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«Confieso que tenía mucho miedo a la corrección de textos. Me horroriza verlo todo en rojo».

«Pero ¿cómo puede ser que escriba tan mal? Si lo han leído varios amigos universitarios y a todos les ha parecido fenomenal. Decían que estaba muy bien escrito, que se entendía muy bien».

«¿Por qué me cambias de lugar esa frase?».

«Lo he presentado a una editorial y me han dicho que le dé una vuelta. ¡Una vuelta!, ¡pero si le he dado doscientas ya!».

La correctora y su entorno profesional

Hace poco, una compañera de oficio contaba esta anécdota de la que reproduzco palabras textuales:

Una vez un jefe me pidió que limpiara un texto.

—Corrígelo para que se pueda leer.

«Que se pueda leer». Lree se peude lree hatsa etso uqe no etsá ni bine escrtio. ¿Qué quería decirme ese señor?

—Pero las comas mal puestas, las redundancias, las palabras innecesarias… ¿Las obvio?

—Sí. Tú cuando lees no te fijas en eso.

Que eso se lo diga un editor a la correctora de turno tiene muchos bemoles. Porque la correctora de turno se fija en todo eso y en mucho más. Su trabajo es fijarse, detectar no solo la errata o lograr que el texto se pueda leer, sino todo lo demás. Y ese demás tiene tela.

Cómo abordar el miedo a la corrección de textos

El globo terráqueo se ha salido de su eje y la correctora de textos también.

En el momento en que el jefe ha soltado eso, a ella se le ha caído la bola del mundo a los pies.

Algunos ejemplos de textos bien escritos pero mal escritos

Texto 1

Pablo llega de darse un garbeo por Nepal; oiga, no halló nada más cerca para disfrutar de su mes de vacaciones. Y se encuentra con Mateo, un colega de toda la vida:

—Hombreeee… —saluda Mateo—. ¿Qué tal por esos mundos de Dios?

—Pues fenomenal. Aquello hay que verlo, tú.

—Pues nada, ya contarás. Quedamos un día y me cuentas.

—Sí, sí, ya te contaré. ¿Quieres que tomemos un café y te lo cuento a grandes rasgos?

—Es que ahora no puedo. Tengo cita a en la clínica dental. ¡Otro día tendrá que ser!

—Vale, sí, otro día. ¡Nos vemos!

El texto está bien acotado. El cliente tiene esa parte de la lección aprendida y se aplica, ¡vaya si se aplica! Sus rayas prescriptivas, sus puntos suspensivos (tres, solo tres; ni uno menos ni uno más), sus comas; cada signo de interrogación y exclamación de apertura… Impecable. Perfecto.

Ese cliente ya no le tiene miedo a la corrección de textos.

Texto 2

La víspera le llegó este otro de su mejor cliente y no es a él, sino a ella a quien se le desata el miedo a la corrección de textos. Ese cliente, y ya van unas cuantas, tiene un nivel alto de lenguaje. «Solo corrección ortotipográfica. El estilo está bien; ni te preocupes».

Miedo a que te corrijan el texto

El autor ha enviado el texto para corregir. Aguarda la vuelta haciendo vudú.

Seis y media de la mañana. Los duendes aún se afanan en que calles, avenidas y esquinas se parezcan a las de la víspera. Manolo guiña el ojo derecho mientras abre el izquierdo para mirar a Susana, que está lejos de encarar aún el nuevo día. No importa. Ayer se le quedó algo por decir y se lo va a soltar ahora:

—Me hubiera gustado decírtelo antes, te lo juro, pero me paré a considerar si antes aún no debía darte un abrazo. Habría sido lo natural. Y, sin embargo, no estaba yo en mi mejor momento. Tuve miedo de mi propia violencia y escojo esta hora temprana en que te hallas en estado de hipnagogia para garantizarme que no saltarás como una fiera. El hecho es que acabo de enterarme de que tengo un hijo; de otra mujer, claro está. Una cosa antigua, de hace mucho tiempo. Pero sé positivamente que esto te supondrá un rapto de la amígdala y una descarga de tus suprarrenales y que, muy posiblemente, nuestra relación sufrirá un varapalo significativo. Tú, que siempre creíste que eras la primera.

Texto 3

Alejandra se hace la valiente, como diría su madre. Obviando el miedo a la corrección de textos (algo atávico), decide enviárselo a la correctora no sin antes santiguarse para espantar la mala suerte. Como hace su madre. Con la última experiencia le quedó claro que hay ciertas cosas que no debe esperar que el lector adivine.

Qué haces con el miedo a la corrección de tus textos

Este es el gato del texto que cierta autora ha enviado para corregir. El gato ya ha desayunado y puede dedicar el resto de la jornada a la poesía.

Gonzalo se encuentra un gato en la Calleja de la Muerte. El gato es tricolor y parece más gata que gato. Él no entiende de gatos, pero le gustan. Gonzalo lleva un envase de cuajada en la mano. El gato maúlla. Debe estar hambriento porque el pobre está en los huesos. Gonzalo toma una porción de cuajada con su dedo índice y se la aproxima al gato. El gato se le acerca y chupa del dedo. Ronronea. La Calleja de Muerte, a partir de hoy, debería llamarse la Calleja de la Vida. Gonzalo se ha echado un buen amigo y hará esto por él cada día.

Seguro que el lector no se ha perdido y que todo lo ve normal. ¡Ya pueden hacer girar el globo terráqueo! Cuando lo paren, no tendrá ni media duda de dónde se encuentra. Ese lector, digo. Ni su dedo índice. Porque el dedo índice es el suyo, ¿sabes?, el del propio autor.

Solo corrección ortotipográfica en los tres casos. La correctora se echa a llorar: el cambio climático está produciendo estragos hasta en los textos.

La zona de confort y el miedo a la corrección de textos

Los amigos saben leer. Los lectores beta saben leer y leen mucho; cómo, si no, confiarías en entregarles tu manuscrito y pedirles opinión. Cualquier falta de ortografía les quemará como aceite hirviendo. Son filtros de garantía; o de garantía aproximada, en cualquier caso.

Pero no son correctores. No les puedes pedir que especifiquen qué no funciona: si hay pleonasmos, rimas internas, si tal redundancia es o no necesaria; si determinado diálogo es inútil del todo, si los tiempos verbales son los adecuados; qué es anáfora y qué mera repetición baldía. Si sobran o faltan conectores.

Ante el pánico a la corrección de textos

No te pasa solo a ti. Mientras tú sufres, también lo hace la correctora de textos. Hay que hacer algo bueno con tanto sufrimiento.

Ahora bien, no terminas de ver nada raro en los ejemplos anteriores; en tal caso, ni te preocupes. Vigila solo que no te hayas confundido de blog; vaya a ser que buscando cómo corregir nudos de macramé, te hayas tropezado con este. Lo digo porque aquí textiles y textos, a veces, se dan la mano.

El miedo a la corrección se supera aprendiendo a observar los propios textos desde fuera. 'Fuera' no es sino es la mirada atenta del profesional de la corrección. Clic para tuitear

Pero si ves algo raro y es en este blog donde querías recalar, te diré algo: el miedo a la corrección de textos es miedo a desaparecer como autor. En cambio, es justo lo que la correctora persigue: no solo que te mantengas, sino que hagas honor a tal apelativo.

El miedo a la corrección de textos y cómo se supera

El miedo a la corrección de textos se supera como se superan otros miedos: exponiéndose de forma paulatina. Mirándose desde fuera. Y modificando el discurso interno, como dice la programación neurolingüística: en lugar de pensar «qué van a hacer con mi texto», piensa mejor «cuánto voy a aprender sobre mi manera de escribir y qué oportunidad ventajosa de sacarme brillo». Así, todo es ganar.

Si escribes narrativa como si escribes divulgación: cada texto tiene su lenguaje; cada texto exige que se cumplan una serie de premisas que no están descritas en catálogo alguno que las reúna todas. Se afrontan después de haber lidiado con mandamientos ortográficos y deslices tipográficos.

Temor ala corrección de textos

Una vez que has aprendido a manejarte con ese texto, ¿quién dijo miedo?

No sabes cuánto beneficio conlleva pasar por ahí.

Recomendación para afrontar el miedo a la corrección de textos

Aprovecha el verano para mejorar tus textos, dales esa vuelta tan necesaria ahora que tienes tiempo. Y si necesitas una mano, ni lo dudes: abandona tu zona de confort, busca quien te ayude a hacer una corrección implacable de ese texto. Quien te ayude a volverlo eficaz.

¿Sabes qué pasa después? Tu zona de confort se amplía y empiezas a disponer de espacio adicional en ella. Lo que importa es todo lo que se te ha desvelado: la distancia recorrida entre lo que sabías al principio y lo que sabes ahora.

No es poca ganancia, ¿eh? ¡Y cuéntame tu experiencia, que estas cosas hay que compartirlas! (Así crecemos todos).

 

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2 Comments

  • Frida dice:

    La verdad es que da miedo que te corrijan porque cuando ves llegar el texto que has repasado mil veces lleno de anotaciones, el corazón te da un vuelco. Pero ¿y lo que aprendes? ¿Lo que te hace evolucionar en cuanto miras lo escrito desde otra perspectiva?

    • Marian Ruiz dice:

      Ahora sabes que no queda otra si tienes un mínimo de amor propio y que, pasado el susto inicial, todo son ventajas. ¡Me alegra saber que estamos de acuerdo!
      Un abrazo.

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