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Hoy vengo decidida a hacerle una peineta al SEO.

Sin SEO

Pin de Emily Lai.

A veces pasa que tu madre está en cama, que llevas días sin dormir, que todo el cariño parece poco. Pasa que a una de tus gatas le han descubierto algo feo. Cuerpo, alma y espíritu se buscan con una urgencia inusitada.

Y a veces pasa que llega tu cumpleaños en medio de todo eso.

Y que se encienden las luces de la Navidad.

Son conjunciones que hieren.

Así que hoy voy a escribirte a ti que duermes conmigo. A ti, que no necesitas SEO alguno y sí un horizonte que amplíe sus vistas, quizá menos espectaculares y más luminosas. A ti, que no eres sino yo misma.

Ley de vida, compañera, aunque no por eso duele menos. Te toca renunciar a cosas que han sido importantes por cosas que llegan a traición para cambiarte la rutina. La pérdida de lo que amas va cayendo sobre ti sin avisar. Ha estado planeando y viene acumulando restas de sopetón. Ya no hay niebla. Queda empezar a lamerse las heridas.

Adopta una disposición buena, que ayuda, te dicen, te dices. Toca pasar de la teoría a la práctica.

Miras a la madre doliente. La alivian tus caricias, tus besos, tu cuidado. Has trocado los escritos por la habitación 305 de un hospital. Los días te presionan y te ponen a prueba. La miras. Quieres pensar que no te dejaste nada atrás con ella.

Haces viajes relámpago. Contemplas a tu gata. La imposibilidad de ver a las dos a un tiempo manda. Te palpas los hilos que te unen a ambas.

La madre. Piensas cómo envejeces tú y cómo serás tú cuando tengas su edad. Te miras: hace tiempo que dejaste de ser una chiquilla, aunque las ganas sigan intactas y el corazón te palpite lleno de vida. No has dejado de ser una chiquilla. Pero es como un sarcasmo: te piden que conjugues tu ánimo con su depresión. ¿Cómo hacer? Aún no se ha ido y tienes encima toda esta nostalgia.

Tampoco tu gata se ha ido y ya la echas de menos. Ella no debe sufrir. Le desordenas el pelazo blanco. Ronronea. El bulto está dentro, dice el veterinario. Entre el bazo y el hígado. Es un navajazo en tu estómago.

Sin SEO

Nea e Indi. Tan especiales…

Querrías saberlo todo, despejar los enigmas. Esto está lleno de incógnitas y disfraces. Fluir, te dices. Entonces le pides a la vida que te prevenga de creer que lo hiciste todo y que todo lo viste; de la soberbia que acompaña algunas veces a la edad. Que lo que venga te sirva, en todo caso, para empezar a recorrer el camino en sentido inverso, ajena a la locura que te rodea. Que la vida te encuentre flexible, dispuesta.

A veces te oyes a ti misma diciendo ‘oh, Dios’, más por impotencia que por una fe inquebrantable en que algún dios vaya a resolver tus minucias. Ojalá pudieras contemplar el caos que se desata, como decía James Salter, con esa imperturbabilidad suya.

Es la idea de algo necesariamente más grande que tú; aunque más grande que tú es tan fácil ser…

Y consciente de tu pequeñez, insistes. Te dices que has estado siempre en manos de Eso que gobierna tu fisiología y que está incluso más allá de tu mente, tan necesario, tan ajeno y desconocido. Momento de filosofar sobre la vida y la muerte.

Te animas. Quién te dice a ti que cada vez que Eso te cierra una puerta no te abre una ventana. Ya ha pasado otras veces.

Quieres despejar las incógnitas y hacer caer los disfraces… Amiga mía, olvídalo: nunca lo sabrás todo. La vida cierra sus aulas al final.

«Pero ¿es que hay un final?»

«Si no puedes saberlo, qué más te da».

Aplicas la razón: átomos y moléculas no desaparecen. Se agrupan con otros conjuntos de átomos y moléculas. ¿Por qué no pensar que con eso que anima los cuerpos no sucede igual? ¿O es que átomos y moléculas siguen ahí, reunidos de otras maneras, y los cuantos desaparecen? Albert Einstein no lo habría consentido; menos aún Max Planck.

Atesora tu ganancia, que no es otra que miles de palabras llenas de significado. Al fin y al cabo, han ido haciendo de ti esta que eres hoy y que, a pesar de todo, da gracias a la vida por tanto bueno. La vida relativa y sarcástica que tienes a tu alcance.

Oscar Wilde decía que solo lamentaba los pecados que no había cometido. Yo he cometido muchos, he atravesado el Rubicón unas cuantas veces, he arriesgado y he fallado. El acierto es seguir indemne, con cicatrices, pero indemne.

Y poder hacerle hoy esta pirula al SEO y quedarme tan ancha. Al SEO, que no entiende de embolias ni de vómitos de gata.

6 Comments

  • Hola,
    De las muchas cosas que quiero decirte al leer esto, lo primero es gracias por escribirlo. Estas «cosas sin SEO» son oro. Qué atrevimiento, ¿no? Salir y escribir lo que uno quiere, así sin más.
    La frase «que la vida te encuentre flexible» es una maravilla de frase. Flexible como un junco, que se dobla con la tormenta y cuando esta cesa, se levanta de nuevo, no como el tronco rígido que se parte (aunque a veces no viene mal partirse; ya saldrá una rama nueva por otro lado). Claro que esto del junco no es mío, es del Tao si no recuerdo mal. O de algún maestro zen. Sea quien fuese quien lo dijera, el primero que se dobló, sin duda, fue el junco. Los demás solo se dieron cuenta, que no es poco.
    Esas «miles de palabras llenas de significado» es una ganancia digna de atesorar. Una ganancia no tangible, que son las que al final podemos llevarnos a cualquier parte sin problema.
    Un abrazo enorme.

    • Marian Ruiz dice:

      Salir y escribir lo que uno quiere: bendito lujo, amigo mío. Aquí seguimos, empeñados en que la vida o viene para aplaudirte o para enseñarte. No queda otra que ver qué cara trae día a día. A veces te parte, como dices. A veces, los puntos de sutura tardan en hacer efecto.

      El junco, el TAO y tú: ¿no sois lo mismo? Que las palabras nos salven siempre, Óscar. A ellas me encomiendo.
      Un abrazo enorme también para ti.

  • Usted es una escritora de verdad. La admiro por no olvidarse jamás del sentido -y no sentido- de lo que significa escribir dentro de toda estas redes sin alma. Hoy necesitaba de palabras, y usted me las ha dado sin yo pedírselas, tal como lo haría un libro, un poemario o un pasaje. Un abrazo desde este lado del charco.

    • Marian Ruiz dice:

      Eres muy amable conmigo. Sentido –y no sentido– trato de discriminar en cada cosa que hago o dejo de hacer. No sé si las redes tienen alma o no. Quiero pensar que hay en ellas personas como tú que sí la tienen. Toma mis palabras, las que necesites, que no son mías sino patrimonio común. Mil gracias, M. M. J., y vuela otro abrazo para ti, esta vez, desde un norte gris y lluvioso.

  • Ana Bolox dice:

    Mira que me gusta la física y la astronomía (mi Starling es astrofísica por algo), mira que tengo asumido lo de los átomos, que se reagrupan en nuevas formas de vida, pero hay algo que va mucho más allá que la simple materia, por muy pequeña que sea, y es el sentido de trascendencia. Ojalá pudiera enviarte un buen pedazo de él a través de estas líneas.

    Ánimo, serenidad y entereza (y a las amigas, aquí nos tienes para lo que quieras). Besos y abrazos de afecto y consuelo.

    • Marian Ruiz dice:

      También yo tengo ese sentido de trascendencia. De otro modo no tendría sentido, valga la redundancia, que cada acto ‘micro’ de la vida humana tenga un propósito y la vida ‘macro’ no lo tuviera. Es absurdo pensarlo. Y los humanos aborrecemos el absurdo. Otra cosa es que no seamos capaces de desvelárnoslo y que cada uno se arme de una suposición particular. Y otra, encontrar ese propósito en medio del dolor y del sufrimiento.

      Me llegan tu ánimo, tu serenidad y tu entereza. Mil gracias. Vuelan besos y abrazos para ti.

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