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Hay varias cosas que el escritor fantasma no sabe hacer y pretendo ocuparme de ellas; por si me buscas por esas rutas, para que no te llames a engaño.

Lo digo porque a veces llega alguien que ha tecleado en Google escritor fantasma o escritura por encargo. Y ese alguien, con una ingenuidad pasmosa, pide lo que necesita, que suele darse en estos términos:

«Me pongo en contacto contigo para que escribas un libro con la historia de mi vida».

«Necesito que me redactes una propuesta editorial y una carta de presentación de mi novela».

«Quiero encargarte uno o dos capítulos de una novela que estoy escribiendo».

El escritor fantasma o escritor de incógnito es casi mago, pero no lo es del todo; sigue practicando y afinando conjuros. Clic para tuitear

¿No te has encontrado aún con ese espécimen del escritor fantasma? Puedes echar un vistazo a este otro artículo.

Una cosa que el escritor fantasma no sabe hacer: adivinar

Quien busca un escritor de incógnito para que escriba la historia de su vida —la de su padre o la de su tía Enriqueta— lo ignora. A menudo, ignora que el escritor fantasma puede ser muchas cosas, pero no es adivino.

El escritor fantasma no sabe hacer ciertas cosas

El escritor fantasma es concienzudo, así que… dadle tiempo.

Ignora que ese escritor, por muy hábil que sea, no puede componer una historia sin haberse empapado de ella. Y eso son muchas horas de entrevistas y de tiras y aflojas.

Ignora que no es solo armar la trama troncal, sino trufar la historia de subtramas y detalles secundarios.

¿No era que se trataba de mostrar al lector los escenarios en que se desarrolla y cómo se comportan sus personajes? El escritor fantasma necesitará documentarse e imbuirse de un sinfín de pormenores.

Aparte, es muy probable que haya que proteger sensibilidades. No se trata de cargarse a nadie… que el solicitante no quiera.

Me gustaría ver la cara de ese padre o la de tía Enriqueta al leer la presunta historia de su vida, de no ser así. Esos colores incandescentes en sus caras que significan «quién c*** es este o esta que no soy yo».

Otra cosa que el escritor fantasma no sabe hacer: escribir capítulos sueltos

Alguna vez me ha pasado: «solo quiero encargarte un capítulo de mi novela». Y he dicho que sí sin haberme leído la novela.

He pasado al autor el documento con los puntos que debe contener la psicología del personaje, sus rasgos físicos y detalles relevantes: filias y fobias, manías, momento cumbre en que se encuentra en esas páginas, relaciones, conflictos.

El autor, además, me ha pasado un capítulo para que conozca su estilo. Todo muy en orden.

Y no ha funcionado.

No ha funcionado porque no me he adentrado en la historia. Un capítulo suelto y el resto de detalles sirven… hasta cierto punto.

El escritor fantasma o ghost writer hay cosas que no hace

Al escritor fantasma que, además, es corrector, no le atrae nada escribir capítulos sueltos. Que lo sepas.

Detalles menudos

Pasa que el personaje se ha desenvuelto a lo largo del resto de páginas de formas muy determinadas; formas que son las que dan cuenta de cómo es su ser arrogante, vengativo, vulnerable ante equis circunstancia o cómo reacciona en determinadas tesituras.

No todo el mundo ejerce de igual modo su ser así o asá. Hay quien es arrogante y se manifiesta siendo parco en palabras y mirando de arriba abajo. En otros, la arrogancia está camuflada de formas corteses y solo displicentes en contadas ocasiones.

Y esos aspectos son los que dirán en qué debe hacerse hincapié en ese capítulo. ¿Qué quedó pendiente?, ¿por dónde se han ido escabullendo aspectos que deben encontrarse también en ese capítulo?

Que ya lo habrá señalado el autor, pero lo que cuenta no tiene ese pulso que ofrecen los pormenores de la novela.

El escritor fantasma no sabe trabajar gratis

Ni sabe trabajar gratis ni quiere. ¿Por qué habría de hacerlo? ¿La persona que busca sus servicios lo hace?, ¿trabaja gratis?

Es una insolencia pretender que alguien trabaje para uno y no cobre. No se te ocurriría llamar al fontanero amparándote en que le gusta su oficio; en que eso debería ser razón suficiente para que a ti te apañe el desagüe… Total, a él le gusta lo suyo y a ti te viene fatal tener que desembolsar la pasta, así que no hay más que hablar: que te lo haga por amor.

Me pregunto quién valora el trabajo del ama de casa que lo hace todo por amor. Se valora, si acaso, cuando ya no está. Mientras está, se da por sentado. Es su obligación.

En el caso del escritor fantasma pasa algo similar: ¿qué trabajo es ese de leer? Leer, señoras y señores míos, es el taller del escritor fantasma, el lugar desde el que opera.

Tiene que empaparse de tramas, personajes, fondo y forma, de una manera de pensar de su cliente. No te digo ya si se trata de una biografía y van a salir fotografiados personajes que están vivos… y coleando.

Trabajar gratis ladeando a quienes aprecian tu trabajo —y quienes, además, te pagan por ello— no es elegante, la verdad.

En cambio, el escritor fantasma sabe leer

Sabe organizar un texto divulgativo y sabe hacer la escaleta de una novela. Si la novela llega montada a lo loco, sabe desentrañar qué guarda y qué valor puede llegar a tener.

Hay clientes que saben muy bien lo que quieren y surten al escritor de información detallada. Suelen hacerlo tanto por escrito como en audio. Ese es un buen comienzo.

Otros, en cambio, le dan vía libre, aunque es más frecuente entre personas poco expertas en el manejo de lo digital.

El escritor fantasma trabaja por dinero

Para un solo capítulo y sin conocer los entresijos de la novela, no llamen al escritor fantasma.

El escritor fantasma sabe leer, sabe conversar y sabe hacer pruebas y ajustar, pero es tiempo que emplea. Aquí se vuelve necesario recomendar la relectura del apartado anterior.

¿Dará un precio cerrado? Es improbable. Es como dar el sí en una cita a ciegas. El escritor escribirá un primer capítulo y, a partir de ahí, se irán haciendo sucesivas aproximaciones.

El escritor fantasma sabe escribir y reescribir

Cuando se trata de una reescritura de algo que llega regulero y que reúne condiciones, el escritor fantasma reescribe, hace editing. Lo pone guapo. Se fía de que hay mata, de que el manuscrito tiene posibilidades.

El autor, en este caso, está muy seguro de que su historia funciona. Ha pasado por lectores cero y nadie se ha perdido ni le han dado un reporte negativo. Solo se trata de frotar y dar cera.

Y puede ser así durante los primeros capítulos. Y que la cosa vaya perdiendo calidad de forma paulatina y acabe embarrancada.

En tal caso, el escritor fantasma tirará de intuición y escribirá pese a todo. Ahora bien, el autor debe saber que una vez que el manuscrito se termine, convendrá hacer una revisión; es decir: tomar ese manuscrito como un borrador.

Y como el escritor fantasma sabe lo que puede pasar, pacta un precio que deberá revisarse a medida que avance el trabajo. Es un modo, incluso, de que quien encarga el trabajo vaya corroborando sobre la marcha que el resultado le satisface.

El escritor fantasma sabe imitar el estilo del autor

Esta es otra de las habilidades del autor fantasma: sabe imitar el estilo de quien le ha encargado el trabajo, aunque siempre lo mejorará, máxime si es corrector.

Ahora bien, para imitar algo, ese algo debe estar pulido, sin estorbos. Quien contrata a un escritor fantasma, a menudo, carece de tal cosa, por eso, precisamente, lo contrata. También se cuenta en corrillos que hay autores afamados que lo hacen, pero no es mi caso; no he tenido solicitudes tan llamativas hasta la fecha.

El estilo literario no es solo la forma en que escribe un autor. Es también cómo piensa, cómo enfoca, cómo trabaja las escenas, qué nivel de compromiso asume.

Llegados a este punto, y en el caso de que un autor pretenda contratar la escritura de capítulos sueltos, solo contemplo una ruta posible: escribir ese capítulo o capítulos después de que la novela haya pasado por mí. Corregirla brinda esa oportunidad.

Hay que valorar en qué orden insertar la parte, con qué información cuenta el lector en ese momento, qué no sabe todavía, etc. Todo eso es relevante.

El escritor fantasma sabe ser paciente

Dicen que la paciencia es la madre de la ciencia y, en ese sentido lo digo: soy la mar de científica. Pero añadiré que también la paciencia necesita foco. No es ser paciente para marear la perdiz; no lo es para charlar sin propósito ni para perder el tiempo. No es ser paciente para que terminen llamándola a una buenuda, como dicen mis amigos argentinos.

Me gusta ayudar, me encanta ver que un proyecto sale adelante gracias a que eché una mano. Mi predisposición, como ya puedes estar deduciendo, es egoísta antes que altruista: ayudar me hace sentir bien.

Significa que sé escuchar; que enseguida me muerde la empatía. No siempre es un buen augurio, también te lo digo. En alguna ocasión me ha tocado decir «hasta aquí» después de haber firmado un contrato. A veces, lo que prometía no se cumple. Y no pasa nada. A fin de cuentas, se trata de que la corriente fluya y, hasta que empiezan las danzas, no puede saberse si tal cosa sucederá.

 

La paciencia le hace a una caminar con los pies en la tierra. Mucho de lo que he aprendido me lo ha enseñado mi predisposición a mirar hacia dentro, aderezado con buenas dosis de tolerancia, comprensión y aguantaderas. De esa observación constato también que no soy para todo el mundo.

Ahora, cuando es sí, como decía Nelly Sachs, Nobel de Literatura en 1966: «Suena una música que no es para el oído».

Propina

Escribir es, más que complicado, complejo (no son sinónimos) y doy por sentado que escribe quien tiene un mínimo de talento. En esto de escribir, hay una parte consciente y otra que no lo es. Digamos que el escritor sale a pescar y echa la caña en las aguas de los pensamientos, que escribe incluso cuando no escribe.

Y el escritor fantasma, aún tiene que hacer bodoques con los pensamientos de otros.

Y luego dirán que es caro…

 

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