En esta ocasión vengo a proponerte un desafío: seducir con la palabra.
Cuando te presentan a alguien, priman la actitud, la sonrisa y el apretón de manos. La palabra espera su turno en un segundo plano; no importa tanto lo que dices como lo que expresas con tu manera de acoger al otro. Pero cuando la palabra es tu única defensa para gustar, el apretón de manos debe codificarse en un sistema de signos lingüísticos.
Para seducir con la palabra interesa tener en cuenta cosas como estas:
- Se trata de saciar los caprichos de una lengua construida entre todos.
- Esa lengua demanda una soltura de la que la mayoría carece.
- Tal demanda puede suponer una indiscutible ventaja… o todo lo contrario: abocar a un buen lío.
La primera pregunta que quizá te haces es:
¿De qué va seducir?
Y la segunda:
¿Puede hacerse sin caídas de ojos y sin la inmediatez de la presencia física?
(Se puede, claro que sí).
La tercera:
¿Tiene que ver con ser escrupuloso con las comas, los puntos…?
(Ya te anticipo que también).
Y la cuarta:
¿Se trata más bien de tocar determinada tecla?
(Pues sí; también se trata de eso).
Y queda la primera por responder…
De qué va seducir

Si puedes ir así, mejor no hables, que igual lo estropeas.
En corto: hace falta humor, picardía, ingenio. El primero, como dice Ida Vitale, es fundamental incluso para sobrevivir. Seducir con la palabra no te obliga a ir a la última ni a hacerte cortes de pelo espectaculares; necesitarás, si acaso, gastarte algunos cuartos en tratamientos de belleza. Pero llegaremos a este punto.
También hace falta verdad. ¡Cómo te va a seducir alguien de quien no te fías! ¡Cómo seducirás tú si no se fían de ti! Tampoco hace falta ser un lince para detectar tramposos; a la legua ves si una sonrisa es auténtica o impostada y si quien te habla expresa o no su verdad.
Ahora, puede que estés objetando que no todo el mundo se deja seducir por igual; que no todos somos sensibles a las mismas cosas.
Y eso es cierto.
Pero si estás aquí pegando la hebra, es porque tienes aspiraciones más altas que la media y quieres saber si te estás perdiendo algo.
Lo que tienes para ofrecer
Puede que tu producto sea algo rompedor, novedoso; en tal caso, necesitarás pocas palabras para convencer de su necesidad. Su valor es el producto mismo, ese oscuro objeto del deseo que te arrebatarán de las manos en cuanto abras la puerta.
Ahora, si no es así, si no eres el único con ese producto exclusivo…
Voy a matizar, porque exclusivo, en todo caso, tiende a restringir su significado a caro por demás; asequible solo a quienes liquidan cuentas sin necesidad de abrir la cartera. Exclusivo tiene la manía de excluirnos a ti y a mí.
Me da en la nariz que tu producto o tu servicio no van de eso, luego tendrás que echar mano de la palabra e ir pensando en un cóctel de bienvenida; para tus clientes, claro.
Metafóricamente hablando, quiero decir.
Para seducir con la palabra
En un mundo ideal, cada palabra sería la idónea y pronunciarías solo las justas, necesarias y enfocadas a resultados concretos. Las correcciones, sin ir más lejos, estarían fuera de lugar: en un mundo idealmente perfecto, conocer las diferencias entre las faltas de ortografía constituiría un saber inútil.

Ella, tratando de seguir mis consejos.
Pero este mundo tuyo y mío tiene sus achaques: es muy difícil que consigas tocar el corazón de un ser humano con un texto plagado de errores, aunque igual que hay estómagos capaces de moler piedras, hay humanos que dan por buena cualquier cosa que venga en letra impresa. A menudo hablamos de falta de estilo cuando deberíamos hablar de falta de visión.
Seducir con la palabra implica, por ejemplo, discernir que aun siendo la palabra montaña una y la misma para todas las montañas, cada una es distinta; implica atinar en el modo de contar que la tuya, tu montaña, no es una montaña sinónima ni equivalente a otra.
Otro inconveniente: si no llegas a conectar con la complejidad de la vida y del propio ser humano, se te complica la cosa. Para seducir con la palabra, harás por tener una billetera mental llena, no solo de palabras, sino de matices y sombreados. Y un poco de psicología.
Hay algo tremendamente seductor que se llama 'mensaje subliminal': lo que sugieres, cosas que dices sin decir. Eso sí: la fuerza que pones en tus mensajes tiene que beber de tu propia convicción. Clic para tuitearEn definitiva: para seducir con la palabra, has de estar enamorado de lo que haces.
Seducir con la palabra, para qué
Quieres hacerlo porque antes te has rendido tú a ella. Llámese narrativa, poesía o periodismo, llámese epístola; a esta quizá seas tú quien esté deseando insuflarle nueva vida.
Pero mira qué dice la RAE de la palabrita de marras, porque lo cierto es que no tiene buena prensa:
Seducir
Del lat. seducĕre.
Conjug. c. conducir.
tr. Persuadir a alguien con argucias o halagos para algo, frecuentemente malo.
tr. Atraer físicamente a alguien con el propósito de obtener de él una relación sexual.
tr. Embargar o cautivar el ánimo a alguien.
Voy a pasar por alto las dos primeras acepciones, que no es este el lugar: ni pretendo darte pistas para que enredes con argucias, ni lo físico juega aquí más allá de que las propias palabras tengan una dimensión material.

En este caso, igual: palabras, las justas, que el idilio se puede venir abajo.
Lo que está claro, aun quedándonos con la tercera, es que tienes que gustar a quienes pretendes seducir y conseguir, además, que ellos te gusten a ti. De lo contrario, apaga y vámonos.
Quieres seducir porque estás haciendo algo grande o te planteas hacerlo. Hacer algo grande conlleva seducir a lo grande.
Y para seducir a lo grande…
No sirve ir de original ni hacer de las palabras un decorado de feria: así solo decepcionarás a quien te lea. Ten en cuenta que el mercado es un amante exigente. En la escena virtual tu arte es tu palabra. Vístela como merece.
Para saber de qué hablo no es preciso haber viajado mucho, pero sí haber leído mucho. «Quédate en tu rancho», decía Tolstoi. Todo pasa por tu mundo interno, por haber leído, por haberte fijado.
Seducir a lo grande pasa por entender a la gente, a tu público, saber qué necesita y proporcionárselo. Clic para tuitearY pasa antes que nada por afianzar lo básico, como dice Gabriella Campbell en este artículo.
De manera que hemos llegado al apartado de la belleza. La belleza, entendida como el cuidado que pones en hacer las cosas con el mayor mimo posible. Se puede traducir así:
Si escribes, date a corregir; si tiendes al barroquismo y la redundancia, repasa, borra sin piedad, elimina piel muerta; si haces literatura, haz que el texto resucite, se ponga sobre tacones y ande. Si son trabajos académicos: revisa, pule, trabaja hasta sentir que algo te brota por dentro y te crece a base de mimos y cuidado.
Propina 1
Cuando escribas, sigue la norma ortográfico-sintáctica. Ella no te va a seguir a ti. Imagina que es otro apéndice que te pertenece.
Yo sé que la temes, pero con los miedos tienes que hacer como con los fantasmas: das la luz y desaparecen.
Propina 2
Cuenta historias que alienten la complicidad. Busca puntos de coincidencia con aquellos a quienes quieres seducir. Puede que no surja de inmediato, pero persevera: el mundo tiene su propio compás.
Propina 3
Once autores que me resultan imprescindibles, por si quieres probar, aparte de los clásicos y los que se mencionan siempre. El orden es aleatorio, según me van viniendo:
Dacia Maraini, Enrique Vila Matas, Fabio Morábito, Alice Munro, Italo Calvino, Gioconda Belli, Erri de Luca, Elena Ferrante, Luis García Montero, Alice Basso, Juan José Millás.
Cuando no sepas a qué echar mano…
No son todos ni mucho menos, pero estos no fallan.
Excelente artículo, Marian. Desde luego, cuánto mejor nos iría hoy si hubiese más seductores y menos embaucadores, escritores o no.
Un abrazo.
Solo con poner un poco más de cuidado, ¿verdad, Javier?, solo con eso cambiarían tantas cosas… Cuidémonos y cuidemos todo lo que esté en nuestra mano (de pronto va y se le pega a alguien y ya tenemos otro más).
Un abrazo, compañero, y gracias por tu visita.
Hoy solo he abierto la puerta… se me hace que volveré a visitarte.
Excelente!
Abrazos!
Pues nada, Norelly, abierta queda esa puerta para ti ¡y de par en par!
Un abrazo literario y gracias por dejarte caer.
Muy feliz de haberme topado contigo en alguna parte del camino. Eres una gran maestra y eso me agrada mucho porque aún tengo mucho que aprender.
Gracias Marian por invitarme a conocer tu blog y regalarme con un obsequio de mucho valor.
Encontrarse con gente que está en la misma onda que una es una felicidad.
Y todos estamos aprendiendo de continuo (lástima de quien diga que ya se lo sabe todo), así que muy agradecida por este tramo que recorremos juntas.
Que todo sea en buena hora, Guadalupe.