos solemnidad a la cosa:

Situación: una farola y un borracho que se afana en buscar las llaves que ha perdido. Alguien que pasa por ahí le pregunta:

—¿Por dónde se te han perdido?

—Por allá arriba —responde señalando hacia lo alto de la calle.

—¿Y entonces cómo es que buscas aquí?

—Coño…, porque aquí hay luz.

Moraleja: a veces buscas donde no es.

Trabajar en la autogestión del propio talento

Gestionar el propio talento pasa por poner luz en el lugar adecuado. Te dejo un candil que ampara cualquier apagón.

Y al hilo, un poema de Ángel González:

«Si sale nunca, la esperanza es muerte.

Si sale amor, la primavera avanza».

Ponle amor y que la primavera avance. No intentarlo es nunca. ¿Garantías? Solo lo que vas a ir haciendo de ti por el camino.

Propina 2

No dejes que la corriente te idiotice. Si logras hacer algo cada día en la dirección que persigues, refuerzas tu talento. Luego, un día más y otro y otro, hasta hacer de ello un hábito.

Deja de una vez que el estrés, el perfeccionismo o los cantos de sirena sigan dictando tu ruta. Abandona ese estado de olla a presión que se produce cuando la cabeza se calienta demasiado y faltan las acciones; cuando no haces cuerpo a tierra.

Ni tú ni yo podemos cambiar el mundo, pero podemos empezar por cambiarnos a nosotros mismos. Lo peor que puede pasar es que tengamos la experiencia. ¿Lo mejor? Que, de la mano de la autogestión y el talento, añadamos un granito de arena; que nuestra marca personal, solo por ser fiel a las exigencias que plantea, ponga cierto orden en el caos.

Entre hacer y no hacer, elige hacer.

6 Comments

  • Jaime Villanueva Regalado dice:

    Qué bien me hace leerte. Gracias. Si estas maravillas las hubiera leido tiempo atrás, sería otro. Pero no es tarde. Nunca. Siento que acabas de destaparme esa vieja olla a presión. Gracias, gracias, gracias… Fuerte abrazo. Que

    • Marian Ruiz dice:

      Qué agradecido eres. Yo creo que no deberías lamentarte por no haberlas leído antes; al contrario, más bien agradecer al ‘antes’ que te hubiera ido preparando para leerlas ahora. Genial, ¿no?
      Gracias, mil gracias a ti.

      Otro abrazo volandero.

  • Muy buen post, sobre todo por la información que entregan
    saludos

    Nicolás

  • Osmal dice:

    Marian:
    El chiste que pones en PROPINA 1 – FASE 3 de este articulo tuyo «Gestionar el propio talento» es una adaptacion occidental de su version original en la tradicion de los derviches sufi de Asia Central, que se atribuye a Mulaj Nassr Edin, del siglo XII, publicado por Kipling en ingles, por Gurjieff en frances y luego por Idries Shah en Inglaterra, en los 70, yo la he leido en Cuentos de los derviches, en castellano de la Edit. Paidos.

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