Los testimonios de estas correctoras frente a la corrección de textos es lo más parecido a un confesionario virtual. El de la corrección de textos es un oficio poco conocido y menos reivindicado y… ya le toca. Ponemos una pica en Flandes.
Lo cierto es que los correctores en general y las correctoras en particular —un oficio con mayoría de chicas— padecemos una cierta crisis de autoestima. Podríamos arreglarla recurriendo a profesionales de la psiquiatría o de la psicología, pero hemos decidido apostar por exponer qué nos pasa y que digáis vosotros si hay o no razón de tal síndrome devaluatorio. Exponerlo es más económico y no están los tiempos para dispendios; menos aún, en este gremio.
Si creías que la corrección de textos era un pasatiempo…
Mira lo que tienen que decir al respecto estas cinco correctoras frente a la corrección de textos y sus circunstancias.
Paola C. Álvarez
«He tenido muy pocas correcciones tranquilas, es decir, en las que pudiera trabajar a mi ritmo; casi siempre corren prisa y significa jornadas maratonianas con faltas de concentración y ojos irritados. Creo que a veces nos ven como el corrector automático de Word, como si no necesitásemos descansar o no tuviésemos familia que atender».
Esther Magar
«Creo que piensan que corregir es detectar erratas y faltas ortográficas, pero no, es muchísimo más. En la ortotipográfica, reviso la puntuación, si ha aplicado los resaltes tipográficos correctamente y de manera unificada, si hay errores en el uso de preposiciones, si los guiones separan las palabras según las normas de nuestra lengua o si hay dobles espacios, líneas viudas y huérfanas que afean la maquetación. ¡Un sinfín de elementos!
La corrección de estilo es todavía más minuciosa, porque hay que detectar y solventar todos aquellos elementos que restan claridad y expresividad al texto. Incluso marco incoherencias de trama y, en ocasiones, me documento para saber, por ejemplo, los tecnicismos que se utilizan en determinados oficios, las armas de una época concreta… o sobre cualquier aspecto de la novela que perciba inexacto y le esté restando verosimilitud».
L. M. Mateo (Lidia)
«Lo que mis clientes creen que hago: reescribir su texto desde cero, apropiarme de la novela y reír con carcajadas malignas mientras tomo margaritas en la playa y pienso que me voy a forrar con su novela.
Y lo que de verdad hago: leo el párrafo. Leo la frase. Leo las palabras. Vuelvo a empezar. Consulto manuales. Me tiro de los pelos y me pregunto cómo demonios arreglo el desastre para respetar el estilo. Corrijo, borro lo corregido, lo vuelvo a corregir. Creo que ya está. Cruzo los dedos para que al cliente le guste».
Celia Arias
«Hay muchas situaciones y muchos tipos de clientes. Algunos creen que vas a sacar una especie de varita mágica y su novela de repente va a ser maravillosa. No entienden que una correctora puede ayudar o dar sugerencias y que va a revisar sus historias para que no haya errores o lo que se diga tenga o no sentido, pero no a reescribirles el libro.
El manuscrito que te entregan es una versión prácticamente definitiva. Si no es interesante, tiene errores de argumento, personajes planos o diálogos insulsos, depende de sus capacidades como escritores, no de lo que vaya a hacer la correctora. Si tienen dudas en este aspecto, lo mejor es contratar una lectura profesional o un informe de lectura. La corrección vendría después. Así es como quedaría redondo».
Ana Escudero
«Siempre pido unos capítulos de muestra para estimar el tiempo y el coste de la corrección. Hago una prueba gratuita y si ambos vemos que encajamos, me pongo a ello. Voy justificando la corrección y las incoherencias de contenido con comentarios en los márgenes. Después de la primera vuelta, hago una revisión de mis comentarios y otra más sobre mi propia corrección. Finalmente, envío el texto e insisto en que me pregunte todas sus dudas. No quiero que cambie correcciones sin mi aprobación, pues entonces el texto dejaría de estar corregido por mí. Eso sí, he tenido que desarrollar un sistema de abreviaturas para las correcciones de puntuación y reducir tiempos ¡que son oro!».
Corregir textos es mucho más que detectar errores y erratas. Cinco correctoras explican qué acarrea y en qué bretes les coloca cada encargo. Clic para tuitear
Dificultades de las correctoras frente a la corrección de textos
Las correctoras frente a la corrección de textos tienen que hacer algo más que corregir. No se corrige un manuscrito y ya; se corrige el manuscrito de un autor lleno de expectativas respecto de su obra.
Paola
Es difícil transmitirle que no puede depositar en mí toda la responsabilidad de la calidad de la obra. Me he encontrado con novelas que no se podían corregir y con autores que después de varias novelas siguen sin saber cómo se puntúan los diálogos. Denota una falta de interés por su propio trabajo. ¡Me sorprende!
Esther
Antes de contratar mis servicios, algunos escritores me preguntan, preocupados, si voy a cambiar su forma de escribir, que es muy característica. Es el miedo más habitual. Yo les insisto en que no voy a cambiarla, sino a sacarle brillo, y que ellos siempre tendrán la última palabra porque es su texto.
Lidia
Cuenta la leyenda que si te corrigen el texto, lo sentirás ajeno. Los autores tienen pánico. Explicarles en qué consiste el trabajo de corrección y que son necesarios tiempo y paciencia para dejarlo adecentado, sobre todo cuando hablamos de estilo, es una tarea titánica. Que sus palabras seguirán siendo las suyas. Con cambios mínimos como reubicarlas dentro del texto o la frase, usar sinónimos o dar con la palabra exacta, imprimimos un ritmo más adecuado y damos mayor claridad al conjunto.
Celia
Cuando se llevan varias correcciones a la vez es complicado hacerles entender que hay unos tiempos y un orden de llegada.
Ana
Me cuesta convencer a quien tiene pocas ganas de aprender y mucha prisa por publicar de que no introduzca cambios sin pedirme una revisión posterior.
El día del pasmo de las correctoras de textos
A lo largo de una trayectoria se vuelve (casi) inevitable que pasen cosas, anécdotas que le aportan color. Aquí hay unas cuantas que refieren estas cinco correctoras frente a la corrección de textos y ese momento en que alguno de sus clientes…
Esther
Una vez corregí a una persona que abusaba de los paréntesis. Ponía varios en cada párrafo, aunque no había razón para ello. El editor del libro me escribió un correo para darme las gracias por mi trabajo, porque admiraba la forma en la que había hecho que ese texto mejorara en claridad. La sorpresa llegó cuando el autor le escribió a él. Estaba indignadísimo con los cambios y aseguraba que estaba mucho mejor antes.
El editor fue el que habló con él. No sé qué le dijo, pero aceptó la corrección a regañadientes.
Lidia
Muerta me quedé con la respuesta de un no-cliente. Me mandó un correo pidiendo presupuesto. Le respondí treinta y seis horas más tarde (aunque parezca raro, los correctores tenemos horarios de trabajo, familia, y hasta dormimos en ocasiones) y me dijo: «Te envié el correo hace varios días y has tardado mucho en responder y, claro, ya he contratado a otra». No me molestó perderlo, al contrario. Pero pensé en su corrector/a y sentí lástima.
El nuestro es un trabajo que requiere de paciencia y mimo. Si el autor no la tiene para que le respondan a un e-mail, mucho menos la tendrá para la corrección. Y en este trabajo, las prisas son la gran enemiga.
Celia
Sí, sobre todo, cuando me han cambiado de nuevo errores de ortotipografía que yo había señalado, como un montón de comas seguidas donde debía haber un punto o varios; donde unían frases distintas y se había creado un caos de sujetos y verbos que no era normal. La argumentación: que ese era su estilo y que yo se lo estaba cambiando. Volvió a dejarlo como quiso, pasando de mi recomendación. Esto me hizo pensar en hasta qué punto los lectores nos hacen responsables a los correctores de los errores que hay en los libros. Seguro que hay casos como el mío, en que los autores tienen la última palabra y cambian las cosas a su aire.
Ana
Últimamente me llegan muchos textos que puntúan los diálogos con viñetas. Y esos guiones no hay forma de cambiarlos ni sustituirlos de forma automática. Este cambio manual, que parece una tontería, suele duplicar el tiempo de corrección, además de obligarme a centrarme en detalles que gastan mucha energía correctora y la desvían de áreas que la necesitan más. Ahora, cuando veo un texto con viñetas, tiemblo.

Y vuelta a poner esa tilde odiosa que la correctora había eliminado.
El cliente tiene algo que decir
… y lo dice. Se ha puesto en manos de la correctora y se enfrenta a una intervención en toda regla. Necesita buenas dosis de epidural: buenos y sesudos argumentos. Y aun así.
Paola
La mayoría de las veces entienden la razón de ser de mis intervenciones. Otras revierten los cambios porque «les gustaba más» cómo lo habían escrito ellos, lo que me supone el envío de varios e-mails y la consiguiente pérdida de tiempo en explicaciones y justificaciones.
Esther
Muchos clientes me reconocen el susto que se llevan a ver las correcciones, pero se lo suelen tomar bien y, al cabo de unos días, me agradecen el trabajo.
Reconozco que comento las tramas y personajes, aunque no me lo hayan pedido expresamente. Si veo algo que no funciona, necesito comunicárselo. Siento como propia cada novela que corrijo y hago todo lo que está en mi mano para que quede perfecta.
Lidia
Suelen entender mis correcciones porque soy muy detallista en mis notas al texto. Pero eso significa más volumen de trabajo por el mismo sueldo. Reconozco que justifico mis intervenciones más de lo que debería (¿tal vez sigo con el síndrome del impostor?) aunque intento corregirme poco a poco. La ventaja es que rara vez se quejan cuando les hago una propuesta de recorte o reescritura.
¡Ah! Y, cuando edito, dejo claro que es por gusto. O que es un servicio aparte (si me lo solicitan). Ni tengo por qué solucionar tramas ni hacer creíbles los diálogos. Puedo aconsejar cómo hacerlo, pero tampoco entra dentro del presupuesto de corrección. Incluso me han enviado correos con consultas de este tipo dos y tres meses después de haber terminado mi trabajo.
Y los horarios, que protejo a capa y espada, me recuerdan otro gran problema: los plazos. Hago una petición al final respecto a esto.
Celia
No le gusta que le digas que ha hecho algo mal. A nadie le gusta. Siempre intento ser respetuosa y en la mayoría de los casos lo hemos hablado, pero algunos han intentado argumentar con excusas sin sentido para darle la vuelta y hacerme creer que estaba equivocada. Podría darse el caso de que yo me equivocara, por supuesto, pero si explico con argumentos un error muy claro… es otra historia.
Ana
La mayoría de clientes acepta bien las correcciones ortotipográficas, pero se pelea con las de estilo, al ser las más «opinables». Reciben un microinfarto con cada documento, por lo que les recomiendo que no se pongan a aceptar o rechazar correcciones el mismo día que lo reciben, sino dos o tres después, cuando no duela tanto y puedan ser objetivos. Si me hacen caso, suelen acabar aceptando las ortotipográficas y preguntando sobre algunas de estilo. Un informe de sus fallos más frecuentes me resulta muy útil para resolver sus dudas de antemano y, sobre esas, no recibo reclamaciones.
Sí es verdad que alguno me ha preguntado opinión profesional del texto, más allá de si la historia me parecía interesante o me había gustado, y he tenido que remitirles al servicio del informe de lectura si querían una respuesta que incluyera valoraciones literarias y comerciales.
Lo más chulo de la corrección de textos
Hay cosas chulas; muy chulas, de hecho. Quién resistiría si no. Ni siquiera estas cinco amazonas.
Para Paola, «aportar mi granito de arena para mejorar la calidad de la obra, sobre todo, en un género como el mío, la romántica, tan injustamente criticada».
Esther dice que «a veces me llegan novelas que están muy verdes, pero tengo la suerte de tener clientes receptivos y motivados que aceptan mis correcciones y reescriben hasta que todo adquiere sentido. Me encanta ver cómo un borrador se convierte en una novela tras pasar por mis manos… y se agota en la Feria del Libro (me ha pasado hace poco)».
Y a Lidia le encanta que los autores le manden su libro dedicado. «Que me den las gracias por correo o wasap y me cuenten por qué les ha gustado trabajar conmigo y cómo puedo mejorar. Saber que te aprecian como profesional lo es todo».
Celia, por su parte, afirma: «Siempre me ha gustado cazar los errores en cualquier texto, por eso me encanta revisarlos. También me llena mucho ayudar a otros y hacerles el camino más sencillo. Supongo que por eso escribo artículos sobre el tema. En cierto modo, hago lo que me gustaría o me habría gustado que hicieran por mí si estuviera en su situación».
Y Ana destaca: «La satisfacción del cliente una vez recibe su novela revisada. La mayoría reconoce que el primer día duele ver la cantidad de fallos y todo el trabajo que queda por hacer, pero que el tiempo es el mejor paliativo y, aplicando mis recomendaciones, tienen una mejor historia en las manos».

Entre el éxtasis y el desánimo puntual: el estilazo de la correctora.
¿Suele cundir el desánimo entre las correctoras de textos?
Al corrector de Word, ni le cunde el desánimo ni se siente menospreciado por las críticas que podamos hacerle; ni gota de menoscabo padece cuando cuestionan sus competencias. Sin embargo ellas, las correctoras frente a la corrección de textos y como personas humanas que son… hacen gala de una sensibilidad es mucho más fina. A veces…
Paola
Lo que más me desanima es lo mal considerado que está este trabajo en lo económico. Soy consciente de que no todos los autopublicados pueden permitirse la inversión, pero para eso ponemos facilidades de pago, por ejemplo. Eso y que exijan excelencia cuando no me dan el tiempo necesario para cumplirla.
Esther
Nadie ha conseguido cargarse mi ilusión, pero me desanima que alguien decida no contratarme porque «es caro», cuando precisamente mis tarifas están muy ajustadas.
Lidia
Que pongan una fecha de publicación sin consultarte, que tengas que readaptar horarios para acabar a tiempo y, además, se quejen cuando les cobras las horas extra.
Que se comprometan contigo para una fecha y, cuando llega, te digan que han cambiado de opinión y han contratado a otra persona. ¡Avisad!, que no cuesta nada, y podemos darle el hueco a otro cliente.
Ana
Cuando me llega un documento subrayado todo de rojo por el propio corrector de Word y es evidente que ni el propio escritor tiene interés por publicar un buen texto. Cuando no se ha leído dos veces lo que ha escrito, tiene pocas ganas de aprender y minusvalora mi trabajo. O tiene prisa, la peor consejera, que puede hacer que una buena corrección acabe siendo manipulada por quien no pregunta y hace cambios sin consultar. O se queja de que la corrección es cara, pero luego echa por tierra su inversión haciendo cambios aleatorios. Así, no solo le sale cara, también la vuelve ineficaz.
La correctora actualizando recursos antes de hablar con un cliente ‘relajado’.
La parte tediosa de la corrección de textos
La tiene. Como cualquier trabajo. No significa esto que las correctoras frente a la corrección de textos no lo afronten con espíritu decidido y actitud deportiva.
Paola
Hacer varias revisiones cuando la historia no me gusta nada de nada.
Esther
¡Que pongan las rayas de diálogo como si fueran viñetas! No sé el truco para cambiarlas de golpe, así que tengo que ir haciéndolo una a una. También resulta agotador cuando alguien cae en el mismo error línea a línea. Por ejemplo, describir todo con el mismo adjetivo. Esa palabra acaba resonando en mis sueños.
Lidia
Deshacer los entuertos de formato de los clientes. ¡Por Dios, dejad de usar las viñetas para los diálogos! Son la peste para el corrector. Si no tuviera que pagar facturas, os obligaría a que lo cambiarais vosotros. Uno a uno. También odio explicar cómo ponemos las tarifas, los servicios que ofrecemos y el proceso de trabajo. Es tan largo, complejo y tedioso que tengo un formato que adapto al cliente.
Celia
Leer algo interesante o bien escrito hace que el trabajo sea menos tedioso, al contrario que cuando estás con un texto pesado donde solo se da vueltas a lo mismo y te apetece tacharlo todo. Por mencionar algo concreto: me resulta muy pesado y hace que la corrección sea mucho más lenta tener que ir introduciendo la raya de diálogo porque la persona ha escrito con guiones tipo viñetas, cargándose toda la estructura del texto. Luego tienes que ajustar márgenes, dejar todo organizado, etc.
Ana
Me gusta corregir, por eso es mi trabajo, pero cuando el escritor insiste en dejar todo tipo de expresiones chicle, repeticiones, redundancias y palabras sanguijuela porque es «su estilo», y tengo que hacer una revisión del texto ignorando todos esos lastres de la narración, la corrección se hace bastante pesada.
Lo que se come la correctora de textos

No te pongo a la correctora, pero imagínatela ahí, en su soledad y sin poder pasar el trago.
… cuando el trabajo es mayor del previsto y sin haberse apercibido de lo que se le venía encima. ¿O tal vez informa al cliente para repartirse la merienda? Al parecer, las correctoras frente a la corrección de textos no terminan de hacer un reparto equitativo.
Paola dice: «Todavía no he superado la vergüenza de pedir lo que, en realidad, es una remuneración justa por un trabajo que acaba siendo más largo y arduo de lo que se preveía. Sobre todo, si el cliente encima se queja del precio inicial».
Esther, por su parte, confiesa que «si tengo que trabajar con la misma persona otra vez, se lo explico y tomamos decisiones, pero la primera vez me lo como».
«Lo normal sería que se lo dijera —son palabras de Lidia—, pero como aún me estoy haciendo nombre, me lo suelo comer».
Y Ana añade que «de momento esto solo me ha pasado una vez. He hecho el esfuerzo de informar… Y luego, tonta de mí, me lo he comido, cuando el trabajo más difícil estaba hecho y el cliente comprendía su valor y estaba dispuesto a pagar por él. En muchas ocasiones, los mismos correctores somos nuestros peores enemigos».
El tabú de las tarifas en la corrección de textos
En su cruzada, las correctoras frente a la corrección de textos responden a cuestiones como estas:
- ¿Crees que debería haber un precio mínimo protegido?
- ¿Compensa tirar los precios por el temor a perder encargos?
- ¿Quién gana en una operación así y, sobre todo, qué mensaje crees que se emite?
- ¿A qué dirías que obedece no cobrar tarifas dignas?
Paola
Sí, sin duda, debería haber un precio mínimo protegido. Además, creo que este oficio debería estar regulado y que debería existir un colegio de correctores.
Casi nunca compensa, más que nada porque si luego repites con el mismo autor, cambiar el precio es una tarea titánica. Y puedes encontrarte con más trabajo del que se presupuesta o que la relación con el autor sea insostenible.

Esto es lo que hay en la mente de la correctora cuando habla de «precio mínimo protegido».
Siempre intento hacer el mejor trabajo posible porque me juego mi reputación, gane más o menos, y al final el único beneficiado es el que paga porque obtiene la misma entrega por mi parte independientemente de que el precio sea justo. Soy consciente de que el mensaje que transmito en esos casos es que valoro poco mi tiempo y mis conocimientos.
El principal motivo creo que es por miedo a que dejen de llamarte o a la inseguridad que puede generar el síndrome del impostor.
Esther
Nunca me lo había planteado. Pero últimamente tengo mucha faena y voy contra reloj y, al hacer cuentas, me he dado cuenta de que, con la mayoría de clientes, gano menos de lo que merezco. Es un trabajo que exige formación y un alto grado de concentración. No es justo. Si un precio mínimo protegido resuelve eso, bienvenido sea. A la larga, los clientes que merecen la pena son los que valoran tu trabajo y te compensan como es debido.
Reconozco que mi empatía me la ha jugado a veces, pero no puedo estar pendiente del bolsillo de todo el mundo y olvidarme del mío.
Lidia
Sí, debería haber unas tarifas mínimas y hablarse de ellas abiertamente: de cuánto de base (vale, hay donde averiguarlo, pero de eso te enteras después); cuánto por cada vuelta o en qué punto decir que no al cliente. Si tengo que trabajar cuatro veces más (restando tiempo a mi familia o de mis aficiones o demorando el pago de facturas) no me compensa y el trabajo se resiente. Y esta es una profesión que requiere de paciencia, mimo y mucha atención.
Los autores noveles que no pueden costearse las correcciones terminan trabajando con gente que se vende como corrector, pero no lo es. Cuando comencé a formarme como correctora pensaba que sabía mucho de estilo, ortografía y gramática. Ni de lejos. Tuve que volver a estudiar conceptos y sigo haciéndolo a diario.
Otros no son conscientes del trabajo que hay detrás. Creen que aquí estamos leyendo manuscritos y diciéndonos: «Joder, qué genio de la literatura. Esta novela va a romper las listas de ventas y va a dejar la narrativa de Tolkien a la altura del betún. Qué privilegiada soy al leerlo antes de que se publique. Mira, falta un acento». He leído historias geniales, pero jamás, jamás, me lo he pasado así de bien mientras corrijo.
Las editoriales también aprietan. Y ahogan. Tanto, que muchos optamos por buscarnos la vida con los particulares. Cincuenta céntimos por mil matrices es indigno. Yo no soy el corrector de Word. Gracias por entenderlo.
Celia
No compensa. El trabajo es el mismo y además tienes que pagar impuestos de autónomo, gastos varios, etc. Creo que al final hay autores que están destinados a ti, a que tú los ayudes. Aunque unos no te contraten, otros sí lo harán. Así que tienes que establecer el precio que consideras justo por tu trabajo.
Aunque parezca que solo ganaría el autor por tener que pagar menos, no es así. Si estás haciendo un esfuerzo que no te compensa económicamente, puede que llegues al punto de pensar que no merece la pena esforzarte, lo que podría afectar a la calidad de tu trabajo. En ese sentido, saber que estás ganando lo que te corresponde es mucho más motivador para lograr un resultado que beneficie a ambos.
Ana
Sería una buena medida que hubiera un precio mínimo protegido para evitar los abusos, que en la mayoría de los casos se dan más por parte de ciertas editoriales que de los propios clientes independientes. Para establecer tarifas base, me gusta utilizar esta página de guía.
Hay correctores que tiran los precios y es un problema para el resto de compañeros de profesión, que se encuentran con competencia desleal, y para el propio corrector que acepta el encargo, pues no recibe lo que merece por su trabajo.
Nadie gana en una operación así y el mensaje que se emite es que la corrección no tiene valor y que cualquiera puede hacerla.
Quien no cobra tarifas dignas lo hace por necesidad de hacer una cartera de clientes y por su inseguridad en la calidad de su propio trabajo. Estamos muy acostumbrados a oír «para qué pagar a un corrector. Se lo paso a mi prima, que ha leído mucho y ella me lo corrige».
Un corrector profesional puede agilizar el ritmo de la trama con eliminar palabras innecesarias e incoherencias. Un corrector aficionado puede señalar unas cuantas erratas y corregir algún fallo de gramática, pero la diferencia entre estos dos tipos de correcciones es cualitativa. No le encargarías la música de tu boda a tu prima solo porque le guste cantar en la ducha, ¿verdad? Pues lo mismo con tu libro.
Soluciones de las correctoras frente a las pegas de la profesión
Cómo no va a haber soluciones, si las hay hasta para frenar el cambio clim… Bueno, las correctoras frente a la corrección de textos no se amilanan y avistan por dónde atacar:
Paola
Este tipo de artículos, por ejemplo, para dar visibilidad a nuestro sentir. Este es un trabajo que requiere muchísimas horas, que necesita una preparación previa (una inversión en formación) y que debe ser remunerado de forma justa.
Esther
La única pega que destaco es la de las tarifas bajas. Y la solución es subirlas. Debo ser la primera en dignificar mi trabajo.

Unas tarifas dignas para que nada rompa la felicidad de la correctora.
Lidia
Dejarle claro al cliente lo que incluyen mis tarifas. No regalar mi trabajo aceptando precios irrisorios. Apoyar a compañeros/as de corrección, crear una red en la que estemos en contacto y podamos resolver dudas, hablar abiertamente de cómo trabajamos, cuánto cobramos y cuáles son nuestros límites. Es simple, sencillo y efectivo.
En este sentido, nosotras ya hemos creado Correctoras al rescate, un grupo de Facebook para darnos apoyo. Si eres corrector/a y te sientes solo/a, o estás empezando en la profesión, no dudes en unirte. Allí resolvemos dudas, reflexionamos sobre nuestro trabajo, compartimos trucos, contamos chistes y, a veces, nos desahogamos con la certeza de que nadie nos juzga.
Celia
Formarse como escritor, ya sea con talleres, manuales, artículos, vídeos, etc. La solución de un texto bien escrito no radica solo en la corrección, aunque ayude mucho.
Quien solicite una corrección debería tener claro que es una inversión para mejorar su libro, igual que encargar una portada o una maquetación. En el proceso de publicación hay unos costes para los autores, sobre todo en la autopublicación. Quejarse de los precios sería como quejarse de lo que vale la comida ecológica, pero a la vez querer consumirla porque sabes que es buena para tu salud. Tú eliges. Nadie te va a obligar. Pero si te decides, al menos que sea con la mente tranquila. Con una corrección, el libro solo puede mejorar. Y el autor, si va fijándose y tomando nota.
Ana
Que el cliente sepa lo que hago con su libro: explicarle el proceso de corrección y señalarle lo que conlleva, lo que supone trabajar conmigo. Evitar, en lo posible, reclamaciones sobre el servicio que ofrezco.
Ser sincero en los primeros e-mails es clave para establecer una relación profesional duradera. Otro detalle importante es no minusvalorar el tiempo ni el trabajo y aplicar las tarifas justas. Si el propio corrector lo hace, el cliente ni siquiera se dará cuenta de su valor real.
Las correctoras frente a la corrección de textos y ante el altar de las peticiones

Turno de correctora ante el oráculo.
Para que la corrección de textos gane, ganen los clientes, ganen las correctoras y ganemos todos, las correctoras frente a la corrección de textos elevan sus plegarias:
Lidia
Dejo una pregunta para quienes pensáis en contratar a un corrector. ¿Tú trabajarías por menos de, digamos, dos euros la hora? ¿No? Pues no nos lo pidáis a nosotras tampoco. No regateéis. No es solo trabajo, no es solo tiempo, contratáis formación y experiencia. Si de verdad no podéis pagarlo, decídnoslo y buscamos una solución conjunta (trabajar por capítulos, hacer X matrices al mes…). Pero no pidáis que rebajemos nuestro trabajo, dignificadlo como merece.
Querido autor, querida editorial: si queréis un trabajo bien hecho, planificad con tiempo las publicaciones y dad plazos prudentes para la corrección. ¿Y si surge algún imprevisto? ¿Y si me pongo enferma o lo haces tú? ¿Y si explotan los ordenadores y se cae la nube el mismo día? ¿Y si la cabra se come la novela/ensayo/lo que sea?
Celia
Mi trabajo tiene unas horas de dedicación y necesita mucha concentración. Eso tiene un precio y, según la extensión de la novela, será mayor o menor. En este tipo de trabajo no debe haber prisas. ¡Sed comprensivos, por favor!
Y otra: creo que a algunos autores les falta humildad y deberían aprovechar la oportunidad de que alguien les eche una mano para mejorar y evolucionar en su escritura. A fin de cuentas, nosotras corregimos para ofrecerles lo mejor y nuestra ayuda, no por afán de atacarlos o algo así. Creo que a muchos les cuesta ver lo que hay tras nuestro trabajo.
Ana
Que me pregunte todas las dudas que necesite sobre la corrección y las responderé encantada. Que soy correctora porque me gusta ayudarle, no machacarle. Que me encanta explicarle cosas para que aprenda y crezca como escritor.
Propina 1
Hasta aquí los testimonios de estas cinco correctoras frente a la corrección de textos y sus cuitas con la profesión.
A mí me queda hacer un guiño particular a la Unión de Correctores (UniCo), que hace las veces de colegio profesional: vela por los intereses de la profesión y de los sufridos profesionales y ofrece formación continua, asesoramiento y el apoyo de quienes hacen de la tarea de corregir un lugar mucho más confortable.
Propina 2
No son solo las horas estrictas de la corrección: son los e-mails, las llamadas telefónicas, los tiempos de consulta, las explicaciones; si me apuras, las clases de lengua.
Autor, si quieres hacer algo por tus textos antes de ponerlos en manos de corrector alguno, date una vuelta por aquí. Nuestra autoestima ya puede comer; veamos si puede cenar. En buena parte, dependerá de ti.
Y pido disculpas por las obligaciones que nos impone el SEO. Tremendo. Así que no tiene cuento que me preguntes por qué tanta repetición de correctoras frente a la corrección de textos. Es el SEO. Ni gota de baja autoestima y con unas exigencias a la altura.
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Gran, gran y gran artículo. Pero mucho más grandes las invitadas. La verdad es que no puedo vivir sin las correctoras y sin Lidia. Amo a Lidia (en el buen sentido de la palabra) y amo su profesión. No entiendo el rechazo de muchos autores hacia esta labor, pero espero que después de este artículo cambien las cosas.
Muchas gracias, Marian y felicitaciones a las profesionales invitadas.
No solo lo merecía la profesión y lo merecen las profesionales, sino todo quisque que se apunte a la noble tarea de escribir y decida saltar del cajón a las aceras y las calles. Hace falta ponerle un cascabel a ese gato, que parece mentira, como dices, que haya quien se tome en serio lo de escribir y relaje exigencias cuando se trata de rematar el chiste con gracia. O de la guinda del pastel.
Sé del amor que Lidia y tú os profesáis.
Gracias por tus palabras.
Un abrazo, chulo.
Como autora novelísima, de verdad que trato de ser buena con mi correctora. Prometo solemnemente hacerle caso en todo y no gritar cuando vea todo el texto rojo y subrayado. Un besazo. Eres genial, Marian. Empatizo con vuestro trabajo, porque también tengo clientes coñazo. Que si me tienes que dar un collejón, pues nada, venga…
Ohhh… ¡Esa es la actitud! Conste que he andado ese camino y sé lo duro que es. Hace falta mucho cuajo para no quedarse paralizado y aprovechar la oportunidad. De hecho, si uno lo ve como oportunidad o como un curso, la cosa cambia por completo. Eres un encanto, María.
Y de collejas, nada. Un abrazo gordo.
Y algo más quiero añadir, María: ¡debes ser la única que utiliza las rayas de los diálogos como Dios manda!
Enhorabuena.
Toda mi admiración para las correctoras, es un trabajo que requiere de horas y mucha paciencia. Sé que no es lo mismo, pero en alguna ocasión en que me he ofrecido como lectora cero me ha sucedido eso de que necesitan el texto pronto, me resto tiempo de donde puedo por ayudar y, tras entregarlo, ignoran todo lo que he remarcado y publican virtualmente el texto tal cual me llegó al inicio. Creía que cuando se pagaba al menos eso no pasaría porque si llevas tu texto a un profesional es porque sabes que puede mejorar. Pero ya veo que aun así hay quien es incapaz de aceptar críticas. Sólo conociendo nuestros errores podremos evolucionar.
Parece mentira, pero a menudo es el propio ego del autor el que se interpone entre su texto y que ese mismo texto pueda quedar notablemente mejorado. La corrección solo es posible si el autor siente la necesidad de limpiarlo. Y pasa como en todo: depende de los estándares con que se maneja cada uno. Desde luego, es absurdo, como dices, pagar a un profesional y acabar metiendo mano donde no se sabe manejarse. ¡Y perder la oportunidad de aprovechar el aprendizaje!
En lo que me toca, diré que son minoría.
Un abrazo, Frida.