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Con cada nuevo interés me planteo si será mejor ser o no ser autodidacta. Si me valdrá más apuntarme a un curso o ceñirme a ver tutoriales y a investigar por mi cuenta.

Aunque me asalta la duda: ¿es posible aprender de otra manera que no sea la autodidacta?

Todo empieza con una inquietud

Quienes imparten clases a gente adulta aprecian sobremanera las ventajas de tener un público que manifiesta interés. Nada que ver, dicen, verte forzado a lidiar con adolescentes desmotivados que con quienes tienen auténtica hambre de saber.

La diferencia entre unos y otros es esa: una inquietud previa, un interés que le sigue y una actitud que refrenda inquietud e interés.

Ser o no ser autodidacta: ser o no ser tu propio magister

Magister es quien tiene experiencia en algo y, por lo mismo, condiciones para enseñar o mandar a otros. De ahí viene maestro. Ser autodidacta no es ni más ni menos que ser maestro de uno mismo.

Ser o no ser autodidacta

Ser o no ser tu propia maestra: esa es la cuestión.

El primer inconveniente es que desconoces justo aquello que te interesa saber. No te queda otra, pues, que indagar en el saber ajeno:

  • leer libros, artículos
  • consultar documentos
  • ver vídeotutoriales
  • asistir a charlas y conferencias
  • acceder a grupos de debate y foros de discusión

Es decir, asumir tu propia ignorancia y tirar de la experiencia de quienes ya pasaron por ahí.

Ventajas y desventajas de ser autodidacta

En el origen, como te digo, hay una inquietud a la que le sigue un interés. El interés es el gran motor de la persona autodidacta. Pero no basta. Además de ser genuino —nada de diletantismo¹— va a necesitar voluntad, autodisciplina y perseverancia.

Ser o no ser autodidacta es un debate que cada quien ha de librar consigo mismo.

Ventajas indiscutibles:

  • ausencia de horarios impuestos desde fuera;
  • nula obligación de fichar;
  • posibilidad de formarse en temas muy variados;
  • desarrollo de un método particular, ajustado al propio modo de aprendizaje.

Desventajas notables:

  • imposibilidad de aprender de todo sin apoyo académico;
  • ausencia de reconocimiento externo por la obtención de títulos;
  • falta de homologaciones y garantías;
  • miles de tentaciones: de indisciplina, de procrastinación, de abandono…

La física cuántica o las disciplinas médicas y tecnológicas tienen un grado de exigencia mayor que el de la historia o las lenguas. En esos casos, hay que tirar de saberes reglamentados, pero ten presente que estos saberes también son un medio, no un fin.

Aprender siempre aprendes tú. Eres tú quien hace suyo el saber.

El autodidactismo no está reñido con la enseñanza clásica; de hecho, universidades y academias son herramientas a disposición de mentes curiosas.

Escritura: campo abonado para ser (o no) autodidacta

Escribir se presta al autoaprendizaje. Solo necesitas dos cosas:

  • leer mucho
  • escribir mucho

Escribir se brinda a clases particulares autodirigidas; es un fin en sí mismo que además se puede extrapolar (puedes escribir solo para ti o dar a conocer lo que escribes).

Para comunicarte bien necesitas poner tu manejo de la lengua al servicio de los mensajes que quieras transmitir. Comunicarte bien habla bien de ti. Ante dos candidatos de igual valía, será seleccionado quien se comunique mejor. Share on X

Sin la menor duda.

Ser o no ser autodidacta

La escritura es un campo de entrenamiento fabuloso.

No te digo ya si anhelas que tus palabras destilen algunos gramos de magia, si quieres hacer descripciones poderosas, crear literatura.

Nueve pasos para ser autodidacta

Tienes la inquietud, el interés y la actitud. Lo siguiente, persona que me lees, es:

  1. Comienza con lo que conoces y adopta un compromiso contigo misma. (Difícil, ¿eh?).
  2. Define tu objetivo y la dirección que te llevará hasta él. Describe los pasos.
  3. Selecciona el tramo de tiempo diario que vas a reservar (sé flexible; cada día puede ser distinto).
  4. Fíjate en personas que sepan más que tú; selecciona tus fuentes de información.
  5. Asiste a talleres, conferencias, visiona documentales y vídeotutoriales.
  6. Toma notas en un cuaderno que dediques en exclusiva a tu proyecto. Haz gráficos, resúmenes. Expresa lo que vayas aprendiendo con tus propias palabras.
  7. Ponte retos personales por día, por semana, por mes… Descríbelos igualmente en tu cuaderno.
  8. Produce: escribe artículos, ábrete un blog, redacta cartas, mantente activa.
  9. Pasado un tiempo, aplica el espíritu analítico y crítico a cuanto escribas. Repasa. Corrige. Reescribe. (Sí, es difícil, pero ¿qué hay fácil que valga la pena?
Ser o no ser autodidacta

Un cuaderno por proyecto. Para saber por dónde andas.

Son nueve pasos que podrían ser once, quince… dependiendo de cada iniciativa y de cómo seas tú. Ahí se resume en qué consiste ser o no ser autodidacta.

¿Qué tal si añades los que faltan? Sería un modo de arrancar, de decidir cómo quieres aprender y de dar esos primeros pasos.


¹ El diletante finge que sabe sin saber; aunque tiene un matiz peyorativo, a veces es un motor de arranque.

 

Propina 1

Los saberes sistematizados son herramientas provechosas, no fines en sí mismos. A menudo se nos educa para pasar exámenes, no para ser críticos ni para estimular nuestra curiosidad. Así que una cosa es clara: lo que importa es cómo aprendes tú, cómo te enseñas a ti misma. En ese sentido, todo saber es autodidacta.

No hay universidad, por buena que sea, capaz de suplantarte.

Propina 2

Fundamental: ¡diviértete! Esto es un juego. Empezaste a dar tus primeros pasos jugando; después, poco a poco, te fuiste poniendo grave, seria, metálica. ¿Puedes ser seria y divertida a la vez? ¡Dale! Porque entonces nunca vas a querer dejarlo.

 

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4 Comments

  • Hola, Marian.

    SI la paciencia influye, que me temo que influye, en aprender, entonces quien tenga mucha podrá seguir pasos y aprender, aunque sea por su cuenta, y caer y levantarse y todo eso que se dice. Los que no tenemos paciencia somo como Mickey Mouse en El aprendiz de Brujo (de la película animada Fantasía): queremos resultados ya, y como hemos visto al maestro mover la varita ya creemos que sabemos lo suficiente. Yo de paciencia ando escaso, y por desgracia se une con una cosa en la que estaba pensando – sincronías – justo antes de leer tu entrada: que me agobia lo que aún no sé; me agobia saber que me falta mucho por saber, y que no sé si me dará tiempo.

    Será que a estas horas, de noche, uno se pone profundo. Luego viene el sol y barre todo lo bueno que dejó la noche.

    Y sobre esa lista de 9 elementos que yo suscribo y sigo como puedo, está el punto 4: Fíjate en personas que sepan más. Ese punto se me atraviesa casi siempre, por no decir siempre, porque me fijo en quien sabe más (o en quien yo creo que sabe más; en definitiva, en gente que admiras) y cuesta mucho trabajo que no trepe la envidia por tus piernas hasta llegar al cuello. Leo a Barker, Gaiman, Sanderson… autores de fantasía de diverso tipo que saben más y que admiro, y lo mismo me vengo arriba que me hundo y digo «para qué escribir yo, si mira estos…». Por no hablar de mi vicio secreto (¡atención, spoliers!) de ver la edad de los otros escritores, y si encima son más jóvenes que yo…

    En resumen, soy autodidacta, pero hay veces que no sé cómo lidiar con el vicio de la comparación, en la que salgo siempre perdiendo, claro.

    ¡Un abrazo!

    • Marian Ruiz dice:

      Pues mira, Óscar, confidencia por confidencia y puesto que no nos oye nadie: me ha solido pasar igual. He sido muy mitómana y he leído mucho ensayo y mucha divulgación (además de todos los libros de autoayuda del mercado). Mi héroe era José Antonio Marina, el filósofo y artífice de la Universidad de Padres, y una vez me lo tropecé por la calle haciendo lo que yo consideraba un sesgo inmaduro: fumar. ¿Cómo alguien con su sabiduría y su capacidad de argumentar podía estar atrapado en algo tan prosaico (además de insano)? Mi suegra lo dice con mucho menos alambique que yo (hemos quedado en que no nos oye nadie, ¿vale?): “Cagar y mear, todos por detrás”. Le perdoné la vida y, sobre todo, me la perdoné a mí misma (al pobre J. M. Marina, que ya verás tú lo que le pudo inquietar qué pensara yo).

      Ha habido tantísima gente grande a lo largo de la historia, que si en algo podemos retribuir sus enseñanzas es en hacer nosotros lo que esté en nuestra mano. Y lo primero que está en nuestra mano es asumir nuestra mediocridad. Ni más ni menos.

      Y eso que es verdad lo que dices: no nos basta con hacerlo un poco bien ni con ser un poco guapos ni con que nos quieran modestamente. Pero ¿podemos renunciar a hacerlo mejor (a seguir haciéndolo al menos), a ser más bellos (o más interesantes, si para lo bello se nos está pasando el arroz) y a que nos quieran cada vez más (o a querer más nosotros, que en definitiva, es de lo que va la vaina)? No, ¿verdad? Pues a seguir dándole. No queda otra. (Salvo que renunciar esté entre tus opciones, que seguro que no). 😉

      No sabemos cómo es ser pacientes, pero mira si a la vida le importa que aprendamos… Y en los empeños nos iremos encontrando (en el camino, decía aquel).

      Un abrazo, guerrero.

  • Abrazos de vuelta, y que nos veamos en los empeños.
    Lo de «guerrero» me ha encantado, que lo sepas… ?

    • Marian Ruiz dice:

      Pues sí. Considero que tenemos que seguir, modesta y tenazmente, haciendo lo que hacemos. Si eso no es de ‘guerreros’… 😉

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