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Aprender a escribir bien exige saltar sobre los días fatídicos en que todo son tachones, prosa descabalgada, argumentos fallidos y metáforas devaluadas. «Escribir es una maldición que salva», decía Clarice Lispector.

Aprender a escribir bien o la desfachatez de creer saber

Ojo con poner el café tan cerca del teclado. Adivino un gato a punto de hacer memorable la escena.

Y que también condena, digo yo. Sobre todo, cuando quien escribe lo hace desde la desfachatez de creer que sabe.

Escribir desde la convicción de hacerlo bien, conocer la teoría e ignorar cómo hacer práctica de ella es un asunto peliagudo. Sonroja a quien tiene la mala suerte de ir a caer en ese libro fatídico habiendo tanto y tan bueno por leer. Clic para tuitear

Porque querer escribir bien y dejarlo todo en manos de la creatividad y del talento es equivocarse de plano. Con la imaginación sola no basta ni basta con el talento solo, ni siquiera basta con la capacidad más superlativa de crear.

La indignación de la correctora

Ah, la creatividad. Ah, el ego insigne del autor que aspira a la gloria de la letra impresa y cuanto más materialmente impresa, mejor. Nadie le dijo que esa era la parte amable de la tarea; una tarea que comprende, además, enfangarse en un montón de empeños aburridos, resistir, perseverar, recomenzar. Tanto como quien se decide a tener una buena forma física y a criar hijos… o brécoles.

Aprender a escribir bien requiere pico y pala y buenas dosis de crítica, y no solo la que uno es capaz de ejercer sobre sí mismo. Clic para tuitear

¡Ay de la gramática y la sintaxis y de la estructura de las frases y la congruencia y el ritmo! ¡Ay de las cadenas de palabras que, en cuanto les pierdes atención, se ponen a campar a sus anchas! Y qué decir de la forma de capturar lo real para conseguir que lo real valga la pena ser dicho de forma literaria.

Aprender a escribir bien o la desfachatez de creer saber

Así, sí: bien pertrechado de lápices ¡y de goma de borrar!

Nadie le contó a ese autor lo salvífica que es la prudencia; tal vez porque quien se toma tan en serio a sí mismo no tuvo dudas antes de ponerse a pontificar. Cierto que nadie es infalible —y esta que escribe, menos que nadie—, pero hay evidencias tan notorias que, como digo más arriba, sonrojan a quien se las encuentra.

Ya, si te dedicas a enmendar textos, se te pueden saltar todos los puntos: los ortográficos y los otros. Cuando de aprender a escribir bien se trata, la observación minuciosa y la insistencia en los repasos son el Santo Grial. Y aun así.

El escritor que pasó olímpicamente de aprender a escribir bien

¿Puede ser que el grado de ceguera sea tal que lo aboque a uno a elementales y clamorosas fallas?

«Hay que ganarse el respeto del lector por lo bien que escribes».

[De acuerdo en el fondo, pero no en la forma: *se escribe, *uno escribe; o, de lo contrario, en coherencia con el segundo verbo, ‘tienes que ganarte el respeto del lector por lo bien que escribes’].

¿Tanto es exigir que se siga la lógica en la argumentación o que siquiera el verbo cuadre con su sujeto? Dime, si no:

«Por lo general el alter ego de los narradores y los personajes son [sic] el autor que está detrás, y casi no se puede evitar. Asunto que debemos tener en cuenta. No eches tu basura sobre Cervantes».

Puede que no sea tanto pedir que nombres de autores afamados y sus obras estén bien escritos, que tenga sentido lo que dices de ellos. Y, sin embargo…

«Algunos/as “hachas del ordenador” se creen unos listillos,   [sic, espacios]se piensan que todo está hecho con copiar y pegar.  Lo más terrible de este asunto artístico novelesco es creer que cualquiera puede escribir el Código da Vinci, o un Harry Potter, Crepúsculo, ser un Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura, o un Arturo Pérez Reverte, periodista de guerra, envidiado y encima que te nombren académico y luego hacerse millonario. O como Almudena Grande[1] [sic] que ya los es [sic]; pero [?] ganó en 1989 el XI premio de novela erótica en Sonrisa Vertical con la novela Las edades de Lulú, fue [sic] llevada al cine por Bigas Luna [sic] al año siguiente».

Cuando aprender a escribir bien no ha sido una prioridad

… y el propio texto queda sin revisar por un ojo experto, pueden llegar a decirse cosas como esta. Sigo transcribiendo de forma literal:

«No debemos tener temor a equivocarnos. Hasta los mejores novelistas se equivocaron, lo que sucede es que ellos tenían correctores, asesores. En cambio, los noveles o amateur [sic] hemos de sufrir, inevitablemente, el calvario de los errores de texto. Por ello, todo trabajo debe ser dado a leer a otra persona. Lo importante, lo que se valora es la creación, no los errores gramaticales lo que se valora es la creación, la originalidad».

Error fatal de inexperto es también incurrir en afirmaciones prejuiciosas o irrespetuosas:

«Escribir bonito, [sic, coma infiltrada] no es escribir bien, sino pedante, y la pedantería hay que dejarla para la poesía».

¿Cómo hablar de sugestión y de eficacia narrativa a quien tiene la osadía de afirmar algo así?

Aprender a escribir bien o la desfachatez de creer saber

Novela, ni desde el móvil ni en un cuaderno. Hay que ver cómo son las editoriales.

Errores de principiante, se tenga el recorrido que se tenga, son también los espacios de más entre palabras. Puedes pasarte la vida escribiendo y seguir siendo novel si no prestas atención a deslices de ese tipo. Aunque en este caso, de haber estado bien el resto, créeme, hasta los habría obviado. Claro, no me hubieran dado para un artículo…

Otro síntoma de impericia por el que merece la pena aprender antes a escribir bien es esa definición que gira sobre sí misma para no decir nada:

«Escribir consiste en pensar escribiendo, es decir, ser capaces de mantener en la mente unas imágenes conceptuales que somos capaces de mantenerlas mientras hablamos o escribimos».

Aprender a escribir bien consiste en pensar, sí: mientras escribes, mientras corriges, mientras compruebas, mientras te cargas lo escrito y vuelves a empezar.

Consejos que llegan antes de haber aprendido a escribir bien

Un escritor que no respeta la lengua como la zapata o el andamiaje sobre el que discurre lo que se narra puede decir:

«El empleo de los adjetivos deben ser [sic] lo más exactos posible. Se recomienda no abusar de ellos. Sin embargo, todo ello dependerá de la intención, la oración o el tema».

«Se recomienda sustituir los gerundios por formas verbales». [Debió querer decir formas personales, digo yo].

«La construcción de las frases, ya que preferible el orden sintáctico: sujeto, verbo y complementos». [Tal cual. La forma verbal quedó confinada a la frase anterior].

«Debemos releer nuestros escritos como si fueran de otros. No debemos dudar en tachar lo que no concuerde. La escritura es una constante reescritura y una feroz auto-crítica». [Habla de respeto, pero esta que escribe está a un punto de saltárselo].

«Ganar un premio, ¡hay que [sic] risa! Con la primera novela ni de guasa, ¡vaya, mente [sic] primaria que tienes!». [Termino de escribir amordazada].

«Además de cualidades innatas (observación, talento, intuición, olfato y mala leche), hay que conocer la técnica, aunque la técnica por sí sola no es suficiente, porque el conocimiento de la técnica te llevará a tu propio estilo y el estilo es la persona».

[Sic, sic, sic]. Empeñada como estoy en que las citas sean precisas, hago promesa formal de que no tengo nada contra la persona. Ni me he inventado uno solo de los extractos ni he hecho otra cosa que respetar el original. Hasta los dobles y triples espacios. Me persigue el interés de aprender a escribir bien y de razonar en qué consiste; para que luego digan de la ortografía y la sintaxis.

Aprender a escribir bien o la desfachatez de creer saber

La tengo en formato digital: imposible hacer esto con ella. Aunque algo así requiere incluso técnica. Y mala leche (de eso sí tengo). Igual añadiendo creatividad…

Permítaseme reservarme la identidad del ínclito. La obra está en Amazon, disponible para cualquier interesado en escribir novelas y relatos y… ponerse a prueba.

La correctora, exhausta

Si esto no es anatema, que venga el dios de la lengua y lo vea. La que redacta está exhausta, perpleja y descreída y sostiene que no le puede estar pasando a ella:

«Por lo general la mujer toca casi siempre temas femeninos, sus personajes son heroínas, la feminización de la novela, excepto Antonio Gala que también se mete en la piel de una mujer enamorada de un turco con gran éxito y llevada al cine como La pasión turca, he interpretada [sic] por la actriz española Ana Belén. Ahora tenemos el fenómeno de Javier Sierra y su novela El ángel perdido, y ¿quién se la ha editado? el Grupo Planeta. Cuando el propio grupo Planeta está detrás, la promoción está asegurada. Muchas novelas buenas al no estar publicadas en una editorial importante permanecen en las librerías una semana y luego el distribuidor no las repone; una segunda edición llegará demasiado tarde».

Y este párrafo se repite en dos páginas consecutivas:

«Lo normal de los novelistas amateur es escribir a los autores famosos haciéndoles la pelota descaradamente y enviándoles relatitos a ver si hay suerte y se admiran “de lo bueno que soy”, esto es bochornoso, humillante,  hay que tener dignidad y ser consecuentes con uno mismo y tu destino. Yo mantener en la mente unas imágenes conceptuales que somos capaces de mantenerlas mientras hablamos o escribimos».

La lengua, tan descuidada a menudo, encuentra aquí la puntilla. Me pregunto qué arte será preciso para hacer caer del pedestal de su ignorancia a quien está detrás de un texto semejante. A mí me sirve para reafirmarme en esto que decía de que lo más difícil de escribir bien es escribir bien. Y eso que aún no me había tropezado…

Propina 1

Has podido pensar que he ido buscando los párrafos. En absoluto: ellos me han buscado a mí y me han estado tendiendo emboscadas línea a línea. Tengo mi versión Kindle emborronada de subrayados y notas. Y no: no he podido terminar de leérmelo entero. ¿Cuestión de supervivencia?

Aprender a escribir bien y… mantenerlo. Escribir ojo avizor. Leer cosas como estas solo para pasmarse.

Dice el autor:

«Sin ordenador no se puede escribir una novela porque la editorial te pedirá que le envíes la obra en documento ajunto doc. Nos servirá además para ir haciendo copias en papel que hay que dar a corregir, estudiar, rehacer, y también para entregar copias en las oficinas de la propiedad intelectual de tu provincia. Yo paso la novela a un Pen-Drive, luego la llevo a la fotocopiadora y me hacen las copias que pido en 5 minutosAsí ahorrarás tinta y folios de mi impresora».

Novel que a escribir empiezas, de textos así te guarde Dios. O te guarde de llegar a ellos antes de haber alcanzado tu mayoría de edad. Al menos, la literaria.

Propina 2

Seguro que, si me leyera, estaría de acuerdo conmigo: desterremos las imposiciones que tiranicen la libertad artística; abominemos de ideologías que le impongan freno a la creatividad. Aprender a escribir bien es conseguir ser claros, agudos y elegantes.

O sea, como él.

Y, sin embargo, aprecio la idea de que, sin ese lenguaje burdo y confuso, no podría admirar ese otro preciso y claro, evocador y ligero. E intervenido por quien sabe cómo hacer para que diga bien lo que tiene que decir. 

Propina 3

Es obvio que el autor no es el más indicado para evaluar su trabajo. Qué fácil es juzgar lo ajeno, me dirás, y qué difícil hacerlo sobre lo propio.

Por eso, ya me callo. Juzga tú, juzgad vosotros. Juzgadme incluso a mí.


[1] Las negritas son mías.

2 Comments

  • He empezado a leer la entrada con asombro y he acabado riendo. Casi te diría que te lo has inventado todo, que no puede ser real. Vaya, que te pediría que «ajuntaras el doc» original para verlo con mis propios ojos. Pero me temo que es real por completo, por aquello de que la realidad siempre supera a la ficción.

    Me gusta lo de que «aprender a escribir bien es conseguir ser claros, agudos y elegantes.» Y ya puestos, me asalta la duda: al citar la frase, ¿el punto y final va dentro o fuera de las comillas?

    Esto me pasa por reírme; ahora son otros los que se reirán de mí por si no he puesto las comillas en su sitio. Y esto me recuerda que uno no termina nunca de aprender.

    ¡Un abrazo!

    • Marian Ruiz dice:

      Hago mío ese refrán que dice ‘se dice el pecado pero no el pecador’y, aun así, bastantes pistas he dado. Nada, ni una sola errata, error o maldad me he inventado. El original está a disposición de quien quiera abonar su precio, vía Amazon, que empieza a ser como el padre celestial que nos admite a todos en su seno.

      El punto, fuera de las comillas. El gran José Martínez de Sousa las ponía dentro, pero la Santa Madre Iglesia (léase RAE) sugiere que fuera; ergo fuera.

      Todos acabamos sonrojándonos alguna vez, así que más vale que os lo tomemos con humor.

      Otro abrazo, Óscar.

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