Antes de abordar esta entrada sobre cómo corregir tus propios textos, tengo que responderme si es posible corregirse uno a sí mismo.
Y mi conclusión es que sí, que lo es. O que lo es bajo ciertas condiciones. Porque es delicado y complejo, y solo se logra con tesón de mártir. Lamento ser aguafiestas: alguien tenía que decírtelo.
Tienes que:
- Escribir mucho, y sobre todo, haber escrito mucho; escribir cada día.
- Leer mucho; cada día también.
- Consultar muchísimo el diccionario; a cada minuto de cada día. Has de vivir con el diccionario en una especie de concubinato literario.
- Alcanzar práctica en la tarea a base de picar mucha piedra… literaria.

Al principio, cuando te enfrentas, todo está así, más o menos.
Lo que necesitas para saber cómo corregir tus propios textos
Para todo hay una primera vez, unas primeras veces. De entrada, pulsas las teclas del piano y suenan, pero no sale música; cuando empiezas a componer palabras, igual: tampoco sale música.
Y corregir viene después de haber aprendido a leer la música de las palabras y con los instrumentos afinados. ¿Se necesita saber escribir? Por supuesto. Quizá no como para componer sinfonías con allegro, lento, menuet y rondó, pero sí preludios, sirva la ocurrencia metafórica.
De entrada, detectar en qué errores incurres, si alguien no te los hace ver, es complicado. ¿Por qué? Porque no se trata de ver sino de saber ver y para eso se requieren distintas competencias:
- Vocabulario
- Gramática
- Sintaxis
- Estilo
- Ritmo
- Tropos, recursos estilísticos
- Matices
Son disciplinas emparentadas, pero distintas: por un lado, normativa; por otro, oído. Y hay que añadir una pega: a tocar el piano o a escribir, te enseñan; a corregir, hasta hace nada, no. Ahora hay iniciativas cada vez más frecuentes en este sentido, aunque hostigadas también por la tiranía de los precios.

Nadie te enseña a corregir tus propios desastres, pero hay mil pares de ojos pendientes de ver qué perpetras.
Así que para corregirte a ti misma, persona que me lees, primero tienes que ser capaz de advertir dónde metes la pata.
Para empezar, alguien te tiene que corregir
Hay un camino inútil por el que no conseguirás averiguar cómo corregir tus propios textos: memorizar las reglas ortográficas con todas sus excepciones.
Pero hay una ruta que apunta a eficacia en la autocorrección: practicar con textos relacionados con tus intereses, con tu vida cotidiana. Clic para tuitearMe pongo en tu lugar y te digo cómo corregir tus propios textos. Te cuento cómo hago yo, de hecho:
- Escribo algo que me interesa, no menos de un folio o página de Word.
- Me aseguro, DRAE en mano, de que cada palabra dice lo que tiene que decir. De que no empleo términos cuyo significado desconozco o está mal escrito.
Si dudo, escribo a la RAE, a la Fundéu o al Blog de Lengua de Alberto Bustos, que a serviciales no les gana nadie.
- Lo reviso varias veces en distintos momentos, incluso en días distintos; hasta que lo doy por bueno.
- Lo leo en alto. La lectura tiene que ser fluida, cómoda, llena de sentido; si hay tropiezos o balbuceos, es fácil que se deban a algo que no está funcionando.
Te confesaré que a veces tengo ocurrencias que me suenan bien, incluso invento palabras. En momentos posteriores reflexiono sobre si eso lo estoy aplicando al contexto adecuado. No todo es intercambiable ni vale para todos los sitios.
- Con menos experiencia, mis textos pasaban por una compañera correctora. Esa retroalimentación es impagable. Ahora, cuando incurro en alguna incorrección, me avisan cuando ya he publicado: una, otra u otro. No se cortan y hacen bien.
Es el modo de aprender a verte desde fuera, la manera de descubrir tus vicios, muletillas, localismos, expresiones que se pegan como chicle (ay, pero que suenan tan de toda la vida, tan familiares…) y que, precisamente por eso, no cuestionas.

Esas puñetitas que solo ves cuando te señalan que la cuerda está gastada por ahí…
La música del texto
Hemos entrado en el terreno de la edición, imprescindible en este desafío de cómo corregir tus propios textos.
Pulir el texto, extraer de él su mejor versión, optimizar contenidos y recursos: todo eso es corregir. Clic para tuitearLa música, en el ámbito de la corrección, tiene que ver con el ritmo, con construir frases y oraciones para que no distorsionen. Obliga a modificar términos y posiciones: a sustituirlos, eliminarlos, a añadir alguno que vuelve redonda la secuencia; a mover párrafos, a voltear secuencias.
Todo eso es editar. Es corregir lo que disuena u ofende las leyes de la armonía, la melodía y el ritmo.
—¿Cómo te haces experto en música? —preguntas.

Empeñándote: no hay otra.
—Empeñándote. No hay otra.
»Música es el arte de hacer combinaciones guapas con sonidos.
—Mi vecino hace combinaciones con sonidos, pero nada de guapas. Harta me tiene con tanto chirrido —dices tú.
—Cuando corriges y editas en busca de la armonía, en cambio, no hieres los tímpanos de nadie. Es una buena ventaja —digo yo.
Ampliar vocabulario, afinar la intuición, detectar matices, discriminar qué es una expresión válida o un giro impropio no hace nada de ruido; si acaso, consigue que vayas entonando y empiece a sonar música.
Para eso, lee mucho y escucha (¿diferencias entre oír y escuchar?) cómo suena lo que lees.
Cuatro ingredientes más
En resumidas cuentas: se puede. Puedes aprender cómo corregir tus propios textos si haces todo esto que digo. Pero hay tres elementos a los que no me he referido y que vuelco aquí:
- ¿Tienes una gran pasión por escribir y por escribir bien, por que los textos que escribes sean, además, impecables?
- Y paciencia y perseverancia, ¿tienes?
- Por último, mira a ver cómo andas de humildad: para reconocer dónde estás; para saber que cuanto más sabes, más dudas se te presentan.
Y si tienes todo eso y todavía no puedes, ya te digo yo que podrás.
Propina 1
Cada instrumento es un mundo y cada instrumentista, otro. Hay virtuosos de ciertas técnicas, irreprochablemente perfectos, que no tienen vuelo; ni se les puede acusar de ello ni exigírselo.

Artistaza con estilazo: observa la curva suave que describe su espalda. Hay que poder darse el lujo de posar así. Poco a poco…
Luego están los artistas: cada cosa que tocan la vuelven bella. Con los textos es igual: los hay que levantan arquitecturas prodigiosas. Si reparas en que todos utilizamos el mismo número de letras, ¿no te parece prodigioso?
Propina 2
Según qué términos se utilicen y en qué contexto, hay que buscar significados fuera de lo que denotan; desentrañar qué comunica cada palabra, a dónde apunta.
Las notas musicales son símbolos. Piensa en una sinfonía o en un cuadro y mira lo que comunica más allá de los elementos que aparecen.
Todo es interpretable.
Propina 3
Una recomendación: si lo que te ocupa es un trabajo académico o una obra literaria, haz que lo revise un experto. Saldrás ganando, además de que aprenderás por el camino.
Hola,
Me ha gustado mucho eso de no hacer ruido, que no haya nada que haga ruido. Y leer en alto sigue siendo la Prueba de Fuego. Mejora el texto y mejora nuestra declamación. Desde luego, detectar los propios errores es complicado, aunque cuando leo cosas que llevan tiempo guardadas y las cojo para repasarlas, hay fallos de todo tipo que les falta saltarme a la cara de evidentes que son.
La curvatura de la espalda la llevo bien, pero siempre se puede mejorar. Sin embargo, ¿no nos corresponde a quienes escribimos la pose de barbilla apoyada en el puño cerrado? ¿Se podrán combinar?
Un abrazo!
Y qué difícil es conseguir que no haya ruidos que perturben, Óscar. Eso de guardar las cosas y volver sobre ellas al tiempo es infalible: ahí puedes verte blanco sobre negro.
¿Curvatura como la de la chica? Esa solo se logra al girar el cuerpo, después de haber soltado ambos teclados (o piano u ordenador). Previo, siempre está el otro, el que refieres y, por momentos, sí, se combinan. 😉
¡Otro abrazo de vuelta!