Hoy vengo a hablarte de cuándo no usar conectores en un texto, aun cuando en esta entrada apostaba por ellos.
Lo omitido en aquella y que vengo a rescatar es que los conectores pertenecen al ámbito académico y profesional; no tanto al literario. Si en un texto académico o profesional los conectores actúan como señales de tráfico, en un texto literario, ¡ojo!, pueden hacer incluso que el coche —el coche discursivo— se detenga.

Ese conector, a la vista está, es inútil del todo en esta bucólica estampa.
¿Quiere decir esto que están proscritos de los textos literarios?
En absoluto.
Guías diligentes
Mira este párrafo, extraído de la última novela de Isaac Rosa, titulada Feliz final:
Desde ahí, apenas un par de pasos hasta el llanto nervioso y la súplica atormentada, con una desesperación folletinesca que dentro de un tiempo recordaré con más risa que lástima: no te vayas, por favor, dame una oportunidad, solo te pido eso, una oportunidad, tiempo, hazlo por las niñas, espera a que sean un poco mayores, espera dos años, un año, seis meses. Con este estribillo patético y la ayuda de sendos lexatines nos quedábamos dormidos: tú, con más facilidad, yo en una duermevela agitada que deformaba la habitación, atraía ruidos inidentificables, colocaba de pronto a los pies de la cama a las niñas, levantadas como cuando algunas noches las despertaba una pesadilla y venían a la cama a buscarme. Pero ahora no estaban ahí, eran unas niñas fantasmales, fruto del desvelo y el agotamiento.
Media docena de conectores: no necesita más ayudas para conducir al lector por la escalera descendente de un relato que nada bueno presagia. Isaac Rosa sabe de sobra cuándo no usar conectores en un texto, más allá de los imprescindibles para preservar ritmo y sentido.
¡Stop! Carretera cortada
Mira ahora este otro:
¿Qué se supone que debo hacer? Quizá tendría que ponerles antes en antecedentes de lo que me pasa, sin embargo, tal vez no deba porque puede que a ustedes esto no les importe lo más mínimo. Pero, sobre todo, ¿cómo contarlo y… por dónde empezar? Desde hace mil años le doy vueltas y no encuentro la mejor manera de hacerles llegar todo lo que me enloquece, aunque, por otra parte, me digo que debo esperar de ustedes siquiera una migaja de compasión.

Tu idea era hacer una buena excursión y… vas a tener que volverte. No planificar el trayecto tiene consecuencias fatales
Está lleno de obstáculos pesados. A la cantidad de conectores, se añaden las oraciones subordinadas que también conectan de un modo u otro. Es un claro ejemplo de cuándo no usar conectores en un texto. Casos como este no solo detienen, sino que agotan al lector. De hecho, vamos a limpiarlo para comprobar si mejora y limpiaremos, de paso, otros sobrantes que tampoco funcionan:
¿Qué se supone que debo hacer? Ponerles en antecedentes, pero es fácil que a ustedes no les importe lo más mínimo. Cómo contarlo, por dónde empezar. Le doy vueltas y no encuentro el modo de hacerles llegar lo que me enloquece. Solo espero que me otorguen una migaja de compasión.
El párrafo ha adelgazado mucho. No obstante, la voz narrativa sigue expresando sus dudas; aunque ahora sí, yendo al grano.
Los conectores frente al corrector de Word
El corrector de Word no te dirá cuándo no usar conectores en un texto ni te los señalará como erróneos. La razón es que ni están mal escritos ni tienen una posición equivocada en la frase. Solo es que ensucian y que Word no tiene incorporados detergentes específicos que discriminen tipos de textos.
Word no es capaz de detectar manchas así; menos aún podemos pedir que las limpie.
Word no distingue lo que es procedente de lo que no: no está entrenado en urbanizar itinerarios textuales, ni en limpiar buena parte de la maleza que amenaza el lenguaje eficaz. Clic para tuitear
No puedes pedirle a tu procesador de textos que te haga esto. Bueno, se lo puedes pedir; por pedir, ¿verdad? Y me cuentas…
El caso es que eficacia en términos de literatura es algo bien distinto de eficacia en términos de escritura normativa, académica o profesional.
Conectores procedentes
La finalidad de los conectores es guiar al lector por las relaciones que se establecen entre los distintos fragmentos; conectan ideas complejas que se interrelacionan, inducen o deducen las unas de las otras.
Una cosa es que debas situar determinada acción antes de otra y escribas: «Pero antes de cenar, aún quiso darse una vuelta por el belvedere, donde había tenido lugar el espantoso crimen».
Otra muy distinta es que digas: «En resumidas cuentas, que antes de cenar…».
Incluso podemos admitir el siguiente conector: «Nada me sorprendió tanto como su salida de tono. No entendía por qué se había molestado tanto si, al fin y al cabo, se pasaba la vida entre gentes de mal vivir».
Al fin y al cabo es un conector reformulativo, esto es, aclara o incide en una explicación. Cebe en un texto literario. Ahora bien, vigila los conectores que tienen más de una palabra. Pueden ser peligrosos, como vamos a ver a continuación.
Conectores improcedentes
En los textos literarios —hablo de textos que corrijo— hay expresiones que se repiten como los estribillos de la canción del verano.
Se llevan la palma: pues, porque, puesto que, por lo que, entonces, de repente, de pronto, al final, ya que, así que y los adverbios terminados en –mente.

Pues, porque, puesto que, por lo que, entonces, de repente, de pronto, ya que, así que… Y ahora llega un ‘divinamente’.
¿Cuál es su inconveniente?
- Añaden explicaciones innecesarias.
- Cortocircuitan sorpresas posteriores.
- Ralentizan el ritmo.
- Tienden a repetirse sin ton ni son.
- Muestran pobreza de recursos.
- Se cargan el lenguaje literario propiamente dicho.
En definitiva: delatan al escritor inexperto.
Cuándo no usar conectores en un texto
Una recomendación muy básica: simplifica. Cuando escribas, bucea en maneras de decir que hagan al texto decir más de lo que dice. El lector no es imbécil y es fácil que cuando trates de impresionarlo solo consigas el efecto contrario: una fatal decepción. Aprende a discriminar cuándo y cuándo no usar conectores en un texto.
Mira este párrafo y elimina los conectores que sobran (solo los que sobran), hasta que el texto diga lo que tiene que decir sin demoras ni recreos improductivos:
Al fin, dio media vuelta y se puso a fregar los platos, puesto que amenazaban con salirse de la pila. Alargué la mano para reanudar el contacto siquiera levemente, pero comprendí que se hallaba ya muy lejos. Simplemente le apreté el brazo, le dije que me iba ya que tenía cosas que hacer. Pero no sé si respondió o no. Quizá habló, pero tal vez no lo bastante alto. A mi pesar, no he aprendido aún a leer los labios a través del cogote.
Dime si coincidimos en el resultado:
Dio media vuelta y se puso a fregar. Los platos amenazaban con salirse de la pila. Alargué la mano para reanudar el contacto, pero comprendí que se hallaba muy lejos. Le apreté el brazo, le dije que me iba, que tenía cosas que hacer. No sé si respondió o no. Quizá habló, pero no lo bastante alto. Aún no he aprendido a leer los labios a través del cogote.
Y dime si encuentras diferencias y si te queda claro, por fin, cuándo no usar conectores en un texto.
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Muy buenas, Marian, gracias por la recomendación. Soy una de esas personas que puede que utilicen más conectores de los necesarios. Así que a partir de hoy mismo me lo apunto en mi lista de errores habituales para poder corregirlo durante la fase final.
Hola, Frida.
Me encanta saber que te ha servido. Estoy segura de que vas a apreciar la diferencia de ahora en adelante; ya me dirás. Y me alegra saber que te tomas en serio lo de escribir porque incluyes esa parte ardua de la que todo el mundo quisiera huir y sin que es imposible redondear nada. ¡Bien por ti!
Un abrazo.
Como este es el tipo de artículos que necesito para hacer que mi escritura sea más literaria. De hecho, incorporaré en mi programa de revisión de textos las palabras que se citan.
Muchas gracias, Marian.
Un saludo.
Pues qué bien, Javier. Mira tú por dónde. Y una vez que pongas en práctica las medidas que mencionas, cuéntame si constatas que hay una diferencia.
Saludos y feliz escritura.